Darker than black: Moonlight´s Return
Darker than black: La luz de la luna regresa.
(Kuro no Keiyakusha: Tsukiakari no Modori)
Todos los personajes pertenecen Bones. Esta historia pertenece a Seras0Victoria, yo solo la traduje al español.
Yin era ligera como una pluma es sus brazos; su leve forma era casi imperceptible si no fuera por la suavidad de su cabello plateado que cepillaba contra él mientras la cargaba.
La única cosa que le pesaba contra él era la duda, que aumentaba como la bilis. ¿Había hecho lo correcto? Por otra parte, ¿fue suficiente? ¿Cuando Yin despierte, será Yin? ¿Qué tendría que hacer si no era así? ¿Se volverá una Doll de verdad, carente de cualquier espíritu que llegó a tener…
Hei tomó lentos y deliberados pasos, sin querer mover mucho a Yin, quien ya había pasado por mucho, física y mentalmente. Se veía tan frágil cuando él había regresado a su contenedor. En ese intenso flash del momento, Hei había separado cada célula en su cuerpo, y quirúrgicamente removido a Izanami fuera de ella, separando a una fuera y, con suerte, regresando a la otra a sí misma. Cuando el encontró a Yin en ese casi nivel molecular, el vio que ella ya había hecho la mayoría del trabajo por él. De alguna forma, el ese momento, ella se las había arreglado para mantenerse a sí misma junta, manteniendo a lejos y aun así lo suficientemente cerca para darle a Hei su oportunidad de destruirlas a ambas de un solo golpe.
"Mátame", ella le había rogado, resignada, pero mirándolo con tanta esperanza y confianza. Hei solo tenía una oportunidad para cortar el cordón proverdial y el no iba a decepcionarla ahora. Él solo sabría por seguro sólo, y si Yin despertaba, si el había exitosamente destruido a una y manteniendo a la otra. Una vez que removió gentilmente los tubos, cables y monitores de ella, se alivió pero no sorprendió de encontrarle un leve pulso. Ella era tan fuerte. Siempre lo fue.
Mientras la llevaba al único lugar que sabía que era seguro, él pensó en todas esas veces que ella estuvo ahí para él, y que no se había fijado en ello, ni mucho menos agradecérselo. El aceptaba ciegamente lo que se suponía que debía ser. Ella se suponía que debía ser carente de vida y alma; sólo haciendo lo que se le pedía. Y él era un contratista…mortífero, frio, sin corazón y egoísta. Se propia negación a aceptar que él podría ser diferente lo había alejado de ver el deshielo de las aguas del capullo de la misma Yin. Él miró a su mirada llena de paz y recordó como ella solía mirarlo. Lo que el alguna vez pensó que eran ojos que miraban a través de él, más allá de él; ahora sólo podía recordar cuando parecía que lo miraba directo a su corazón. ¿Cuánto tiempo había negado esa parte de ella que había estado a punto de escapar por su propio prejuicio hacia sí mismo? ¿Por cuánto tiempo ella había tratado de enseñarle sólo a voltearse a verla porque no quería o podía aceptarlo?
Con esos pensamientos rolando en su mente, el regresó a aquél callejón que conducía a ese lugar privado convertido en un cuarto de interrogación. El había llevado a Havoc…no, Carmine…aquí una vez, para extraerle toda la información posible acerca de su hermana. Nadie sabía de ese lugar, ni siquiera Huang ni Mao.
El estaba agradecido por el anuncio de toque de queda a toda la cuidad que había ocurrido durante los bombardeos que pasaron cuando la EPR se dio a conocer. Desde entonces las calles estaban vacías a altas horas de la noche y volvió su camino a allí con Yin relativamente sencillo. La puerta sólo se abría afuera usando una serie variada de clics en la manija: tres a la izquierda, dos a la derecha, una a izquierda, dos a la derecha y otros tres a la izquierda. Una vez adentre, Hei acostó cautelosamente a In en el sofá que estaba al final de la habitación y encontró un cobija para taparla. Acercó una silla y se sentó al lado de Yin. Finalmente todo el cansancio de los últimos dos años cayó sobre el, aplastándolo. Inclinó los hombros y recargó la cabeza sobre las manos un momento, la inmensidad de lo que acaba de ocurrir finalmente lo golpeó. Cuando levantó la cabeza, el vió que sus manos estaban templando visiblemente en lo que había culminado con el riesgo que había tomado con la vida de Yin. Pero en ese breve momento de vuelta a la Puerta, cuando todo estaba al borde de la navaja, Hei había sentido la confianza de Yin en él tanto como su presencia. Él sintió sus poderes mezclándose con el fragmento de meteorito y magnificando las habilidades de Pai con el… y algo mal…una tercera presencia que lo orientaba y lo estabilizaba, dándole la determinación para su golpe final. Antes de que la puerta entera fuera cubierta con la luz brillante, el vio a Yin, su Yin, paraba frente a él en una parte que estaba conectada con Izanami. Él sólo podía esperar que eso fuera una señal de su verdadera separación.
Como un esfuerzo para detener su agitación, Hei levantó un borde de la manta, buscando la mano de Yin y la tomó. Estaba asombrado por la comodidad que le trajo sólo sostener su mano así como así. Ella era tan suave y cálida…tan humana. ¿Cómo pudo él haber pensado en ella como algo menos? El recordó entonces, tal y como la habitación le recordaba a Carmine, el tiempo en que Yin había intentado llegar a él, literalmente. Huang lo estaba regañando por haber actuado por cuenta propia con Carmine, y arriesgando sus vidas con el Sindicato. Y entonces…entonces Yin tomo su mano entre las suyas. Inesperado. Incomprensible. Su agarre había sido tan fuerte. Pero él no podía sentir la calidez usando guantes. Y aunque él hubiera, ¿lo habría aceptado entonces? El tiró la mano lejos de ella tan rápido, tan violentamente, y la miró con insolencia. Qué no daría ahora por otra oportunidad para ese momento, para ser capaz de abrir los ojos y aceptar su oferta de cariño en vez de empujarla fuera de la pared impenetrable que había construido a su alrededor. Ahora, casi dos años después, él estaba sosteniendo la mano de ella, la mano que lentamente había desmantelado esa pared pedazo por pedazo sin cualquier juicio, y él encontró consuelo en ella.
Despues de varias horas, Hei se levantó, su cuerpo protestando contra la posición en la que había estada todo la noche mientras velaba a Yin, contando cada respiro superficial que ella tomaba hasta que Hei vio que se convertía en una respiración larga y profunda. Hei fue a la cocina y encontró un esponja pequeña y limpia, mojada, y ligeramente escurrida. Regresando al lado de Yin, le levantó la cabeza y los hombros, dejándola descansar contra su brazo y le dio ligeros tragos del que quedaba en la esponja. Aunque una parte del agua se resbalo por su cara hasta la garganta, pero se las arregló para meter algo de agua en su boca. Gentilmente acaricio la línea de su garganta en círculos, persuadiéndola a tragar cada trago que le proporcionaba. Cuando se tragó el ultimo Yin dejó escapar un suspiro, pero sus ojos permanecieron cerrados.
Sin moverla mucho, Hei se deslizó para acomodarse en el sillón, así la cabeza de ella descansaría en su regazo. Él estaba tan cansado, pero quería mantenerse despierto por Yin. Quería ver sus ojos abrirse y escuchar de su voz su nombre. Así sabría que esta a salvo. Mientras sentía que el cansancio se apoderaba de el, se las arregló para quitar un mechón de cabello de los ojos de Yin y dejar su mano en la parte inferior de su cara. La última cosa que vio antes de caer dormido fue su mano moviéndose para colocarse en donde se encontraba el corazón de Yin, tomando el tranquilizador latido como acompañamiento en sus sueños.
Cuando Hei despertó, no fue por la luz del día. No tenía idea de la hora que era. La habitación estaba tan oscura como cuando trajo a Yin la noche anterior, con sólo una lámpara de techo en el área del bar como luz de ambiente. Lo que lo había despertado era la cálida presión en su propia mano, la mano que estaba en el corazón de Yin. Cuando finalmente se puso alerta, vio una pequeña mano descansando sobre la suya.
"¡Yin!" susurró Hei con incredulidad mientras sus ojos se movían hacia su cara.
"Hei…" replicó Yin tan quedito que él apenas la escuchó.
"Yin…¿estoy soñando?"
CONTINUARA….
