Inuyasha.

Llevo más de un siglo esperando su regreso, esperando una señal de ella. No sé si esté o no en esta dimensión. Aún puedo oír su voz susurrando en el viento, sus cálidas manos rozando mi cuerpo. Sigo esperando nuestro encuentro, sigo soñando con su fragancia. Si tan sólo le hubiese demostrado lo mucho que la amaba, que la amo, si tan solo no le hubiese quitado la vida…

I

-Muévanse o llegarán tarde el primer día- Esa mañana odié más que nunca a ese demonio.

-… No lo echen a perder, recuerden que estamos intentando llevar una vida normal…- Suikotsu nuestro "tío" insistía, desde que llegamos a esta dimensión, en tener una vida "normal" entre los humanos…y ¿qué hiso?: Nos obligó a estudiar en una academia como si fuésemos adolescentes de 17 años. Por lo menos no debía usar uniforme. Tomé la primera camisa que encontré, un jean desgastado, zapatos deportivos negros y bajé junto a mis "primos" al sótano para encender nuestras motos e irnos a la estúpida academia. Unos 10 minutos después aparcamos en el estacionamiento y contemplamos lo que, según el estudio que hemos hecho sobre los adolescentes, sería nuestra prisión, durante siete horas de lunes a jueves y cinco los viernes, todas las mañanas desde las siete.

-Henos aquí…- Miroku suspiró profundamente- …Hagámoslo…- Si, un reto más en nuestras extrañas vidas.

Me quité el casco y los rayos del sol llegaron directamente a mis ojos, dejándome ciego por unos pocos segundos. Los cuatro nos encaminamos a la entrada y nos dirigimos a lo que sería nuestra celda esa primera hora de la mañana. Aula 17-B. Técnicamente, obligué a Koga a abrir la puerta, Bankotsu entró primero, luego yo, después Miroku y por último Koga. Admito que las miradas de los treinta alumnos que estaban allí, mas la del profesor, me incomodaron un poco al principio, pero ya que, eran simples humanos.

-Buenos días, ustedes deben ser los Vranjanin- Dijo el profesor en cuanto Bankotsu puso un pie dentro del salón- Por favor, preséntense cada uno y tomen asiento en donde gusten- Quizás me empezaba a agradar un poco el hombre mayor.

-Buenos días, mi nombre es Bankotsu… tengo 17 años y… ¿qué mas digo?- Si, eso se lo pregunto al profesor porque los cuatro estábamos igual de perdidos. Causó unas pequeñas risitas en el salón- De dónde es, por qué está aquí, algo que le guste, cualquier cosa sirve, es para conocerlo un poco mejor- Muchas preguntas, me arrepiento de haber dicho que me agradaba…

-Ok… soy, bueno, somos de Italia, nacimos allí pero… nuestra ascendencia incluyendo a nuestros padres provienen de Alemania, Italia e Inglaterra… y me gusta… la música-

-¿Tocas algún instrumento?- Preguntó una chica de la segunda fila, muy linda, por cierto.

-Eh… si… el bajo…- Por alguna extraña razón la sangre subió a sus mejillas, levemente, imperceptible para el ojo humano, pero no para nosotros. Ya me burlaría de él.

-Las preguntas para el final por favor…- Empezó a agradarme otra vez- … Gracias Bankotsu, el siguiente por favor- Que educado era.

-Hola… soy Koga… tengo 17años… la misma historia que Bankotsu… me gusta mucho la música y el arte- Él fue más directo y rápido, así es Koga

-Soy Miroku, también tengo 17… ¿saben cómo es la cosa? A los cuatro nos gusta la música, de hecho planeamos formar una banda…Bankotsu con el bajo, Koga la batería, Inu y yo guitarra eléctrica y la voz principal Inuyasha… y ¿qué les digo? Me gustan los deportes, en especial las artes marciales…- Miroku siempre hablando demás, ¿por qué tenía que decir lo de la banda?

-Me llamo Inuyasha, tengo 17 años…estoy aquí porque mi tío me obligó a venir… me gusta… sí, bueno… paso…- ¿por qué tenía que decirle a los humanos qué me gusta y qué no?

Nos sentamos en los últimos puestos, los cuatro juntos, resulta que estábamos en clase de Biología, genial, lunes, a primera hora biología. Odio a Suikotsu.

Sonó el horrendo timbre que anuncia el receso, claro, después aprendería a apreciarlo. Caminamos hacia el cafetín, mesas, sillas, la fila para comprar, mucha gente por todos lados, me sentí agobiado. Compré una bolsa de platanitos, vivo con hambre así que para matarla qué mejor que un platanito. Los chicos ya habían escogido una mesa y yo estaba por sentarme cuando la vi... Imposible no podía ser ella. Pero tenía que serlo. Jamás olvidaría ese rostro tan hermoso y que por tanto tiempo había esperado ver. Esa sonrisa, aún cien años después, seguía cautivándome. Pero, su cabello era de otro color. Estuve perdido observándola hasta que Miroku me dio un golpe en el brazo y me obligó a sentarme. Pero mis ojos aún buscaban los de ella, hasta que por fin, cruzamos miradas. Ella me observó y me regaló una tierna sonrisa, como dándome la bienvenida, pero eso fue todo. Me desconcertó. Era sólo una prueba más de que los cien años que llevaba viviendo en la tierra me habían vuelto más loco de lo que estaba. Pero era idéntica a mi Ilia, mi amada Ilia.

Nuevamente sonó el timbre anunciando el regreso a las celdas. No lo había notado antes, pero esa chica que tanto se parecía a Ilia estaba en el mismo salón que nosotros, la tenía dos pupitres adelante en la columna de al lado. No dejaba de verle la espalda, de ver su cabello, sus movimientos, creo que exageré un poco pues en un momento volteó a verme. Intenté disimular pero no pude, me quedé viéndola como un tonto y, nuevamente, Miroku entró en escena y me lanzó una bola de papel a la cabeza para llamar mi atención. Me hiso un gesto que estoy seguro quería decir: "deja de verla así, la vas a asustar…" Las siguientes tres horas y media mi cuerpo permaneció inerte mientras mi mente viajó al pasado y me hiso recordar cosas que intenté enterrar por mucho tiempo…

-Voy al centro del bosque a recoger algunas plantas medicinales- Me dijo Ilia mientras yo estaba sobre un árbol observándola sin que ella pudiese verme.

-¿Puedo ir contigo?- Pregunté un poco tímido, sin que se notara. Aún no bajaba del árbol, pero me dejé ver.

-¿Eso quieres?- Siempre respondía mis preguntas con otra.

-… Si…- Bajé del árbol y me paré justo en frente de ella, mirándola directamente a sus ojos ámbar, esperando una respuesta de sus labios.

-Bien…- Me regaló una pequeña y dulce sonrisa. No sabía, por qué pero verla sonreír me hacía… ¿feliz?

Camine junto a ella por un sendero que nos llevó al centro del bosque, un pequeño y hermoso claro lleno de flores, hierbas y animales. Vi pasar un reno blanco que no me quitó la mirada de encima hasta que Ilia se arrodillo a recoger algunas plantas, parecía estar… ¿vigilándome? Me quedé parado siempre en alerta, una costumbre mía, Ilia insistía en que me sentara junto a ella, pero yo sólo me mantuve a sus espaldas con la vista en el profundo bosque. Llenó el cesto que llevaba consigo y se puso de pie, intentó tomar mi mano, pero con un rápido movimiento la aparte, impidiendo el contacto que inconscientemente anhelaba con tanto ahínco. No pude evitar buscar su mirada para saber qué expresión tenía su rostro. Esperaba algo triste, desanimado o asustado, un rostro de desagrado quizás, pero en cambio, sus labios esbozaron una media luna y sus ojos parecían más profundos que nunca. Mantuve mi cara de indiferencia e inicié el camino de regreso, después de todo, debía llegar al templo antes del anochecer si no quería meterme en problemas con el Maestro. Paso normal, teníamos el mismo ritmo con el que nos habíamos encaminado al claro. De regreso al manantial detuve mi andar, di media vuelta para tenerla de frente. Ella caminaba con la mirada en el suelo, por lo que no notó que yo me había detenido y tropezó conmigo perdiendo el equilibrio y cayendo al suelo. La tomé con toda la suavidad del mundo, como si fuese de porcelana, por sus delicados brazos y la sostuve hasta que encontró nuevamente el equilibrio con sus pies. Aún no la había soltado cuando nuestras miradas se cruzaron y quedé hipnotizado con sus ojos. Fueron sólo segundos, pero me pareció una eternidad sumergido en las aguas doradas de sus ojos ámbar. Una risita salió de su boca y se alejó un poco de mi cuando, por fin, se me ocurrió soltar el agarre en sus brazos. Vi cómo sus mejillas se enrojecían. No pude evitarlo, le sonreí.

-Hasta luego…- Le dije sin cambiar mi tono normal, frio, seco, sin vida.

-…Te veo…- Respondió con su voz tímida, cálida, melodiosa.

Le di la espalda y me alejé de ella con un paso apresurado. Cuando salí del bosque no pude controlar mi cuerpo que, inconscientemente, se giró sobre talones y dirigió la vista al bosque.

-…Volveré mañana…- Dijo mi boca sin mi permiso.

Desperté del recuerdo con el timbre del segundo receso. Nuevamente compré mi platanito, esta vez, decidimos pasear por el patio en vez de sentarnos sin hacer nada. Todas las miradas se posaban en nosotros, quizás querían mis platanitos, pero todas las chicas sonreían tontamente, entonces comprendí que nos habíamos convertido en la nueva "comidilla" de la academia. Ahora las chicas nos adorarían mientras los chicos nos odiarían a muerte. Mis ojos volvieron a encontrar los de Kagome, así escuché que la llamaban sus amigas. Volvió a sonreírme y yo le imité. Me quedé idiotizado por su sonrisa y la voz de una mujer me hiso regresar a la tierra, gritaba nuestro apellido desde la puerta de entrada, era la recepcionista, la mujer que nos ayudó con la inscripción y nos orientó esa mañana.

-¿Cómo les ha ido chicos?- Preguntó amablemente mientras su rostro esbozaba una generosa sonrisa, tanta bondad daba asco en un humano.

-Muy bien, gracias- Respondió Bankotsu, él es el más cortés y sensible de los cuatro. Si hubiese sido por mí, hubiese dado media vuelta y la hubiese ignorado. Pero no, Bankotsu tenía que seguir las normas de cortesía.

-Olvidé mencionarles en la mañana que deben escoger alguna actividad extracurricular para las tardes obligatoriamente, aquí tienen una lista de las actividades que tenemos en la academia, pueden escoger incluso dos si lo desean- Extendió su brazo y nos entrego a cada uno una lista con las actividades.

-¿Es obligatorio?- Preguntó con tono aburrido Koga.

-Sí, lo es…Les daré esta semana para que decidan, el lunes de la semana entrante pueden pasar por recepción para informarme su elección- En serio, era DEMASIADO simpática para ser cierto.

La mujer se retiró y justamente sonó el timbre, hora y media más y seríamos libres. El profesor que se suponía debía darnos clases a última hora había faltado por quién sabe qué, así que, nos dieron la hora libre. En vez de largarnos de una vez, como era mi plan, Miroku sugirió que escogiésemos las actividades de una vez, yo me negué, pero los otros dos apoyaron a Miroku por lo que me resigné a acompañarlos. Después me enteraría de que no nos podemos retirar así como así de la academia.

-¿Fútbol?- comentó Koga.

-No…- Respondí, e igualmente lo hicieron los otros dos.

Íbamos caminando y pasamos al lado de la piscina olímpica.

-Me gusta la natación…- Era verdad, no hay nada mejor que una piscina, quería entrar en natación.

-¿Crees que te dejen con el dragón que tienes en la espalda?- Koga tenía razón, la marca que me salió cuando el espíritu de Lucas entró en mi cuerpo, que parecía más bien un tatuaje, seguro sería un buen motivo para prohibirme si quiera quitarme la camisa en los alrededores de la academia.

Lo único que llamó nuestra atención fueron las artes marciales y, como ya teníamos experiencia en eso, mucha experiencia, sería algo sencillo. Pasamos por el salón donde se daba la práctica y nos encontramos con el profesor.

-así que…¿quieren entrar?... muy bien, las clases son los martes y jueves de cuatro a seis de la tarde, ¿pueden comenzar mañana mismo?- Era simpático el hombre.

-Claro, no hay ningún problema- Respondió Miroku.

-Perfecto, entonces traigan pantalones deportivos y franelas, preferiblemente blancas o negras, zapatos deportivos, aunque es sólo para el calentamiento. Con respecto a los uniformes, en este momento no tengo, llegan la semana que viene, si quieren pueden comprarlos o simplemente entrenar con ropa normal, como prefieran está bien- Si, muy simpático.

Bankotsu no quiso entrar en las artes marciales, en cambio, prefirió entrar en el taller de arte. Luego Koga decidió entrar en tenis. Sólo Miroku y yo nos quedamos con nuestras artes marciales.

El tiempo pasó tan lento que se me hicieron siglos esperando, hasta que por fin, sonó el timbre de salida, todos salieron más rápido que inmediatamente de los salones y de un momento a otro, todos estaban afuera esperando los transportes, sus padres, algunos se iban caminando, otros en sus propios carros. Note que Kagome esperaba, así que supuse que alguien vendría por ella. Encendimos nuestras motos y con ellas millones de miradas de chicas que no dejaban de suspirar. Me puse mi casco y seguí a los chicos de cerca, pero más lento, para observar como Kagome era una de las chicas que no me quitaba la mirada de encima. Me sentí tan bien.

Llegamos a la casa y Suikotsu nos preguntó que tal nos había ido en el primer día de clases, Bankotsu se quedó hablando con él, Miroku llegó directo a la cocina acompañado por Koga y yo me encerré en mi habitación. Sólo quería pensar en ella. Dos horas después tuve que bajar porque el hambre me mataba. El sol bajó y me perdí en el crepúsculo. Otra noche más sin dormir, otra noche más sin Ilia. No podía sacar de mi mente a Kagome, su increíble parecido con Ilia me estaba volviendo loco, quería que el sol saliera nuevamente para llegar a la academia y ver a Kagome otra vez.

-…No me dejes…- Le rogué. La sostenía en mis brazos mientras sentía todas las miradas sobre nosotros, pero eso no importaba. Ilia estaba muriendo por mi culpa, sus latidos eran cada vez más lentos al igual que su respiración-…Ilia, perdóname, por favor… no me dejes- Sentí como el corazón que se encontraba en mi pecho latía como un huracán febril y se partía en millones de pedazos, el dolor más grande que jamás había sentido. La lluvia mojaba su cuerpo moribundo y se mezclaba con la sangre que abandonaba su ser. Percibí el olor a sal, descriptivo de lágrimas, pero, ¿quién lloraba? Sentí una línea cálida en mi mejilla izquierda y una lágrima cayó en la frente de mi amada. Era yo quien lloraba.

-…Estás llorando…- Sus labios pronunciaron esas palabras con tanta dificultad que me desgarró el alma que creía perdida dentro de mí- … Inu… Te amo… nunca lo olvides…- Posó su mano derecha sobre mi mejilla izquierda y clavó sus ojos en los míos- …No te preocupes por mí… Te veo…- Esa era su despedida.

-…yo…- No me salían las palabras, jamás las había utilizado en mi vida y justo en ese momento querían salir. Mi débil lengua se trababa impidiendo que mis labios expulsaran mis sentimientos-… Ilia… Te amo… no me dejes por favor…- Acerqué mi rostro al de ella, mis lágrimas se mezclaban con las gotas de lluvia y caían en el rostro de Ilia. Posé mí mirada sobre sus ojos, ya cansados y a punto de cerrarse, mis labios buscaron los de ella y se unieron en un beso que no duró lo suficiente para mí.

-… Te veo…- Dijo soltando su último suspiro, con una sonrisa en los labios.

-… Ilia… despierta… ¡despierta!... ¡no me dejes por favor!...- agité su cuerpo para que respondiera, pero no resultó. Recordé los momentos que habíamos pasado juntos, me maldije a mi mismo por haberla asesinado, abracé su cuerpo con la fuerza que me quedaba. Éste se convirtió en millones de pétalos blancos que fueron arrastrados por una ligera brisa y ascendieron a las nubes ya cansadas de llorar, dándole paso a pequeños rayos de sol que se asomaban. Recuerdo haber escuchado un llanto ensordecedor, un horrible dolor en el pecho y todo se volvió penumbras.

Observaba el cielo nocturno, lleno de estrellas, silencioso, mientras mi mente divagaba en esos recuerdos. Recuerdos que no veía hasta cruzar la mirada esa mañana con Kagome. Los años que transcurrieron después de la muerte de Ilia los pasé sólo, amargado, más helado que nunca. Una mujer nunca llamó mi atención fuera de lo carnal. Mi vida era un asco. Llegué a ser el único muerto que podía caminar.

Los primeros rayos del alba se deslizaron hasta mis ojos. Siempre disfruté el amanecer, era lo único que me ayudaba a seguir adelante, era un recuerdo permanente de mi última noche y mi último amanecer con Ilia.

Desde el balcón de mi habitación, observé el jardín que se encontraba justo debajo, dejé caer mi cuerpo de pie en la grama. Descalzo, caminé hasta la fuente que se encontraba en el centro y empecé a meditar, como siempre lo hacía. Era una rutina que debía hacer para controlar mi naturaleza demoníaca y la del espíritu de Lucas. Algo que me enseñó mi Maestro, mucho antes de haber decidido venir a la tierra.

Se me hacía difícil concentrarme, sus rostros no dejaban de rondar por mi mente, sin darme cuenta estaba puntualizando las diferencias entre Ilia y Kagome. Era obvio que ambas eran como ángeles, hermosas como un amanecer. Primero, Ilia era un elfo, Kagome sólo una humana. La forma de sus cabellaras era idéntica, ambas largas, lisas, con ligeras ondulaciones en las puntas. Un par de mechones traviesos cubrían el rostro de cada una. La de Ilia de color blanco, la de Kagome de un azabache intenso. Y sus ojos. Los de Ilia eran de color ámbar, como el oro puro, dorados cual rayos de sol. Los de Kagome de color marrón, una dama de hermosos ojos chocolates. Era tan fácil perderse en el mar de chocolate de los ojos de Kagome, como solía perderme en las aguas doradas de los ojos de Ilia. Eran las únicas diferencias físicas que tenían. La misma voz, el mismo andar, la misma cara llena de paz, belleza incomparable y sonrisa de cristal, labios rojos cual carmín. Ya no dejaba de pensar en Kagome. Estaba traicionando a Ilia sin darme cuenta.