PRÓLOGO
Por una vez en mi vida me gustaría poder llegar a tiempo a clases.
Tras la patrulla de anoche se me olvidó por completo encender el despertador y ahora me encuentro en una contrarreloj. No podía permitirme otro retraso o falta en clase. De ser ese el caso, no sabría cómo explicárselo a mis padres…o más bien…justificarme.
El que mis padres fuesen los anteriores héroes de París no ayudaba tanto como uno puede creerlo o imaginárselo. Es cierto que son muy comprensivos, me apoyan y me dan buenos consejos a la hora de desempeñar mi papel como heroína; sin embargo, el que me siguieran exigiendo aún más en el resto de actividades extra-heroicas no era para nada una ayuda. Podían apoyarme o respaldarme a la hora de faltar a cualquier sitio para ir a transformarme y salvar el día; pero lo que no me perdonarían jamás sería faltar a mis clases en la escuela. Eso era lo que yo no creía justo, aunque también he de admitir que ellos lo tenían peor cuando eran Chat Noir y Ladybug, pues tenían que ocultar sus identidades no solo a toda París y a sí mismo, sino a su familia y amigos. Yo tenía la suerte de poder contar con mi familia.
-¡Cuidado!
Despertando de mi ensoñación mientras corría a la escuela, un grito me previno. Paré en seco justo al borde de la acera antes de que cruzase a gran velocidad un auto en frente mía. Iba tan en mis nubes que por poco ni me percato de que me atropellan.
-Gracias Tikki- Dije en susurro inclinando un poco mi cabeza hacia el maletín que portaba en mi mano derecha ahora apoyado en el hombro por la rápida carrera mientras respiraba profundo. Había demasiada gente esperando, frente al paso de cebra, que el semáforo se pusiera en verde para cruzar como para que abriera el maletín y hablara tan tranquilamente con mi amiga y confidente kwami.
-No es nada- Dijo en un tono dulce y alegre.
Aquella pequeña criaturita era como una segunda madre para mí; era una amiga y una hermana a la vez. Podía contarle todo y sentirme a gusto con ella. Ahora que yo soy su portadora, tal y como lo fue mi madre en su día, entiendo de donde logró sacar mi madre obtener tanto optimismo en su día a día como heroína y después de serlo.
Siempre he admirado a ambas: tanto a Tikki, como a mi madre, y cuando ésta última me propuso ante el maestro Fu como la nueva portadora de la buena suerte, me propuse a mí misma llegar a ser algún día tan increíble como ella cuando hacía equipo con Tikki y por supuesto con mi padre.
Mi madre ha conseguido todo lo que se ha propuesto en la vida a base de esfuerzo y dedicación. Pone su corazón en todo lo que hace y admiro la facilidad con la que resuelve cualquier problema, ya sea en su trabajo o en casa. Me siento orgullosa de presumir de tener una madre como ella. Es propietaria junto con mi padre de su propia marca de ropa; diseña sus propios diseños desde casa sin dejar de pasar tiempo en casa con los que quería; es admirada y respetada por todos; ha sido nada más ni nada menos que Ladybug y ha salvado París miles de veces y tenía una familia a la que adoraba y un marido que la amaba con locura.
En cierta forma, le tengo una envidia sana a mi madre. Me encantaría tener tanta suerte como ella en la vida o al menos en el amor. "Pero eso no está en mis garras" pienso mientras cruzo la calle una vez el semáforo ya ha cambiado de color. El resto del camino a la escuela lo hago a paso ligero mientras sigo fantaseando con "el motivo" por el cual me quedé nuevamente dormida hoy. Soñaba con que cierto par de ojos gatunos ámbares me miraran al menos de la misma manera en que yo le veía
El día en que lo conocí supe que para mí no habría nadie más que él en mi vida…aunque eso es otra historia que ya os contaré en otra ocasión. A pesar de su carácter resuelto y cómico en ocasiones, siempre sabía tomar seriedad cuando la situación lo ameritaba y más de una vez me había salvado del pellejo. Tikki siempre se ríe después de esas ocasiones conmigo puesto que según ella, cuando mis padres eran los héroes pasaba justo lo contrario. Era mi madre la que siempre tomaba el control y salvaba el pellejo a mi padre ante sus intentos de mostrar sus mejores aptitudes "felinas". Mi madre no discute eso. Siempre se burla de las payasadas de mi padre, pero tanto él como yo sabemos que a ella en el fondo le encantan y que más de una ocasión él ha sido quién también la acababa salvando y aquello atrapaba el corazón de mi madre.
Mi querido compañero gatuno tenía el humor para hacerme reír en mis peores momentos y la entereza para enfrentarse a cualquier rival sin miedo alguno y con gran valentía. Antes admiraba la figura de mis padres como héroes, pero a cada día que pasa, voy admirando cada vez más a mi aliado felino deseando "alcanzarlo" algún día.
El hecho de saber desde pequeña todo lo relacionado con los miraculous y los kwamis me permitía conocer muchas cosas que mi compañero no sabría y tener cierta ventaja sobre él a la hora de saber combatir al rival. La única cosa que odiaba saber y ante la que no podía hacer nada era el hecho de que los miraculous de la buena y la mala suerte representan el ying y el yang; es decir, que están unidos, pues se necesitan el uno al otro. Eso llevaba a la obvia conclusión de que sus portadores estaban hechos el uno para el otro. Cuando supe eso me negué rotunda mente a creerlo y me juré a que cuando mi padre encontrara un digno sucesor no llegaría a profesar ningún sentimiento de tipo romántico por el nuevo Chat Noir. Tras una serie de eventos cuando lo conocí, no pude evitar arrepentirme de mis palabras. De la noche a la mañana me convertí en una chica más alegre y romántica y portaba la sonrisa más grande de todas cada vez que iba a transformarme, pues eso implicaba que le vería.
Mi padre nunca estuvo del todo satisfecho con que yo fuera la nueva portadora o el hecho de tener que elegir él a su nuevo elegido. Su actitud me extrañó por lo permisivo que era conmigo, mas tiempo después mi madre me hizo entender que estaba celoso de perder mi cariño y que me enamorara. Cuando hice esa "promesa de no enamorarme" pareció sentirse más aliviado. No sé si actuaba en broma o no pero no paraba de respaldarme. Una vez fui oficialmente Ladybug me entrenaba con él ciertos fines de semana pues él aún portaba su miraculous consigo. No fue hasta varios meses después que me precaté que Plagg había dejado de revolotear por la cocina en busca de su querido camembert. Me apenó un poco el dejar de ver a ese gato bromista con el que siempre me juntaba para confabular contra mi padre ante las risas disimuladas de Tikki y mi madre. Según mi padre, él fue "extorsionado" sobre todo por mi madre, además del maestro Fu para que por fin legara su miraculous a la próxima generación. Él a pesar de todo siempre quiso negarse a entregarlo no solo por dejar de tener a Plagg, sino por mí. La primera vez que llegué a casa tras una batalla en la que fui ayudada por Chat Noir llegué con una sonrisa de oreja a oreja a mi casa. Esa noche mi padre apenas comió y luego desde mi cuarto podía escuchar sus quejas y lamentos por mí mientras mi madre se quejaba de lo ridículo que estaba actuando.
Por fin he llegado a la escuela, y con suerte, a tiempo. Al entrar en la escuela François- Dupont, veo a mi amiga Nicollle cerca de la puerta segundos antes de que suene la sirena de comienzo de clases para ingresar en las aulas.
-Pensé que nunca llegarías- Dijo burlona la pelirroja de ojos celeste.
-Por suerte no me he despertado tan tarde como otras veces- Dije un poco resignada. Según Tikki, mi madre también tenía la misma mala costumbre que yo por sus deberes de Ladybug, cosa que intentaba utilizar a veces en contra de ella para cuando me retrasaba en clases; pero mis escusas eran inútiles.
-¿Olvidaste el despertador de nuevo?
No hizo falta decir nada más pues ambas sabíamos la respuesta y empezamos a reír juntas mientras caminábamos a hacia nuestra aula. Me recomendó algunas de las canciones que descargó ayer en la noche y me las pasó al celular por el camino entusiasmada. Estaba claro que la música era lo suyo.
Tenía una voz capaz de maravillar hasta a los ángeles y tenía un gran talento para la música. Estaba en el coro de la escuela y gracias a ella el François Dupont era bastante reconocido en los certámenes musicales. Ella siempre me animó a apuntarme con ella, pero yo me reusé pues la música no era realmente lo que me apasionaba. Bien era cierto que me gustaba ciertas veces cantar mientras tocaba el piano en casa ya que mi padre me enseñó algunas cosas básicas de ese instrumento, pero de ahí a dedicarme a cantar, no. Solo en una ocasión entré al coro para un certamen musical y fue debido a que el pianista se había lastimado la mano y no podía tocar. De eso han pasado dos años y Nicolle aún sigue recordándome las dedicatorias de todos ante mi demostración ante el piano y las propuestas de dos cazatalentos en ese día. Ella también fu fichada y hay que decir que es bastante conocida y más de una vez ha cantado para un evento en la capital. También era normal tener tantas conexiones si tus padres son nada más ni nada menos que la alcaldesa de París y el artista del momento.
Yo me conformaba con seguir el oficio de mis abuelos y el que hizo mi madre de joven y montar la mejor pastelería de París. Un sueño más sencillo y humilde sin tantos excesos.
Al llegar al aula nos sentamos en la primera fila de asientos para comenzar bien el inicio de curso. Pasaría el resto de horas charlando con mi amiga sobre lo hecho este verano (aunque claramente sin poder contarle sobre Ladybug y Tikki). También tenía ganas de llegar a clase y encontrarme con mi amigo Alan, pero no lo divisé por el aula. Quizás si fuera a la clase más tarde le pudiera preguntar cómo le ha ido en las vacaciones.
La maestra ya ha llegado a clase. Comienza un nuevo curso y puede que una nueva etapa en mi vida…
¿Aún no sabéis quién soy?
Me llamo Emma Agreste.
Soy una chica normal, con una vida normal,
pero hay algo en mí, que nadie sabe…
y es…mi secreto.
