Bueno, lo prometido es deuda. Aquí va el three-shot que una lectora muy asidua me sugirió. Espero que lo disfruten y que, una vez más, me regalen su apoyo y su tiempo para leerme y comentarme. De antemano se los agradezco mucho pero mucho, mucho.

CASTLE Y SUS PERSONAJES SON PROPIEDAD DE ABC STUDIOS.


CAPÍTULO I

El papeleo siempre es un fastidio. Es tedioso, aburrido, cansado, abrumador y todo los adjetivos que se le puedan achacar a las obligaciones menos atractivas de cada puesto de trabajo, sea cual sea éste. Para la detective Beckett, si bien la fase de documentación de cada caso que cierra jamás ha sido atractiva, lo cierto es que desde que Richard Castle apareció en su vida, esa parte pasiva de su labor se ha vuelto, al menos, tolerable. Es inútil negar que el hecho de tenerlo ahí sentado junto a su escritorio, ocupado con alguna de las aplicaciones de su teléfono o incluso perdido en otro mundo mientras escribe en su laptop, constituye un gozo muy particular para los dos. Son momentos de silencio y calma durante los cuales pueden disfrutar de la mutua compañía sin la adrenalina y las emociones extremas que comparten cuando resuelven un caso, juntos. Es tal la conexión silenciosa que han llegado a desarrollar bajo esas circunstancias, que el papeleo es bienvenido siempre y cuando él esté ahí, brindándole el innegable placer de su compañía. Misma que le ha sido negada hoy, por cierto.

Esta mañana el papeleo es ni más ni menos que la monserga que está diseñado a ser…porque su compañero hoy no está…y ella lo extraña endemoniadamente. Ese no es un sentimiento nuevo. Hace mucho más tiempo -más del que ella está dispuesta a reconocer- que la necesidad de él y de su presencia se ha vuelto una constante en la vida de Kate. Hace mucho que él, más que sólo su compañero, es su amigo, su mejor amigo de hecho… y que la detective ha reconocido para sí misma cuan indispensable es para ella ese amor confeso que se ha convertido en una especie de cobija protectora y cálida que le brinda abrigo permanente contra el frío y la oscuridad del mundo. No logra entender cómo fue capaz de sobrevivir sin él durante los tres meses aciagos de su recuperación; se ha jurado a sí misma que si pudiera volver el tiempo atrás, no lo mantendría alejado ni un solo día…de verdad que no lo haría. Y si pudiera regresar el tiempo, tampoco le mentiría otra vez respecto a su confesión de amor.

Suspira Kate, soltando por un momento el bolígrafo que sostenía en su mano derecha para luego llevarla a su frente, frotándola como si con eso se fueran las preocupaciones y remordimientos. Esa mentira que le ha sostenido a Rick por un par de meses ya, la está atormentando cada día más. Han sido muchas las noches que ha permanecido despierta hasta las primeras horas de la madrugada, analizando, desmenuzando hasta la última pieza del complicado rompecabezas que es su vida emocional. Con la ayuda de su terapeuta son tantas las cosas que se han ido aclarando que, no hace mucho, llegó a la conclusión de que definitivamente mentirle al hombre que la ama, fue un error del que se arrepiente todos los días y a todos horas. Haberlo reconocido ya es todo un logro realmente; ahora el problema –gran, enorme problema- es que no sabe cómo desenredar ese entuerto sin arriesgarse a lastimarlo una vez más, a ser víctima de un enojo perfectamente justificado y a perderlo, pero esta vez en brazos de alguna mujer que no tenga tantas complicaciones y que pueda ofrecerle todo lo que ella le niega por…por cobarde; a estas alturas no es por otra cosa que por cobarde.

Cuando lo volvió a ver luego del atentado, negar que lo había escuchado revelar sus sentimientos fue un acto nacido del miedo, de la confusión, del dolor físico y moral, del cansancio, y de la incapacidad natural y comprensible de lidiar con cualquier otra cosa que no fuera la función básica –y en ese momento muy dolorosa- de respirar… La reacción lógica de querer retraerse y sanar estaba más que justificada entonces y no era humano esperar o exigir más de ella. No pensaba con claridad ni estaba en condiciones de controlar la vorágine de emociones que la desbordaban. Entonces había una explicación válida para su evasiva y para su mentira…pero, más pronto que tarde, dejó de serlo. Una vez que volvieron a verse, luego de tres meses de ausencia y silencio, la negación fue deliberada y alevosa…y Kate en este punto lo admite, lo acepta, y pasa cada día con su noche, pensando en cómo revertir el yerro. Especialmente luego de que vio de cerca cómo una preciosa mujer abordó a Rick hace varias semanas, y estuvo incluso demasiado cerca de hacerlo caer en sus redes mientras ella, con todo el dolor de su corazón, intentaba hacerse a un lado, desanimada por el opresivo peso de su pecado por omisión.

Aún tiene muy fresca en su memoria aquella tarde en la que vio con alivio como Rick dejó partir a Serena Kaye y todas las posibilidades que con ella se fueron, conformándose con una cena en Remy´s junto a su complicada compañera, quien no ha sido capaz de ofrecerle más que vagas promesas. Y recordarlo le duele…le ha dolido desde el momento mismo en que notó la atracción de Rick por la bella investigadora de seguros. El miedo a perderlo en otros brazos mientras ella se debate entre su indecisión y sus inseguridades, es como un fardo que carga sobre los hombros y que ha acelerado definitivamente el proceso de reconocimiento de sus fallos y la disposición a actuar en consecuencia…aunque el terrible miedo a perderlo sea ahora su único y más efectivo freno. Pero nadie sabe lo que puede suceder cuando se juntan elementos tan peligrosos como una tercera en discordia, una verdad oculta, la desesperanza que puede gestarse con paso del tiempo, y un hombre atractivo que es el sueño de cualquier mujer. Kate está muy segura de no querer averiguarlo, así que…

El timbre de su teléfono móvil la sobresalta apenas de tan perdida como está en sus reflexiones. En ademán automático lo toma y enlaza la llamada luego de que sus ojos y su cerebro registran de quien se trata, aunque sin salir del todo de su estado meditabundo. De la misma forma sus labios, producen la respuesta, su mente apenas si procesa la pregunta que se le hace y difícilmente podría decirse que filtra la respuesta.

-¿Qué quieres, Castle?

-Dime que me necesitas…

-No sabes cuánto… –Responde su subconsciente, sumergido como está en los discernimientos previos.

Un segundo de silencio. El filtro se recoloca con brusquedad y eficacia ante el desliz cometido. Del otro lado de la línea, el rostro de Castle es una oda a la dicha y la esperanza. Las réplicas empiezan a tomar forma en las mentes ágiles y puestas repentinamente en acción…pero no alcanzan a volverse palabras porque una voz siniestra resuena hasta hacerse escuchar por los presentes y por la ausente en el banco desde el que el autor llamó a la musa, y que ahora, de un instante a otro, está sellado y bajo la amenaza de una tragedia.

La pregunta, la respuesta involuntaria y todas las potenciales consecuencias derivadas de ese intercambio trascendental, quedan congeladas y en compás de espera al volverse la prioridad preservar la vida. Un asalto con rehenes; policías y ladrones que se enzarzan en un juego de astucias que se volverá de vida o muerte. Y Castle está ahí. Es lo único que, a partir de ese momento, ocupa la mente de Katherine Beckett.


La relatividad del tiempo puede llegar a ser espeluznante. ¿Cómo es posible que los minutos puedan parecer siglos de espantosa agonía en los que no sabes si quieres saber o prefieres mantenerte en la incertidumbre por terror a la posible realidad?

Para la detective Beckett, cada segundo que pasa está siendo un calvario. Siente como si el mundo no se moviera suficientemente rápido; como si todo le estorbara y le impidiera avanzar hasta donde se encuentra la única respuesta que le importa en este momento. Sus oídos aun zumban como efecto remanente de la explosión; siente que la visión se le nubla con lágrimas que se niega a dejar salir… No. Aún no es momento de llorar. Primero necesita llegar hasta el origen del siniestro y encontrar la certeza que le robará o le devolverá la vida. Porque entiende, con claridad nueva, que si Richard Castle –su compañero, su mejor amigo, el hombre al que en silencio ama- ha muerto, una parte de ella se habrá muerto junto con él. La sola idea de un mundo sin Rick la cimbra hasta los cimientos de su alma. No puede concebir la sola posibilidad. No, no, no. No puede irse; no puede dejarla; no puede acabar todo antes de haber comenzado; no puede abandonarla en un mundo que si él será gélido, vacío, carente de sentido…no puede marcharse sin saber cuánto lo ama y sin vivir la vida que ella sueña tener en común con él pronto…muy pronto.

Le está costando más fuerza de voluntad de la que cree tener el mantenerse estoica, profesional, enfocada, cuando por dentro siente que se rompe en pedazos por el miedo y el dolor. El tiempo se estira y el mundo se mueve lento. Ella agoniza ante la espera, la posibilidad, la espantosa incertidumbre. Pero obliga a sus piernas, que se sienten débiles por el miedo, a moverse en largas zancadas; obliga a sus brazos tensos a sostener su arma; obliga a su voz trémula a brotar firme, sonora, para llamarlo sin disimular las ansias, la desesperación y el pánico. Una parte de su cerebro registra la preocupación propia de una policía por el puñado de civiles que pueden estar dañados debido al atentado; pero es por Rick por quien su corazón grita, sangra, ruega. Teme lo que puede encontrar; le urge saber…pero le aterra el peor de los escenarios. Sigue buscando, sigue gritando su nombre como un mantra al que se aferra con la esperanza de que lo mantenga sano y salvo por el sólo poder de su voluntad y su amor. Sus ojos cansados escudriñan con atención y método en medio del polvo y el caos…. Hasta que finalmente lo escucha, lo ve. Lo oye pronunciar su nombre con euforia, con alivio y con un inequívoco orgullo al proclamar ante el resto de los rehenes que sabía que ella los rescataría.

Más de una vez ha sentido Kate un placer indescriptible al ver a su compañero llegar ya sea a una escena del crimen, a la 12ª, a su departamento; siempre con una taza de café que tiene la función de arrancarle la sonrisa que ella ya no es capaz de negarle. Pero lo que siente en este momento al encontrarse con él, completo, en una sola pieza, sonriente, feliz de verla…a esto sí no sabe qué nombre ponerle. Las emociones que le revolotean en el pecho son tan potentes y tan vastas que se le atoran en la garganta mientras sus labios se distienden en una sonrisa que refleja fielmente la de él y que es la reservan exclusivamente uno para el otro. Los hermosos ojos cafés se llenan de lágrimas de alegría que no llegan a derramarse cuando le pregunta con voz trémula un tímido "¿cómo estás?" al tiempo que le desata las manos. Es tal la dicha que la embarga al palparlo, al mirarse en esos pozos azules en los que con gusto se ahogaría, que su toque y su mirada se vuelven un poema, una caricia al alma que cala hondo en el hombre que la contempla con embeleso. Por un instante glorioso, el resto del mundo desaparece; Martha que espera impaciente a un lado de su hijo; el resto de los rehenes que aguardan su turno para ser liberados y atendidos; los oficiales que se mueven con diligencia, prestando auxilio… Todo se esfuma y son sólo Kate y Rick ahí y ahora. Nada ni nadie más importa. Sólo son ellos dos y la bendición de saber que, una vez más, la vida les ha concedido otra oportunidad de vivir lo que no han vivido; de decir lo que no han dicho; de confesar lo inconfesado.

Y el peso de una revelación recae sobre la mujer que hace apenas unos minutos temía haber perdido definitivamente la posibilidad de volver realidad un sueño con el que lleva soñando desde hace demasiado tiempo. Ahora siente como si hubiera pedido un milagro y se lo hubieran concedido, pero con un precio a pagar: el de aprovechar el tiempo que les ha sido otorgado y dejar de desperdiciar las oportunidades que la vida le brinda para ser feliz en la forma del hombre que ama con locura. Paradójicamente, no es una carga lo que siente encima Kate; al contrario, una sensación liberadora se apodera de ella al hacerse plenamente consciente de que el camino se muestra claro por primera vez en mucho tiempo. Ya no hay encrucijada, sólo un sendero despejado y llano en cuyo final la espera aquél sin el que, ahora lo sabe, la vida no sería digna de ser vivida. Hace apenas unas horas se debatía entre sus remordimientos y sus miedos; ahora, la señal le ha sido dada y no va a desatenderla.

Sigue Kate acariciando la solapa de la chaqueta de Rick. Siguen sus ojos prendados de esa imagen tan querida y añorada. Y, poco a poco, imperceptiblemente, se acercan uno al otro como polos opuestos que se atraen sin remedio. Sus frentes se tocan, sus alientos se mezclan, sus párpados se bajan, permitiéndoles deleitarse en la sensación incomparable que les proporciona la cercanía, la seguridad que siempre son capaces de inspirarse, la calma que sigue luego de la tempestad y que disfrutan –gracias al cielo- juntos. Si el tiempo pasa o no pasa, para ellos no importa. El breve espacio que los separa se llena con sentimientos que gritan en silencio y que están a nada de cobrar la forma de un beso en el que se vacíe sin remedio todo lo que hasta hoy se ha guardado corazón adentro.

-Él no es el único aquí, ¿sabes? –El inconfundible tono de impertinencia tan propio de Martha Rodgers los saca de su estupor, rompiendo el encanto con apenas un puñado de palabras inoportunas.

Kate se ruboriza y se mueve nerviosamente, consciente de lo inapropiados que son el lugar y las circunstancias para dejarse llevar por la tempestad que se les ha desatado dentro. Rick, por su parte, reclina la cabeza contra la pared y cierra los ojos en lo que es reconocido como el ademán universal de disgusto y fastidio. Ama a su madre y agradece a todo poder superior haber podido sacarla de esto sana y salva, pero bien sabe Dios que a veces quisiera que fuera muda…o más prudente y oportuna por lo menos. Cero y van dos interrupciones más que lamentables el día de hoy en lo que a sus avances con Kate se refiere, y no ve la hora de poder tenerla a solas para concederse esa conversación que ya es impostergable luego de todo lo ocurrido. Pero por ahora toca armarse de paciencia una vez más y esperar a salir definitivamente de todo esto antes de ingeniárselas para tenerla a solas, y una vez que lo logre, está dispuesto a no acumular ni una sola oportunidad desperdiciada más.


Definitivamente fue uno de esos casos raros y difíciles que empezó como un asalto a un banco con toma de rehenes, y terminó involucrando un asesinato y el secuestro de un pequeño al que intentaban arrancar de los brazos de su madre. Una vez fuera del banco siniestrado, Rick, Kate y el resto del equipo, con la sinergia y eficacia que los caracteriza, lograron esclarecer los crímenes y, lo más importante, atrapar al culpable, rescatar al pequeño y librarlos a él y a su madre de la amenaza que constituía el violento padre de la criatura y perpetrador del plan malogrado que al final costó la vida de los asaltantes nada más.

Kate y Rick, ahora sentados en sus respectivos asientos en la 12ª, intentan liberar los restos de la adrenalina a través del consabido ir y venir de bromas y juguetonas provocaciones. Pero ambos saben que debajo de esa superficie de ligerezas e intrascendencias, yacen certezas nuevas que se develaron hoy al calor de impulsos reprimidos expuestos involuntariamente, y de los propósitos renovados por el miedo a perderse.

Es Kate quien se atreve a ponerlos a ambos en el camino desconocido y anhelado que han empezar a recorrer, sugiriendo lo único que se le ocurre en el afán de procurar las condiciones necesarias para lo que hay que escuchar y decir.

-Entonces… ¿Vamos al Old Haunt? Te invito un trago.

-Acepto, Kate; pero con una condición…

-¿Cuál?

-Cenamos en mi casa, con mi madre y Alexis; una vez que me asegure de dejarlas más tranquilas, soy todo tuyo. ¿Aceptas?

-Todo mío, ¿eh? –Replica la dama, arqueando la ceja y con un tono seductor que no deja lugar a dudas sobre su cambio de intenciones-. Acepto… Una oferta así es demasiado tentadora como para rechazarla.

Continuará…


Gracias por leer y comentar. Nos leemos en el siguiente capítulo. ¡Feliz Lunes de estreno de temporada!

Valeria.