Londres, Inglaterra, mansión Hellsing: habitación del conde Alucard y Sir. Integra; Miércoles 22 de octubre de 1997. 2:15 a.m.

Alucard dormía plácidamente en aquella enorme cama, a su lado, descansaba su mujer, aquella que había logrado llegar hasta su corazón. Sir. Integra Fairbrook Wingrates Hellsing, cabeza de la organización Hellsing y su esposa desde hacía ya 5 años, durante los cuales habían sido muy felices y solo les hacía falta una cosa: un heredero. Alucard había convertido a Integra el día de su boda y a pesar de que ninguno de los dos moriría jamás, deseaban ansiosamente un hijo o hija, y lo tendrían, después de mucho intentar habían concebido a una criatura fruto de su amor que aun seguía en el vientre de su madre. Así es, Integra estaba embarazada de 35 semanas, estaba muy nerviosa por el tema del parto que había sido programado para el viernes de la próxima semana, pero por ahora, descansaba plácidamente con la cabeza apoyada sobre el pecho de su marido, quien la abrazaba tiernamente y la atraía hacia si mismo con un brazo y con el otro acariciaba su abultado vientre.

Esa noche había luna nueva, toda la mansión estaba sumida en la más profunda oscuridad y la tenue luz de las estrellas se filtraba tímidamente a través de las blancas cortinas de seda que se mecían suavemente con la brisa nocturna...

...
Todo estaba en calma...

...
Tal vez demasiado...

...
Frunció el ceño entre sueños, su frente estaba bañada en sudor y su respiración se agitó súbitamente. Un intenso dolor en la parte baja de su vientre la hizo despertar asustada y un espeso liquido que corría por su entrepierna confirmó su sospecha: su bebé iba a nacer en ese mismo momento. Nerviosa, despertó a su marido.

-¡Alucard despierta!- gritó ansiosa moviendo a su esposo

-¿Integra?- dijo el conde medio dormido -¿Que sucede?

-¡El bebé Alucard! ¡El bebé va a nacer!- exclamaba la mujer desesperada

-...¿Que?- susurró sorprendido el conde despertando por completo-¡¿Cómo que ya va a nacer?! ¡Aun falta mas de una semana!

-ARG!... no creo... que eso... le importe- decía Integra de manera entrecortada por el dolor -ve... Por el doctor... Cornwell... ¡RÁPIDO!

- resiste Integra no tardo- dijo el de pelo negro convirtiéndose en neblina y desapareciendo así para reaparecer 15 minutos después con un doctor de aparentes 40 años, de cabello castaño, ojos verdes y anteojos, y dos enfermeras, una que aparentaba ser su esposa, de cabello rubio y ojos color miel, la otra era considerablemente menor y parecía ser su hija, tenía alrededor de 20 años, su cabello era rubio y sus ojos verdes. Era el Dr. Cronwell su doctor de toda la vida, la había traído al mundo, había llevado los controles de su embarazo y ahora traería al mundo a su hijo o hija, no se sabía el sexo del bebé ya que ni Alucard ni Integra habían querido saberlo ya que deseaban que fuera una sorpresa. Las 2 enfermeras que lo acompañaban eran su esposa y su hija.

-con que ya vas a tener a tu bebé, Integra- comentó el doctor poniéndose sus guantes y abriendo su maletín -Alucard trae al ama de llaves, por favor- pidió a lo que el vampiro asintió y obedeció. Volvió al cabo de un rato con la anciana mujer pálida del susto y por la manera del conde de despertarla.

Para ese momento, la mansión se había llenado de actividad nuevamente y para esos momento tanto Seras Victoria como su esposo Pip Bernadotte habían llegado a la habitación de los amos de la mansión, se veían ansiosos y preocupados por la salud tanto de su ama como de la pequeña criatura que llevaba en su vientre. Todo sucedía muy rápido incluso para el padre del bebé que momentos antes había sido sacado de la habitación prácticamente a las patadas por las dos enfermeras.

Pasillo fuera de la habitación de Alucard e Integra. 4:30 a.m.

Los nervios lo estaban carcomiendo por dentro y la impaciencia aumentaba con cada minuto. Habían pasado ya 2 horas 15 minutos y 37 segundos desde que su esposa lo había despertado alegando que su bebé nacería ese día, había pasado también 1 hora y 48 minutos desde que lo habían sacado de su habitación, dando inicio oficialmente al trabajo de parto. Los sirvientes habían puesto algunas sillas en el pasillo a modo de sala de espera y que todos estaban usando... Claro, excepto Alucard que se había levantado de su silla hacia rato, entregandose por completo a los nervios y la ansiedad, daba vueltas y vueltas frente a la puerta cuan León enjaulado, de vez en cuando echaba un vistazo a su reloj de pulsera, se pasaba la mano por la cabeza, se refregaba el rostro y volvía a lo mismo hasta que el lugar fué invadido por un poderoso llanto que lo hizo detenerse frente a la puerta y mirarla expectante, como esperando algo.

Finalmente la puerta se abrió revelando a una exhausta Rose, tenía sus ropas salpicadas de sangre y su rostro bañado en sudor tenía una enorme y cansada sonrisa, su sola presencia hizo que todos los presentes se levantaran.

-... Ya nació- susurró provocando que todos los presentes suspiraran aliviados y desearan entrar inmediatamente a la habitación, cosa que la joven enfermera no impidió.

Entraron a la habitación y vieron a una exhausta Integra recostada en la enorme cama, a un doctos revisando sus signos vitales y anotando algunas cosas en su libreta y a una Mary bañando al pequeño bebé que seguía llorando intensamente.

-Rose pásame el pañal- pidió la enfermera mayor a su hija

-sí mamá

-ahora la ropa

-aquí tienes

-gracias- dijo terminando de vestir a la pequeña y envolviéndola en una gruesa manta -a ver... ¿Dónde está el padre de este hermoso regalo de la vida?- preguntó con la criaturita en brazos aun llorando

-A-aquí- tartamudeó Alucard acercándose a la enfermera

-venga, no se ponga nervioso- alentaba la enfermera -es una hermosa niña señor Alucard- anunció moviéndose un poco para permitirle al vampiro ver a su primogénita -aún no para de llorar, tal vez si usted la carga un momento se calme

-ahhh... No...Yo- balbuceaba el padre, y es que si antes tenía nervios, ahora tenía miedo, sí, miedo, no sabía cómo cargar un bebé, nunca lo había hecho y ahora con su hija le daba miedo dejarla caer o no controlar su fuerza y lastimarla o...

-¡oh, vamos! No me diga que no sabe- decía la enfermera -es fácil- se acercó al conde con la bebé en brazos y le enseñó cómo debía cargarla y luego se separó de el para dejarlo con la bebé en brazos.

La pequeña aun seguía llorando y Alucard la sostenía firmemente contra su pecho, su llanto cesó por un momento y un enorme puchero afloró en su cara, sus ojos se abrieron mostrando unos bellos ojos azul claro que delataban sus genes Hellsing. Sollozó un par de veces más.

-ya, ya pequeña, papá está aquí- decía Alucard con voz dulce y acariciando la melena negra de su primogénita. Se acercó a Integra que observaba la escena con una sonrisa cansada, aun seguía bañada en sudor pero su respiración ya se había calmado. Se sentó al borde de la cama y le mostró a la pequeña que ahora estaba un poco más calmada -mírala, Integra, es perfecta- susurraba pasándole a la pequeña quien al estar en los brazos de su madre, hundió la cabeza entre sus pechos y se calmó.

-si... Lo es- respondió la rubia acariciando a su bebé

-y bien fraülein ¿Ya tienen un nombre para la criaturita?- dijo Pip enternecido.

-yo no tengo uno, solo había pensado en nombres masculinos- confesó Integra -¿Y tú, Alucard?

-creo que yo si tengo uno... Laura Amelia Draculea Hellsing- dijo el conde.

-ese nombre me gusta- dijo La condesa

-es muy lindo- concordó la Draculina

-bien, ya que la nena ya nació y ya tiene nombre, creo que deberíamos ir al hospital para que reciban atención mas especializada- comentó el doctor -Sr. Walter ¿Podría llamar una ambulancia, por favor?

-por supuesto- dijo Walter asintiendo y caminando hacia el teléfono de la habitación donde marcó el numero de emergencias y solicitó una ambulancia -listo, llegara en 5 minutos- anunció el mayordomo -por cierto Sir. Integra, es una bella damita

-gracias, Walter

Poco después llegó la ambulancia y se llevaron a la madre y su bebé junto al esposo y padre ya que sólo se permitía un acompañante, el resto de los que habían estado despiertos esperando a la heredera Hellsing fueron a dormir nuevamente.

En el hospital examinaron tanto a Integra como a Laura y descubrieron que ambas estaban bien, la pequeña pesó 3.6 kg y midió 52 centímetros, sin embargo, el alta se lo darían solo hasta el día siguiente, ya saben, por si acaso. El conde se quedó junto a su condesa lo que restaba de la madrugada y toda la mañana, y si, se quedó tal cual estaba, en pijama y levantadora.

Sin embargo, no todo era miel sobre hojuelas. Cuando llegaron a la mansión todos felicitaron a Integra y Alucard e incluso se ofreció una bella celebración a la que fueron invitados la reina, los caballeros de la mesa redonda, los altos mandos de Hellsing (entiendase el actual mayor, el capitán de esos momentos, Pip y Seras Victoria) y por supuesto, Walter. Sin embargo... Cuando la fiesta estaba en su auge, alguien irrumpió por la puerta principal, alguien que, claro, no era es ni será del agrado de Hellsing: el padre Alexander Anderson de la sección XIII del Vaticano, la organización Iscariote. Aplaudía cínicamente mientras dibujaba esa loca sonrisa suya en su cara. Alegaba que esa criatura fruto del pecado de una abominación y una cerda inglesa debía morir, cosa que el padre no permitiría.

-sin embargo- decía -Dios es tan misericordioso que permitirá que esta pobre alma que ha llegado a la tierra, continúe con su camino, pero, claro está, que lejos de quienes la crearon -el loco señaló a Alucard e Integra- si no quieren que muera deben dejarla al cuidado de los Iscariote

-¡está loco Anderson!- exclamó Integra -¡Nunca dejaré a mi bebé con ustedes!

-entonces- la sonrisa torcida del padre desapareció -ella morirá- declaró con voz ronca.

Luego de eso, una encarnizada lucha se desencadenó en el salón, Anderson contra Alucard, Victoria, Pip y Walter, hasta que después de un momento la reina se levantó de su asiento y exclamó un enérgico "¡Basta!" logrando que todos se detuvieran.

-la pequeña Laura ha nacido como una humana y no debe ser tratada de esta manera- dijo con autoridad

-pero tarde o temprano será convertida por ese monstruo- protestaba Anderson

La reina suspiró y dijo- yo misma les di mi consentimiento para tenerla, pero parece que eso traerá problemas a Inglaterra y a ustedes dos, tal vez, por el bien de todos sea mejor que ella sea separada de sus padres, tal vez me equivoqué dándoles mi consentimiento, lo siento

-no...- susurró la madre -¡No pueden quitarme a mi hija!- gritó fuera de si y con lagrimas brotando de sus ojos

-lo siento mucho, Sir. Integra- dijo la reina con pesadez -sin embargo, padre Anderson, esta niña no servirá a nadie... vivirá una vida normal- decretó con firmeza.

Esa noche: 10:30 pm; habitación del matrimonio Draculea-Hellsing.

Integra estaba sentada en una mecedora junto a la ventana, miraba el paisaje exterior con mucha tristeza y dolor, sobre sus hombros una ligera manta y en sus brazos su pequeña bebé, estaba meciéndola para dormirla, observó su carita, tan inocente, con su mismo tono de piel, sus ojitos claros a medio cerrar y su cabello oscuro despeinado. De repente, la inmensa tristeza que sentía aumentó, una lágrima rodó por su mejilla, seguida de otra y otra, lloró desconsoladamente mientras abrazaba con fuerza a su pequeña. No quería. Simplemente no quería entregarla. Era un pedacito de ella y su amado ¿Por qué tenía que entregarla? No era justo, ella no podría conocer a sus padres y al mismo tiempo, sus padres no la verían crecer.

Afuera de la habitación, Alucard yacía sentado en el suelo con la espalda recostada contra la puerta, Integra se había encerrado en la habitación y no había dejado entrar a nadie, pero, él, como esposo y padre, se quedaría allí esperando por su amada. Sin embargo, la desolación y el dolor también estaban con él, había esperado tanto tiempo por su hija y ahora se la arrebataban de las manos. De sus ojos, cubiertos por su cabello, brotaron dos gruesas lágrimas de sangre, era la primera vez que lloraba desde hacia mucho tiempo.