Disclaimer: Ningún personaje me pertenece. Sólo la historia.


El tejedor de sueños


Caminaba pateando el suelo y con la mirada baja, los dedos enlazados en la espalda, la lluvia resbalando en su rostro, y un aire melancólico nada común en él lo envolvía en un aura invisible para el montón, la cual sólo atraía angustia y dolor espiritual.

Las gotas caían a través de sus mejillas, ya no sabía si aquellas pequeñas muestras de agua en su rostro eran lágrimas humanas o lágrimas del cielo, total, no le importaba, en verdad nada importaba ahora.

Sentía soledad adueñándose de su ser, un sentimiento que por ahora lo debilitaba y llevaba a un vértigo de emociones, pero que más tardíamente sólo lo llenaría de fortaleza, y quizá cambiaría a su persona.

Sus ojos negros parecían más profundos y perdidos, parpadeaban y el agua se escurría por sus pestañas.

Y la vista se le nublaba.

Y total, nada importaba ahora.

Anduvo en plena soledad hasta llegar a su habitación, sintiendo esa deliciosa fragancia varonil de quien compartía aquella recámara con él. Lo recordó, recordó la mirada azulina, la blanca y tersa piel, las mejillas sonrosadas, los labios perfectos y el cabello suave y castaño. Recordaba sus niñerías y sus travesuras, recordaba sus guiños y gestos seductores...

Recordaba a ese chico que en poco tiempo se volvió su mundo.

Y porque ahora venía a visitarlo a la habitación compartida, quizá para platicar, quizá para intercambiar experiencias, quizá solo para hacerse compañía.

"Hoy ha llovido, ¿Lo has notado?"

Y continuó merodeando por la habitación, observando por la ventana y luego tomando asiento en una de las camas. A la mente se le vinieron esos lindos hoyuelos, y de repente notó una sonrisa leve esbozándose sobre su propio rostro.

"Fui un tonto, estuve entrenando fuera y ahora mírame: totalmente empapado."

Respiró hondo, cerrando los ojos y concentrándose en el aroma que se mantenía dentro de la habitación. Embriagaba, y si de ese modo se hablaba, se consideraba un alcohólico sin remedio. Una deliciosa droga que sólo lo encantaba.

Exprimió la túnica verde, y las gotas de lluvia cayeron al suelo, humedeciéndolo gota a gota hasta formar un charco.

"Lo secaré yo, ahora sólo me cambiaré de vestimenta."

Y se despojó de sus ropas.

Y vistió unas nuevas.

Con un trapo viejo secó el suelo, y luego dejó éste en la ventana, a pesar que no secaría tan pronto.

Se recostó en una cama, y con una leve sonrisa cerró los ojos.

Quizá quería dormir.

Dormir, para luego soñar.

Soñar aquello que él desease, a pesar que uno no puede decidir sus sueños.

"Vendrás a visitarme ¿Cierto?"

Y poco a poco quedó dormido, esperando a que el dueño de sus caídas en los brazos de Morfeo volviese a él.

Y tejiera un sueño, un hermoso sueño donde ambos pueden encontrarse.

Un sueño donde no existiera la necesidad, o la angustia

Sólo dos almas.

Dos almas que desean juntarse en una eternidad.

Porque el rubio dormía en una habitación vacía.

Donde únicamente se encontraba él.

Dormía para soñar, y soñaba porque su amado tejedor lo visitaría en sueños.

Y tejería un mundo para los dos.

Sólo los dos.


w; Lo hice en clase, no pude evitarlo.