Disclaimer: Los personajes y el universo de Harry Potter le pertenecen a J. K. Rowling.

Nota: Sé que por el tema, publicar esta historia en diciembre habría sido lo ideal. Pero ya la tenía guardada por mucho tiempo y aunque dudaba, decidí hacerlo. Demasiado corto, tal vez, pero siempre me ha gustado la curiosidad que tiene Arthur por algunas cosas.


—¡Mira cómo brillan! —Arthur señaló las luces, fascinado.

—Así es, papá.

—¡Y cómo titilan! —Arthur se volvió hacia Hermione y esbozó una sonrisa enorme. Parecía un niño en una juguetería—. ¿Cómo decías que se llamaban, Hermione?

—Luces de Navidad, señor Weasley. —Hermione miraba a los dos pelirrojos—. Aunque también se les puede llamar luces navideñas.

—¡Increíble! —hizo un gesto con las manos—. Es fascinante lo que los muggles pueden lograr sin magia.

—Así es. Algunas tienen sonido.

—¿En serio? —Ron parpadeó, sorprendido. Intercambió miradas con su padre—. No lo sabía. Harry no me lo dijo.

—Ahora ya lo sabes, Ronald. Cuando visitemos a mis padres, te las enseñaré.

Las orejas del pelirrojo enrojecieron.

—¿Voy a tener que jugar ajedrez con tu padre, Hermione? Creo que me odia.

Hermione se tapó la boca, ocultando una risita.

—¡Claro que no, Ron! Le agradas a mis padres —tomó el brazo que el avergonzado pelirrojo le ofrecía y se pegó a él.

—¿Cómo es que pueden hacer eso, Hermione? —Arthur volvió a preguntar—. ¿Funcionan con elatricidad, cierto?

—Electricidad —corrigió con amabilidad.

—Electricidad, eso es —Arthur Weasley asintió con energía. Hermione y Ron intercambiaron miradas. Al parecer, en la Madriguera no se hablaría de otra cosa por un buen tiempo.