-¡Ladybug! -gritó el rubio de rasgos felinos al ver a su compañera, a su amiga, chocar de muy mala manera contra la Torre Eiffel.-

El Lucky Charm no había funcionado esta vez, el tiempo de ambos comenzaba a agotarse, y aún no habían conseguido vencer al pobre hombre que había sido demonizado en aquella ocasión. Esta vez estaba claro, no podrian contra el. Chat Noir había recibido tantos golpes que mantenerse en pie le costaba casi tanto como regular su costosa respiración. Pero no era exactamente eso lo que al joven le preocupaba. Ladybug estaba tendida en el suelo. Ni si quiera se movía, y sabia que tenia que sacarla de ahí.

Se alejó todo lo que pudo del hombre que una y otra vez atacaba con intención de quitarle su prodigio. Se acercó a la joven que tantas veces le había robado el sueño y la cogió en brazos, para con la ayuda de ese bastón tan característico suyo, salir de allí.

No tenia tiempo para pensar, no sabia a donde ir, y antes de si quiera darse cuenta, había entrado por la ventana de su propio dormitorio. Iba a ser descubierto, ¿pero que mas daba ya? Tenia que sanar las heridas de la contraria, tenia que ponerla a salvo.

La tendió sobre la cama en el momento en el que el ultimo punto de los rojizos pendientes desapareció, haciendo que su ropa también, junto a un fuerte haz de luz, volviese a ser la misma de antes de transformarse.

Los reflejos del negro gato, no eran malos, ya lo había dejado claro en numerosas ocasiones, e hizo una muestra más de sus portentosas habilidades felinas, usando estas una vez más, lanzando a la cara de la chica una de sus camisetas. No quería ver su rostro. Ya tenia medianamente asimilado que jamas debía saber la identidad de su amada, y como en muchas ocasiones anteriores, debía contenerse y no ver quien era realmente.

Pero no hubo falta, no tuvo que ver su rostro para reconocer esa ropa. Los pantalones rosas, la camiseta blanca y la chaqueta negra le eran inconfundibles.

-¿Marinette...? -murmuró tan suave que apenas pareció un suspiro.-

Ella por su parte, se movió ligeramente al escuchar su nombre, como si realmente alguien la llamase. Tikki en cambio, al ver que la transformación había finalizado, huyó al bolso en el que siempre se ocultaba. Chat Noir rió ante aquella situación, y en cuanto se sentó en su cama junto a su compañera, su traje de gato negro desapareció.

-No me lo puedo creer... Todo el rato fuiste tú...

Plag, escondido ahora en la camisa de Adrien, reía. Fue entonces cuando la muchacha comenzó a moverse un poco más, acabando por quitarse la camiseta del rubio de la cara.

-Hmn... ¿Chat Noir...? -evidentemente, aún no había logrado situarse. Ni cuenta se había dado de que se había transformado ya. Pero no tardó en mirar a la cara del chico.-

Ni si quiera podia creérselo, el hombre con cuyas fotos había empapelado sus paredes estaba ahí, junto a ella, mirándola con una suave sonrisa. Sus ojos se abrieron de par en par, y el sonrojo de sus mejillas llegó a tal, que cualquiera diría que seguía teniendo su famosa mascara puesta.

-¿A-Adrien...?

-¿Que pasa, bichito? ¿Acaso has acabado cayendo en mis garras?

Frase que sin duda hizo que la joven parisina acabase por solar una nerviosa carcajada. Era él después de todo. El mismo felino que tantas veces la había sacado de quicio. El mismo chico de instituto que la dejaba sin palabras con tan solo mirarla. Ambas identidades habían sido descubiertas, y por una vez, no parecía que a ninguno de los dos les importase. No dejaban de mirarse. Parecía como si con eso bastase. En aquel momento, simplemente, no necesitaban más.