Hola
Hola!! Aquí esta mi primer fic de esta estupenda serie que es Inuyasha. Decir k ya he leído algunos muy, muy buenos, de echo insuperables, y eso mismo me animo a escribir un fic de la pareja inu kagome.
Este fic en un UA y en un fic de época, no se exactamente que fecha, alrededor del siglo XVI o XVII... más o menos.
La historia es mía, producto de una noche en desvelo y una imaginación muy alocada... aun así espero k os guste y os entretenga.
Es todo por ahora, nos leemos, By
El oleaje permanecía agitado, testigo de la amenazante tormenta que había experimentado tan solo unas horas antes; entre las olas, el luminoso reflejo de la luna nueva revelaba los restos de lo que antaño podía haber sido una poderosa embarcación, mas sin embargo ahora, se reducía a un montón de escombros y restos de cenizas y cadáveres caídos a la mar.
De haber habido algo más de luz, también se podría divisar otra embarcación, con los cañones aun en posición de ataque, numerosos ecos de victoria, y una amenazante bandara negra meciéndose en el aire, alejándose velozmente del lugar del asalto.
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A kilómetros de allí, en la capital del reino Tashio, nadie parecía preocuparse de los sucesos acontecidos en la mar, es más, una vez transcurridas las peores horas de lluvia y truenos, aprovechando que el clima comenzaba a templar, los preparativos del cumpleaños del príncipe Inuyasha, segundo hijo del gran monarca Inu Tashio, cuyo apellido hacía honor al nombre del reino, recobraban importancia, convirtiéndose en el evento más importante de la capital.
Las calles ardían de vida, los niños habían tomado fiesta en las escuelas y las niñas fabricaban nuevas ropas para sus muñecas. Los cotilleos inundaban las esquinas, y allá donde miraras el tema seguía siendo el mismo.
- Son ya vientres años los que cumple nuestro príncipe y dicen que por cada cumpleaños se vuelve más apuesto y deseable. – comentaba una tejedora al resto de sus compañeras.
- ¿Vosotras qué sabréis? – Regañaba otra de las mujeres, con aspecto más anciano y responsable que el resto de las jóvenes - ¿Acaso lo habéis visto alguna vez?
Ante eso todas callaron. Obviamente ninguna de ellas había visto nunca al príncipe en persona, aun así los rumores hacía lo apuesto de su persona igualaban, o incluso superaban a los de su hermano mayor, heredero al trono, Shesomaru.
- Lo que me parece extraño, es que siendo tan apuesto y rico a sus veintitrés años no haya contraído matrimonio con ninguna princesa… su hermano, a su edad, ya lleva varios años casados con nuestra futura reina, la princesa Rin… Incluso nosotras ya estábamos casadas a esa edad, y la mayoría con hijos.
- ¿No estarás insinuando que sea…? – murmuró otra de ellas horrorizada, pero se obligó a callar tras recibir el impacto de un palo de ganchillo en su cabeza, probablemente lanzado por la anciana del principio, quien en esos momento la miraba reprobatoriamente.
- Por supuesto que no – negó otra de las más jóvenes, de aspecto pilluelo y despierto – la prima segunda de mi cuñada, que trabaja en el palacio como sirvienta, me ha contado que rara vez se ve al príncipe solo, de hecho cada noche la disfruta en compañías diferentes… Dice que son frecuentes las disputas entre nuestro rey y el príncipe por motivo de que este último es muy libertino y no quiere asentar cabeza.
- ¿Lo dices en serio? – pregunto entre sorprendida y entusiasmada otra de ellas, mientras las demás la miraban fijamente esperando a que continuase.
La aludida pareció halagada por su repentino protagonismo, y agradeciendo mentalmente sus bueno contactos en el interior del palacio, se apresuro a continuar su informe.
- También se murmura que últimamente es tan solo una dama la privilegiada de aligerarle las noches, y ella es de muy buena familia, tanto que incluso se oyen ecos de pronto matrimonio…
- Entonces – concluyó la primera en hablar - no tardaremos mucho en tener otra fiesta en el reino, y con algo de suerte esta no será de cumpleaños.
Un silencio se produjo mientras cada una de las presentes traducía esas palabras del modo más conveniente, ya sea como un nuevo día festivo, un nuevo miembro en la familia real, posibles futuros sobrinos del monarca, o…
- Sinceramente – dijo una de ellas, textualizando el pensamiento de la mayor parte – envidió a la mujer a la que haga su esposa.
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Horas más tarde, en el más luminoso de los salones que formaban el palacio, numerosos invitados pertenecientes a las familias más altas de la nobleza, comían, bebían, bailaban y presentaban sus respetos al homenajeado, quien trataba inútilmente de concentrarse en el protologo y ser amable con todos los invitados…, no era caso de provocar una guerra, o eso mismo se repetía cada vez que un noble alargado le estiraba la mano y el se veía obligado a estrechársela con una falsa sonrisa en la boca e hipócritas cumplidos en los labios.
- Parece que te diviertes – ironizo cierto noble amigo suyo sobresaltándolo por la espalda.
- Un estúpido saludo más y mandaré al hospital a cualquiera quien sea el desgraciado que lo inicie. – amenazó Inuyasha, malhumorado.
- ¿Aunque sea una linda dama? – tanteo el pelinegro con una pícara sonrisa en los labios.
- Eso depende de cuan "dispuesta" este esa dama… - ironizó el de ojos dorados.
- Hablando de damas… qué hay de esa que te seguía a todas partes… ¿acaso ya rebaso el limite de celos y posesividad?
- Kikyo - enfatizó el otro – hubo de retirarse para atender a su padre… al pobre no le queda mucho tiempo de vida.
- Apuesto que no le hizo mucha gracia – rió su compañero al mismo tiempo que desviaba la vista para contemplar a una de las jóvenes que paseaban por el salón en busca de compañía.
- La misma gracia que le hará a Sango saber como buscas nuevas figuras femeninas ahora que ella esta embarazada – sus palabras causaron el efecto deseado, y una mueca de pánico, prueba de la reacción de su esposa al enterarse, lo hizo retirar la vista rápidamente y fijarla sobre un punto muerto en el horizonte. – Por lo que se ve tu mujercita te tiene bien controlada – era el turno de burlarse de Inuyasha.
No obstante Miroku no respondió, la imagen de Sango enfadada, y más, con el revuelto de hormonas que el reciente embarazo le provocaba, seguía aterrorizando su libertina conciencia.
Inuyasha rió levemente, realmente esos dos se compenetraban bien…, y pensar que hacía solo unos meses era el más descocado de los dos… Bien el dicho de no fiarse de nadie más que de tu propia sobra, ¿cómo se le ocurría a ese cabeza loca dejarlo solo ante las críticas de su padre?
Amor, le contestó él en una ocasión, poco antes de su boda; sin embargo todavía no era capaz de comprender esa palabra…, dudaba incluso que fuese algo más que una ilusión, a pesar de que su hermano también insistía con lo mismo a la hora de referirse a su relación con Rin.
Él podía llegar a entender que a ciertas edades fuera inevitable contraer matrimonio con una persona para prolongar la descendencia, e incluso se podría tomar suficiente cariño a esa persona para que la convivencia fuera agradable…, quizá hasta el punto de morir por ella si fuese necesario, pero de ahí al ¿amor?
No. Decididamente, y en el caso de que eso existiera, no estaba hecho para él. Así que ¿para que acelerar las cosas, la condena, como solía él referirse al matrimonio? ¿No era acaso mejor disfrutar los años de juventud libremente, y ya después unirse a una persona de por vida?
Sus labios se tornaron en una sonrisa y cualquiera que tuviera acceso a sus pensamientos habría adivinado la respuesta.
Aun así, ya superaba por tres años la veintena, y teniendo en cuenta su responsabilidad como príncipe, y heredero al trono si a Shesomaru le ocurriese algo, Dios quisiese que no fuese así, y no porque tuviera demasiado cariño a su hermano, no debería tardar demasiado en formar una familia, y creía haber encontrado a la mujer indicada para ello: Kikyo.
La fogosa y altiva Kikyo, hija única de uno de los nobles más influyentes del reino, y dado el delicado estado de salud de su padre, no tardaría demasiado en fallecer y quedar como única heredera… sin duda era un buen partido para él, ella sería una buena madre para sus hijos y dudaba que la vida a su lado, o mejor dicho, las noches, pudieran ser alguna vez aburridas. Por eso, y solo por eso, permitía el exceso de celos y posesividad que la mujer demostraba para con él.
No obstante, pensaba alargar ese futuro lo máximo posible, y hasta que llegará, o al menos, hasta que Kikyo regresara, nada le impedía encontrar otras… "diversiones" para su satisfacción personal.
Tras estos pensamientos sus ojos recorrieron la sala, en busca de alguna de ellas para esa noche, al fin y al cabo no todos los días se cumplía veintitrés años y bien merecía un regalito especial, ¿o no?
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No muy lejos de allí, en la antesala al salón donde se llevaba acabo la ceremonia, unos hombres de aspecto acomodado parecían discutir acaloradamente sobre algo.
- ¡Silencio! – ordenó el que a juzgar por las ropas parecía el jefe - La decisión ya fue tomada, estoy seguro que su alteza agradecerá este gesto y nos compensara apropiadamente cuando llegue el momento.
- Pero – protesto uno de ellos con cabezonería, y varios compañeros le dieron la razón – El señor Naruku nos ordeno expresamente que…
- ¡Se perfectamente cuales eran sus ordenes! – interrumpió el anterior – pero díganme entonces caballeros, que haremos si en algún momento Naraku es descubierto y por ende desterrado o asesinado, ¿será el lo suficientemente honrado de no delatarnos? ¿cómo lograremos conservar nuestros nombre si se nos tacha de cómplices a un traidor? ¿no es acaso mejor, canjearnos el favor del príncipe por nuestros propios medios para, llegado el momento, apelar a su persona y salvarnos?
Antes sus palabras ninguno se atrevió a hablar. Era cierto, siempre existía el riesgo de que su líder fuera descubierto, ¿llegaría entonces su lealtad al extremo de acompañarlo al destierro o incluso a la tumba? El silencio fue la más clara respuesta de todas.
Con un leve gesto de cabeza por parte del cabecilla, la discusión quedo sellada; tres hombres abandonaron la estancia y otros dos de ellos acompañaron a este al interior del salón principal.
No tardaron demasiado en localizar al príncipe, deciase de él que no gustaba de las fiestas ni grandes reuniones sociales, y por la posición en la que se encontraba y la mueca de fastidió de su rostro, quedaba claro que los rumores no mentían.
El líder del pequeño grupo sonrió, mejor que mejor para sus planes.
Rápidamente cruzó la sala hasta quedar a escasos centímetros de su objetivo.
- Alteza – saludo, con una leve inclinación de espalda y cabeza. – Lord Bankotsu Es un honor para mi haber sido invitado a su cumpleaños, y lo será aun más si usted admite mis más sinceras felicitaciones hacia su persona.
Por la mirada de Inuyasha fue extraño que lograra permanecer estático, con la sonrisa en los labios, en vez de echar a correr lo más lejos posible.
- El placer es mío – respondió el aludido de forma más cortés posible, a pesar que su mirada desmintiera sus palabras.
- De seguro – aceptó Bankotsu de forma que podría haber sido detectada como irónica. – No obstante, y a pesar de saber que nada mío podrá superar vuestras más mínimas expectativas, me gustaría ofreceros un presente como prueba de mi lealtad y servicio hacia vos.
- Si gustáis así… - al parecer Inuyasha ni siquiera había prestado atención a sus palabras. Bankotsu torció ligeramente el gesto al percatarse de ello, pero enseguida recuperó la compostura.
- Sin embargo… - dudó un momento, recorriendo con su vista el abarrotado salón – tal vez fuese más... prudente, si usted me permitiese entregárselo en privado.
En esta ocasión Inuyasha si miró interesado.
- ¿Lo cree necesario? – interrogó, alzando la ceja derecha de modo algo escéptico.
- Así es alteza – afirmó el otro – al menos si deseáis disfrutar el regalo.
El de ojos dorados lo contemplo fijamente durante unos segundos, hasta que, finalmente, asintió como parsimonia.
- Más le vale que merezca la pena – advirtió secamente, a modo de aceptación.
Bankotsu permaneció en silencio, no obstante una triunfadora sonrisa curvó sus labios, una vez estos estuvieron fuera de la visión de Inuyasha, y rápidamente guió a este hasta la antesala donde antes había permanecido hasta convencer a sus hombres.
Lo que vio allí logró desconcertar a Inuyasha, un hombre, por sus ropas diría que siervo de Bankotsu, permanecía de pie, quieto, con una extraña y simple alfombra en sus brazos.
- ¿Pero qué? – gruñó, alzando las cejas en señal de enfado. No obstante Bankotsu pareció ignorarle.
- Antes de explicarle nada, ¿podría acompañarnos hasta sus aposentos? – No hubo respuesta, y quedo claro que Inuyasha estaba a punto de estallar en furia. No obstante el no se preocupó demasiado, conocía bien al príncipe y sabía que todo quedaría olvidado una vez este tuviera ocasión de contemplar, y usar, el regalo que él había preparado.
Mudamente, el príncipe lo condujo a él y a su criado de confianza, quien cargaba con la, en apariencia, simple alfombra, hasta la entrada de sus aposentos, y tras un momento de duda, acompañado de una mirada escéptica y enfadada, y un llevar su mano hasta la funda de su espada, Inuyasha dio paso a ambos a su dormitorio.
- Bien, ya estamos aquí, ¿me podrán decir ahora cuál es el jodido regalo, si es que existe? – su voz estaba furiosa, y parecía a punto de abalanzarse sobre sus invitados – Les sugiero que se den prisa en hablar, caballeros – era bien fácil notar como la última palabra destilaba ironía.
- Por su puesto, alteza – aceptó Bankotsu – ahora podrá comprobar que la espera mereció la pena.
Inuyasha no contestó, pero él se apresuró a hacer un gesto con la cabeza a su hombre de confianza, quien, asintiendo lentamente, condujo la alfombra a los pies del príncipe, y con una reverencia la deposito allí.
- ¿Qué diablos? – protestó Inuyasha confuso y furioso al mismo tiempo - ¿Este es el famoso regalo? – por la expresión de sus ojos no lo terminaba de creer. No obstante, Bankotsu lo miro con suficiencia.
- El regalo – recalcó – esta dentro. – El príncipe ya no aguantaba más, la idea de que esos dos tan solo intentaban tomarle el pelo se hacía cada vez más grande. No obstante de nuevo la curiosidad le pudo, al fijarse en el candado que mantenía la alfombra cerrada. ¿Qué podría haber allí dentro que requiriese de tan múltiples medidas de seguridad? – Si sois tan amable de abrirlo… - tentó el otro, tendiéndole la llave de la alfombra, a los cual Inuyasha se la arrebató de malas maneras.
No muy delicadamente se inclinó hasta el candado e introdujo la llave por él. Tras un leve forcejeo la alfombra quedo abierta, mas aun enrollada. Interrogante de que debía hacer a continuación miró a Bankotsu quien le alentó con la mirada.
- Abridla – fueron todas sus palabras.
Inuyasha se puso en pie furioso. Él era un príncipe, esa era su habitación, ese era su palacio… y sin embargo ahí había dos idiotas que de seguro trataban de tomarle el pelo ¡en el día de su cumpleaños! Eso no lo iba a permitir, esos dos iban a saber con quien se estaban metiendo. Sin embargo, justo cuando se disponía a encararlos, un extraño ruido proveniente de la alfombra, similar al de una respiración muy agitada, le llamo la atención…¿qué sería lo que había hay dentro?
Después de todo, no le costaba mucho averiguarlo, y si no le complacía, bien podría encargarse de esos dos sujetos.
Lentamente, con parsimonia, colocó un pie sobre el inició del rollo de la alfombra, y de una fuerte patada hizo que esta se desenroscara ágilmente hasta quedar tendida por completo en el suelo de su habitación. Lo que vio después, lo que la alfombra contenía, sería una visión que lo perseguiría por el resto de su vida.
Una joven, una muy hermosa joven, se encontraba sujeta por cadenas doradas a ambos extremos de la alfombra. Su pelo era negro como la noche, y habría jurado que incluso podría contener reflejos marinos; su rostro era puro e inocente y sus carnosos labios brotaban vida, a pesar de que sus ojos se mantenían rojizos e inflamados, probablemente a causa de varios horas de llantos incontenibles…, por alguna razón, ese pensamiento helo el corazón de Inuyasha.
No obstante era imposible no fijarse en su figura y su escasa y llamativa indumentaria. La joven vestía solo un conjunto de sujetador y braguita, ambos dorados y en apariencia fabricados con un metal similar al hierro, además de unas tiras de tela morada que surgían en la parte central de la prenda inferior y se deslizaban por sus piernas sin lograr oculta mucho de estas.
Su pelo, recogido en un trenza alta que ya comenzaba a desarmarse dejando varios mechones sueltos a la altura de la frente, se balanceaba llamativamente, probablemente a causa de la violenta sacudida que había sufrido la joven al desenroscarse la alfombra.
Lo que más le llamo la atención a Inuyasha fue el fuerte vaivén de sus pechos, que la hacía ver aun más apetecible, producido seguramente por la respiración demasiado agitada de la joven, acompañada de los numerosos temblores que le recorrían el cuerpo. Sin lugar a dudas, parecía un cachorro asustado.
Durante una fracción de segundo Inuyasha pensó en tranquilizarla, sin embargo recordó la presencia de sus molestos invitados…, aunque al fin y a cabo su regalo no había resultado tan malo como el creía. Bien, tal vez si merecían un rápido agradecimiento y una despedida.
Sumergido en ese pensamiento decidió olvidarse momentáneamente de la joven, y colocando una pícara sonrisa en su rostro se volvió hacía sus invitados.
- Debo disculparme con usted SerBankotsu no es tan inútil como creía en un principio – la mirada del hombre se ensombreció, no sabía si Inuyasha hablaba en serio o tan solo ironizaba – Su regalo es realmente de mi agrado.
- Alteza – reafirmó con una reverencia – es un placer para mi serle útil. Estoy seguro de que ella sabrá como complaceros – aseguró tras una rápida mirada a la joven.
- Opino lo mismo – aceptó secamente Inuyasha. Realmente dudaba que esa joven fuera capaz siquiera de moverse, parecía colapsada, en estado de shock…, no obstante no debía mostrarse débil frente a sus nobles, y lo que más deseaba en ese momento era que se retiraran y lo dejaran "solo". Y esta era la manera más rápida y eficaz de lograrlo.
- Entonces, creo que será mejor que nos retiremos – aventuró Bankotsu en vista del repentino silencio de Inuyasha.
- Será lo mejor – aceptó el de ojos dorados. – Les aseguró que su gesto no será olvidado – añadió, adivinando las intenciones del hombre.
- Es un alivio para mi escuchar eso, alteza – la verdad temía haber sobre pasado los límites, quizá la idea del regalo no fuera tan buena como él pensaba… Sin duda estaba imaginando cosas, el príncipe parecía complacido, probablemente estuviera deseando quedarse a solas con ella… Si, eso sería… así que lo mejor sería retirarse, ya tendrían oportunidad de saldar cuentas en otra ocasión. – Nosotros nos retiramos – señalándose a si mismo y a su acompañante en un leve gesto de cabeza; este último no tardo en dirigirse a la puerta. – Espero que disfrute de una buena noche – añadió mordazmente, mientras abría el picaporte de la puerta que daba al corredor
- Les deseo lo mismo – a pesar de la gentileza de sus palabras, sus ojos dejaban bien claro que hasta ahí había llegado las despedidas.
La puerta no tardó en cerrarse tras de ellos, y una vez Inuyasha se hubo asegurado de que se encontraba sola, permitió a sus ojos enfocar al objeto de sus deseos. Tuvo la impresión la impresión de que ella también lo estaba mirando, porque sus ojos se cruzaron durante una milésima de segundo, sin embargo la joven se apresuró a cerrar los ojos con fuerza, como si interiormente estuviera rezando por desaparecer del lugar.
Saltaba a la vista que sus temblores se habían incrementado a raíz de quedarse solas, y según indicaba el fuerte y veloz contoneo de sus pechos, su respiración había hecho lo mismo.
Inuyasha suspiró, aquella iba a ser una larga noche.
Hola todas ( y todos, si los hay) espero k hayáis disfrutado este primer capitulo, y por favor decidme si merece la pena k lo continué, al igual que os agradecería cualquier tipo de consejo, sugerencia o ayuda...
Como dije es universo alterno, pero estoy tratando de mantener los caracteres de los protagonistas de modo similar a como son en la serie, por supeusto encajado en la epoca y en sus circustancias. Quiza se sorprendan porque Kagome no hable, pero ya descubriran sus motivos más tarde y verán que poco a poco tomara más confianza y espontaneidad.
Bueno tomodachis, es todo por ahora, me regreso a mi cama que estoy muerta de sueño, recien regrese de vacaciones y necesito dormir!
Nos leemos, By
