Disclaimer: Ningún personaje nos pertenece, todo es del gran Nobuhiro Watsuki, sino haríamos fiestas con los muchachos jiji. Lo demás es nuestro.
Quebrando normas
By
Cleoru Misumi y Mego
Volviendo a ser
El sol brillaba en medio del cielo, dorando su espalda desnuda, mientras sus manos se encontraban muy entretenidas en las prendas femeninas, que reposaban en la pileta de lavar ropa. Las lavabas con tímidas caricias, con vergüenza, como si sintiera que al tocarlas estaba entrometiéndose en la intimidad de la mujer que… que… aún no estaba seguro, pero creía quererla, mas todavía no la amaba. Necesitaba dar el primer paso para poder descubrir si lograría amarla. Eso le era difícil.
El era muy tímido, ya no era el mismo adolescente de antes que todos llamaron Battousai, ya no era el soberbio chiquillo, que nada le preocupaba, que arrasaba con todo. Ahora era sólo un tonto, un miedoso que no se atrevía a luchar por lo que deseaba. Ahora era solo un cobarde que no se atrevía a dar el primer paso hacia la mujer que le gustaba, porque ella le daba miedo.
Respiro hondo, tenía que hacer algo con su persona, tenía que demostrar que algo quedaba en él de aquel indomable joven de coleta alta y espada afilada. Se paró y miró al cielo buscando ayuda. El sol lo cegó por un instante y eso fue suficiente para obtener el valor que necesitaba para entrar en el dojo, tomar a la mujer que le gustaba y mostrar todo lo que sentía, sin remordimientos ni temores. Bajo la vista del cielo y miró las puertas del lugar, mientras un destello ámbar se colaba en su mirada, transmitiéndole un fuego indomable a su interior.
Busco en todo el piso inferior y no encontró a la joven que le robaba los sueños. Pensó y pensó donde debería estar. Rascó su cabeza mojándose el cabello. Esto le causo algo de confusión, vio sus manos y encontró una de las ropas interiores de la joven durmiendo en su mano. El sonrojo le volvió y casi pierde el valor, pero no fue así, sino todo lo contrario, pues su "yo" interno murió de ganas de verla con esas prendas, lo que hizo que aumentara ese lindo brillo en sus ojos. Guardó la ropa interior en sus ropas y se dirigió a la habitación de la chica. Ella tenía que estar allí.
Subió las escaleras con decisión, caminó hasta la habitación de sus dolores de cabezas y cuando iba a tocar la puerta, oyó unos jadeos provenir del interior. Se olvidó del toque y cualquier otro gesto de cortesía y abrió con sigilo la puerta para ver en medio de la habitación algo que le encogió el corazón.
Allí abrazados, bañados de sudor, entrelazados en ardientes caricias se encontraban ella, la mujer que gustaba, y su mejor amigo. Se movían al compas de las agitadas respiraciones, cuando ella lo vio recostado sobre el marco de la puerta con los brazos cruzados, mientras trataba de moderar su respiración y sus ojos lavanda luchaban por no dejar entrar el ambar. Llena de la vergüenza tapó su menudo cuerpo con él del hombre que estaba a su lado, mientras buscaba alguna explicación lógica para sus actos, mas no la encontró, de su boca no salía sonido alguno, sino el respirar mudo de quien se ahoga. Su acompañante de cama, el fornido joven que la consolaba, miraba al pelirojo de la puerta lleno de arrepentimiento.
- Kenshin, yo… - trató de decir la joven pelinegra
- No digas nada Kaoru – dijo Kenshin y ella tembló ya no existía el dono, ya no había respeto, sólo era ella, una simple mujer.
Kenshin cerró los ojos tratando de controlarse, tratando de mantener rezagado esa parte de su ser que lo llevaba a cometer locuras. Esa parte que era él en sí, la parte que por tantos años había tratado de opacar. La parte que amenazaba con salir a la luz, al ver la mujer que quería, pues si la quería con locura al fin se daba cuenta, en los brazos del moreno, de ese joven, que le podía dar más que él. Más alegrías, más emociones, más agilidad, pero no su experiencia. Él, sólo él, era capaz de poder volverla loca, él era el único que la podía llevar al cielo, él era el único que podía hacerla temblar de una palabra, de un roce, de una mirada. Su verdadero yo, el mal llamado Battousai, era quien podía extasiar a aquella joven, no ese muchacho inexperto.
Abrió los ojos lentamente y la habitación se iluminó con aquella dorada mirada, sus ojos habían cambiado. Ya no era el sumiso el que lo dominaba, ahora era su ser, su esencia de vida el que gobernaba, ya no habría más oro disfrazado de amatista, ahora habría oro disfrazado de oro, de ambar.
Levantó la mirada y la clavó en el sudoroso joven, asesinándolo con ella. Buscó alrededor de su cintura su espada, pero allí no estaba. La joven se percató del gesto y con paso firme, envolviendo su cuerpo con la sábana que cubría el cuerpo del joven, caminó hasta donde el pelirrojo y lo miró a los ojos. Al verlo sintió sus piernas temblar y un hueco abrirle el corazón. Ese no era su Kenshin, ése era el legendario Battousai, ese era el hombre al que temía. Dio un paso hacia atrás, pero el hombre que la miraba con ira, con deseo, con amor, la tomó del brazo y la atrajo hacia él con fuerza, haciendo que se estampara con el duro pecho, teniéndola a centímetros de su cara. Mirándola a los ojos, como si deseara devorarla, le habló al tercer ocupante de la habitación.
- Largate Sagara – dijo Kenshin (Battousai)
- Kenshin… - dijo Sano – yo…
- Desparece antes de que te mate – dijo Kenshin
- No te temo – dijo Sano levantándose desnudo del futón.
- Pues lo harás – dijo Kenshin con voz grave
- No, Kenshin, no le hagas daño – dijo Kaoru
Kenshin la miró y vio en sus ojos suplica. Suplica que no aceptaría, debió haber pensado bien las cosas antes de hacer lo que hizo. La soltó lentamente y caminó con paso firme hacia el joven. Se paro delante de él y lo vio mirarle lleno de dolor, pero aún así mantenía la cabeza altiva, como si después de todo estuviera preparado para las consecuencias de sus actos. Kenshin cerró el puño y antes de preverlo, ya el puño se encontraba en la cara de Sanosuke.
Sanosuke vio venir el primer golpe, luego el segundo, después el tercero, hasta que perdió la cuenta, mas en ningún momento se defendió, pues el sabía que él se lo merecía, el había traicionado a su mejor amigo. El había traicionado a quien le confió toda su vida sentimental, traicionó al que menos debía, y no fue por capricho. Recibió cada uno de los golpes como su penitencia, como su reinhibición del pecado.
Se deleitó en golpear aquel fornido cuerpo del luchador como años atrás. Se sintió vivo otra vez, mas no del todo, su contrincante no se defendía. Al darse cuenta de esto detuvo los golpes o tal vez fue porque una joven se interpuso entre él y su victima. La vio echarse sobre el cuerpo desnudo del moreno y tratar de aplacar los golpes con su cuerpo. Eso le enfureció, lo que hizo empujarla con fuerza y lanzarla a una esquina de la habitación. Viendo el camino libre iba a proseguir con su ruda tarea, mas ya no quedaba cara que golpear, era un masacre griego el que se expresaba en aquel rostro. Lo miró en el suelo por largo rato. Y levantando suavemente la comisura de los labios, en una burlesca sonrisa, le escupió el miembro, despectivamente.
- ¿Ahora te sientes mejor Kenshin? – preguntó Kaoru desde una esquina.
- No – dijo él, mientras caminaba lentamente hacia ella y la tomaba del suelo con rudeza.
- Suéltame – suplicó ella
- Suéltala – dijo Sanosuke desde el suelo tratando de incorporarse, mas cayendo en el intento.
- Cállate idiota – dijo Kenshin – haber preciosa, ¿dime que le vistes a ese tipo? – dijo mientras le agarraba el rostro con dureza y le mostraba el cuerpo golpeado de Sano el suelo – Por lo que veo, no hay mucho que tenga que ofrecerte – dijo Kenshin señalando el entrepierna del joven – Pero tu, ¿que le puedes ofrecer tu? – dijo Kenshin tratando de quitarle la sábana a la joven, ganándose una bofetada.
- No me toques – gritó Kaoru
- Jajaja eso dices ahora querida – dijo Kenshin sobándose la mejilla – Me gustan así, como tu, feroces, me encanta domarlas – dijo en el momento que la agarro del rostro y con brusquedad extrema se apoderó de la boca de la joven, mordiéndola y entrometiéndose en ella con furia, con ganas, con un deje de odio. Sin previo aviso la soltó y esta cayó al suelo temblando. – Ahora muñeca, tienes de donde escoger – dijo el pelirrojo guiñándole un ojo.
Salió de la habitación sin mirar atrás. Sin mirar a las dos personas que lloraban sin control, las dos personas que lloraba por él. Las dos personas, que se sentían sucias ante la verdad. Se sentía culpables, culpables por traicionar a quien menos debían. A la persona que les entregó su vida sin pedir nada a cambio, el que confió sin dudar, el que ahora salía del dojo, con el corazón hecho añicos y portando su personalidad menos deseada, la de un asesino. El asesino, que no los asesino, el asesino, que les dio una lección merecida, el asesino que se quedó corto ante su lección para ser un asesino.
Continuara…
¿Que decirles?
Este es nuestro nuevo fic, espero que les gustes. Como verán, es un fic entre dos lokitas hermanas. Este capítulo lo ha escribido Cleoru Misumi, el otro lo escribirá Mego, así que verán un poco de diferencia en la redacción, pero nada trastornante jaja.
Espero que les haya gustado, cualquier comentario, por favor de notificarlo, alguna mejora, o incluso si es una mierda y debemos darnos por vencidas.
Gracias
Besos
Cleoru Misumi y Mego
