Hola ¿Cómo están? Bueno esta idea se me ocurrió hace un par de semanas, sin embargo, estuve varios días perfeccionándola y dejándola reposar para que florezca. Debo admitir que no tengo muchos fics de varios capítulos, y sobre todo, muy pocos son en el verdadero mundo de One Piece, pero intentaré hacer lo mejor que pueda. Espero que les guste.
Cuando un sol cálido y una brisa suave azotaron el Sunny, Nami supo que estaban cerca de toparse con una isla. Eso la entusiasmo, hacía ya, dos años que no veía a sus nakama, y ahora, que se habían reencontrado ya iban por su quinta aventura juntos, en busca del One Piece.
La vida como piratas no era sencilla, y a pesar de que se lamentaba en ciertas ocasiones, de que su capitán fuera tan… Luffy, y tuviera una recompensa de 400.000.000 millones, le gusta el hecho de volver a estar con sus compañeros. Se arrimó al extremo derecho del barco y contempló el amanecer, tan profundo y puro como era. Le encantaba observarlo, y cada vez que le tocaba la guardia, disfrutaba pensando cuanto faltaría para que el sol apareciese por el este. Pero lo que más le hubiese gustado, hubiese sido, compartir ese increíble momento con aquella persona, la persona que realmente amaba. Pensaba en él a menudo, de hecho esos últimos dos años, no había podido parar de recordar o imaginar momentos con él, incluso prometió hacerse mucho más fuerte por él. Suspiró, si seguía pensando así, terminaría loca, si es que ya no lo estaba, claro. El viento comenzó a bailar al compás del viento y cuando el sol estuvo a medio salir, decidió que despertaría a todos para informarles que una isla estaba cerca.
Para cuando el sol estuvo completamente a la vista, todos se encontraban despiertos. Sanji se encontraba en la increíble cocina que había construido Franky, cocinando para los demás tripulantes. Robin quien yacía sentada en una silla, tomaba sol mientras leía uno de sus muchos libros de arqueología que tanto le gustaba. Mientras Luffy y Chopper bailaban al compás de la música de Brook, Usopp creaba uno de sus muchos geniales inventos que tanto lo entretenían. Por otro lado, Zoro dormitaba en la cómoda cubierta del Thousand Sunny, al mismo tiempo que Nami chequeaba el diario que, milagrosamente, acababa de llegar al barco. Franky manejaba el timón, mientras silbaba junto a la melodía del músico. Y por último, Trafalgar Law, el hombre con el que habían hecho una alianza, los observaba fijamente, desde su lugar en la proa del navío.
Todo resultaba normal. Las emociones por llegar a la isla, tan esperada y deseada, lograban que el ambiente fuera agradable y emocionante. Nadie se quejaba, su capitán había ordenado que esa desconocida isla fuera su próximo destino, y así seria. Después de todo, lo que decía el capitán, se hacía.
Me pregunto qué isla será – Unas estrellitas aparecieron en los brilloso ojos de Luffy mientras cualquier tipo de pensamientos pasaba por su cabeza – Quizás sea una isla de carne, o de manzanas – Un hilo de baba comenzó a deslizarse por su boca
O quizás de algodón – Añadió el reno mientras saltaba intentando llegar a la altura del morocho
Eso sería genial ¿Verdad? – Luffy le dedicó una sonrisa y se agachó para estar a su altura
Robin bajo su libro y le dedico una tierna mirada al médico y al capitán. Era tierno pensar que dos personas de sus edades imaginaran semejante cosa, pero ¿Acaso no se encontraba en el Nuevo Mundo? Nada la sorprendía ya. Después de todo, durante su largo viaje, habían vivido múltiples situaciones, y habían conocido miles de isla sin sentido común. Islas en el cielo. Islas donde en un extremo era un infierno y en el otro una heladera. Nada la sorprendería. Desvió su mirada hacía la joven navegante quien yacía concentrada en su lectura, sonrió al verla subir la mirada y dedicarle una fugaz mirada al morocho que se hacía llamar capitán de aquel barco.
¿Hasta cuándo iba a ocultarlo? Ya habían pasado dos años, y todavía seguía intentando hacerla creer que no sentía nada por Luffy. ¿Acaso creía que era tonta? La mirada de Nami y la de Robin se cruzaron por un momento, y fue entonces cuando la morocho le dedicó otra sonrisa, esta vez, picara. Si, ella lo sabía todo, y la había visto. La pelirroja se limitó a ruborizarse toda y clavar fijo sus ojos en el periódico.
Eso sí le resultaba vergonzoso, varias veces la arqueóloga le había insinuado que sabía lo que su corazón sentía, pero… No podía perder la dignidad de esa manera, después de todo, ella jamás había sido de ese tipo de mujeres, siempre le había hecho creer que esa era solo su imaginación, y que ella no sentía nada por el pequeño capitán, pero tarde o temprano debería admitirlo. Al menos a Robin, era evidente que ella ya no se comería el verso de que estaba confundida y que todo era producto de su propia imaginación. Se puso de pie y se acercó a su compañera quien no hizo más que contemplarla.
¿Podemos hablar en privado? - Murmuró mientras desviaba su mirada para que ésta no notara el rubor que emanaban sus mejillas
Por supuesto que podemos – Esa sonrisa tan… La incomodaba
Sin que nadie notara sus presencias, se escurrieron hacía el acuario. Un lugar seguro, que nadie frecuentaba a esas horas. Cuando Robin tomó asiento cómodamente, Nami se paró frente a ella, esperando que la misma morocha iniciase la conversación, pero al ver que eso no pasaría se decidió a hablar.
Eso sobre… Yo… Quería… - Resignada se obligó a decir algo, pero ninguna oración con sentido salía de sus labios
¿Y bien? ¿De que querías hablar, Navegante-San? - Pregunto para darle ánimos
Es sobre… Luffy… y… - Tartamudeó mientras se ponía aún más colorada por la situación en la que se había metido
¿Sobre qué te gusta el capitán-san? – Pregunto ingenuamente – Ya sé que solo es mi imaginación – Desvió la mirada incrédulamente mientras su rostro reflejaba satisfacción
No… bueno… en realidad… -
Retrocedió unos pasos, jamás se había sentido tan manipulada. ¿Qué era lo que Robin lograba? Sin necesidad de preguntar, su mirada, su tono de voz, sus gestos, sus expresiones, lograban que uno dijera lo que ella quería. Nami volteó para ocultar su incomodidad y sus ganas de salir corriendo. Se sentía molesta y un poco confundida, logrando que sus nervios estuviesen a punto de sacarla de juicio. Pensó en que ya era tiempo de revelarle los secretos a su amiga, después de todo, ella ya sabía lo que estaba pasando, lo sospechaba desde antes que Nami se dé cuenta de sus propios sentimientos, y además, Robin era su mejor amiga ¿Cómo no confesarle? Decidida la contempló unos segundos.
En realidad yo amo a… -
Luffy, Chopper y Usopp irrumpieron en la habitación cual estampida de elefantes. Parecían desesperados y contentos a la vez ¿Qué estaba pasando? Entraron gritando el nombre de las mujeres y diciendo algo que, gracias a que los tres hablaban a la vez, ninguna de las dos pudo entender.
- Cállense, no puedo entender nada – Dijo Nami mientras respiraba profundo, la habían interrumpido y ahora, no sería capaz de volver a recuperar la confianza - ¡Cállense! – Gritó al no poder recobrar la paz, como por arte de magia la habitación quedo inundada bajo un largo silencio. Robin soltó una pequeña carcajada - ¿Qué sucede? –
- ¡La isla, Nami! ¡La isla! – Exclamó Luffy cual asmático de la emoción
¿Ya divisaron tierra? – Dijo mientras se arrimaba a la salida a cubierta
Los cinco reaparecieron bajo la luz solar, y distinguieron un gran montículo de tierra. Era extraño, parecía ser un enorme montículo, sin embargo, la vista estaba arruinada por una gran pared que no dejaba ver más allá del puerto.
Cuando Nami ordenó que dejaran caer el ancla, el entusiasmo se apodero de casi todos los tripulantes del Sunny. Estaban a punto de iniciar una nueva aventura, y por alguna extraña razón, todas las aventuras que incluyeran a Monkey D Luffy, no eran cortas y simples, no eran normales. El Mugiwara fue el primero en bajar, salto desde la proa del barco hacia el pequeño muelle de madera que yacía a su lado. Todos se quejaron, como de costumbre. Siempre Luffy hacía lo que quería y eso terminaba perjudicando a todos los tripulantes.
- ¡Espera, Luffy! – Grito Zoro mientras se paraba en la baranda el barco
El capitán frenó bruscamente. Volteó a ver al espadachín, quien llevaba su mirada clavaba en la enorme pared. ¿Qué era eso? Cuando Luffy entendió la preocupación del peliverde, bajo su mirada, la cual quedó cubierta por la sombra del sombrero.
- ¿Qué sucede, Zoro? – Preguntó Chopper dando un paso al frente
- El problema ahora es ¿Qué es esa pared? – Comenzó su explicación mientras con su mano derecha tomaba el mango de una de sus katanas – Éste lugar me huele mal ¿Qué clase de isla tiene un enorme pared atravesándola? –
Mientras el peliverde filosofaba, todos quedaban inmóviles, intentando buscar alguna respuesta a las preguntas que el espadachín hacía. Solo Luffy se percató de que un contingente de personas se acercaba rápidamente por el muelle. En un principio pensó que eran una amenaza y no les quito la mirada asesina de encima, pero al ver que hombres, mujeres y niños llevaban una contagiosa sonrisa en sus rostros, sus hombros se relajaron. Venían gritando, hablando y riendo, casi como si fuese un juego.
Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, el resto de la tripulación logró reaccionar, y aún más confundidos que el mismo capitán, se acercaron a la barandilla para poder apreciar mejor la escena. Era toda una villa que iba a recibirlos como si fueran agradables e inocentes huéspedes del mar ¿Qué no se daban cuanta que ellos eran piratas? ¿Acaso no conocían al ya famoso Mugiwara No Luffy? ¿Ni siquiera se habían percatado de Trafalgar Law? ¿Qué estaba pasando? Cuando los pueblerinos los invitaron a una fiesta, su capitán acepto enseguida, típico de aquel hombre.
- Esto es extraño – Añadió el espadachín mientras contemplaba a su capitán alejándose por el muelle
- ¿Qué es lo que es extraño, espadachín-san? – Pregunto Robin mientras se acercaba a él
- No entiendo la lógica ¿Qué clase de isla recibe a piratas? – Zoro soltó la espada que había agarrado por prevención y bajo de un salto al muelle, para seguir a su capitán. Detrás de él, Usopp, Brook, Chopper y Franky saltaron con la misma emoción que su capitán
- Zoro-Ya tiene razón - Suspiró al tiempo que desviaba la mirada hacía el joven pirata con el que había decidido aliarse - Pero supongo que no escuchará ¿Verdad? –
Cuando las dos mujeres asintieron preocupadamente, el cirujano se resigno. Una alianza era una alianza, y a pesar de tenerla con los Mugiwara traía muchas ventajas, también tenía muchísimas desventajas, como por ejemplo, los caprichos del capitán, que a pesar de ser un hombre buscado en todo el mundo, con una recompensa de 400 millones, se comportaba como un niño a la edad de 19 años.
Los tripulantes restantes, bajaron lentamente y comenzaron a caminar hacía el pequeño pueblo que yacía al final del muelle.
Era algo rustico, las casas y todas las construcciones, ya sean puentes o negocios, estaban hechos de una extraña piedra color negra y una pálida madera que a simple vista, parecía suave y acogedora. Era fascinante que pueblos como esos siguieran existiendo en al mundo, lugares tan retrasados tecnológicamente.
Cariñosamente los aldeanos los invitaron a un banquete que ni siquiera su capitán hubiese imaginado. Carnes de todos tipos y cortes, frutas de múltiples colores, y cereales bien crocantes eran solo unas de las muchas cosas que les ofrecieron. A pesar de que la mitad de la tripulación comía a gusto y festejaba a gusto el hecho de que los aldeanos los hayan invitado a aquel festín, la otra mitad, seguía dudando de la razón por la que aquellos extraños los alimentaban y los cuidaban como si fuesen viejos amigos, o héroes del país.
Cuando las personas comenzaron a hacer extrañas reverencias y a formar un pasillo que llevaba hacía ellos, Zoro se puso de pie. ¿Que demonios estaba pasando allí? Un anciano vestido con extrañas pieles entro caminando desde la parte más oscura de la habitación.
- Vaya, vaya, vaya, así que... Los elegidos han llegado - Comentó al detenerse y contemplarlos de arriba a abajo
- ¿Elegidos? - Murmuró Sanji mientras terminaba su cigarrillo y lo apagaba contra el cenicero
- Mmm... pero veo que hay un hombre de más - Dijo mientras posaba su mirada en el ex shichibukai - Bueno, no importa -
- Oi, Viejo ¿De qué hablas? -Preguntó Luffy sin parar de comer el filete que le había preparado
- Verán elegidos-sama - El anciano se sentó sobre una butaca que alguien colocó justo antes - Por capricho de los Dioses, mis dos hijas fueron encerradas en el centro del laberinto - Comenzó - Dice la profecía que la única persona capaz de salvarlas era un joven muchacho que poseyera un sombrero de paja, junto con su tripulación - Todos quedaron helados antes tales palabras - Kimida, mi hija mayor fue salvada hace 17 años por un pirata pelirrojo, conocido hoy como uno de los Yonkou -
- ¡Shanks! - Exclamó Luffy mientras se ponía de pie, atragantándose con el filete
- Si... Creo que ese era su nombre... - Se tocó su larga barba grisasea - ¿Verdad Kimida? -
Una joven que salió de entre las profundidades de la oscuridad se puso junto a él. Una mujer hermosa que debía tener unos 40 años, con unos cabellos largos y violetas. Lentamente la nariz de Sanji comenzó a emanar sangre.
- ¡SANJI! - Gritó el pequeño doctor mientras corría a tapar la memoraría
- Si - Afirmó con una angelical voz - Ese era su nombre -
- Bien, hablamos del mismo - El viejo afirmo con la cabeza y prosiguió con su relato - La profecía decía que antes de que se cumplan 20 años del primer rescate, un joven, con un Mugiwara en su cabeza, llegaría con sus 8 Nakama y salvaría a mi pequeña Lindya - Al terminar, el viejo se dejo caer sobre el suelo - A pesar de que son diez aquí, sé que son ustedes los elegidos ¡Por favor! - Suplicó mientras se reverenciaba ante ellos - No veo a mi hija hace años, ayúdenme -
El capitán se puso de pie sin quitarse la pata de pollo de la boca , y luego de dedicarles una mirada de afirmación a sus compañeros, se acercó al viejo.
- Bien, Viejo, dígame ¿Donde esta? -
El hombre apuntó la pared.
- En el centro del laberinto -
Bueno, hasta aquí me he decidido llegar. Espero que les haya gustado y se que al principio no hay tanto LuNa pero les prometo que en el proximo capitulo lo abra U.U
