Mundo mágico es algo más que magia.
Aclaración. Nada de lo relacionado con Harry Potter me pertenece. Sólo son míos algunos personajes que inventé.
Nota: Las // Indican cambios, por ejemplo que se deja de narrar lo que hacen un personaje para pasar a contar lo que hace otro, que quizá, ni sabe del anterior (espero explicarme).
Capítulo 1. Introducción.
La estación King's Cross, en Londres, se hallaba abarrotada de personas. Magos y Brujas se mezclaban entre los muggles, (personas sin ningún poder mágico) para dirigirse al único andén sólo para ellos, el 9 y ¾.
Una niña de unos doce años acababa de despedirse de sus padres, antes de cruzar la barrera que separaba el andén muggle del mágico.
-¡nos vemos! ¡prometo escribirles seguido!- exclamó, antes de empujar su carrito donde tenía sus pertenencias.
Apenas hubo cruzado, escuchó una voz que decía su nombre
-¡ahí estás, Mary! ¡te estaba esperando!.
Un joven de la misma edad que la chica, demasiado alto, se acercó a ella.
-¡Hola, Peter! ¡por fin nos vemos! ¿Qué tal estuvo el verano?
-Tranquilo, bastante tranquilo. No puedo quejarme, se nota que mis hermanos ya están creciendo, ahora se comportan mejor.
Mary rió. Peter era uno de sus mejores amigos, tenía dos hermanos mellizos de nueve años, pero según él, eran muy inquietos.
-Sería mejor ir subiendo al tren, así buscamos un compartimiento antes de que lleguen los demás- comentó Mary.
Así lo hicieron. Con algo de dificultad, empujaron los baúles entre la gente hasta poder subirlos. Luego fue más fácil moverse, y finalmente, encontraron un compartimiento libre, donde se acomodaron.
-espero que los demás lleguen pronto, no quiero que pierdan el tren- pensó Mary en voz alta.
-¡no seas pesimista!. Seguro llegan. ¡mira, ahí viene Susan!.
Susan Ward era otra amiga de Mary. También cursaba segundo año en Hogwarts, en la misma casa que ella, Peter y John Barker, el otro miembro del grupo. Los cuatro estaban en Ravenclaw. Habían formado un grupo muy unido casi desde el primer día, en el banquete, y eran inseparables.
Susan no tenía hermanos, y John una hermana.
Mary era hija única, pero tenía una muy buena relación con sus padres. Ellos eran muggles, a diferencia de los padres de Peter y Susan, pero igual que los de John. Cuando su hija recibió la carta, primero pensaron que era una broma, pero cuando días después, un anciano de apellido Dumbledore apareció en su casa y les explicó, accedieron gustosos a que su hija aprendiera a manejar sus, como ellos las llamaban, abilidades. (Eran muggles y por eso aún se extrañaban ante todo el asunto).
-¿Qué tal tu verano, Susan?- preguntó Mary
-¡muy bueno!- respondió ella, sonriendo. Era una chica muy alegre, a veces demasiado. -¡No saben! Mi padre dice que vamos a ir a Egipto para las vacaciones de navidad, es excelente! Allí hay de todo.
El señor Ward trabajaba en el ministerio de magia, en el departamento de cooperación mágica internacional. Por esto mismo, se veía obligado a viajar a otros países con frecuencia, y siempre que podía, llevaba a su esposa e hija con él.
-¡fantástico! Seguro que la pasas muy bien, como la vez pasada cuando fuiste a Francia…- empezó a decir Peter, pero una voz lo interrumpió
-¡ahí están! Los estuve buscando por todas partes. ¿Cómo estás, Peter? ¿Y cómo están, chicas?.
Había llegado el último miembro de ese cuarteto, John.
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Con un jesto de enojo, se abrió paso entre los últimos estudiantes que aún quedaban por subir al tren, empujando su carro, y logró entrar.
Caminó sin mirar a nadie, con expresión vacía, hasta llegar al último compartimiento, entró en él, cerró la puerta y se arrojó en el primer asiento, sin molestarse en subir su baúl al portaequipage. No esperaba, ni deseaba ver a nadie, así que tampoco necesitaba mucho espacio. Sólo esperaba que el tren no se llenara completamente, así lo dejaban tranquilo.
Su vida siempre había sido así, solitaria. No recordaba mucho de su verdadera infancia, cuando era un bebé o un niño de poca edad, pero sus recuerdos desde los cuatro años en adelante eran demasiado nítidos. Hacía poco se había dado cuenta de que era un mago, que no era ningún fenómeno como tantas otras veces le habían dicho, y los sentimientos que lo embargaron no fueron precisamente de pura felicidad. Si, se sintió levemente contento, pero sólo levemente, él creía que ya no sería capaz de sentir felicidad, tristeza o cualquier otro sentimiento humano, nunca más. Sólo una gran amargura… creada por su desagradable vida. El único motivo por el que aceptaba su vacante en Hogwarts era porque esperaba, de alguna manera, olvidarse de su pasado. No deseaba empezar una nueva vida, no tenía ánimos para eso, sólo quería… vivir tranquilo, aunque esa palabra significara ser un roboth.
Con desgana giró su cabeza hacia la puerta, observando a través del cristal a la gente que pasaba. Vio como un muchacho al parecer un año mayor que él lo miraba por un momento, pero luego se alejaba.
Suspiró agradecido, realmente no quería ver a nadie. Aunque sólo tenía once años, se sentía muy mal emocionalmente y cualquiera hubiera creído, por su mirada, que parecía un adulto que hubiera pasado por todas las penas existentes en el universo… y las no existentes.
Se estiró, se pasó una mano por el pelo para acomodárselo (debía recordar cortárselo, ahora que iba a un colegio) y se dispuso a dormir. Ese era, el único momento en el que William Ford podía encontrar un mínimo momento de felicidad, aunque este fuera no pensar, no soñar absolutamente nada.
