Historia original: "Curatio", de ivyandtwine
Capítulo 1
Duele.
Su brazo derecho está roto, envuelto en una escayola que le llega hasta por encima del codo, y tiene un esguince en la muñeca izquierda, que también está firmemente vendada. Le duele todo el cuerpo. Un profundo corte le surca la frente, y los hematomas le cubren el torso, las caderas, las piernas… Sus costillas están especialmente resentidas, y el pesado yeso apoyado contra ellas no ayuda. Incluso el respirar le provoca dolores punzantes en los costados.
No puede creerse que su maldito brazo esté roto.
Esa misma mañana había estado dando caza a un sospechoso. Él había salido corriendo de su apartamento y por lo tanto, ella también. Con lo que Kate no había contado era con Castle viniendo desde otra dirección, llegando tarde debido a una conversación telefónica con Alexis, y dando un susto al sospechoso justo delante de un largo tramo de escaleras. El fugitivo había decidido que lo mejor que podía hacer era empujar a Kate hacia los escalones. Y ella había caído. De forma espectacular.
Por lo visto se había desmayado al golpearse la cabeza, porque lo siguiente que recuerda es despertarse en el hospital, con el cuerpo dolorido y un dedo de Castle alrededor de uno de los suyos— él no había querido hacerle daño al cogerle la mano entera. El remordimiento estaba plasmado en su cara y en cuanto él vio que se despertaba, había comenzado a disculparse.
Ella le había asegurado que él no había sido el responsable, con su propio corazón doliéndole al ver su culpa. Aunque Kate sabe que no había funcionado, que él seguirá reprochándoselo a sí mismo, porque si se dieran la vuelta las tornas, ella se sentiría igual.
Kate le había forzado a irse a casa, desistiendo a discutir con él tras prometerle que estaba bien. Está más preocupada por el tiempo de baja que causarán las lesiones que por las heridas en sí mismas.
Además, todavía está enfadada con él por el verano, por Gina, y sabe que probablemente no debería, pero todavía escuece. Su corazón todavía se contrae cada vez que se menciona el nombre de su novia. Ella intentó superar sus sentimientos hacia Castle, e incluso tuvo una cita con un guapo doctor, pero no fue más allá de eso. No podía dejar de compararlo con Castle; no podía impedir que su estúpida mente se preguntara cómo habría sido tener la misma cita con el escritor.
Así que le aceptó cuando volvió, y ahora se pregunta si fue buena idea –la forma en que él la había mirado y tocado en el hospital había hecho que su cabeza diera vueltas y su corazón se derritiera. Había intentado suprimir sus sentimientos durante tanto tiempo… ¿por qué volvían ahora?
Un sonoro golpe en su puerta la saca de sus pensamientos y le hace soltar un gruñido. Sabe que es él, porque ¿quién más podría ser?
Lanie había vuelto a casa con Kate, diciendo que cuidaría de ella durante la noche –tiene una contusión y se supone que no debería estar sola. Pero luego Lanie había tenido que irse a trabajar al recibir una llamada de su departamento. Kate le había asegurado que estaría bien, pero ahora está muy segura de que su amiga tiene algo que ver con el escritor aporreando su puerta.
– Espera – grita Kate, sabiendo que le costará esfuerzo levantarse, con todos los músculos y huesos de su cuerpo protestando con el movimiento.
Camina hasta la puerta, su pulsante dolor de cabeza nublándole la vista. No, no se siente bien en absoluto. Extendiendo un brazo, rápidamente quita el pestillo, sin siquiera molestarse en abrir la puerta del todo, y se desliza todo lo rápido que puede de nuevo hacia el sofá.
El chirrido de la puerta abriéndose y cerrándose le señala la entrada de Castle tras ella, pero no da muestras de saber que él está ahí hasta que se desploma de nuevo en los cojines. Cierra los ojos durante un breve instante; su mano estrujando su frente, como si eso fuera a hacer que el dolor desapareciera. Siente cómo el sillón se hunde a su lado, y parpadea para fijar la vista en Castle, que tiene aspecto de estar muy preocupado.
Sostiene un ramo gigante de flores en su mano; los colores rosa, amarillo y naranja resaltan en la oscuridad del apartamento, y Kate se distrae momentáneamente de su dolor mientras estudia el arreglo floral, con el corazón chispeando ante el gesto.
Castle deja las flores sobre la mesa de café y se dedica a estudiar a Kate, fijando la mirada en cada una de sus heridas, como si estuviera deseando que se hubieran curado en las escasas horas desde que la había visto por última vez.
– ¿Estás bien? – pregunta. Su tono es ligero, pero líneas de preocupación surcan su frente. Ella siente el deseo de hacerlas desaparecer con una caricia.
– Estoy bien. Moverme no es lo más agradable ahora mismo… - responde ella, tratando de sonreír, aunque más bien parece una mueca.
– Y vas y le dices a Lanie que estarías bien tú sola – le recrimina él.
– Lo habría estado. Lanie no debería haberte llamado. No hacía falta que vinieras, Castle.
– Kate, necesitas que alguien te ayude. Tienes una contusión. ¿Y si te desmayas?
Ella ve cómo le tiembla la mano, como si quisiera tocarla, consolarla, pero al final se reprime. Kate casi desearía que no lo hiciera.
– Estaré bien, Castle – le repite, aunque se suaviza al ver la culpa todavía presente en las facciones del escritor. – Pero gracias por las flores.
– Es lo menos que podía hacer, considerando que ha sido mi culpa que estés en este estado – murmura él.
Castle, no.
Ella extiende su mano medio sana y le roza la rodilla. ¿Hacen esto ahora? ¿Consolarse mutuamente a través de roces y caricias?
– Castle, ya te lo he dicho. No es culpa tuya. No eres tú el que me ha empujado por las escaleras.
– Pero…
– Castle – le interrumpe ella, clavándole las uñas en la pierna. Está convencida de que el gesto le produce más dolor a ella que a él. – Ya vale, ¿de acuerdo?
– De acuerdo – suspira él.
– Si quieres ser de utilidad, puedes traerme un vaso de agua y las pastillas para el dolor.
Él se levanta de un salto, la sonrisa volviendo a su cara, y se apresura a traerle la medicina.
Kate intenta incorporarse, pero se le olvida que no puede apoyar peso en su muñeca hasta que nota el dolor trepándole como llamaradas por los huesos. Argghh, no puede hacer absolutamente nada con los dos brazos inmóviles.
Estará bien (o medio bien) después de que se le cure la muñeca izquierda, pero todavía duele moverla, y claramente no debe aplicar ninguna presión a la articulación. La escayola en su brazo derecho convierte cada movimiento en algo pesado, haciendo que las tareas más simples requieran mucho más esfuerzo del habitual, incrementando la tensión en sus doloridos músculos. Ella respira hondo para soportar el dolor, y dirige su atención hacia Castle al verle caminando hacia ella.
Él se sienta en el sofá al lado de sus rodillas, su cadera irradiando calor desde el punto en el que roza la pierna de Kate. Castle le alcanza las pastillas y ella se las mete en la boca, extendiendo de nuevo el brazo para coger el vaso y, oh… él le ha traído una pajita para que no tenga que sostenerlo. Ella sonríe, agradecida, y se inclina hacia delante para sorber el agua y tragar las píldoras. Ahora está más cerca de él, ya que los dos se han inclinado hacia el otro en el proceso. Está tan cerca que puede estudiar los detalles de su cara, sus ojos, sus labios. Es demasiado, así que traga tan rápido como puede y se reclina de nuevo, usando más fuerza de la necesaria para tumbarse contra los cojines.
Ese simple movimiento es suficiente para sacudirle la cabeza y los brazos. La escayola rebota contra sus costillas y su cuerpo entero parece vibrar del dolor. Un ligero gemido escapa de sus labios antes de que pueda detenerlo y ella cierra con fuerza los ojos. ¿Cuándo va a dejar de doler tanto? A su lado, puede sentir cómo Castle se acerca más a ella, y de repente nota el peso y el calor de su mano sobre su hombro.
Esto de tocarse va a seguir pasando, por lo visto.
Sea como sea, es una sensación agradable, que le ayuda a volver a la tierra, dándole algo en lo que concentrarse en lugar del enorme tambor resonando en el interior de su cráneo.
– ¿Estás bien?
Él suena tan preocupado…
Ella emite un sonido de afirmación, decidida a mantener los ojos cerrados hasta que su cabeza se calme un poco.
– Sí. Es solo que… duele – susurra, con las mandíbulas firmemente cerradas.
Casi se sobresalta cuando él levanta la mano y le pasa suavemente los dedos por la frente, recorriendo la línea de su pelo. El corazón de Kate palpita con fuerza, a juego con su cabeza, y ella tiene que reprimir el impulso de suspirar mientras él repite el movimiento una y otra vez. Le parece que él está murmurando algo, aunque no está prestándole demasiada atención. Aun así, capta las palabras lo siento y todo irá bien y siente la urgencia de llorar ante su muestra de cariño. Podría decirle que parara. Debería decírselo, pero le gusta tanto la sensación… Incluso puede notar cómo el dolor empieza a disiparse al tiempo que ella se relaja con las caricias de Castle. Su cuerpo está en conflicto; brotes de electricidad contrastan con suaves olas de tranquilidad. Malditos sean él y sus manos, su roce. Se supone que no debería afectarle tanto.
Finalmente, decide ignorar la batalla cabeza-corazón, y en su lugar se centra en el roce de sus dedos mientras le peinan cariñosamente el pelo. Su mente se nubla, y ella se deja acunar por el movimiento de su mano.
