El movimiento en la frontera entre Austria y Alemania era extraordinariamente anormal. Desde hacía más de 3 días Roderich se encontraba en su casa, cercana al palacio Holfburg, sede de la cancillería, esperando a que al fin sucediese la anexión. Los años anteriores había pasado por muchas tensiones, y era inminente que lo anexasen. A pesar de que muchos en Austria querían que Alemania los anexase, Roderich de verdad sentía que esa alianza no era para nada conveniente.

Un oficial del ejército austriaco ingreso a la casa, buscando al señor Austria. Este se encontraba vestido con una elegante levita negra, botas altas de cuero y camisa de cuello almidonado, como si fuese a alguna gala.

— señor Austria, el canciller Seyss Inquart le está esperando.

— dígale al canciller que en quince minutos voy.

Muchos se oponían a esa unión: Hungría e Italia habían intentado de mil y un maneras intentar convencer a Alemania de que desistiera, pero todo fue en vano. Inclusive el mismo Inglaterra, su aliado de antaño había hecho varias concesiones a Alemania como la devolución de Renania para frenar el proceso de anexión, pero ya era tarde. Von Schnussnig, su anterior jefe no podía hacer nada, y cedió su cargo a Arthur Seyss Inquart, quien deseaba con todas sus fuerzas consumar la anexión.

Repentinamente, arriba el canciller Seyss Inquart a la casa de Austria.

— ya está hecho, Austria. En tres horas viene Hitler y su comitiva, y te iras a vivir con Alemania de ahora en adelante.

— Bueno, si así ha dispuesto el pueblo, solo puedo aceptar —exclamó Austria resignado.

— No lo tomes tan mal Austria —le dijo el canciller— en fin de cuentas es lo que todos querían.

Pero en fin de cuentas, el que menos quería que esa anexión se consumara era Austria. A pesar de que Hitler era austriaco, a Austria no le agradaba la idea de ser anexado, pero no había más alternativa. Ya sabía lo que le podría pasar, y de hecho, después del fracasado golpe de 1934, en el que murió su anterior jefe, Engelbert Dolffus[1], no sabría si lo anexarían por la fuerza o por las vías pacíficas. Pero de lo que si estaba plenamente seguro era que si no cedía, seria aniquilado por completo.

Inglaterra se lo habia advertido, Hungria se lo habia advertido, e incluso Italia sentian que de esa alianza no saldria nada bueno, pero ¿que podia hacer el?. Solo esperar. No queria pasar otro trago amargo como el del golpe de estado de 1934 en el que vio morir frente a sus ojos al odiado canciller Dolffus. El habia propiciado ese tenso ambiente, asi que su destino ya estaba consumado. Pero al menos daba gracias a dios de que el golpe no se hubiese consumado, aunque a la larga habia solo retrasadoel inevitable paso siguiente.

el Anschluss

Había hecho sus maletas. Un auto con tres oficiales de las Waffen SS le estaban esperando.

— señor Austria, el führer y el señor Alemania le están esperando.

Mientras el auto pasaba por las calles de Viena, Roderich miraba como enormes pendones rojos con la esvástica pendían de los señoriales edificios de su amada capital. Se dirigieron por la Sthepenplatz, hasta llegar al Holfburg, en donde Alemania y Hitler les estaban esperando.

A las afueras del palacio se encontraban apostadas varias unidades del Wehrmatch, Alemania estaba engalanado con su uniforme de las Waffen SS luciendo la cruz de hierro con hojas de roble, la condecoración más alta del ejército alemán e incontable cantidad de insignias y Hitler se encontraba a su lado en uniforme de gala. Austria, quien intentaba mostrar algo de dignidad sentía como su ego había sido golpeado demasiado profundo. Ya no era el glorioso imperio austrohúngaro, sino que era una insignificante republica al borde de la quiebra financiera. La consumación de los hechos que lo llevaron a aceptar unirse a Alemania estaba próxima.

Al otro lado de la mesa, se encontraba Ludwig. Pero sin embargo, había notado que no era el Ludwig de siempre.

Era como si tuviera enfrente a otro.

Alemania nazi.

Sin perder la calma, miro el tratado de anexión. Tomo la pluma que estaba a su lado y sin mirar firmo.

Después de rubricar el tratado, Ludwig hizo el saludo nazi hacia Hitler, mientras que Roderich aún seguía algo dubitativo de hacer semejante saludo tan agresivo e indignante.

— concluye lo que hemos hecho, Austria. —Le dijo su "superior" el canciller Seyss Inquart —saluda a tu nuevo superior.

Austria, con un rostro de indiferencia y frustración alzó solemnemente su brazo derecho y con voz solemne, fuerte y algo quebrada respondió al saludo que le había hecho Alemania hacia su superior.

—Sieg Heil, Mein Führer.

Los tres, Austria, Alemania y Hitler subieron al auto mercedes Benz que habían dispuesto para el desfile. Alemania se sentía algo incómodo, tampoco se sentía bien haber forzado a Austria a aceptar la anexión.

El automovil salio junto con una guarda regimental que lo escoltaba dando inicio al desfile triunfal por las calles de viena

Roderich no podia dejar de sentir rabia, por ser exhibido como si fuese un trofeo de guerra. Pero todo estaba consumado. Austria ya hacia parte del tercer Reich.


[1] Engelbert Dolffus fue canciller entre 1932 y 1934, apoyado en el partido cristiano-demócrata y su brazo armado, el Heimwehr. En un intento de golpe propiciado por los nazis austriacos, muere en medio del fuego cruzado mientras el ejército austriaco intentaba retomar la cancillería. El gobierno interino fue asumido temporalmente por el arzobispo de Viena Theodor Innitzer, y a su vez por el ministro de instrucción pública, Kurt Von Schnussnig.