((Capítulo de prueba))
Basado en las novelas de J.K. Rowling, por lo tanto, algunos personajes y ambientes no me pertenecen.
El Error de Nuestras Vidas.
Por Jane.Camui
Capítulo Uno: "El tiempo que sea necesario".
A veces la vida nos pone demasiadas pruebas. Nos hace enfrentar el día a día con la sensación de que ya no podemos más. Nos confronta con las situaciones más estúpidas, más románticas y más complicadas que cada ser humano, mago o muggle, pueda imaginar. Es una locura, pero a veces la vida nos limita al punto de dejarnos sin aire. Es como si de un momento para otro nos encerrara en una gran habitación sin ventanas y mucho menos una puerta, imposibilitándonos completamente, haciéndonos tomar las decisiones más tontas. Haciendo que pensemos cosas desde ociosas hasta deprimentes. Haciendo de las personas un manojo de sentimientos enredados y complicados... demasiado complicados.
A veces, la vida, nos cierra los ojos... ¿Cómo lo logra? Con un sentimiento que siempre está en el aire, sin importar la edad, ideología, sin importarle si es primavera u otoño. Un sentimiento por momentos loco, por momentos tierno, por momentos no deseado. Un sentimiento que se palpa cuando pones tu mano en el pecho estando delante de la persona que se roba los sueños. Imprevisto, haciendo que tu estómago se revuelva, sintiendo mariposas. Un sentimiento que logra sacar lo más puro de ti, lo más especial, lo más sensible, pero también las más profundas lágrimas...
Sí, el amor. El amor que sientes cuando está cerca de ti. Cuando un familiar te abraza. Cuando un amigo te toma de la mano. El amor que surge cuando pasan horas y horas conversando de cualquier cosa o, que simplemente, surge con una mirada cómplice. Tan inesperado...
Y nos ciega, nos deja completamente fuera de nuestra razón. Nos impide pensar con claridad. Nos anula hasta el habla. Nos hace perder el orgullo, pues se perdona sin quererlo realmente. Afecta tanto, que se es capaz de escalar la montaña más alta del mundo con tal de poder escuchar su voz una vez más. Es una droga adictiva que seduce, a veces cruelmente, hacia un mundo que es exquisito y dulce. ¿Cómo definir la sensación que se experimenta cuando te abraza, cuando te besa o cuando, simplemente, te mira?. ¿Cómo explicar lo que ocurre cuando te toma de la mano, te habla o te roza sin querer?...
No existe en el mundo momento más especial que cuando logra hacer que las mejillas se sonrojen, cuando las risas nerviosas se vuelven coquetas. Cuando las miradas no logran mantenerse por temor a que se descubra el sentimiento. Cuando se espera con ansias algún encuentro casual, cuando lo buscas incluso sabiendo que no vendrá. Cuando la espera llega a su fin y se le ve llegar...
A veces, la vida, nos golpea duramente...
A veces, la vida, nos hace perdernos...
A veces, la vida, solamente quiere que seamos felices...
¿Pero cómo ser feliz si él ya no está?, ¿Cuándo esa espera se hace infinita?
-Hermione!-dijo Ginny Weasley exasperada-Despierta!
La pelirroja hizo chistar los dedos, tratando de llamar la atención de su amiga. Alzó una ceja cruzándose de brazos mientras la castaña detrás de ella ponía cara de sorpresa. Ginny había estado largo rato tratando de hacerla volver a la realidad, pero Hermione Granger parecía perdida en otro mundo.
-Lo siento!-se disculpó la chica tomando apresuradamente la diadema sobre un delicado almohadón.
Se acercó y la posó con mucho cuidado sobre el pelirrojo cabello de su amiga. Ginny no pudo evitar soltar una risita nerviosa, que camufló su completo desacuerdo con la reliquia familiar que había sido obligada a ocupar.
-Es perfecto!-exclamó Hermione encantada-te ves preciosa!
Y así debía ser. Era un día muy especial para la familia Weasley. La hija menor de la familia se casaba con Harry Potter, el chico que cuatro años atrás había salvado al mundo mágico del mago oscuro más temible de todos los tiempos. Aunque, a diferencia de otras novias, la pelirroja se mostraba tranquila y reflexiva. Algo muy extraño dadas sus ansias de convertirse en la señora Potter. Durante el desayuno se comportó de lo más normal, tomándose su taza de té junto con unas tostadas con mermelada de frambuesa. Conversó amenamente con su madre, que estaba al borde de la histeria, e incluso ayudó con los últimos preparativos del especial día. Todos los que la veían, se extrañaban con su calma y no podían dejar de pensar de que en cualquiero momento la bomba Ginny Weasley estallaría.
"Sólo trata de simular" le aseguró Bill a Hermione poco antes de que la pelirroja subiera a cambiarse "en cualquier segundo comienza a correr por toda la casa". Pero hasta el momento Ginny seguía igual de relajada que en la mañana. Sin inmutarse mayormente.
La castaña sonrió ilusionada ante la imagen de la pelirroja, vestida de blanco, girando sobre sus pies para alzar su vestido, para mostrarle como lucía. El velo caía coquetamente sobre su rojo cabello y su maquilla era impecable. El justo y necesario. Los ojos levemente delineados dándole énfasis a su color marrón y los labios, con una delicada capa de brillo, emanaban un cándido aroma floral.
"Harry lo adora" había dicho antes de cubrirse los labios con el aceite.
-Te decía-comenzó la pelirroja con un especial énfasis contemplándose por todos lados delante del espejo-que la decoración esta perfecta. La carpa es la misma que se usó en la boda de Bill y Fleur, así que costó mucho menos acomodarla en el patio, aunque fue una lástima que destrozaran el viejo roble. Aún que no te costó mucho trabajo reponerlo.
-Tú también sabrías si hubieras puesto un poco más de atención en las clases-la regañó altivamente-No te muevas tanto, Ginny-aconsejó la chica acercándose para acomodar nuevamente la diadema-te desordenarás completamente.
-Sabes que no quiero usarla-reclamó la pelirroja deteniéndose y dejando que su amiga la enderezara-es demasiado... ostentosa.
-Tu tía Muriel morirá si no la usas! Además, según tengo entendido, la gran mayoría de las mujeres de tu familia la han utilizado. ¡Es un símbolo Weasley!
-Es horrible!!-contradijo la chica "La diadema y Tía Mueriel" pensó antes de continuar-Si mi madre no me hubiera pedido, casi llorando, que la usara no me la pondría. Mi cabeza se ve muy grande! Mírame-exigió.
-Eres una exagerada!-rió Hermione parándose detrás de su amiga, viéndola a través del espejo-luces bellísima. Harry quedará fascinado contigo.
-Aunque parezca una troll?-preguntó poniendo cara de pena. Hermione puso los ojos en blanco y sacó su varita mágica-De acuerdo, de acuerdo!-se apresuró a decir Ginny-no volveré a quejarme de la diadema!
-No seas ridícula, Ginny-exclamó la castaña-sólo quiero arreglarte un poco más el cabello.
-Ahh...-soltó aliviada la pelirroja.
Hermione se concentró en el cabello de la chica mientras su varita lanzaba una especie de spray que alisaba los pequeños mechones rebeldes. Se hizo un silencio sólo interrumpido por los gritos de la señora Weasley que llegaban desde la sala. De seguro George nuevamente había intentado vestir a los gnomos del jardín.
Ginny estaba deseando hacer una pregunta, pero temía que su amiga se molestara. La observó atentamente a través del espejo. Parecía tan concentrada como si estuviera en plena lectura de "Historia de la magia". Ginny sonrió levemente cuando la castaña se hizo hacia atrás un mechón
de pelo que le caía sobre la frente. Hermione también lucía muy linda. Su largo cabello castaño estaba completamente lizo y le llegaba a la cintura, haciéndola parecer más alta de lo que realmente era. Su vestido, de un color salmón, no tenía mangas y se ceñía a su cintura con gran elegancia, llegándole hasta los tobillos, apegada a la figura de la chica. Su maquillaje era suave, al igual que el color de su vestido.
Hermione Granger, la chica más lista que conocía. Su mejor amiga. Siempre sabiendo que decir o cómo actuar. Siempre sensata y realista. Una verdadera mano generosa, llena de buenas intenciones, de justicia, de paciencia. Era realmente sorprendente que a sus veintiún años lograra conseguir un importante puesto en el ministerio de la magia y se notaba su mano dentro del departamento de control y regulación de criaturas mágicas. Hermione, con sus altos discursos sobre la moral de los magos, había logrado una pequeña modificación en el trato de los elfos domésticos, haciendo que estos pudieran optar a un par de días de descanso al mes. "De apoco se avanza" había dicho poco satisfecha cuando la comisión revisora del proyecto rechazó la posibilidad de otorgarles los fines de semanas.
De cierta forma, su trabajo era su escudo. La vida personal de la castaña se limitaba a sus acotadas amistades. Quizá un almuerzo, una cena... pero más allá no había mucho. Sus pretendientes siempre se quejaban del poco compromiso que mostraba y aunque había logrado tener un par de parejas, siempre terminaba dejándolos... Al parecer, el fantasma de cierta persona seguía rondándola.
Y era aquella la parte que Ginny deseaba averiguar. ¡Lo había intentado tantas veces! Una y otras vez, pero siempre conseguía la misma respuesta. Una tosecita interminable, un cambio brusco de tema, una mirada asesina, una justificación que no engañaba a nadie. Pero ahora la pelirroja tenía una estrategia. Tomó aire con decisión pues, aunque tenía las de ganar, iba a abordar el tema más atrincherado de Hermione Granger.
-Hermione...-dijo lentamente, buscando la forma correcta de formular la pregunta.
-¿Mmm...?-preguntó distraídamente la castaña.
-¿Que pasa si aparece Ron?-soltó por fin la pelirroja.
La reacción de Hermione fue la misma que Ginny estaba esperando. Bajó la varita sin importarle que el frío Spray rozara la espalda de la pelirroja, que se hizo hacia delante sintiendo un escalofrío. Hermione se giró buscando algo dentro de su bolso, al parecer dispuesta a evadir la pregunta.
-Iré a ver si está todo listo-Dijo apresurándose a salir de la habitación.
Ginny, hábil como siempre, tomó el vestido con dificultad y se le adelantó. Le impidió el paso.
-Mi regalo de bodas!-dijo alzando los brazos, obstruyendo la puerta.
-Ginny!-exclamó Hermione frunciendo el entrecejo-eso es de muy mala clase!
-Mi regalo de bodas!-volvió a decir la chica-y mira que esto me afecta mucho, la diadema se me vuelve a caer.
Hermione negó con la cabeza cruzándose de brazos. No estaba dispuesta a responder esa pregunta. No lo había tres años atrás, no lo haría ahora aunque Ginny la chantajeara con eso del "regalo de bodas". Ella ya lo había comprado. Les había obsequiado un lindo juego de sábanas autosuficientes que no necesitaban lavado.
-Yo ya hice mi regalo-dijo Hermione firmemente.
-No lo quiero!-exclamó la pelirroja negando con la cabeza, haciendo que la diadema oscilara peligrosamente-Quiero que respondas mi pregunta! Quiero saber que harás si aparece...
-Él no respondió a la invitación-dijo con esfuerzo, deteniéndola antes de que pudiera pronunciar su nombre-además, ¿por qué importa tanto?!
-Porque es mi hermano, tú mi amiga y es muy probable que aparezca!-respondió Ginny como si aquello fuera obvio.
-Ginny-Hermione tomó aire buscando paciencia-es tú día especial. No pierdas tu tiempo ocupándote de otras cosas. ¡En media hora más te casas con Harry!
-Eso no me imposibilita para preocuparme por mi mejor amiga!-rebatió Ginny. Triunfante vio la mirada, por un segundo, enternecida de su amiga.
-Ya hemos tenido esta conversación muchas veces-dijo Hermione, cansada.
-Sí, y nunca has logrado ser sincera conmigo. Siempre logras zafarte, pero esta vez no. Ahora todo cambió.
-¿Cual es la parte diferente?
-Mi matrimonio!
Hermione entrecerró los ojos, molesta. No quería hablar del tema. Siempre se esforzaba por dejarlo de lado en su mente. Siempre intentando hacer como que nada pasó. Siempre teniendo una leve esperanza, pero ya no. Ya no estaba dispuesta a gastar tiempo en recordar lo pasado y mucho menos tratando de buscarle explicación. No tenía caso. Aunque se le había hecho difícil. Durante mucho tiempo se había mantenido alejada de la madriguera, pues le traía melancólicos recuerdos. La cocina, la sala, el patio... su habitación. La familia en si. Era imposible no recordarlo cuando sus hermanos, con el mismo cabello rojizo, siempre estaban sacando al menor de los Weasley a la mesa. Quizá esperaban alguna declaración pública o que estallara en lágrimas, pero ella siempre sabía mantener la calma y la firmeza. Se mantenía impávida incluso cuando George la cuestionaba sin escrúpulos hasta que su madre lo golpeaba en la cabeza con lo primero que hallaba a la mano.
-Olvídalo, Ginny...-susurró Hermione-Yo no volveré a hablar de eso.
-Pero quizá él venga...
-Pues...-se detuvo, no sabiendo que decir. La verdad, esa idea la parecía lejana. No creía que fuera a aparecer.
No lo había hecho en tres años, ¿Qué cambiaba ahora? Después de todo, no había aparecido en el matrimonio de Percy y Aundrey. Lo había pasado olímpicamente por alto y, al igual que ahora, ni siquiera se molestó en responder a la invitación. Tenía la intuición de que él no iba a aparecer. La seguridad, la certeza... la esperanza.
-Está bien-se le adelantó Ginny-si no quieres hablar de eso, lo respeto, aunque no lo acepto. Siento que te estás ahogado y te haría tan bien soltarlo. No lo hago por curiosidad, simplemente... quiero ayudarte! Quiero poder saber que pasa por esa cabecita que tienes! Quiero, quiero que compartas tus inquietudes conmigo. Yo sé que Ron...
-Lo haces muy bien...-la interrumpió Hermione, arreglándole la dichosa diadema-pero no creo que sea una conversación adecuada para los veinticinco minutos antes de tu matrimonio.
Ginny estaba dispuesta a contradecirla, pero las palabras de su amiga accionaron algún botón dentro de su cuerpo pues, de un momento para otro, todo el nerviosismo que no había sentido durante el día se hizo presente. Las voces del exterior la petrificaron.
-Merlín...-dijo fijando sus ojos en la ventana-¡¡me voy a casar!!, ¡¡Tienes razón!!
Hermione rodó los ojos y sonrió. Ahora si estaba actuando como la novia que era... Quizá lo único que había estado necesitando, era que alguien se lo dijera en voz alta.
-Ginny!!-gritó la señora Weasley subiendo las escaleras.
Hermione pasó junto a la pelirroja que seguía petrificada mirando la carpa que se asomaba por su ventana. Abrió la puerta.
-Está lista!-respondió fuertemente asomándose fuera de la habitación.
-Están llegando los últimos invitados-informó la contenta mujer mientras terminaba de subir la escalera en grandes zancadas.
Estaba vestida con una elegante túnica de gala que la hacía parecer un tanto más delgada. Cuando entró a la habitación, en grandes zancadas, y vio a su hija los ojos se le llenaron de lágrimas y corrió a abrazarla.
-Estás preciosa!
Pero Ginny seguía perdida en sus propios pensamientos, sin apartar la vista. Parecía no notar los fuertes brazos de su madre alrededor del cuerpo, apretándola con afecto. No se inmutaba ni a las lagrimas de alegría de la señora Weasley, ni a los halagos de ambas mujeres. Hermione tomó aire sintiendo su estómago anudarse.
Ella sabía lo que podía estar a punto de enfrentar. Tenía la plena conciencia de lo que debía esperar, pero a pesar de conocerlo no se sentía preparada. Al contrario, su estómago se sobrecogía y con cada segundo que pasaba su corazón se aceleraba un poco más. Temía comenzar a sudar y temblar, ser incapaz de controlar su cuerpo, que la delatara ante todos los que la rodeaban. Deseaba tener un poco de la firmeza que Ginny había mostrado, pues aunque tenía la confianza de que él no aparecería, el miedo a que existiera la mínima posibilidad la enfermaba.
Se alejó de las dos mujeres, saliendo de la habitación y caminando por el pasillo hasta la habitación de Ginny, al final de la escalera.
Quería estar sola. Quizá refugiarse en algún libro, en algún importante documento o simplemente distraerse con otra cosa. Tenía miedo, pánico. No era seguro que él viniera. Después de todo no había contestado lechuza que le fue enviada con la invitación a la boda. De hecho... él no había dado señales de vida desde que se marchó... Hace ya tres años atrás.
Para Hermione, era mucho tiempo. Tres veranos, tres navidades, tres cumpleaños... y todos acabados. ¿Por qué habían perdido el contacto? No se suponía que tenía que ser así. Las cosas tendrían que haber sido muy distintas. Eran muchas las promesas que dejaron en el tintero, demasiados los planes que se dejaron en el aire. Infinitas las expectativas que se generaron con cada beso...
Se sentó sobre la silla que estaba junto a la ventana de la pequeña habitación de su amiga. Desde que había salido de Hogwarts había cambiado bastante. El escritorio seguía donde mismo, pero los libros de estudio habían sido reemplazados por sendas revistas de Quiddich, y en la pared sus posters estaban relegados por las múltiples fotos que Ginny había pegado, dónde en la gran mayoría aparecía Harry. Buscó con la mirada cualquier indicio del chico pelirrojo que removiera su fibra sensible, pero no estaba. Agradeció internamente que su amiga tuviese el tacto para sacarlas. Habría sido muy duro verlo sonriente y saludando... Indiferente a la realidad.
Inconscientemente, miró su mano izquierda. Se suponía que allí debía haber un anillo..."Un anillo" pensó sorprendida tomándole el peso a sus pensamientos. Cerró los ojos y apoyó la cabeza en el cristal de la ventana. Podía recordar, como su fuera ayer, lo que había pasado hacia ya tres años. Tres largos años atrás...
"-Será por poco tiempo, lo prometo. Luego volveré y podremos hacer todo lo que teníamos planeado-decía un chico de dieciocho años mientras metía dentro de baúl su ropa de cualquier forma. Estaba molesto. Muy molesto.
Su novia, que había estado pasándole la ropa desde el armario, le quitó la prenda que acababa de entregarle. Ron no paraba de lanzar las cosas en el baúl como si fueran balones.
-Según George, no será tan poco-dijo sacando el desorden que el pelirrojo había hecho-dijo que en América todo funciona muy mal y que estarás un buen tiempo tratando de arreglarlo todo. Sinceramente, creo que él tiene razón, lo papeles que vi el otro día no era muy...
-¿Qué tanto me puede tomar coordinar la maldita sucursarl?--exclamó Ron deteniéndola. Haciendo caso omiso del orden que pretendía hacer su novia, tiró una camiseta dentro del baúl con brusquedad-No quiero ir, pero George es un maldito...
-¡Ahora no es momento para discutir!-se le adelanto Hermione sacando con paciencia la camiseta-Supongo que no nos queda otra que esperar...-dijo resignada-Recuerda que George es tu jefe, independiente del lazo sanguíneo que haya.
-Es mi hermano! y realmente, no tengo por qué hacerlo!-dijo Ron cruzándose de brazos-es su tienda! Qué vaya él a Estados Unidos! Yo me quedo aquí, en Inglaterra. Tengo mejores cosas que hacer!
-Él te necesita!-dijo Hermione dejando de arreglar el baúl para prestar completa atención al pelirrojo-Sabes que las cosas han sido muy complicadas para tu hermano. Desde que...-se calló. Era dificil tocar el tema, asi que prefirió evadirlo-Escucha, hagamos lo que dijiste-aceptó acercándose a su refunfuñado novio-estarás un tiempo en América, quizá un par de meses-Ron gruñó-mientras yo me encargo de...
-La pedo?-dijo sonriendo con burla.
-La P.E.D.D.O.-contradijo frunciendo el entrecejo-La verdad Ron, no puedo creer que luego de tanto tiempo insistas en llamarlo así. Gracias a ese proyecto...
-Si! Lo sé-la atajó su novio poniendo los ojos en blanco. Estaban lo suficientemente cerca como para besarse, pero en lugar de eso se miraban desafiantes-A veces pienso que te importa más tu trabajo que yo.
-Cómo puedes decir eso?!-preguntó escandalizada-No has cambiado nada Ronald Weasley!
-Y tú tampoco sabelotodo!-y la besó.
Siempre hacia lo mismo. Parecía disfrutar mucho haciéndola enfadar, para luego arreglarlo todo con un simple pero significativo beso. La tomó por la cintura, acercándola con ímpetu hacia él, como si la vida se le fuera en ello. Hermione se sonrojó hasta la punta del cabello, pero no detuvo en beso, pues disfrutaba con la sensación que le producía.
-Realmente, no quiero ir-susurró Ron cuando, finalizado el beso, juntó su frente con la de ella-No lo creo necesario. George tiene a un montón de empleados!
-Pero él confía en ti!-respondió su novia-Tiene toda la seguridad de que lograras hacer bien tu trabajo.
-Y tú?...
-Yo?, claro que sí. Siempre... aunque ocupas poco tu cabeza, cuando lo haces logras grandes cosas-dijo con la burla que solo ocupaba con él.
-Me esperarás? Aunque sea por dos meses... a mi me parece mucho tiempo.
-Claro que esperaré. El tiempo que sea necesario"
-El tiempo que sea necesario...?-susurró en voz alta mientras una silenciosa lágrima cruzaba su mejilla.
El tiempo que fuera necesario parecía eterno y ella había perdido las esperanzas de que volviera. Las perdió cuando dejó de recibir noticias de él, cuando le perdió el rastro completamente. Cuando descubrió que ya habían pasado los dos mese prometidos, los cinco, el año... Cuando el tiempo se había encargado de abrirle los ojos. Cuando por las noches lo pensaba y comprendía que había sido una necia, una tonta. Esperando en vano ¿Y para qué? Para ser la chica a la cual su novio había abandonado sin razón aparente.
Se secó la lágrima que llegaba junto a su mentón. ¿Qué estaba haciendo? ¿Llorando nuevamente?. Resopló disgustada consigo misma. Se había prometido no volver a derramar lágrima por culpa de él. No le iba a dar la importancia que tenía... aunque fuera imposible de creer, su cuento de hadas se había acabado el mismo día en que le juró que volvería para casarse con ella.
Se irguió dispuesta a volver junto a su amiga, pero antes se acercó al espejo para comprobar que sus ojos estaban tan normales como siempre. Contempló su largo cabello castaño que acostumbraba llevar enredado por falta de cuidado. Estaba lizo, igual que en el baile de Navidad cuando cursaba cuarto año. Cuanto deseaba volver a la escuela y arreglar un par de asuntos. Quizá las cosas podrían ser tan diferentes...
Suspiró cansada. Se arregló el mechón de cabello rebelde y salió de la habitación. Iba de vuelta a la pieza de los señores Weasley donde Ginny se había quedado con su madre. Se encargaría
de arreglar los pliegues de la falda de su amiga que desordenaba con cada movimiento. Estaba segura de que Ginny se habría sacado la diadema y que estaría casi colgando de la pared muerta de nervios. Iba a hacer aparecer una pócima calmante cuando un grito de sorpresa la hizo soltar la varita, sobresaltada.
Se giró mirando hacia la escalera. Los gritos llegaban desde la sala y aunque no lograba distinguir de que se trataba, podía asegurar que tenían que ver con su amiga. De seguro Ginny había bajado y todos la festejaban por lo bella que lucía. Se agachó para coger su varita. Pero cuando se incorporó, poco a poco las voces se fueron apaciguando y fue capaz de distinguir una... Una que no oía desde hace años... y su nombre... su nombre...
La respiración se le detuvo al grado de volver a soltar su varita, que rodó hasta llegar al borde de la escalera. No le prestó atención, no se dio cuenta que la varita amenazaba con caer por los escalones. Lo único que podía distinguir era el violento latido de su corazón y como su instinto se destruía completamente. Se había equivocado...
-Hermione?-preguntó una voz tras ella-qué pasa?
Ginny, que acaba de salir de la habitación de sus padres atraída por el sonido de la varita, se extrañó cuando encontró a su amiga en medio del pequeño pasillo con expresión de horror. Sólo le bastó medio segundo más comprender lo que pasaba. Al igual que a su amiga, el sonido de las voces de la sala le llegó con una claridad estremecedora.
-Oh, Merlín-susurró-ha venido! Te lo dije-exclamó impulsivamente.
Ginny vio como la varita de Hermione caía haciendo un gran estruendo por la escalera. Quiso recogerla, pero con el vestido no podía hacer movimientos muy rápidos. Se quedó parada junto a la puerta sin saber que hacer y mucho menos que decir. Podía ver la cara de su amiga, paralizada hasta la parte más intima de su cuerpo. ¿Cómo podía extrañarse de que él estuviera allí? Al fin y al cabo la que se acaba era su hermana y su mejor amigo. ¿Por qué se extrañaba tanto?
-¿Pero cómo?. No respondió a la invitación!-logró decir Hermione en un hilo de voz-No se supone que esto deba estar pasando...-dijo en voz baja.
-Pero... te lo advertí Hermione!-dijo acercándose tomándose el vestido-te dije que él podía venir!
-Pero... pero... no es lógico!-Hermione comenzaba a parecer histérica y Ginny temió que le diera un ataque en medio del pasillo.
Cuando unos pasos apresurados se avecinaron por la escalera se petrificaron ambas. Casi esperaban que un chico pelirrojo pareciera por el final de la escalera, pero no era él. La señora Weasley se asomó con una radiante sonrisa.
-¡Ha venido Ron!-dijo con lágrimas de felicidad-Ha venido a tu boda Ginny. ¡Tu hermano está de vuelta!
Ginny no logró sonreír. Miró a su amiga con un nudo en el estómago, un nudo que Hermione sentía mucho más pesado. La señora Weasley borró la sonrisa de su rostro lentamente.
-Querida...-susurró al comprender lo que pasaba.
Y lo recordó todo. Frunció el entrecejo y se puso las manos en la cintura, disgustada. Volvió a bajar las escaleras sintiéndose muy diferente a como había subido.
-Mi madre lo matará...-dijo Ginny haciendo una mueca.
Hermione no se movió. Su mente estaba debatiéndose entre saltar por la ventana o afrontar la situación haciendo como que nada había pasado. Obviamente, la primera opción la tentaba mucho más.
Mucho, mucho, mucho más.
o.o.o.o
Hola a todos! Mucho gusto!
Tercera historia en relación con Harry Potter. Cuarta en general. Para los que están leyendo "nacer por ti, Morir por él" les doy nuevamente la bienvenida, y para los que no han leído ninguno de mis fanfic, bienveniidos!!
Esta vez el turno es de Ron y Hermione. Aunque les advierto que tomaré algunos personajes de "Nacer por ti, Morir por él" Jojojo… así que ojo con eso!! : )
Recuerden que se aceptan todo tipo de sugerencias, quejas, felicitaciones, aportes, amonestaciones, preguntas sobre el tiempo… lo que sea!
Así que no tienen excusas para no dejar un Review! 1313
Un gran beso a todos mis queridos Lectores…
Y nos leemos en el próximo capítulo.
