¡Hola!

Es el primer fic que escribo aquí, siempre había leído muchos pero nunca me había animado a escribir uno; también puede que me faltara inspiración. Pero después de leer la trilogía Divergente y darme cuenta de que Eric era uno de mis personajes favoritos (no preguntéis cómo, pero me encanta:3) decidí escribir esto. Espero que les guste, y disfruten leyéndolo tanto como yo al redactarlo.

Agradecería mucho que a los que lo han leído comenten sobre qué les parece, qué no le gusta, qué si... Esto provocaría mi mejora para un futuro (espero que próximo). Muchas gracias por darle una oportunidad.


Introducción.

Mi nombre es Anaís Bones, y soy una cordial a medias; si es que eso existe.

Veréis, desde que nací había estado conviviendo entre los grandes campos de cordialidad. Disfrutando de la naturaleza, aspirando el aroma que proporcionaban las plantas y las frutas plantadas con mimo alrededor de nuestras cabañas de madera. Mi vida había sido totalmente sencilla; sonreír, cantar, bailar, plantar, cosechar... Pero sentía que me faltaba algo, que necesitaba otra vida. Siempre había sido algo borde, agresiva, malhumorada y sobretodo, impulsiva. Ya estaba harta de tanto suero de la paz. Ya había admitido que no pertenecía a este mundo.

Lo primero que te enseñan en Cordialidad es tu objetivo en la vida. Muy sencillo, lo único que necesitas es ser feliz, nada más importa. Pero yo era diferente, no me gustaba estar todo el día sonriendo, riendo las tonterías de alguien, siendo amable con los demás... Hasta con quién no lo merecía. No. Yo quería saltar de un tren en movimiento, plantarle cara a la vida, ser realista, poder luchar, ser capaz de cuidarme sola, quería ser fuerte, quería pasar el resto de mi vida luchando por los demás. Yo quería ser osada.

Mis padres siempre me decían que valía la pena pasar un momento doloroso si eso acarreaba tener una vida feliz. Por eso, cuando mi prueba dio como resultado Osadía no me lo planteé dos veces. Era lo que siempre había querido, y nadie me iba impedir cumplir mi sueño. Si bien las pruebas de iniciación iban a ser difíciles, no me importaba porque siempre recordaría el consejo de mis padres.