Bueno, les traigo para el fandom de Twilight un pequeño proyecto que estoy preparando, no tendrá muchos, muchos capítulos pero tengo la esperanza de que les guste. Nos leemos prontamente. Si a los tomates.

Los personajes de Twilight pertenecen a Stephenie Meyer.

PROLOGO

Isabella Swan

Abrí mis ojos lentamente del sueño que estaba teniendo.

Sueño al fin y al cabo pero afortunadamente aun no cobraban por ello así que podía hacerlo sin necesidad de contenerme, aunque finalmente todo se redujera a ello, a un escape de la realidad.

Las calcomanías en forma de estrellitas me devolvieron su mirada verde fosforescente. Hoy era un día negro sin necesidad de que estuviera todo a oscuras en mi habitación.

Siempre había admirado las estrellas y había llenado casi cada pared de mi habitación con pegatinas de ellas que iluminaban en la oscuridad. Así que cuando llegaba la hora de dormir y todo estaba oscuro fingía que estaba en el espacio flotando y no en esa cruda realidad que siempre había atenazado mi vida.

Aunque pareciera el gusto inocente de una niña ya no lo era, era una jovenzuela de 18 años.

A veces me sentía como si tuviera más edad pero en mi partida de nacimiento seguía siendo el mismo año.

Mi mente volvió a él. Al Dr. Cullen y lo que había pasado tiempo atrás con él.

Hoy estaba en ese evento que ni siquiera alguna emergencia del hospital podría hacer que pospusiera.

Me levanté y caminé lentamente hacia mi guardarropa esperando encontrar algo oscuro como me gustaba. No fue una gran hazaña ya que la mayoría de mi ropa era de ese color.

Me vestí lentamente preguntándome una y otra vez que demonios era lo que estaba haciendo.

¿Qué creía que estaba haciendo?

Yo no tenía nada que ir a hacer a su casa y aun así mis pies parecían moverse sin que yo pudiera mandarles. Quería ir a él como si me estuviera llamando aunque solo se tratara de mi viva imaginación.

Él no querría mi presencia ahí y menos la madre de ella. Yo solamente era la pesada jovencita que corría detrás del Dr. Cullen como si él fuera el dios pagano que debía seguir. Y eso había sacado de quicio a Tanya y a su madre.

Salí con el pesado silencio detrás de mí, como siempre había sido. Mis pies me llevaron lentamente por entre el camino del bosque que conocía bien hasta la lujosa casa de los Cullen. Cuando crucé la puerta nadie me miró pero no me importaba. A pesar de mi tamaño siempre había sido invisible para mucha gente.

Ahí estaba ella, la mujer más hermosa que alguna vez había visto. No se trataba de que me gustara una mujer del mismo sexo, pero podía admirar la belleza y ciertamente ella era una.

Lastimosamente "era" hacia de palabra clave.

Yacía muerta en un féretro en donde incluso se veía más hermosa que estando en vida. Ojala su belleza hubiera alcanzado también para medir su carácter pero era una mujer amargada, resentida y vengativa.

Y tenía todo el derecho a odiarme. Yo me había acostado con su marido. Aunque no sabía si ella se había enterado, y de ser así dudo que se lo hubiera creído siendo Isabella Swan como era.

Había entregado mi virginidad, cosa que había dicho que guardaría, al hombre que según las leyes de Dios y legislativas era su marido y no precisamente por que deseara librarme de ella como muchas chicas de mi edad, lo había hecho porque lo amaba.

De eso hacía dos semanas y en ese momento mi corazón se estaba destrozando por verlo allí, mi mirada lo había buscado automáticamente después de verla a ella, estaba postrado ante su mujer muerta llorando como yo sabía que jamás lloraría por mi si me pasara algo similar.

Por más que me había convencido con argumentos era evidente que aún estaba enamorado de ella. Yo había creído su preciosa labia porque era el único hombre que alguna vez se había interesado en mí desde que pasé la pubertad.

Yo a diferencia de Tanya no era una belleza, tenía el pelo castaño rojizo, la piel demasiado blanca, los ojos color chocolate y bastantes kilos de más. Ella era rubia, de ojos azules, alta, esbelta y… si seguía recitando sus virtudes mi poca autoestima iría en mayor retroceso.

Las partes de mi órgano de vida se separaron una de la otra dolorosamente, y me auto-recriminé porque en el fondo yo misma me lo había buscado.

Todos me habían advertido, no te acerques tanto al Dr. Cullen, no molestes al Dr. Cullen y la advertencia más desoladora y a la que menos hice caso de todas las que me dijeron, no te metas con el Dr. Cullen y cuando no los escuché y solo escuché a ese que se estaba partiendo, las cosas se complicaron.

Nunca hubiera imaginado que alguien como él, tan pulcro, atractivo, imponente y seductor iba a poner los ojos en mí, y de hecho no lo hizo…

Intenté hacerme en un sitio donde pudiera mirarme, donde pudiera darle mi apoyo al menos de vista, pero parecía estar queriendo ignorar a todo el que se acercaba y yo no tenía derecho a consolarlo por mas deseo que tuviera de hacerlo.

¿Por qué, Dios mío? ¿Por qué precisamente había escogido a un hombre casado para enamorarme?

Nunca le decías a tu corazón de quien enamorarse y el mío había hecho siempre lo posible por llevarme la contraria, en hacer dietas, en enamorarme de hombres prohibidos…

Presumía de ser inteligente, o eso era lo que me decían los demás, pero había fallado con estrépito.

Di dos pasos para acercarme a su hombro, el cual se hallaba hundido. Puse mi mano ahí y su cabeza se volvió a mirarme. Quise retroceder dos pasos, horrorizada ante lo que vi, pero con aplomo me quedé de pie mientras soportaba esa mirada sin vida, tan diferente de cuando me había amado dos semanas atrás.

No, no amado, ahora tenía eso claro.

La mirada con la que me había… con la que había tenido sexo conmigo.

Quise transmitir en mis ojos que su pena era la mía, que podía utilizarme de pañuelo de lágrimas siempre que quisiera. Que está dispuesta a todo con tal de consolarlo, no aspiraba a más. Pero creo que transmití el mensaje incorrecto porque él se levantó de la silla rápidamente y tomándome del brazo me llevó casi a rastras fuera de la sala de velación donde nuestros pasos fueron seguidos fieramente por la mirada de la madre de Tanya.

Me dolía ahí donde sus dedos casi se cerraban contra mi brazo, seguramente me saldrían morados más adelante.

Edward me llevó a una sala anexa que estaba solitaria y soltando mi brazo con tal violencia que casi me voy de espaldas, se volvió hacia mi completamente enfadado.

- -¿Qué demonios crees que haces aquí? – escupió iracundo traspasándome con esos ojos amarillos que siempre me miraban sonrientes cada vez que iba a verlo al hospital pero que ahora estaban teñidos de….

- - Quería… quería estar… quería decir… Lo siento. Siento lo que le pasó a Tanya – dije tartamudeando y sintiendo que unas indeseadas lagrimas empezaban a formarse en mis ojos por cómo me taladraba con los suyos. Malditos y sensibles conductos lagrimales.

- - No, tu vienes por otra cosa – dijo él, se quedó callado por unos momentos mirándome con intensidad que me dio vergüenza, luego como si de pronto su mente se hubiera iluminado se volvió nuevamente hacia mi manifestando tal desagrado que realmente creí que yo olía mal – ¿Qué esperas? – Me inquirió grosera y burlonamente - ¿Qué me case contigo porque te jodí la otra noche? ¿Qué no espere a que el cuerpo de mi mujer se enfríe en su tumba para pasar a ser tú la siguiente? No eres tan irresistible, ¿sabes? – esto último lo dijo mirándome del pelo a los pies y todo el camino de vuelta de una manera casi vulgar que me hizo sentir vacía y decepcionada, sabía que tenía kilos de más y no era atractiva pero aun así me sentí más pequeña que la mas mísera pulga.

También me sentía anonadada sino paralizada. Desde luego no esperaba una proposición matrimonial, yo sabía que ser su amante estaba mal y que alguien como yo nunca sería bien vista al lado de alguien como él, pero esperaba que al menos apreciara que estaba a su lado, que quería ser su hombro sobre el cual llorar, que quería que me hablara de ella y me dijera que aspectos iba a extrañar que… me tuviera en cuenta.

Si, quería que me amara como la amaba a ella, pero incluso yo me sentía pecadora y vil por desear eso.

Y después venía a cuento lo que me estaba diciendo en ese momento. No tenía por qué ser tan cruel pero parecía querer aclárame cualquier duda y mínima esperanza que quisiera tener sobre nosotros dos.

- - No vine a eso, solo quería… - intenté decirle esperando que escuchara la verdad de mis palabras pero me interrumpió bruscamente.

- - Poco y nada me importa lo que quieres, niñata, no seré tu amante ni mucho menos tu esposo si eso es lo que estás buscando y deberías irte, pronto empezaran a hablar sobre ti y sobre lo fácilmente que te entregas a los hombres, aunque dudo mucho que alguien más se mostrara interesado – su rostro seguía impasible, pero en el tono de su voz tenia odio suficiente para compensar la falta de expresión. No, no voy a llorar, aprendí de mi madre a no llorar a pesar de la situación en la que me viera envuelta. Bueno, tal vez no delante de él.

Me di la vuelta antes de lanzarle una cachetada o hacer algo peor de humillante. Tiré la puerta con fuerza y salí corriendo de ahí sabiendo que la próxima vez que viera a Edward Cullen a la cara cualquier sentimiento de cariño, compasión, respeto, y para qué negarlo, amor, estaría más muerto que su esposa.

Llegué a la casa de Charlie que estaba en completo silencio. Forks era una provincia compleja y alejada en donde casi nunca dejaba de llover.

Me gustaba, pero si me quedaba ahí un minuto más seguramente me tiraría al mar de La Push, la reserva cerca de aquí, y me ahogaría en mi propio auto-desprecio e incredulidad mucho más que en el agua helada.

Compré en línea un tiquete para irme a Florida. Mi madre siempre me había insistido en que me fuera a vivir con ella después de que a los doce años decidiera quedarme con Charlie, ahora se le iba a cumplir su fantasía.

Lo sentía por mi padre pero me iría de este pueblo tan pronto como mis pies y el autobús que llevaba al aeropuerto de Portland, me llevaran.

Empaqué lo esencial para el viaje, no necesitaba mi ropa que dejaba acá porque el clima allá en Florida era cálido y tendría que comprarme un guardarropa nuevo.

Cogí el maletín de mano, alisté en el neceser el cepillo de dientes, la crema hidratante de manos y cara y el peine de dientes gruesos con el que modulaba mi cabello.

Una vez listo bajé corriendo las escaleras esperando fervientemente que mi padre no llegara e intentara convencerme de quedarme con argumentos que no oiría. Me iba a buscar una visión, un cambio de vida, era evidente que me consideraba mujer de un solo hombre, o bueno solo a uno había querido pertenecer, y de hecho solo uno se había fijado en mí, pero no me quería así que podía votar a la basura mis sueños amorosos, pero no lo haría con los académicos.

Estaba lloviendo a raudales cuando salí de casa.

Mi subconsciente, aquel idiota traicionero me ponía delante de los ojos una muy imaginativa escena en donde Edward detenía mi marcha diciéndome que me quería, que estaba consternado por la muerte de su mujer y que me había hablado así presa de la tristeza por perderla, que no me fuera, que intentaría ser mi amigo y que tal vez con el paso del tiempo pudiera llegar a quererme un poco más.

Pero su total ausencia y el hondo y conocido silencio tras el bus que me llevaba me confirmaban más aún que lo único que Edward había querido conmigo era rascarse su necesidad sexual. Quizá ni siquiera se había entusiasmado mucho con mi cuerpo y mucho menos cuando se dio cuenta de que era virgen, posiblemente se hubiera aburrido bastante con mi inexperiencia en las artes amatorias.

No, lagrimas no.

Rememoré la nota de explicación que le había dejado a Charlie en el buró en donde seguramente la encontraría dos minutos después de entrar a casa y no encontrarme.

Así era de paranoico.

Miré el cielo encapotado y pensé en mi madre y en su alegría. Bien me tendría por largo tiempo. Nunca volvería a este pueblo.