Spyro se paseaba por los jardines del templo, el sol había salido hace poco y sus primeros rayos dorados iluminaban la ciudad. Spyro caminaba lentamente mientras trataba de calmarse, esta mañana lo había despertado una pesadilla en la que había visto a todos sus amigos morir a manos de Malefor, lo primero que hizo al despertar fue asegurarse de que Cynder estuviera bien, no podría vivir consigo mismo si permitiera que algo le sucediera, él realmente la amaba. Al regresar a su habitación recibió un regaño de Sparx por haber gritado y luego haber salido corriendo del cuarto sin decir nada, luego de un rato la libélula volvió a dormirse y Spyro decidió salir a caminar para relajarse un poco, en ese entonces un manto azul oscuro cubría el cielo avisando que dentro de poco el sol iluminaría el mundo de nuevo.
Spyro se sentó y extendió sus alas para tomar los primeros rayos de sol de la mañana, a él le gustaba mucho la sensación de calidez que producía en su cuerpo. Él se quedó un rato ahí sentado cuando de pronto escuchó unos pasos que se acercaban por su espalda.
-¿Spyro?-Dijo una voz familiar, Spyro se volteó para encontrarse con su amor Cynder -¿Te pasa algo? No sueles despertarte tan temprano –Le dijo Cynder algo preocupada.
-No te preocupes, no es nada – Cynder entonces se acercó y puso una ala reconfortante sobre su cuerpo.
-Sabes que puedes contarme lo que sea Spyro –Él se quedó en silencio un momento y luego habló.
-Tuve una pesadilla anoche, pero ahora no quiero hablar de eso –Le dijo Spyro.
-Está bien, ¿quieres ir a comer algo? –Le dijo Cynder cambiando de tema, Spyro asintió con la cabeza y ambos regresaron al comedor.
Cundo llegaron vieron que habían ya algunos topos y dragones madrugadores comiendo, pero en general estaba muy vacío. La pareja se sentó en una mesa y poco después llegó un topo a atenderlos.
-Maestro Spyro, maestra Cynder, no es usual verlos tan temprano por aquí –Les dijo el topo.
-Es que Spyro tuvo una mala noche –Le respondió Cynder.
-Oh, lo siento mucho –el topo inclinó un poco la cabeza a manera de disculpa.
-No te preocupes por eso Ren, no es para tanto –Intervino Spyro.
-Está bien, ¿Qué desean comer entonces? –Spyro y Cynder pidieron sus comidas y Ren se retiró con una venia.
La comida no tardó mucho en llegar y como siempre estaba deliciosa, una vez que ambos dragones terminaron de comer decidieron subir de nuevo a sus habitaciones pues aún estaba muy temprano.
Spyro entró a su cuarto junto con Cynder, al otro lado de la puerta había un balcón con vista hacia la ciudad, esta era una de las pocas habitaciones que tenían ese tipo de vista. A la izquierda había una pequeña biblioteca en la cual había libros de historia, ciencias y algunas de las novelas más famosas de la raza de los dragones y los topos. A la derecha había una especie de colchón el cual hacía de cama que era donde dormía Spyro y en la pared en donde estaba la puerta había dos baúles con las cosas del dragón. Y por último encima de la cama de Spyro había una pequeña repisa que era donde dormía Sparx aunque él le gustaba más dormir sobre la cabeza de Spyro como lo había hecho casi toda su vida.
Cuando los dragones entraron Sparx aún seguía dormido, Cynder entonces se acostó en la cama y Spyro hizo lo mismo.
-¿Qué crees que los guardianes nos pongan a hacer hoy? –Dijo Cynder intentando iniciar una conversación.
-No le se… pero hoy tengo pensado ir a entrenar un poco, hace ya algún tiempo que no tengo nada de acción y no puedo perder la práctica –Cynder sonrió al oírlo.
-Ahora que lo pienso yo también me estoy quedando fuera de forma, ¿te molestaría que te acompañara? –Le preguntó Cynder.
-Para nada, de hecho, me encantaría que estuvieras ahí, hace un tiempo que no te veo moverte –Le respondió Spyro en un tono juguetón. Cynder hizo un gesto ofendida –Era solo una broma Cynder –Le dijo el dragón púrpura, ella solo soltó una pequeña risita. De pronto oyeron un quejido desde arriba de sus cabezas.
-Por qué hacen tanto ruido –Dijo Sparx en medio de un bostezo.
-Sparx, ya había olvidado que estabas ahí –Dijo la dragona negra.
-¿No puedes darme un minuto siquiera para despertarme? –Se quejó Sparx, Cynder solo se rio mientras Spyro observaba la escena, era muy común que ellos dos se discutieran (generalmente por estupideces) todo el tiempo, aunque algunas veces Sparx se pasaba de la raya.
La libélula se desperezó ruidosamente y luego voló hasta el lado de su hermano.
-¿Qué vamos a hacer hoy? –Preguntó.
-Cynder y yo teníamos pensado ir a entrenar un poco ¿quieres ir con nosotros? –Le dijo Spyro
-No… eso no es lo mío, mejor vayan ustedes –Respondió Sparx, Cynder se sentía aliviada de que podía estar con Spyro a solas por un rato.
-¿Entonces qué harás? –Le preguntó Spyro.
-No lo sé, pero no te preocupes por eso, ya encontraré algo que hacer –A penas Sparx terminó de hablar alguien tocó la puerta. Spyro se levantó y la abrió para encontrarse con un topo, este saludó cortésmente a Spyro y le dio un mensaje de los guardianes, el dragón despidió al topo y volvió con sus amigos.
-Los guardianes nos necesitan, tenemos que estar en la sala de reuniones en diez minutos –Les dijo Spyro.
-¿Sabes para qué es? –Le preguntó Cynder.
-Ni idea –Se limitó a responder Spyro.
-Mejor deberíamos ir saliendo antes de que se nos haga tarde –Dijo Sparx, todos estuvieron de acuerdo y salieron hacia la sala de reuniones. Cruzaron los pasillos en silencio y en menos de cinco minutos estaban a las puestas de la sala, al entrar vieron a los guardianes que al parecer estaban discutiendo sobre algo. La sala era grande y el techo era bastante alto, en el centro de la misma había una mesa redonda con varios cojines para que los dragones se sentaran, sobre la mesa había algunos papeles, algunos de ellos eran mapas del continente.
-Spyro, Cynder, los estábamos esperando –Dijo Cyril.
-Hey, yo también existo –Dijo Sparx.
-Claro y también Sparx –Aclaró Terrador.
-Qué gusto verlos por aquí un día más jóvenes, no saben cómo me complace tenerlos a todos reunidos en este día… -
-Gracias Volteer –Interrumpió Cyril al dragón amarillo.
Spyro y Cynder hicieron gestos con la cabeza en forma de saludo.
-¿Para qué nos llamaron? –Preguntó Spyro.
-Teníamos que darles una información importante –Los guardianes entonces asumieron una posición más seria –De ahora en adelante ustedes dos tendrá que asistir al colegio como los demás dragones de sus edad –Terminó de decir Terrador.
-¡¿Qué?! –Dijeron Spyro y Cynder al unísono
-Ustedes pueden ser muy diestros en la batalla y haber aprendido muchas otras cosas durante su vida, pero todavía les falta mucho por conocer, como historia, matemática, alquimia… y ese tipo de cosas –Explicó Volteer.
-¿Por qué nunca había escuchado sobre una escuela? Es más, ni siquiera sabía que había una aquí en Warfang –Dijo Spyro luego de meditar el asunto un momento.
-Mientras que estábamos en guerra tuvimos que detener todo este tipo de actividades y concentrarnos en sobrevivir, debes recordar que gran parte de nuestra especie se perdió durante la lucha contra Malefor –Explicó Terrador –Pero no debes sentirte mal por tener que ir a la escuela, que por cierto se llama la "Academia de Dragones de Warfang", porque no serás el único ahí, para todos los otros jóvenes dragones también es la primera vez que asisten a ella –
Spyro suspiró y miró a Cynder, ella le devolvió la mirada con una sonrisa tranquilizadora.
-Está bien ¿cuándo empezamos? –Preguntó el joven dragón.
-No te preocupes por eso, aún faltan un par de semanas, hay que esperar hasta que los dragones que se escondieron en diferentes lugares lleguen de nuevo a la ciudad y se establezcan, luego de esto, reuniremos a los jóvenes y abriremos la academia, sé que será increíble, fantástico emocionante, deslumbrante… -Dijo Volteer recitando de nuevo su larga lista de sinónimos. Lugo de esto Spyro y Cynder se despidieron de los guardianes y se dirigieron a la sala de entrenamiento del templo, mientras que Sparx se fue a algún otro lugar.
Erbrow estaba saliendo de su clase de ciencias y se dirigía a su habitación, él recorrió los pasillos del gigantesco colegio hasta llegar a su cuarto. Este no era muy grande, al lado izquierdo se encontraba su cama y al lado derecho había un closet en dónde guardaba su ropa y sus cosas, en el fondo había una mesa sobre la cual se encontraba un computador portatil en cual trabajaba, al lado derecho de este habían dos guitarras, una acústica y la otra eléctrica, y un bajo eléctrico mientras que al lado izquierdo había un único amplificador para bajo y un pedal multiefecto para su guitarra.
Erbrow tenía más o menos unos diez y seis años de edad y estaba cursando su último año de secundaria en ese momento, él era un excelente estudiante y también le apasionaba mucho la música, además siempre había tenido un extraño interés por las criaturas mitológicas, especialmente los dragones, le gustaba investigar y saber todo lo relacionado con ellos. Sus padres eran divorciados y lo habían enviado a estudiar a una ciudadela estudiantil, esto le había ocasionado algunos problemas en el pasado, pero ya había logrado superarlos.
Erbrow se sentó en su computador y se puso a hacer algunas tareas que le habían puesto, rápidamente las terminó, así que tomó su guitarra y se puso a tocar un rato practicando las escalas y acordes que había aprendido, pasadas varias horas dejó su guitarra y salió a encontrarse con su mejor amigo tal como había acordado. Recorrió de nuevo los pasillos del edificio y salió a un gran parque en dónde había estudiantes de todos los cursos paseando y hablando después de una larga jornada de clases. Erbrow vio a su amigo sentado en una banca no muy lejos de dónde él estaba, lo saludó alzando la mano y él le devolvió el saludo, una vez que llegó a donde estaba su amigo se sentó a su lado.
-Cómo vas Erbrow ¿muy duro este último año? –Preguntó Hock.
-No… de hecho, es mucho más fácil de lo que yo pensaba –Respondió Erbrow sin rodeos.
-Tú siempre dices lo mismo... –Erbrow sonrió ante el comentario –Hey, mira esto –Dijo Hock sacando un par de extraños brazaletes de su morral, eran dorados, incluso podrían ser de oro y tenían unos extraños grabados en su superficie, además, tenía una perla en la mitad, una era blanca y la otra negra.
-¿De dónde los sacaste? –Preguntó Erbrow mientras apreciaba los brazaletes.
-Estaba caminando por el bosque y simplemente los vi por ahí en el piso, al principio pensé que me estaban gastando una broma, ya sabes cómo son por aquí, pero no había nadie cerca, así que los tomé y me los llevé –Respondió Hock.
-¿Qué planeas hacer con ellos?-
-Pues no lo sé… no había pensado en eso… -Hock se quedó pensando un rato –Ya sé –Dijo de pronto y le entregó el brazalete de la perla blanca a Erbrow –Quédate tú con ese y yo conservaré el otro-
-¿Estás seguro? –Le dijo Erbrow intrigado por su decisión.
-Claro, considéralo… una muestra de nuestra amistad –Le dijo Hock.
-Como quieras –Dijo Erbrow mientras se paraba y se estiraba un poco –Ya se está haciendo algo tarde, deberíamos ir al comedor para ver que tienen preparado para nosotros hoy –Hock se encogió de hombros y siguió a Erbrow al comedor.
Una vez que llegaron allí se sirvieron su comida y luego de comer se fueron cada uno a su habitación a descansar. Erbrow entró de nuevo a su cuarto y se acostó en su cama, entonces se acordó del brazalete que le había dado su amigo y lo sacó para observarlo de nuevo, el joven pasó sus dedos por las ranuras que conformaban los extraños pero elegantes dibujos del objeto, en ese momento se dio cuenta de que el brazalete era una sola pieza y que no tenía ningún mecanismo para abrirse, esto solo despertó la curiosidad de Erbrow, ¿por qué estaban los brazaletes en el bosque? ¿Para qué se usaban? ¿Qué eran las extrañas perlas que tenían? Todas estas preguntas cruzaron su mente mientras los observaba, él comenzó a sentir decidió irse a dormir y dejar esta cuestiones para otro momento.
Dejó el brazalete sobre la mesa sobre la cual estaba el computador, apagó la luz y se sumió en un profundo y misterioso sueño que cambiaría su vida para siempre.
