INFIELES

Por: Azalyn-chan

Declaración de derechos de autor: Los personajes relacionados con la serie Inuyasha pertenecen a Rumiko Takahashi; la historia y personajes ajenos son propiedad de Azalyn-chan quién escribe esto por diversión sin ninguna finalidad lucrativa.

Capitulo Uno: Un cuento de hadas no siempre tiene un final feliz

Una mujer joven quién en esos momentos lucia ropa de cama suspiró, su cabello color azabache que le llegaba un poco más abajo de los hombros y poseía además unos hermosos ojos que referían a la tentación más suculenta hasta ahora conocida, un tono semejante al chocolate obscuro; esta joven tenía como nombre Kagome. Y sus pensamientos estaban ahora dirigidos a la repisa de la sala en la cual se encontraba en estos momentos, ya eran más de las 11 e Inuyasha aún no llegaba a su casa, sí, a su casa, puesto que uno de sus sueños más grandes se había vuelto realidad, después de pasar más de 4 años de novios Inuyasha le había propuesto matrimonio y ella, había aceptado gustosa.

Recordando esos tiempos Kagome se dio cuenta de lo feliz que había sido con él, Inuyasha era en si mismo su más grande sueño, no podía olvidar ni un solo instante esa sonrisa arrebatadora que poseía, capaz de ponerla de rodillas si así lo quisiera, sin mencionar su rostro de un tono moreno claro, que conjugaba perfectamente con sus ojos casi negros que tenían siempre una chispa de rebeldía, como moras azules tentándote a ser arrancadas y su cabello de igual forma negro que le recordaba al de un lobo salvaje. ( A.: Inuyasha mantiene en este fic su apariencia humana).

El día en que Inuyasha le ofreció una sortija de compromiso todos sus sueños se hicieron realidad, Kagome amaba sobremanera a Inuyasha él la hacía feliz como nunca nadie lo había hecho, su solo nombre hacía que su corazón se disparara y amenazara con salirse de su pecho. La boda fue sin lugar a dudas la cereza que coronó su pastel de sueños, al mirarlo al entrar al altar ella jamás dudo ni un segundo de que iniciaría una vida nueva con la persona indicada.

La recepción fue simplemente espectacular, todos sus amigos los rodeaban y felicitaban argumentando que no había pareja más destinada a estar juntos que ellos, y ella creía firmemente que era así.

A pesar de haber terminado su carrera antes de casarse, Kagome no ejerció nunca, puesto que quiso dedicarse toda ella a su esposo, y así lo hizo desde que dijo sí en el altar, ella y él habían elegido desde antes la casa en la que ahora vivían. No era demasiado grande, era de dos plantas pero eso sí, con un hermoso jardín en el cual florecían tulipanes y gardenias que cultivaba con esmero.

Inuyasha era abogado y siempre había destacado por ese carácter tan férreo y aguerrido que hacia temblar hasta los más experimentados, aún así, demostraba una pasión innata por las leyes, y así ella decidió apoyarlo en todo momento cuando un mes después de la boda él le dijo que había sido aceptado para entrar en una firma de abogados muy renombrada, sabiendo de antemano lo que ello conllevaba y que sin dudas se veía ahora reflejado en lo que sufría en este momento, ya que Inuyasha nunca dejaba que algo se saliera de sus manos, siempre luchaba para controlar lo mejor que podía sus casos y así asegurar su triunfo en la corte.

Y así desde que él inició su carrera en esa firma ella había sido delegada al segundo lugar dentro de las pasiones de Inuyasha, él le comentaba con un tono de orgullo sus casos y como los iba resolviendo, su Inuyasha era feliz, sin embargo algo dentro de ella comenzaba a querer salir sin saber muy bien como explicarlo.

Kagome suspiró nuevamente, con la mente llena de recuerdos, miró desde su posición en el sofá a la pequeña mesa que estaba en la esquina, estiró su mano y toco con los ojos llenos de orgullo la foto que estaba ahí, era una de las muchas fotos en las que ella estaba con Inuyasha, ella usaba un hermoso vestido blanco y él un frac negro, esa era la foto de su boda, cuando recién salían de la iglesia.

Sin ser consiente siquiera de ese acto, tomó la foto y la atrajo hacia si, como si este simple hecho trajera en si mismo la presencia de su amado, sin embargo esto no fue así, miró de nuevo hacia donde se encontraba el reloj en la sala, justo sobre una repisa rodeado de fotos y otros recuerdos, el reloj no era tan clemente como Kagome pensaba al inicio, ahora sus pasos parecían ser más frenéticos ¿no decían que el tiempo pasaba un poco más lento?, suspiró de nuevo arrellanándose en el sofá, decidida a esperar ahí hasta que Inuyasha regresara a casa.

En lo alto de un lujoso hotel, en una de sus tantas habitaciones se apreciaba con claridad el sonido del agua correr unas manos varoniles se encontraban debajo del chorro de agua un rostro apuesto y moreno se encontraba inclinado en el lavamanos del baño de esa habitación, la persona inclinada pudo sentir su el frío contacto del agua en el rostro que le dio de golpe como si fuera la realidad misma la que lo despertaba del sueño; levantó el rostro que ahora húmedo dejaba recorrer libremente gotas sobre sus altivos pómulos, él no podría asegurar que era vanidoso ¡eso no es de hombres!, sin embargo tenía que detenerse a verse más detenidamente no fuera a ser que hubiera marcas que delataran la cuestión que lo había entretenido tanto tiempo, y es que el gran Inuyasha no estaba precisamente resolviendo un caso que tuviera que presentar en la corte… o al menos para ser honestos no puede recibir ese nombre.

Inuyasha detuvo sus ojos en si mismo, apreciando su cabello rebelde y sus ojos obscuros como la noche misma, impregnados de saciedad. Arrugó ligeramente la frente, acordándose de lo que acababa de ocurrir, no es que él no amara a Kagome, ¡claro que la amaba!, no por nada había decidido hace tiempo ya casarse con ella, es más, podría asegurar que había momentos en que no podría vivir sin ella, sin su apoyo y sin esa sonrisa sincera que adornaba siempre los labios de Kagome cuando estaba a su lado, no había duda que ella le pertenecía, y él de cierta forma también, pero…

Corto sus pensamientos cuando miró una figura abrazarlo detrás de él, el sonrió con cierto orgullo reflejado en sus ojos obscurecidos en este momento por un sentimiento muy fuerte llamado deseo, ahí estaba el objeto de su ¿reciente trabajo?, se giró sobre si mismo para toparse con el rostro coqueto de una mujer que lo miraba con una mezcla de lujuria y obsesión. Sí, eso le sentaba muy bien a él. Pero suspiró apesadumbrado, ¡qué más quisiera él que volver a estar en la cama con esa encantadora mujer!, pero tenía que regresar a lado de su esposa, tarde o temprano siempre regresaba ahí, y más le valía a él mismo que fuera temprano o no volvería a responder de sus actos.

La tomó por los hombros y la miró fijamente, sí, una belleza en toda la extensión de la palabra, sonrió de nuevo con triunfo recordando lo que habían hecho apenas hace algunos minutos.

-Debo irme – susurró con determinación, zanjando así cualquier protesta de la mujer que estaba con él.

La mujer asintió, ella sabía que el hombre que tenía frente a él compartía su vida con alguien que no era ella, pero sus ojos se tornaron fríos al recordar quién era esa otra. Siguió a Inuyasha quien ya tomaba su saco de un sillón y recogía sus pertenencias con tranquilidad pero con decisión, la mujer suspiró, eso atraería a cualquiera, observando de arriba abajo el perfil de su amante. Él era alto, con el cuerpo bien trabajado que se dejaba ver incluso a través de la camisa color crema que tenía puesta, casi como si el mismo Miguel Ángel hubiera retratado a su David de una forma aún más real y le hubiera dado movimiento, volvió en si al notar que Inuyasha la miraba de nuevo.

Compuso una sonrisa, y caminó lentamente hacía él, haciendo que los ojos de Inuyasha se obscurecieran de nuevo y sin previo aviso se lanzó a sus brazos y besó a este quién no tuvo ningún empacho en responder a la caricia que pasaba a tornarse más apasionante a cada instante. Sacando fuerzas de no sabía donde Inuyasha alejó nuevamente a la mujer.

-En serio debo irme - Sonrió después de este comentario

-¡Claro!, yo no estoy diciendo lo contrario - Sonrió así mismo la mujer con fingida inocencia.

Ante este comentario Inuyasha enarcó una ceja, y le besó rápidamente en los labios, antes de irse dejó una cantidad exacta de billetes sobre la mesa cerca de la puerta de la habitación.

-Lo sé, y no dudaría en quedarme pero ya es demasiado tarde, quizá en otra ocasión

-En otra ocasión- Suspiró fingiendo tristeza- Te extrañaré mientras tanto

Inuyasha asintió ya teniendo su mente en otras cosas como por ejemplo su esposa, su Kagome que seguramente lo esperaba. Y sin detenerse un minuto más, salió de ahí y se dirigió a su auto para después irse por fin a casa.

Giró la llave con mucho sigilo, no fuera a ser que despertara a Kagome, y entro a su hogar, lo recibió un olor característico a Vainilla y Lavanda, Kagome adoraba estos aromas y la casa contenía objetos que contenían estos olores, se dirigió al cuarto que estaba a la derecha notando enseguida que las luces de la sala estaban encendidas, sin lugar a dudas Kagome estaría ahí, pero decidió dejar su portafolio en el pequeño estudio que tenían, en donde por cierto se delataba su oficio. Inuyasha era abogado y era muy bueno, ¿alguien tenía duda de ello? si le pedían opinión a él, diría que era el mejor.

Sonrió al entrar al estudio y al encender la luz contemplar los no muy pocos reconocimientos que había obtenido a lo largo de su carrera, dejó sobre el escritorio su portafolios y ahora sí, se dirigió a la sala, al entrar contemplo en primer lugar que la luz provenía de una lámpara que estaba colocada en la esquina del lugar que reflejaba la blancura del lugar, y es que si Inuyasha tuviera que dar un nombre de color a cada habitación a la sala la llamaría blanca, sin más.

La sala era blanca en su totalidad con algunos motivos dorados y verdes, su mirada se detuvo en el sillón más amplio que alojaba el cuerpo de su esposa, Kagome se encontraba acostada en el sillón sosteniendo entre sus brazos un retrato, Inuyasha pensó en acercarse y despertar a su esposa, pero se lo pensó mejor, así que girando sobre sus talones se dirigió a su habitación con parsimonia.

Bueno, esta habitación la bautizaba como azul-morado, que si Kagome lo escuchara diría que era violeta con tonos magenta y bermellón, ¿Qué rayos era eso?, él no lo sabía así que en palabras simples su habitación era azul-morado, se concentró en cambiarse de ropa, se sacó su traje y se puso una cómoda pijama y entonces se acercó a la cama quitando los cojines que la adornaban sin mucha delicadeza tomó uno a uno lanzándolo por los aires, sabía que Kagome se quejaría al día siguiente pero no le importó, eso de acomodarlos por tamaño y ponerlos en un cajón no era su estilo, definitivamente no.

Una vez alistada la cama se dirigió a donde Kagome estaba, blanco de nuevo, y es que hasta su dulce esposa parecía combinar con ese color. Kagome tenía puesto un camisón blanco, que tenía leves toques de encaje en el escote, pero ahí estaba el problema, Kagome no era como se dice una mujer que levantaría las pasiones de un hombre, al menos Inuyahsa no la describiría así, su mujer parecía más una niña, Kagome tenía esa aura de inocencia que te obligaba a querer protegerla y después de algún tiempo desnudarla, pero desnudarla no sería sin lugar a dudas su primera acción.

Incluso ahora la parecía dulce, tierna, como un ángel caído del cielo, y no es que se quejara, le gustaba eso de ella, pero. ¿cómo podría explicarlo?, eso a veces no bastaba, le gustaría muchas veces que Kagome no fuera tan recatada y cometiera de vez en cuando locuras con él, que despertara su pasión más que su cariño, porque con eso no bastaba para él

Inclinándose quitó el retrato de los brazos de su esposa y procedió a dejarla sobre la pequeña mesa, y levantó a Kagome entre sus brazos, ella abrió los ojos algo sorprendida y miró con ternura y devoción a su esposo.

-Inuyasha

-Ya estoy aquí amor, sigue durmiendo – Contestó el con una media sonrisa apareciendo en sus labios al ver como lo recibía Kagome

Como respuesta ella suspiró y se recargó en el pecho de su esposo

-Te extrañé

-Y yo a ti, ahora descansa

Se dirigió de nuevo a su habitación con Kagome en sus brazos, la depositó en su lado de la cama y Kagome no se inmutó, sin lugar a dudas se había quedado de nuevo dormida, la cubrió con las mantas y la miró de nuevo, él podría pasar la vida con ella, no había problema, pero no podría decir que ella fuera a ser la única, como siempre pasaba, regresaría a ella y ella siempre lo recibiría, estaba seguro, pero él no podría dedicarle su vida entera, su pasión entera a la mujer que yacía ahora en la cama, él, como muchos hombres no se conformaba solo con eso. Apagó las luces y se recostó haciendo a un lado cualquier pensamiento, porque si tenía que ser honesto lo diría, Inuyasha no se arrepentía.

Era hora del almuerzo y como de costumbre se hallaban en un café, Inuyasha miraba con fingido aburrimiento a quien lo acompañaba en ese momento, su mejor amigo y confidente Miroku. Miroku era un hombre muy astuto, y según algunas mujeres apuesto, tenía unos ojos azules y la tez clara, alto con una sonrisa pícara y divertida, su personalidad era muy atrayente ya que estando con él raramente podrías aburrirte por sus ocurrencias.

-Te digo que eres un desalmado Inuyasha, mira que hacerle eso a la pobre e inocente de tu esposa - Decía Miroku sobreactuando sobremanera

-Feh, mira quién lo dice, el hombre más casto del planeta

-Pero yo no estoy casado…

-Aunque lo estuvieras

-Probablemente tengas razón - Sin más palabras de por medio ambos hombres sonrieron en un gesto de reconocimiento mutuo.

-Y ¿Cómo estuvo?

-¿Me ves cara de canal porno?- respondió Inuyasha arqueando la ceja

-Inuyasha, eso me de aún más ideas, ¿así que no es mala?

-No, no fue nada malo, al contrario - dejó escapara una sonrisa de suficiencia

-¿Volverás a verla? - preguntó mientras le daba una gran mordida al baguette que tenía en frente

-No lo sé, quizá sí

-Entonces no estuvo nada mal… nada mal… tendrás que decirme como lo haces, parece que solo las miras y ¡pam!, caen como moscas

-Yo no tengo la culpa de ser tan atractivo

-Y otras cosas que no diré porque hoy pagarás el almuerzo

-¿¡Qué yo qué!

-Recuerdo que alguien me debe un favor - Entonó Miroku mirando con complicidad a Inuyasha

-Feh, como quieras, yo pagaré este almuerzo

-Y quizás también el de mañana – Inuyasha lo miró con frialdad

-No exageres Miroku, no tengo paciencia para discutir contigo

-No, no tienes paciencia para nada, que no es solo conmigo, pero que diría la pobre de Kagome si se enterara que el fin de semana pasado que se supone deberías haber estado conmigo en el partido estuviste… digamos que ejercitándote de forma diferente.

-No diría nada, porque no te creería

-Ah, pero después de tanto insistir quizá….

-¡Ya cállate!, ¿Qué quieres?

-El almuerzo de mañana…

-¿Por qué el de mañana? - inquirió Inuyasha, puesto que tonto no era, Miroku traía algo entre manos sí, y el gran Inuyasha se había dado cuenta, ya que Miroku puso cara de inocencia –Necesitas más que eso para poder engañarme

-No exageres tanto, es que mañana por sin lo habías olvidado iremos a la corte y cerca de ahí hay un restaurante que tiene unos mariscos únicos…

Inuyasha lo miró como si fuera a asesinarlo, y lo pensó durante unos minutos, pero su amigo lo había ayudado en muchas ocasiones y no solo cubriéndolo, así que quizá comer en un buen restaurant no sería tanto problema.

-Feh, pero con eso ahora tu me deberás un par de favores

-Inuyasha, debes apiadarte del hermano necesitado

-¿Cuál necesitado?, que no sepas cuidar tu dinero pues…

-¡Claro que lo cuido, por eso invierto¡

-¿Inviertes?, ¿sabes lo que significa esa palabra siquiera?

-Sí

-Sí claro – se levantó de ahí antes de que comenzara a patear a Miroku, este lo imitó y después de pagar salieron del lugar.

-Ya tienes resuelto el caso de mañana ¿cierto?

-¿Por qué lo dices?- Inquirió Inuyasha con cara de inocencia

-Pues porque sino fuera así no estarías tan tranquilo

-Siempre estoy tranquilo

-Entonces no lo tienes resuelto aún, ¡pero el jefe te va a matar si lo pierdes!

-Inuyasha nunca pierde un caso

-¿Y mañana no será la excepción?

-No no lo será- afirmó Inuyasha convencido de sus propias palabras

-¿Hay un plan?

-¡Deja ya de cuestionarme quieres!, pareces mi mamá…

-Ya, ya pequeño Inuyasha, no te exaltes

Después de estas palabras entraron a un gran edificio que rezaba el bufete al que pertenecían, era uno de los más prestigiosos, se dirigieron al elevador siendo seguidos con la vista por varias mujeres, Inuyasha sonrió arrogante, nunca se cansaría de esto, nunca.

En otro lugar, en la punta de un importante rascacielos unos ojos dorados contemplaban la ciudad bajo sus pies, solo veía los tejados de otros edificios circundantes al suyo, porque si, ese edificio era suyo como muchas otras cosas que se cansaría de nombrar. Estaba orgulloso de su obra, pues la mayoría de la gente que estaba en estos momentos en esa ciudad había escuchado o visto algunas de sus magníficos promocionales, y es que él, él era Sesshomaru Taisho director de la más importante empresa de marketing.

Sus pensamientos se dirigieron ahora a un pequeño problema que tenía en este momento, él tenía que contratar a un nuevo guionista, eso de la expansión estaba muy bien, pero la simple tarea de buscar a alguien que pudiera seguir su ritmo o al menos sus ideas era… una tarea titánica inclusive para él. Además él mismo se había empeñado en que los puestos clave los eligiera él, no podía dejar que un puesto tan importante fuera ocupado por cualquiera.

Suspiro con cansancio al pensar en la ardua tarea que le esperaba, sólo deseaba que la persona adecuada estuviera afuera en algún lugar… el problema ahora era encontrar a ese alguien.

Sin perder más tiempo giró sobre sus talones y se dirigió hacia su escritorio a cortos pasos de ahí, donde se acomodó en su silla de piel, dirigió su atención a su laptop que en este momento parpadeaba con un recordatorio de una junta que tendría en 15 minutos, sus finos dedos se deslizaron sobre su laptop para dirigir el puntero aceptando el aviso, se concentró y en breves segundos acudió a su mente los temas que verían en esa junta, un cliente importante quería extender el contrato por 5 años más, eso él ya lo esperaba, ¡claro!, eran los mejores en el área. Sus músculos se tensaron al ponerse el de pie, cerró rápidamente su laptop y la tomó para salir de su oficina y dirigirse al lugar de la junta.

Sesshomaru era muy joven para ostentar el puesto que tenía ahora, pero es que este hombre nunca había sabido detenerse, le había costado mucho estar en donde estaba, no sólo por ser el hijo y heredero de Taisho Co. Este titulo le otorgaba más obligaciones que derechos, recibió una educación muy estricta y su carácter había ayudado a que la gente lo respetara. Sesshomaru era inteligente y frío, habilidades que lo hacían un excelente director, pocas personas podían sostenerle la mirada, y es que a pesar de tener unos exquisitos ojos dorados estos parecían más un tempano de hielo que un chorro de miel sobre hot cakes.

Al cruzar un pasillo varias chicas voltearon a verlo sin que él les prestara atención, asentía a los saludos y raras veces los respondía, pero bajo ningún motivo miraba a las personas que lo rodeaban al pasar, pero para ellas era inevitable admirar al joven director, este tenía la piel clara que contrastaba maravillosamente con los cabellos platinados. Además, su maravillosa musculatura estaba enfundada en un traje color madre perla hecho a la medida.

Todas pensaban que era una lástima que Sesshomaru fuera tan frio, nadie había logrado conquistar el corazón del director, ya había habido muchas que lo habían intentado, Sesshomaru no se sentía amenazado o nervioso con ninguna de las bellezas que lo rodeaban gracias a su trabajo, sino que al contrario, de una manera muy tajante les recordaba que gracias a él tenían trabajo. Y así, a su paso, Sesshomaru dejaba una estela de corazones sin percatarse siquiera de su extraña capacidad.

En una zona residencial algo alejada del corazón de la ciudad una joven con el cabello color azabache se afanaba en la cocina, su ser entero palpitaba de emoción al preparar el lomo de cordero que tenía en ese momento entre sus manos. Sonreía al pensar en la sorpresa que le preparaba a Inuyasha, pues ese día ellos cumplían un mes más de casados y no podía esperar en ver la cara de su esposo.

Kagome parecía una recién casada, cantaba y bailaba alrededor de la estufa como si esta pudiera emitir la música que debía acompañar los tarareos de la mujer, sostenía un cuchara a modo de micrófono, al poco rato con las manos en alto meneaba un trapo de cocina o sino sonreía como una chica tonta al recordar algo que sólo ella sabía que era. Sus mejillas sonrojadas delataban su estado… Kagome estaba enamorada.

Después de meter al horno el lomo, Kagome dio una última vuelta al comedor, notando que todo estaba en su lugar, las copas, las flores, las velas: todo lucía perfecto. Una sonrisa capaz de intimidar al mismo sol se asomó en sus labios, bailando nuevamente se dirigió escaleras arriba a su habitación, tomó una toalla y se dirigió al baño, mientras se masajeaba la melena con champú iba recordando tantos momentos bellos, como cuando Inuyasha corría tras de ella en un parque o la vez en que el chico apenado le obsequiaba un ramo de flores.

Sus manos se estiraron para alcanzar el jabón, mientras recorría su cuerpo su mente divagaba en las escasas peleas que había tenido con su esposo y la manera en que terminaban haciendo las pases, a veces el regresaba con flores, otras le regalaba un peluche o simplemente le sonreía como sólo él sabía hacerlo.

Sentía el agua recorrer su cuerpo, como gotas bailando al compás de su enamorado corazón, se había convencido a ella misma que lo que estaba pasando no era más que el resultado del exigente trabajo que realizaba su marido, y es que nadie mejor que ella sabía que Inuyasha nunca se daba por vencido, y así como era, ella lo amaba y por muy doloroso que le resultase verse delegada, debía apoyarlo, porque lo amaba.

Giró la perilla del agua y salió exprimiendo suavemente su cabello, dejándolo caer húmedo sobre sus hombros, tomó la toalla y la enrolló alrededor de su cuerpo, aún con una sonrisa en sus labios Kagome salió del baño y prosiguió a secarse y vestirse. Muy probablemente Inuyasha llegaría en unas horas y quería estar lista para él.

Desde que tropezó con él en la puerta del colegio, Kagome supo que él sería especial para su vida, jamás olvidaría como la miro desde su altura; ella había salido a toda prisa al terminar las clases, puesto que tenía que llegar a su trabajo de medio tiempo, en medio de su alocada carrera por llegar a la parada del bus, no se fijo que alguien entraba por donde se supone que ella debía salir, el choque contra ese cuerpo la mando a caer sobre sus asentaderas mandando su bolso muy lejos de ahí y con la vergüenza asomando sus mejillas solo atinó a levantar el rostro y quedarse hipnotizada por unos ojos negros que la miraban con confusión y cierta malicia.

Después de eso, el destino se encargó de juntarlos de nuevo, cuando los presentaron formalmente, ella vio que Inuyasha la miraba con reconocimiento, ella había sido la mujer que había caído delante de él al correr como loca. Y así la había llamado en un inicio, "niña loca", puesto que Kagome siempre andaba de arriba hacia abajo, haciendo los deberes, ayudando a su familia, trabajando.

Alejando de su mente los recuerdos, Kagome sonrió una vez más en ese día al mirarse al espejo, su reflejo mostraba que su esbelto cuerpo estaba cubierto por un vestido color azul turquesa que resaltaba el tono claro de su piel, y su cabello sostenido por horquillas, se enredaba en lo alto de su nuca, dejando caer mechones rebeldes, sus ojos brillaban como dos estrellas. Contenta con lo que veía bajó a la cocina a ultimar los detalles de su cena.

No había terminado de cerrar el horno con el recipiente que contenía un suculento lomo en las manos cuando escuchó que el teléfono repicaba, Kagome dejó el lomo sobre la mesa central de la cocina y se dirigió dando saltitos a contestar el teléfono.

-Diga

-Kagome, ¿qué haces linda?

-¡Inuyasha!

-Ese soy yo, ¿cómo estás?

-Bien, esperándote ¿estás por llegar?

-Lo siento querida, ha salido algo y te llamo para decirte que hoy no llegaré temprano a casa

-¿Es muy importante?

-Sí, no lo atendería si no lo fuera

-Está bien, ¿a qué hora llegarás?

-Espero que antes de las 8

-Ok, cuídate mucho – intentó fallando sin remedio, ocultar la tristeza en su voz

-Lo haré

-Inuyasha – Lo llamó casi con desesperación

-¿Si Kagome?

-Te amo

-Y yo a ti

Sin más el teléfono le advirtió que la llamada había sido concluida, con manos temblorosas dejó el auricular en su lugar, al volver a la cocina su corazón se estrujó dentro de su pecho, recordándole que todo el esfuerzo que había hecho a lo largo del día se iría probablemente directo a la basura, ella miró apesadumbrada sus manos, sintió escozor en los ojos, signo inequivocable de que quería llorar, pero ante esto, su antiguo yo salió y le planto portazo al dolor.

Kagome era fuerte, mucho más de lo que los demás pensarían, así que sin más se tragó las lágrimas, si Inuyasha llegaba a las 8, entones a las 8 cenarían, no es que la cena fuera a cancelarse. Se negaba vehementemente a aceptar que sus esfuerzos fueran en vano, lucharía para recuperar a Inuyasha, ella lo amaba y eso debía bastar.

Se dispuso a aplazar los preparativos hasta que él llegara, así que para hacer que el tiempo pasara un poco más rápido, se dirigió a la sala en donde encontró el libro que había comenzado a leer hace poco, enrollando sus piernas sobre el sillón, y con un mohín de disgusto y decisión pintado en su cara, abrió el libro e intento concentrarse. El reloj era hipnótico para ella, había llegado a esa conclusión después de que a lo largo de esos 5 minutos había volteado a verlo al menos unas 4 veces.

¡Condenado reloj!, se dijo a ella misma, cerro su libro con fuerza, había avanzado una hoja, sólo una hoja porque había tenido que regresarse para entender lo que le decían todas esas letras y honestamente no estaba funcionando porque seguía sin entender nada. Miró de nuevo el reloj, molestándose internamente por haberlo hecho, el perezoso reloj en esta ocasión seguía sin moverse. Intentó controlarse para no correr hacia el reloj y verificar que funcionaran las pilas.

Kagome recorrió la sala con los ojos intentando pensar en otras cosas para relajarse, pero la verdad es que algo la estaba inquietando, Inuyasha había llamado para informarle que llegaría aún más tarde, así que se había resignado a mandar su cena al refrigerador, ahora como tantas otras veces lo esperaba ansiosa, casi desesperada. Adoraba tener a Inuyasha cerca, y la hacía feliz lo que a él le hiciera feliz, se había intentado convencer de eso, pero después de todo ese tiempo ella ya no estaba tan segura. Ella no podría llamar a su estado felicidad.

Kagome era una mujer amaba apasionadamente a su esposo y lo apoyaba en cualquier momento, pero había llegado el punto en el cuál se había hecho una pregunta que ahora mismo le urgía responder ¿qué había de ella?, podría asegurar al inicio que era feliz, pero sentía que algo le hacía falta, se sentía casi incompleta, algo en ella demandaba ser atendido y no sabía qué era.

¡Odioso reloj!, si seguía viéndolo así se pondría a llorar y eso es algo que Kagome no haría porque la haría sentirse tonta y no quería eso. Escucho la puerta abrirse y pegó un brinco como impulsada por un resorte: Inuyasha estaba en casa y ya era tiempo de ponerle palabras a sus sentimientos.

Inuyasha suspiró cansado, movió su cabeza de un lado a otro esperando despejar la tensión que tenía en su cuello, se dirigió como siempre al estudio en donde dejo sus cosas, al salir de ahí le sorprendió ver frente a él a una Kagome con los ojos llenos de algo que no supo explicar. Así que decidió fingir que no se había dado cuenta de que estaba molesta y la miró con interés mientras le daba un beso en la frente.

-Hola amor, ya estoy en casa

-¿Cómo te fue? – Kagome sería capaz de hacer explotar la casa, pero intentaba llevar las cosas con calma

-Bien cariño, sólo que este nuevo caso me está matando, parece que el tipo este quisiera más que salir libre fundirse en la cárcel por el resto de sus días, así que hemos ensayado como mil veces la declaración y me dejó molido – Cortó pasando a su lado de largo, quería refrescarse la garganta y se dirigía a la cocina

Kagome lo siguió, estaría muy cansado, pero tendría que escucharla

-¿Y habrá juicio?

-Sí, sí lo habrá, no creo que podamos acordar ningún tipo de arreglo, su esposa lo odia y no lo quiere ver ni en pintura – Argumento Inuyasha, saliendo su voz algo amortiguada pues estaba esculcando el refrigerador en busca de algo que llevarse a la boca, Inuyasha se percató de que había una cena completa ahí, al abrir un recipiente se dio cuenta de lo que era y se giró a Kagome con el recipiente en la mano - ¿Hiciste lomo?

Kagome lo miró como si quisiera aventarle el horno de microondas a la cabeza, poniendo sus manos sobre la cintura lo enfrentó.

-Hoy cumplimos un mes más de casados Inuyasha

El la miró sorprendido ¿qué día era ese?, ¿en qué día vivía?, ¿no era acaso 19 de Abril?, no ese había sido la semana pasada, ¡rayos, lo olvidó por completo!, ahora si comprendía por qué Kagome estaba enfadada con él.

-Cena y te espero en la sala, tenemos que hablar – Le mandó Kagome mientras daba la vuelta y se dirigía a la sala sin mirar atrás y sin ayudarle a calentarse algo para cenar

Inuyasha la miró alejarse con los ojos abiertos como platos, algo estaba mal, muy mal, porque por muy molesta que estuviera Kagome siempre lo atendía, no es que el no supiera calentarse la cena ni nada por el estilo, pero ella siempre lo consentía de esa forma y ahora sin más le daba la espalda para dirigirse a la sala y mandarle que cuando terminara la siguiera. ¿De qué querría hablar su mujer?, está bien que hubiera llegado tarde, pero ¡estaba trabajando!.

Se tomó su tiempo en cenar con tranquilidad, se hizo un sándwich de lomo, que le supo a gloria mientras analizaba sus acciones, él no había hecho nada malo últimamente… digo, después de su encuentro en el hotel hace como dos semanas, no había vuelto a buscar a la mujer y se había concentrado al cien por ciento en el caso que tenía entre manos así que Kagome no podía quejarse de eso. Frunció el seño confundido, ¡mujeres!.

Dejó los platos en el fregadero y se dirigió a la sala, ahí estaba, blanco, y en medio de tanto blanco se encontraba su esposa mirándolo con atención y con las manos entrelazadas en el regazo, Inuyasha intentó romper el hielo y sin analizar sus palabras lanzó lo primero que se le ocurrió.

-El lomo estuvo muy bueno

Al oír esto Kagome apretó los puños y lo miró enfurecida

-¿Ahora valoras eso?

-¿Qué pasa Kagome? ¡Estoy alabando tu comida y eso te molesta!

-Me molesta porque olvidaste que día era hoy y ni siquiera te inmutas

-Estaba trabajando, este caso es importante

-¡Tan importante como el anterior y como el que seguirá a este!

-Mi trabajo es importante – enfatizó la última palabra con desdén

-¿Y yo qué?

-¿Cómo qué tu qué?

-¿Qué lugar ocupo en tu vida Inuyasha?

-Eres mi mujer – declaró sin comprender nada de lo que pasaba, y es que por muy listo que fuera en los casos, Kagome no era sencilla.

-¿Soy tu mujer? ¿y?, merezco respeto ¿no?

-Te respeto Kagome

-No, no me respetas, me haces esperarte hasta quien sabe qué horas por las noches, me muero de ansiedad sin saber cómo estás, a qué hora regresas…

-Yo no te obligo a esperarme – refutó Inuyasha sin controlarse

-Ese no es el punto, quiero que me tomes en cuenta

-Kagome, ¡te tomo en cuenta!, ¿crees que trabajo tanto solo por mí?

-¿No?

-¡No! – Inuyasha lo miraba incrédulo, se pasaba mucho tiempo resolviendo casos que otros temblarían al ver de qué se trataban, en cambio él se esforzaba, creía que ella estaba orgullosa de lo que hacía

-Pues parece que vives para ese trabajo exclusivamente

-¡No es cierto!, además si no fuera por mi trabajo, no tendríamos todo lo que tenemos

-¿Y que tenemos?

-¿Cómo que qué tenemos?, tienes ropa elegante, una hermosa casa, un carro más que decente, ¡todo cuanto deseas!

-¡Pero yo solo te quiero a ti!

-¡Me tienes aquí¡

-Pero no de esa forma, Inuyasha, dime, ¿cuándo fue la última vez que salimos o que estuviste realmente conmigo?

-¡Estoy contigo ahora Kagome!

-¡No, no lo estás!, siempre estas pensando en tu trabajo en la forma en cómo ganar, pero ¡no estás conmigo!

-Mira Kagome, mi trabajo es muy importante para mí, por fin estoy logrando un sueño, sabes que siempre quise trabajar en el bufete

-Lo sé, pero hemos olvidado mis sueños, ¿qué hay de mi? ¿qué hay de lo que yo quiero?, ¡¿qué hay de mis sueños? Y ¿qué hay de nosotros? – Concluyó Kagome con sus ojos cubiertos de lágrimas pero sin querer derramarlas

-¿Tus sueños? los puedes realizar, ¡yo no te he detenido nunca!

Kagome suspiró conteniendo sus lágrimas una vez más, Inuyasha no aceptaba que la estaba delegando, jamás le daría la razón a ella, lo miró a los ojos, esos ojos que eran tentación pura lo miraban con coraje, había herido a Inuyasha intentando explicarle cómo se sentía y ahora él parecía dispuesto a salir de ahí, y así lo hizo.

-Me voy a dormir estoy muy cansado

Eso fue lo último que le escucho decir, antes de dejarse caer en el sillón y cubrirse la boca con sus manos intentando ahogar los gemidos que salían de ella causada por el llanto. Ella sólo lo quería a él tal como se lo había dicho, ¿por qué no se daba cuenta de que tenían problemas?, ¿por qué no aceptaba que el trabajo les estaba quitando muchas cosas y entre ellas el tiempo juntos?. Kagome no era egoísta, sabía que él tenía que trabajar y que había cosas que merecían su atención, pero él vivía para el trabajo, se encerraba en él, vivía para ser reconocido sin voltearse a verla, sin mirarla siquiera, sin tomar en cuenta que ella también lo necesitaba.

Hacía mucho tiempo que Inuyasha no la tocaba, que no le regalaba carisias que la movían al mismo cielo, ella ya casi olvidaba como era sentir sus manos sobre su cuerpo, como era saberse deseada y sentirse deseada por el hombre que amaba. Inuyasha apelaba a estar cansado o concentrado en otras cosas, a pesar de todas esas cosas, esa tarde había planeado una cena romántica para él y él la había cancelado por el trabajo.

Además de eso, no aceptaba que había pasado por alto un día importante para los dos, sino que simplemente le gritaba que todo lo hacía por ella, cuando ella sabía y sentía además que no era así. Sin poder soportarlo más se abrazo a ella misma dejando correr su llanto, un llanto que oprimía su pecho y la hacía sufrir, se sentía hueca sin él, pero él parecía tener todo lo que necesitaba para ser feliz, en cambio ella sólo lo necesitaba a él y no lo tenía.

Inuyasha se metió a su cama aún enfadado, ¿cómo se atrevía a decirle que su trabajo era más importante que nada?, ¡con mil rayos!, ¡eso no era cierto! ¿qué pensaba Kagome, que su trabajo era sencillo? ¿qué realmente se divertía como niño en la feria cuando estaba en los juzgados?, ¡qué equivocada estaría si supiera el esfuerzo que conllevaba hacer lo que él hacía!, se esforzaba más que todos, porque era muy joven y no aceptaban que alguien tan joven llevara casos.

Le había costado ganarse la confianza de su jefe como para ahora dejar que todo su esfuerzo se viniera abajo, además, seguro que si vivieran en la miseria ella se quejaría de no tener lo necesario. Tendría que comprender que esto era necesario para los dos, no podían vivir solo de aire y de amor, la vida no era fácil y él salía a enfrentarla todos los días ¿qué podría saber ella que se quedaba en casa? ¿qué sabría ella a lo que se enfrentaba en los juzgados?. No, Kagome no entendería y no tenía justificación al decirle eso, cuando le procuraba siempre lo mejor ¿es que eso no le decía a ella que le importaba?

Agotada de llorar Kagome se dirigió a su habitación, se lavó la cara que mostraba unos ojos hinchados por el llanto y se acercó a su cama, Inuyasha estaba despierto y la miró con algo que ella no supo definir.

-Mi trabajo es importante para los dos Kagome y quiero que entiendas eso, además tú no sabes lo que conlleva un trabajo como el mío.

Eso fue como una bofetada bien limpia sobre su rostro, ella no había ejercido por él y ahora se lo echaba en cara, como si ella fuera incapaz de valerse por sí misma, como si ella no supiera lo que era trabajar ¿acaso Inuyasha olvidaba que desde que estaba en la escuela había trabajado?, eso le dolió más que nada, pero no quiso discutir más, estaba muy cansada y se acostó dándole la espalda a su marido. Inuyasha la imitó apagando las luces de su habitación e intentando inútilmente dormir.

Continuará…

N de A: quiere decir Nota de Azalyn, muy original ¿no? ;-P, no las pondré mucho, pero hay aclaraciones que tengo que hacer en el momento, y sí Inuyasha tiene su apariencia humana y Sesshy tiene su apariencia yokai obviamente sin sus marcas

Hola, hola, gracias por llegar hasta aquí, espero te guste el planteamiento de la historia, aún faltan muchas cosas te lo aseguro, ¿quires saber como Sesshy encontrara a Kagome? ¿te gusta la historia?, me encantaría me dejaras un review ¡Por fas!, me animaría mucho a seguir.

Esto será un Sesshomaru-Kagome, y la temática es como el título lo dice, Infieles, lamento hacer sufrir a Inu, pero creo que así se comportaba al inicio de la serie, siempre haciendo sufrir a Kagome con Kikyo.

¡Review por favor!