Ground Zero

Por Li, Siegfried® y Mary Shirou

Prólogo

Equilibrio… la base de toda creación y de toda existencia, siempre en rivalidades y compromisos. Aún la mera existencia de los dioses responde a esta regla fundamental y creadora por sí misma. No obstante, está escrito en la Naturaleza misma la instintiva necesidad de enfrentamiento y supremacía, llevando a la materialización y la ruina a confrontarse, al orden y a la destrucción, a la luz y a la sombra, aún cuando cada uno de estos elementos sabe que necesita del anterior para siquiera existir aún en un esbozo de pensamiento.

Cosmos, la diosa de luz y armonía. Caos, el dios de la oscuridad y la destrucción. Dos fuerzas completamente opuestas, siempre en una singular tregua, demasiado perfecta incluso para la conciencia de los dioses.

Un día, Cosmos volvió a su santuario tras un largo día de compartir con su contraparte y velar por la vida del mundo en el que ambos caminaban. Sin embargo, parecía altamente fatigada, casi arrastrando su cuerpo para finalmente dejarlo caer sobre su altar.

-¡Mi diosa! – exclamé, asustado por el repentino decaimiento de Su Divina Gracia, ahora más similar a una mortal.

-Oh, Cid – se lamentó, sacándose el gran casco que formaba parte de su brillante armadura [N. de A.: ver diseño de armadura de combate de Minerva, Crisis Core]. – Ya no puedo continuar esta eterna lucha interna por la existencia de Caos.

-Pero Usted es el equilibrio de lo que Él representa, no puede simplemente doblegarse a lo que su corazón intenta advertirlo.

-Pero ya ha pasado demasiado tiempo, mis energías se agotan y temo mucho haber dejado de ser lo que realmente soy – reveló, mirando al piso con un semblante lleno de dolor. – Quizás ya sea hora de abandonar nuestras existencias de una vez por todas.

-¿A qué se refiere? – pregunté, lleno de temor, mezclado con dolorosos recuerdos de un pasado que no quiero traer a mi mente.

-No es natural que Armonía y Caos reinen juntos en un mundo, pues la vida se congela en el tiempo. Nada perdura, a la vez que se suspende en su propia existencia, no evoluciona ni tampoco madura para dar frutos a la posterioridad. Esto llega a ser casi como un sueño, donde ni yo misma sé si mi existencia o la de Caos son reales o no…

-¿Y qué propone, mi diosa?

-Llevar a cabo el tan prolongado pacto… – anunció, con total seriedad.

Mantuve el silencio. No sabía qué pensar exactamente, pues mis más dulces recuerdos me advertían enormes tristezas y dolores, mas fui completamente incapaz de dar la negativa y pedir voz ante mi diosa.

Transcurrió la noche. Tal y como ella misma solicitó, Cosmos estuvo ininterrumpidamente en la soledad y comodidad de sus aposentos, facilitándole sus pensamientos y concentración de energías, tanto para equilibrarlas como para condensarlas.

Al llegar el amanecer, mi sorpresa fue inmensa al ver que ella se encontraba en su altar con aires altivos y con un aura de enorme magnificencia. Los primeros rayos del alba tocaron su armadura de dorados y plateados, a lo que ella respondió alzando su lanza apuntando directamente al cielo. Las nubes se reunieron y abrieron un agujero mientras giraban alrededor de esa apertura abierta con la hechicería de la diosa.

Siete resplandores aparecieron por la Brecha Interdimensional, descendiendo con suavidad hasta el suelo, frente a Cosmos, para luego sutilmente tomar la forma que les correspondía. Uno de ellos fue el que más me llamó la atención, pues tenía la exacta resemblanza del hijo que nunca tuve y que siempre quise.

Todos ellos se irguieron, confundidos sin saber quienes eran exactamente ni qué hacían en ese mundo que les era imposible reconocer. La diosa tomó su casco con la izquierda y lo apoyó contra su torso para acercarse a ellos y darles el tan esperado mensaje que les daría la bienvenida y les daría a entender su fatídica misión.

-Sean bienvenidos – comenzó. – Mi nombre es Cosmos y sé que muchos de ustedes se encuentran confundidos por su llegada aquí. Sin embargo… – y cerró sus ojos para dar mayor énfasis. – He tenido que convocarlos, pues la situación en este mundo ya es insostenible.

Se paseó entre ellos, dejando ver la aparente angustia que sentía

-He pasado era tras era combatiendo contra mi contraparte, Caos, dios de la discordia y la destrucción. Ya he perdido muchos guerreros quienes han visto sus atrocidades y su manera cruel de combatir y me temo que no me ha dejado más alternativa que invocar a héroes de distintas eras y dimensiones, ustedes, para combatirle. En caso contrario, siendo yo el único bastión del bien, orden y luz, la destrucción de este mundo sería inminente… Y él, que siempre ha tenido hambre de poder, sería capaz de invadir sus propios mundos para hacerse de ellos, hasta llevar a todo hasta el estado de destrucción y vacío primordial.

Las miradas de sorpresa se repartieron entre los unos y los otros, casi sin dar crédito de la cruel situación en la que corría tan hermoso y frondoso mundo. ¿Tan grande era la voluntad y el poder de Cosmos como para mantener en tan buen estado y armonía lo que supone ser un cruel y desgarrador campo de batalla? Finalmente, tras repartir unas cuantas miradas entre ellos, extraños entre sí, miraron a la diosa y asintieron con severidad.

-Se los agradezco mucho – dijo, sonriendo con gran alivio, mas pronto prefirió dar termino a la bienvenida de sus guerreros. – Sin embargo, ¿es posible conocer los nombres de los nuevos héroes de este mundo y protectores de la armonía?

Mirándose de nuevo, trataron de llegar a un acuerdo de quién partiría, aún medio confundidos por no tener completamente los recuerdos que los definen como entidades existentes. No obstante, la confusión no duró mucho, pues Cosmos apuntó al del extremo derecho para darle paso a su presentación.

El hombre dio un paso adelante en respuesta a la invitación. Tenía un denso cabello rubio peinado hacia atrás, lo que permitía ver completamente sus facciones y la severidad de su mirada. Llevaba una prenda de cuero tachonado sobre el torso, recubierta por una serie de placas de acero, además de unas ligeras hombreras protegiendo sus brazos. Guantes con placas en sus manos y unas grebas de metal sobre sus pantalones terminaban el juego de su atuendo.

-Mi nombre es Noah fon Rosenburg, diosa Cosmos – saludó, poniendo su mano derecha sobre el corazón e inclinándose en una corta reverencia.

Tras volver a su puesto original, el que estaba a su izquierda le imitó. Igualmente rubio, tenía el cabello mucho más corto, también peinado hacia atrás, pero era definitivamente mucho más joven. Estaba vestido con ropas más casuales, recubierto con un gran chaquetón gris y unas botas militares.

-Mi nombre es Seifer – saludó, inclinando un poco la cabeza, casi de mala gana.

Ahora era el turno del siguiente. Era alto, de una mirada fría y calculadora, mas completamente expresivo de sus pensamientos y emociones reprimidas por un pasado cruel y desafortunado. Su cabello plateado le llegaba hasta la cintura, y su chaqueta de cuero negro rozaba sus pantorrillas [N. de A.: es muy obvio; si no lo reconocen es porque no saben nada xD].

-Yo soy Sephiroth – anunció éste con su grave y profunda voz, poniendo simplemente el puño sobre el pecho, pero manteniendo la compostura.

-Mi nombre es Celes Chère – se presentó la única mujer del grupo, haciendo una reverencia muy estoica, casi militar.

Su largo cabello rubio le llegaba hasta la cintura, y era retenido lejos del rostro por una delgada cinta azul, permitiendo ver sus brillantes ojos azules, de un resplandor extraño y levemente semejante al que le precedió. Estaba vestida con un body verde adornado con un cinturón de comandancia y unas grandes hombreras plateadas que llevaban consigo una hermosa capa blanca. Sus brazos y piernas desnudos a excepción de unas muñequeras y unas botas azules, altas hasta la rodilla.

A continuación, el compañero de su izquierda se adelantó. Destacaba por su alta figura, mucho más que la de Sephiroth, cubierta con una oscura armadura de placas completa y una larga capa de color azul oscuro. Ante la mirada desconfiada de sus compañeros, se sacó el casco para dejar ver su cabello blanco, que llegaba hasta sus hombros, sus facciones, su mirada seria y sus ojos violetas demostrando cierta preocupación.

-Mi nombre es Golbez – se presentó, haciendo una leve inclinación.

-Y yo soy Leonhart – se presentó casi al instante el siguiente, con algo de frialdad.

Era un hombre de semblante muy serio. Su oscuro cabello se encontraba peinado hacia atrás, tal y como la mayoría de los ya presentados. Estaba vestido con ropas oscuras, de tonos casi purpúreos, y una gruesa pechera y hombreras, además de unas botas cafés con puntas de metal, rodilleras y unos brazales.

Finalmente queda sólo uno por presentarse. Llevaba una plateada armadura de cuerpo completo de características muy peculiares, aunque no llevaba casco consigo. Su cabello blanco, largo hasta los hombros, iba y venía con la brisa mientras que sus ojos oscuros trataban de mantener a raya ciertos pensamientos ocultos tras ellos [N. de A.: tomen las vagas referencias y aplíquenlas en el atuendo de WoL].

-Yo soy Garland, diosa Cosmos, para servirle en éste, su momento de necesidad – se anunció, realizando una militarizada reverencia.

La diosa los observó a todos y, poniéndose una mano sobre el corazón, les agradeció una vez más, suspirando con pesar. Sin embargo, no había tiempo que perder: la victoria podría ser ahora o nunca.

-En esa dirección – indicó ella – se encuentra nuestro letal enemigo. El camino está lleno de criaturas, algunas incluso monstruosas, mas el peor de los males se encuentra directamente en el corazón de sus tierras.

-No se preocupe, diosa – se apresuró a contestar Garland, – no sabrá qué le golpeó.

-¿Perdón?

Mas su pregunta quedó sin respuesta. De un momento a otro, todos los guerreros de la armonía partieron en la dirección indicada, sin mirar atrás, sin esperar más indicaciones… se encaminaron directamente a la misión que les fue confiada.

No pasó demasiado tiempo cuando lograron cruzar las fronteras y entraron a lo que parecía ser el reino del caos. Sin embargo, algo parecía ir muy mal. La tierra era frondosa, el cielo claro pese a una singular cantidad de nubes, los ríos brillaban como la plata mientras se acercaban a lo que parecía ser una hermosa montaña. Aún así, siguieron su camino, pensando que podría ser alguna clase de artimaña en busca de que bajaran la guardia.

En menos de tres horas llegaron a la cima de esa montaña. El viento rugía mientras las nubes tormentosas trataban de abrirle paso al Sol y a su cálida hermosura. En plena cima, un trono de piedra se erguía, hermoso y cubierto de brillantes runas. Apoyado en él, una enorme espada, aparentemente nunca utilizada. Mas todos esos detalles no fueron lo que les llamó la atención a los extranjeros guerreros. Sentado en el trono, un gran hombre, envestido de una imponente armadura completa, una capa roja como sangre, y un casco astado completamente cerrado con apenas un par de espacios para permitir ver sus ojos brillantes como el fuego [N. de A.: ver diseño de Garland para Dawn of Souls, pero más estilizado].

-¡Ser de la discordia, es hora de acabar con tus planes de dominio y destrucción! – saludó Garland, haciendo aparecer su arma, una mandoble, en su mano. – ¡Hemos sido invocados para destruirte y traer paz a este mundo, y claramente lo haremos!

Junto a él, los demás también tomaron sus armas y se pusieron en posición de combate.

-¡¿Qué clase de acto de traición es éste? – se alteró el dios, sorprendido. – ¿Planes de dominio? ¿Destrucción? ¡Infamia! ¡Calumnias!

-No puedes engañarnos – continuó León. – Hemos venido bajo la bendición de la diosa Cosmos con la misión de acabar con tu eterna maldad.

-Es hora de acabar con este interminable conflicto – sentenció Seifer.

-Con que eso es lo que ocurre – habló Caos, tras unos momentos de silencio, poniéndose de pie y tomando su arma. – Si es lo que quiere, ¡entonces sabrán de verdad qué es conflicto!

Su enorme poder hizo que la gran mayoría de los guerreros apoyara una rodilla en el suelo para tratar de recuperar el equilibrio. Las nubes se tornaron negras y cargadas de relámpagos, mientras que los vientos arrastraban consigo parte de la nieve que cubría la cima. Las runas del trono brillaron con ira mientras el dios se disponía a atacar.

No obstante, su primer intento de ataque fue rápidamente tornado en defensa pues, en un veloz abrir y cerrar de ojos, Sephiroth se encontraba encima de él a punto de dar el primer golpe. Seguido de él, venía Garland corriendo para dar un fuerte abanicazo.

Caos repelió con total facilidad al Soldier, enviándolo por los aires hacia donde estaban los demás, para luego dar un gran salto y esquivar el inminente ataque de mandoble. Al volver a tierra, llegó cerca de donde se encontraban los demás y se preparó para entablar combate con todos a la vez.

Celes, sin perder un solo instante, tomó su espada y la imbuyó con un hechizo, tratando de darle mucho más fuerza y así hacer frente al inmenso poder del dios del caos. Sin embargo, su primer ataque fue contra-atacado por una suave patada con total facilidad, lo cual hizo que ella perdiera el equilibrio y estuviera a total merced del siguiente movimiento enemigo, el cual nunca llegó gracias a una veloz intervención de Seifer y su gunblade.

El arma, estallando, repelió el potente abanicazo del arma divina, mas no fue capaz de hacer perder el equilibrio del oponente, quien, siguiendo la cinética, tomó al joven por el rostro con su mano libre y lo tiró contra el suelo con una brutalidad propia de él mismo.

Saltando por sobre la chica, León trató de clavar su espada por el punto ciego de Caos, mas fue repelido con un rápido golpe con el reverso del puño. Simultáneamente a ese último movimiento, un par de espadas lograron golpear la armadura; Noah se había escabullido lo suficientemente rápido para no ser visto y dar el primer golpe… mas fue en vano: la armadura y las energías del dios eran tan poderosas que ni siquiera una pequeña raya quedó plasmada en la pechera atacada.

Tal fue la sorpresa para ambos, tanto para Noah por no causar daño como para el dios por haber sido tocado, que los dejó helados. No obstante, aquel congelamiento se vio interrumpido por un poderoso Firaga de parte de Golbez, apoyado por un Thudaga de Celes. El estallido forzó a Noah a retroceder un par de pasos, mas pronto todos se percataron de que el daño fue inexistente y que tan sólo habían logrado enfurecer a una bestia hace mucho dormida.

Mas, antes de cualquier iracundo contrataque, Garland llegó hasta Caos en un potente salto. El vertical ataque fue bloqueado y ambos se quedaron viendo fijamente al otro lado de sus respectivas espadas. No obstante, algo extraño ocurrió: las energías de ambos se repelieron de un modo jamás previsto y todos los guerreros fueron lanzados por los aires, quizás para caer libremente hasta las faldas de la montaña.

No fue una victoria ni una derrota. Sin embargo, Caos se encontraba nuevamente solo, pensando en qué rayos estaba ocurriendo. Fue entonces cuando, quizás por una idea residual o por alguna vagueza, recordó el acuerdo hecho hacia demasiado tiempo y, por ende, la inminente traición de Cosmos.

Su cordura se quebró ante la ira y la frustración y, haciendo estallar su aura, quebró la montaña. Las negras nubes se esparcieron por todo su reino y el plateado río fue remplazado por ardiente lava. Una lluvia de fuego siguió con el rugiente viento mientras el feroz dios destruía lo que tenía a su paso, jurando acabar con quien le había traicionado y a sus marionetas traídas por la Brecha Interdimensional.