NA: Si, debería estar escribiendo Ragnarok. Pero Valky, ha opinado que Nanoha es un coñazo (en un sentido muy legal bueno, súper optimista que justo ahora no logra redactar) de escribir y ha preferido hacer otra cosa. Así que, terminó esta corito que tenía en remojo, porque la verdad quería desarrollar una idea de una parodia muy guarra según las dos, pero le he dicho que no me parece que sigamos creando proyectos y creando y tengamos mil documento de texto a medio terminar, así que la parodia tendrá que esperar, porque lo siguiente que Valky ha prometido escribir es lo de Nanoha para Ragnarok (aunque hay que reconocer que ya ha empezado)

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Perfecto

I.

Hará ya tiempo desde que sucedió, más o menos como lo recuerdo.

Mi hermano y yo estudiábamos en el mismo colegio es dos años menor que yo, y nos llevábamos más o menos. Típico uniforme de colegio católico. Realmente no es relevante solo en la parte inicial pero, necesito tomarme un poco de confianza, se supone que me gusta escribir pero no se me da muy bien cuando de narrar algo de mi vida se trata, redacto mucho, tened paciencia.

Bueno la cuestión es que una tarde únicamente me encontraba yo en casa, porque nuestros padres trabajaban, y él estaba en su cuarto rompiéndose la cabeza con una tarea de historia creo, mientras yo jorobaba de lo lindo con el perro por toda la casa, aún con la mitad del uniforme puesto, osase la falda y la camisilla con dos botones abrochados. Y tocaron a la puerta, fui a abrir diligentemente y me topo con una niña que me miro de arriba abajo, extrañada, con cara de "¿Me equivoque de casa?" y bue, llevaba el mismo uniforme, así que inmediato relacione que era amiga, compañera o algo de mi querido hermano así que le pedí que siguiera en tanto yo iba a por él. Subí y le dije que estaban esperándolo, así que de mala gana bajo, se saludaron y subieron a su habitación a según entendí hacer la dichosa tarea juntos. Hicieron todo el trabajo, menos la cartelera que termine haciendo yo porque los decían tener pésima letra y ortografía. Ni siquiera recuerdo sobre que iba, pero no importa realmente esa fue la primera vez que nos conocimos, aunque técnicamente no fue conocernos, ni siquiera sabía cómo se llamaba, pero de ese día en más la vi más frecuentemente en mi casa, para algún trabajo o tarea que hacían en conjunto.

Nada fuera de lo común, hablábamos de vez en cuando, lo normal, saludo y algún comentario, pero por lo general yo estaba en lo mío y no le prestaba mucha atención. Además que era la nueva amiga de mi hermano, y ni ganas de meterme más de la cuenta, porque él siempre me acuso de robarle sus amigos, y me pregunto, ¿Qué culpa puedo tener yo que ellos prefirieran mi compañía a su mal humor?. Pero iba diciendo, que fue así como comenzó, recuerdo que rara vez cruzábamos más de tres frases y era una conversación puramente formal. Un día, ella me miro extraño porque llevaba aún la falda del uniforme pero con deportivos y mi ya típica camisilla a medio abotonar, y me preguntó porque no solo me cambiaba de ropa. A lo cual muy digna respondí que la camisilla desordenada me lucia de maravilla, y solo se rió hasta que mi hermano vino y se la llevo. No fue nada, pero ahí empezó. Desde esa conversación nuestra interacción fue más larga y, porque no, profunda, en ocasiones les prestaba ayuda en sus deberes aunque prefería mil veces mirar el techo, pues mi hermano no estaba muy feliz con la situación, podía ver en sus miradas furiosas aquella acusación. Sin embargo, no dijo nada. La vida siguió su curso más o menos normal, y lo que habría de suceder, no lo hubiera imaginado ni en un millón de años.

Fue paulatino, poco a poco empezamos a conocernos, a hablar de nuestros intereses en aquellos momentos que mi hermano demoraba su salida ó simplemente aún no llegaba, el tiempo que compartíamos era breve, pero descubrimos que en realidad teníamos demasiado en común. Pero cuando él llegaba yo me limitaba a sonreír y despedirme sin mayor ceremonia. Y fue en esos fugaces momentos dónde la curiosidad hizo su magia.

Era una tarde de una semana cualquiera, estaba cómoda en mi habitación desatornillándome de risa con algún programa que debió gustarme de joven, pero no era gran cosa pues no recuerdo exactamente de qué iba. Tocaron a la puerta y mi primera reacción fue gruñir, como cada ocasión que se ve interrumpida alguna de mis actividades, es curiosos que ese hábito lo tenga desde que era prácticamente desde que tengo memoria. Me levante de mala gana y arrastre mi humanidad, puse al mejor cara que pude y al abrir allí estaba ella, le salude y aunque fue extraño luego e invitarle a seguir recuerdo decirle que mi hermano aún no llegaba pero ella sonrió y me dejo saber que el motivo por el cuál se encontraba allí no era él, si no yo. Me sorprendí un poco, y también recuerdo haber pensado que ahora sí me terminaría pidiendo mi dichoso programa de televisión. Me preguntó si estaba bien salir por ahí, acepté, fui por algo para cortar el frío y salimos. Supongo que debería recodar al menos un pequeño fragmento de la conversación que sostuvimos, pero en ese momento no era relevante así que simplemente no he logrado rescatar nada en mi memoria, asumo también que al término de la velada la acompañe a casa y luego simplemente me fui. A partir de esa tarde, solía venir a casa y pasar el rato conmigo más que con mi hermano, lo cual naturalmente lo enfado mucho al principio pero lo dejo ser tiempo después, cuando ella se convirtió en una buena amiga mía y él encontró otra chica en la cual fijarse.

Tardes como esas se repitieron a menudo, aunque me costó un poco superar la timidez y permitir que mi verdadera persona se mostrará, sé que se leerá ridículo pero fue extraño ver como esta muchacha que apenas conocía aceptaba mi forma de ser, poco a poco fui dándome cuenta que ella era en muchos aspectos muy similar a mí. Nos llevamos cada vez de mejor, y casi sin darme cuenta pasaba más tiempo con esa niña que con cualquier otra persona, curiosamente en la escuela raramente cruzábamos un saludo silencioso. Un día, me pregunto dónde me metía porque varías veces había visto a mi grupito habitual sin mí, y en ocasiones parecía que me hubiera tragado la tierra. Recuerdo haberme reído porque era el mismo reclamo que en ocasiones recibía de mi grupo, aunque claro era enfocado, era más como un ¿Por qué carajos te la pasas allá?, con ese pensamiento y una sonrisa respondí como si fuera lo más natural del mundo que no desaparecía, simplemente pasaba mucho tiempo en la biblioteca, que al parecer era un rincón olvidado que muy pocos alumnos parecía saber de su exacta ubicación. Me miró inquieta, y preguntó casi avergonzada si me gustaba mucho la lectura, reí, no como burla sino más bien porque me hizo gracia el tono de voz que empleó. Le conté que leer era una de mis actividades favoritas, aunque lo que realmente me motivaba era escribir, pero no era me iba muy bien en ese departamento, así que me conformaba con leer, leer y leer, mientras guardaba la esperanza de algún día escribir algo al menos un décimo de bueno, interesante, bien redactado, intrigante, emocionante y en fin un número gordo de cualidades. Ella rió, terminamos cambiando el tema. Pero ya en casa una idea se me antojo maravillosa y fui a la cama con una sonrisa tonta en el rostro.

El día siguiente, como era ya costumbre permanecí en aquella zona perdida de la escuela, ese lugar que pocos visitaban con tanta alegría y como yo, dónde solo unas cuantos topos preferíamos ahogarnos entre libros viejos a dejarnos acariciar por los cálidos rayos del sol. Y allí estaba yo, mi cuerpo en uno de los sillones amoblados pero mi mente inmersa en la aventura épica qué leía. Era mi tercera releída ese año, lo recuerdo bien, aunque para hablar con mayor honestidad era la segunda ocasión que mi elección había llevado la aventura a un final abrupto y trágico. Esperaba de corazón lograr cambiar mi mala suerte al elegir un camino nuevamente, así no tendría que ver como mi compañera de viaje sucumbía antes su codicia y terminaba convertida en un costal de huesos más al servicio del oscuro. Pasaba páginas distraídamente, intentando recordad para futuro que caminos no tomar y aquellas ideas que debía rechazar. Me concentré nuevamente en la lectura, lo suficiente para no advertir la presencia de alguien que me observaba curiosa a pocas mesas de distancia. Creo que aburrida de que yo no notará su existencia, decidió acercarse, recuerdo levantar la vista y verla allí de pie muy cerca de mí, con una sonrisa de victoria en sus labios. Cerré el libro y le pedí que tomaré asiento, en esa zona de la biblioteca no había nadie más. Me preguntó que hacía allí dentro cuando el día estaba tan bonito, y sí no sería mejor que leyera fuera, dónde el aire fresco podía llegarme, en lugar con algo de sol y que tal vez me brindaré la posibilidad de socializar un poco. Me reí, y aunque nunca había sentido la necesidad de explicar mis razones cuando mis actividades se veían cuestionadas, más exactamente el lugar. Pero era realmente sencillo, la luz de sol se reflejaba en las páginas blancas del libro y mis ojos no podían soportarlo, era casi como mirar directamente al astro rey. "¿Y porque no buscas un árbol con suficiente sombra, o un corredor, ó algo por el estilo?" Para esa pregunta tenia también una excusa como ella la llamó: Adolescentes y niños corriendo y gritando a mi alrededor definitivamente no ayudaría en nada a mi concentración. Se rindió, y yo sonreí. Pero no retome la lectura de mi libro hasta la noche cuando en la calidez de mi cama pensé tontamente lo mucho que me gustaría, y porque no, lo feliz que fuera si eso se repitiera una vez más, o dos, o tantas veces más. Y decidí nuevamente que aquella idea tonta era buena.

Pasaron un par de días, la escuela estaba bien, pero pasaba menos tiempo en aislamiento y aunque había pasado ya tres días fuera de mi lugar favorito, sin que ello afectaré mucho mi lectura, pues ponía lo menor de mi concentración en no dejar que los jugueteos y alboroto a mi alrededor afectaré mi lectura, a veces cuando ella desde la distancia me observaba y yo, por más extraño que parezca sonreía sin decir nada más. No era necesario, ella no vendría a mí ni yo iría con ella pero bastaba con ese simple gesto para saber que estaba allí para mí, y mi rara nueva actitud se transformó en mi nueva usual forma de ser. Las chicas no decían nada, solo se alegraban de que hubiera decidido sacar mi humanidad al mundo, aunque aún permaneciera con la cabeza enterrada en cualquier libro. Todas menos una de ellas, que al cabo de la tercera semana no pudo soportarlo más y antes de dirigirnos nuevamente al aula se detuvo llevando a un lado del sendero "¿Qué te pasa?"Nada respondí, pero ella insistió. "¡Como nada! Si hasta hace unos días no ponías fuera un pie de la biblioteca, prácticamente teníamos que amenazarte para que vinieras con nosotras, y ahora, por tu propia voluntad has abandonado la cripta." Me reí pero ella tenía razón, sin embargo no le mentí cuando simplemente conteste que solo me había parecido salir, entablar una relación con el sol y el aire libre. Me miró extraña pero dio por terminado el interrogatorio, y nos dirigimos en silencio al aula de clase, por otras cuatro horas. Pero en mi mente sus palabras se repetían, tomando sentido, y se me ocurrió que era probable que ella sospecharé que mi cambio era debido a una persona en especial, sin embargo estaba a salvo pues era poco posible que supiera de quién se trataba en realidad, sonreí y la miré, ella me devolvió una mirada llena de suspicacia pero no hubo mayores comentarios por unos días más.

No recuerdo el día, pero infiero que pudo ser jueves, estaba terminando un ensayo para la clase de escritura cuando el timbre me informo que había alguien a la puerta, me levante de mala gana porque lo único que me apetecía en ese momento era terminar rápido. Abrí con la firme intención de despachar a quién fuera pero al verla allí sonriendo, mi firme resolución falló y solo atiné a pedirle que siguiera y que si era a mi hermano a quién buscaba tenía mala suerte pues estaba fuera y posiblemente demoraría unas cuantas horas, ella negó, sonreí y le informe que tenía cabeza metida en un libro, ella rió y añadió un "para variar", y yo terminé por aclarar que era culpa de los deberes. Ya en mi habitación se dedicó a husmear distraídamente alguna de las obras esparcidas en cualquier lugar del lugar, en tanto yo, trabajaba a la velocidad un caracol con complejo de conejo, pues cuando ella entró al lugar mi concentración saltó por la ventana. Termine como pude y bastante más tarde de lo que planeaba o hubiera pensado, decidí que necesitaba aire fresco así que propuse tomar un paseo y así fue. No recuerdo mucho, pero con seguridad fue divertido y refrescante, pero ya en la noche era apenas natural que la llevaré a su casa, y así fue, pero antes de partir me pregunto si el día siguiente estaría libre, fue extraño, pero realmente no tenía nada planeado salvo el entrenamiento con el equipo de baloncesto y así se lo informe, llegaría después de las 17:30 con suerte. Sin más por decir nos despedimos, al llegar a casa mi hermano curioso me pregunto dónde había pasado la tarde "Tenía un ensayo por terminar" conteste de buen humor, "Y luego, bueno fui a dar un paseo necesitaba un poco de aire fresco" sin pensarlo me pareció lo mejor no entrar en detalles. Él aunque no muy convencido se limitó a desaparecer en su habitación.

El día siguiente transcurrió presto, sin novedad alguna y conmigo en mí ya comportamiento usual. El entrenamiento fue intenso y al llegar a casa lo único que me apetecía era una ducha con agua tibia y dejar a mi pobre humanidad descansar hasta el día siguiente. Me recordé que no era posible pues en exactamente 18 minutos debía arrastrarme hasta su casa, para algo que ella no había querido revelar, así que de mala gana, me dirigí al cuarto de baño y tome la ducha que anhelaba, dónde el agua caliente y el suave aroma a flores silvestres del jabón se llevaron parte de mi cansancio. Al salir agarré lo primero que encontré, unos jeans azules celeste, esa camisa azul claro que mi madre solía decirme llevarla estampada, "¡Si pareces una fotografía!" me había dicho en varias ocasiones. No era verdad, simplemente que ella permanecía poco en casa y teníamos la mala fortuna que en los días que se hallaba presente yo optaba por esa prenda. Salí con al menos 7 minutos de retraso, las llaves en la mano y el distraído pensamiento de que habría para cenar esa noche. Al llegar llame a la puerta, ella me recibió con una amplia sonrisa y por vez primera en mucho tiempo pensé Vaya, bonito vestido, el color iba perfecto con su tono de piel, las zapatillas con tirantes dejaban a la vista sus bien formados pies y el espació entre ellos y la falta revelaba unas piernas juveniles y perfectamente balanceadas, pero también tonificadas. Rió. Pegue un brinquito y fingí que nada sucedía pero para ella mi escrutinio no pasó desapercibido, me invito a seguir y así lo hice. Antes que tuviera tiempo de darme cuenta que sucedía una niña pequeña, con un gran parecido a ella bajo corriendo las escaleras y dejo que su cuerpo chocara con el mío con toda la fuerza de su carrera canturreando alegremente, en tanto el oxígeno de mis pulmones fue expulsado sin compasión y perdía una batalla contra la gravedad. El golpe fue sordo pero no hubo mayor daño. Sin embargo, ella furiosa agarró a la chiquilla y le ordeno con firmeza que subiera a su habitación y permaneciera allí. La pequeña aunque parecía estar a punto de llorar, obedeció en silencio. Yo aún estaba en el suelo, intentando recobrar el aliento y poner en orden mis pensamientos. Cuando escuche su voz apenada pidiéndome excusas por el infantil comportamiento de su hermana, al tiempo que me brindaba su mano para ayudarme a dejar el suelo y unirme a la poca valorada postura erguida. Le respondí que no había problema, no tenía por qué disculparse y su hermana tampoco, pues estaba en las mismas condiciones de cuando llegué, pero me reserve el comentario sobre el adolorido estado de mi humanidad. Sonreí como pude, ella me devolvió el gesto y me indico con un movimiento que era hora de subir.

Al entrar en su habitación lo primero que noté fue la colección de peluches apilados en la estantería sobre su cama, justo al lado de la pequeña biblioteca y la mesilla que servía como escritorio, la cama pulcramente tendida con un cojín solitario invadido por tres osos, un dragón y un conejo azul. Las puertas del ropero cerradas a la perfección, la mesilla de noche ordenada y en general una habitación recién ordenada. Sonreí porque era posible (demasiado obvio) que ella hubiere puesto mucho esmero en dejarla así para causar una buena impresión, supuse yo. De inmediato pensé en mi propia habitación, los libros, hojas, cuadernos y todo lo que tenía esparcido por allí sin cuidado, por vez primera en un buen tiempo me pareció arreglar el lugar para la próxima ocasión. Mi buen propósito se vio interrumpido cuando mi nombre fue pronunciado, seguramente me había quedado mirando algún punto fijo en el espacio y mi rostro perdido me había delatado, pero más que nada ella me observaba preocupara casi asustada. Sonreí y le hice saber que no pasaba nada serio, solo que vaya su habitación era preciosa y muy ordenada, en tanto la mía parecía más como que un huracán pasaré constantemente por allí. Se sonrojó, agradeciéndome tímidamente por el cumplido, y convencida me dijo que a ella le gustaba mi desorden, me reí a buena gana pero no comentamos más sobre el asunto. Hablamos de muchas cosas, nada relevante, pero a medida que la conversación avanzaba sin hacerlo realmente, mi timidez natural iba siendo dejada de lado, y al poco tiempo lograba expresarme con tanta naturalidad que era difícil de creer que se trataba de mí, pero así era yo, mi nuevo yo, ese nueva persona que se manifestaba con fuerza para ella. Finalmente mi curiosidad se desbordó como un rió engrosado por las abundantes lluvias de invierno, pregunte la razón por la cual la noche anterior me había pedido con tanta seriedad que nos viéramos el día siguiente, ella se sonrojó, intento cambiar el tema pero en ese momento, mi intriga aumentó e insistí, pregunte, pregunté tantas veces como fue necesario hasta que en un susurró entrecortado por la pena, confeso que simplemente quería pasar el rato conmigo. Y ello me hizo feliz, muy feliz. Volvió a cambiar el tema, la deje ser. Cuando el día termino, por alguna razón no podía borrar la sonrisa tontarrona de mi rostro.

Los días pasaron y nuestros encuentros se tornaron cada vez más espontáneos, pero aún guardábamos la distancia durante las horas escolares. Y contrario a lo que se pudiera pensar no fue nada premeditado, simplemente sucedió de esa forma, además digamos que ella era parte del circulo de mi hermano, de modo que, pensé que era mejor si yo me mantenía alejada en la escuela. Contrario a lo que se pudiere creer, ella no estaba molesta por el asunto. Simplemente parecíamos tener un acuerdo silencioso, pues ella tampoco hacía el menor esfuerzo por acercarse a mí. Ahora que lo pienso, me recuerda mucho una película que vi hace unos años, la trama era sencilla: El hermano mayor había encontrado la mujer perfecta para convertirse en la madre de sus hijos, decidiendo que era hora de sentar cabeza reunió el suficiente valor para proponerle que fuera su esposa y como era apenas obvio ella acepto, ambos clamando que era el momento más feliz de sus vidas. Pero era hora que la futura esposa conociera a la poco convencional familia del novio, así que alquilaron una cabaña y los invitaron a pasar un fin de semana de lujo con todos los gastos incluidos, el plan incluía darles la noticia en el banquete de bienvenida. Sin embargo, y luego de mucha expectativa los familiares del novio llegan y no son para nada lo que ella esperaba, pues viniendo de una familia católica para ella es inaceptable la completa ausencia de prejuicios, la forma liberal al expresarse y la naturalidad con la cual tocan temas tan delicados como si de una banal conversación sobre el clima matutino se tratare. Y como era de esperar ella desarrolla una fijación (forzada si me lo preguntan a mí) por el introvertido hermano menor, cuyo aire de lobo solitario la envuelve peligrosamente hasta que terminan olvidando cuáles son los roles que se supone deben jugar en la historia, para terminar involucrados en un tórrido no-romance. El final de la dichosa cinta es algo mejor, ella decide que ha perdido la razón, finalmente se da cuenta que a pesar de la atracción animal que siente por el lobo solitario, una relación requiere más que furtivos encuentros en las habitaciones del lugar, intensas batallas con todo lo que le he ha sido inculcado su vida, y el dolor de la indiferencia que debe aparentar pero con la cual a pesar de querer negarlo, está más que satisfecha decide (no sin derramar suficientes lagrimas para llenar una cubeta de buen tamaño), que es mejor alejarse de los dos y buscar su propio camino. Una comparación torpe pero medianamente apropiada para lo que ocurría en ese momento, estábamos conformes con la forma como sucedían las cosas y no teníamos intenciones de que forzar la situación para que se desarrollaré más a prisa. Creo que gran parte de la razón real era simplemente el miedo y la excitación que nos producían esos sentimientos, y me atrevo a afirmar que no nos interesaba el final sino el camino que estábamos recorriendo, aunque no tuviera ni idea de a dónde nos pudiera llevar.

A medida que el tiempo transcurría mi actitud con los demás cambiaba gradualmente y de la persona tímida e introvertida que era antes, quedaba lo suficiente, pero poco para imaginar que hasta hace unas semanas atrás no existía más que en aquella biblioteca. Y sí, mis hábitos de lectura continuaban, solo que en lugar de utilizar el tiempo libre que tuviera durante el día sacrificaba mis (antes preciadas, sagradas, inviolable) horas de sueño. Al principio admito que fue difícil, la luz de la lámpara me llevaba rápidamente a ese estado semi-consciente de dulce somnolencia, cedía ante el cansancio y la costumbre, para ir al reino de los sueños con el libro que pretendía leer desparramado en algún lugar de la cama, la mayoría de las veces reposando en el suelo de la habitación y muy raramente sobre mi propia humanidad, pero como dije eso fue en un principio. Al cabo de la segunda semana era perfectamente capaz de sobrevivir bastante decente con apenas cuatro o cinco horas de sueño, aunque sentía el cansancio no me impedía continuar con mis labores y actividades diarias y tampoco me apetecía tomar siesta. Me acostumbre a tener doble identidad, durante el día era un bichejo social que no paraba, de aquí para allá aprovechando al máximo las habilidades sociales recién descubiertas; al caer la noche, era momento de colocarse el antifaz y con la complicidad de la noche ser la rata de biblioteca (que siempre he sido), cuya cabeza estaba siempre inmersa en alguna obra literaria. La transición fue especialmente sorprendente para mis amistades más cercanas, quienes en varias ocasiones medio en broma, medio en serio me acorralaren preguntándome quién era yo, y que había hecho conmigo. Podía darme cuenta lo mucho que se preocupaban por mi bienestar y también lo mucho que les alegraba mi sorprendentemente genial cambio de actitud, y que demonios, estaba feliz por mi también, era posiblemente la persona más contenta con la remodelación de mi propio ser. Sin embargo, cuando las cosas van demasiado bien, cuando todo cambia, y la situación parece ir de bien a mejor, algo se transforma radicalmente. Y despiertas del letargo, únicamente para darte cuenta que has alcanzado la cima, pero mientras ejecutabas tu propia versión del baile de la victoria te tropiezas y empiezas a rodar colina abajo, sin forma alguna de detenerte cierras los ojos y empiezas a rogar que el golpe no sea demasiado fuerte.

II.

Inevitablemente, poco a poco esos sentimientos que no podía identificar, esos que en un inicio no me preocupe por tomar en serio fueron creciendo, madurando y cada día que pasaba a pesar de mi falta de interés por entenderlos fueron más grandes que mis propias fuerzas para suprimirlos.

Al inicio, solo era una necesidad, un deseo esporádico de saber de ti, de verte al menos, aun cuando muchas veces luego de clase pasaba las tardes en tu compañía ya no era suficiente, ya no me bastaba con esperar pacientemente que las horas pasaran pensando que en unas cuantas más, con suerte te vería. Mi ansiedad crecía con cada día, pasaba más tiempo fuera no solo porque ya se me había convertido en un hábito sino también y en gran parte debido a que, siempre tenía la esperanza de verte aunque fueran tan solo unos segundo y de lejos, así era nuestro silencioso acuerdo. Un deseo, el verte, el estar contigo, el hablarte, el saber que estabas allí conmigo, así es como inicia, una pequeña chispa enciente una llama pequeña que pronto se convirtió en un fuego intenso que ardería con pasión en mi corazón. Pero no era tan sencillo, porque para empezar aunque los sentimientos que habían nacido por ti eran algo que me llenaba de felicidad y energía sin que supiera realmente que provocaban eso en mí, no tenía certeza de que significaban, porque todo ello rompía lo que por muchos años nos había inculcado, en casa, en la escuela. Es curioso casi irreal, se puede interpretar más como una excusa o una mentira decir que no estaba reprimiéndome cuando en verdad, si lo hacía aún si no era consiente de mis acciones, cuando la verdad es que solo éramos muy jóvenes e inocentes.

Los días pasaban, cada vez me resultaba más complicado restringirme, muchas veces deseé tener el valor suficiente para caminar hasta allí y simplemente saludarte, hablarte, con cualquier excusa por más mediocre que pudiera ser, pero no lograba armarme de valor, no únicamente por mi miedo, sino también porque pensaba en ese entonces que sería violentar nuestro acuerdo.

Un día, mientras atendía una clase que no logro recordar atendí un llamado del tutor de la clase de mi hermano, la que compartía contigo. Sin embargo, no fue ello lo primero que vino a mi mente, su expresión denotaba bastante enojo, su voz era neutral y áspera, supe de inmediato que él estaba metido en un buen lío. Y como nuestra madre viajaba demasiado pues era mucho más sencillo para todos si yo me hacía cargo del asunto, así fue, cuando llegue a la pequeña habitación que servía como su oficina me comunico con impaciencia que mi pequeño hermano había estado involucrado en una pelea, estaba en la enfermería en ese momento. Tuve que escuchar la versión del sujeto sobre el motivo por el cual él se había lanzado sin razón aparente contra uno de sus compañeros de clase, como después de muchos puñetazos, patadas e insultos (incluyendo un par que fueron a parar en la humanidad del tutor) lograron separarlos, pero al ser cuestionados sobre el motivo por el cual habían iniciado aquella disputa, ninguno previó información alguna, permanecieron en silencio. Pues bien, ahora era mi turno para responder a ese cuestionamiento, él esperaba que yo tuviera al menos una pista, de sí mi hermano en algún momento me hubiera comentado que tenía alguna rencilla con su compañero, ó tal vez un problema que lo llevase a actuar tan agresivamente. Lastimosamente, yo no podía ser de mayor ayuda, somos hermanos sí, pero nunca hemos tenido lo que se pueda llamar una relación abierta, muy rara vez nos abrimos el uno al otro y compartimos lo que pensamos, mucho menos nuestros problemas. Desilusionado el hombre tuvo que dejarme ir, como es apenas natural al salir me dirigí a la enfermería, toque la puerta y le pedí a la enfermera que me permitiera hablar con él, a solas de ser posible, ella apreció entender que no era por descortesía sino porque con ella allí era mucho menos probable que él hiciera confesión alguna. Cuando ella hubo abandonado la sala, me senté a su lado, tenía la mejilla amoratada y una vendita le cubría la ceja derecha, baje los ojos, hacía sus manos dónde sus nudillos lucían maltratados clara señal que también había logrado asestarle al menos un buen golpe con cada puño. Permanecimos en silencio, pero de vez en cuando podía verlo a punto de dirigirme la palabra, hasta que finalmente hablo, supongo que simplemente necesitaba desahogarse, me miró y armado de valor confeso. La pelea había iniciado porque el sujeto en cuestión había con seña insultado a una persona muy importante para él, alguien que no quería que yo supiera, porque le daba un poco de vergüenza admitir que se había enamorado, recuerdo pensar que era insensato pues era apenas un niño, pero la seriedad en su miraba disipo mis dudas, motivada por una curiosidad salvaje me atreví a preguntar de quién se trataba, él huyó de mis ojos y después de un incómodo silencio simplemente respondió que yo debía saberlo ya. Y apenas las palabras hubieron abandonado sus labios tuve la certeza de que era ella, la misma chica por la cual mis sentimientos habían florecido. No dijo más, yo tampoco. El descubrimiento sin embargo, me hizo negar con más fuerza la verdad.

La información cambió inevitablemente mi forma de ser, me retraje e inicie el proceso de regreso a mi viejo ser. Empecé a pasar menos tiempo fuera cada vez, volví a la biblioteca, nuevamente deje de lado mis sentimientos y me retraje, poco a poco involucioné. Me alejé de ti, al principio fue sencillo en cierta forma porque bastaba con cancelar nuestros encuentros esporádicos con excusas de último minuto, y reiterándote con sincera devoción lo mucho que me hubiera gustado poder pasar el tiempo contigo pero era mejor para todos de esa forma. Nunca me detuve mayor cosa a considerar otra posibilidad, supuse que podía haber alguna manera más sencilla de terminar con ello, una que no implicaré el total aislamiento, pues me dolía ver tu carita compungida por mis constantes evasivas, y podía ver en tu rostro el dolor que mis mentiras te causaban constantemente. Pero fui muy ciega, muy pesimista. A veces me pregunto, que hubiera sucedido si en medio de mi desesperación por encontrar la forma más apropiada para no lastimarte a ti, a mi hermano o a mí, simplemente se me hubiera ocurrido reunir el coraje para preguntarte directamente que era lo que tú querías. No fue así, ahora veo que fue un error provocado por mi juventud e inexperiencia.

El tiempo paso, cada día resultaba un poco menos difícil que el anterior, supuse entonces que solo era cuestión de tiempo hasta lograr recuperarme. Lo único que necesitaba era mantenerme alejada de ti, así, olvidarte sería inevitable.

Podía ver como mi hermano en un inicio permanecía en un estado de alerta constante, siempre pendiente de ti, sí llegabas tarde, si habías venido a casa por alguna razón, sí tenías algún aparente interés sentimental. Su actitud me causo una gran angustia, me dolía mucho ver como la felicidad de mi hermano me traía tanta desgracia pero no podía evitarse, después de todo, ello era lo correcto pues fue porque tuvo valor suficiente para acercarse a ti y ganarse tu amistad, porque fue gracias a ello que te conocí. La intrusa era yo, por tanto mi presencia sobraba. Si tú tenías también los mismos sentimientos que él por ti entonces no quedaba más que hacerme a un lado, conformarme con observarte de lejos. Además de que mi amor por ti era inapropiado.

Sin embargo, todo ello paso, un par de meses después él cambio, parecía estar enojado con el mundo a cada momento, furtivo, arisco y esquivo ese era su nuevo estado natural. Me pregunté si había sucedido algún evento en particular para que él hubiera empezado a actuar de aquella forma tan extraña, era una pregunta con obvia respuesta. Pero yo necesitaba saber, no me fue muy difícil conocer el motivo para su cambio de actitud: por unas de las chicas del escuadrón de voleibol con las cuales había trabado amistad durante los entrenamientos me contaron sin ceremonia que habías logrado poner tus sentimientos en claro, lo suficiente para citarte y confesarte sus sentimientos. Pero tú, no habías correspondido. Sentí como el peso que había estado cargando durante tanto tiempo fue removido de mis hombros, el mundo oscuro y nublado en el que me había sumido volvió nuevamente a tener color, y lo más insensato, tuve esperanza. Sentí la necesidad de buscarte en ese instante, aunque significaré enfrentarme al mundo. Más no era viable, en gran parte por mi cobardía pero también porque ello siendo analizado con objetividad solo significaba qué no era mi hermano con quién tu deseabas tener a tu lado, nada más.

Pasaron tres días.

Llegaste una tarde con mi hermano a tu lado, él de mala gana (con su ahora habitual cara de pocos amigos) me informo que estabas allí y qué él debía salir a comprar algunas cosas, así que me dejaba la responsabilidad. No supe que hacer, porque me confundía que si lo habías rechazado entonces ¿Qué hacían los dos juntos? Me recriminé de inmediato, a fin de cuenta eran amigos e iban ene l mismo curso, no tenía nada de extraño que hubieran decidido quedar para hacer algún deber ó estudiar, puse mi mejor cara e intenté no dejar que mis traidoras emociones delatarán mis sentimientos por ti. Saludé con falsa animosidad, pero tú de inmediato viste a través de mí alegre expresión, te levantaste rápidamente y sin darme tiempo me acorralaste. Tu rostro a escasos centímetros del mío, tus ojos violáceos escrutando mi alma sin remedio, tus manos firmemente apoyadas sobre la pared a mi espalda y yo incapaz de pronunciar palabra alguna, mi voluntad totalmente sometida. En un intento desesperado por mantener mi secreto intenté escapar, pero te acercaste más a mí, y me paralice definitivamente. Solo permaneciste allí, observándome fijamente, sin decir nada, pero tan tortuosamente cerca, que podía sentir el aire cálido de tu respiración sobre mis labios. Tenerte tan cerca echaba por tierra el fruto de mi ardua labor evitándote a toda costa, las largas horas convenciéndome de que aquello que sentía no estaba bien, no podía estar bien, pero allí a pocos centímetros de mí ¿Cómo poder seguir creyendo aquello sí mis sentimientos me traicionaban tan dulcemente?. Era inevitable, mi máscara se hizo pedazos y lo único que deseé con todas mis fuerzas era decirte lo que mi corazón anhelaba, reuní valor, encontré mi voz y rechace la vocecilla en el fondo de mi cabeza que me gritaba desesperadamente que me detuviera de una buena vez, que si decidía sincerarme contigo no habría marcha atrás y las consecuencias serían sin duda terribles. Sin embargo, fuiste tú quién resolvió el asunto de una vez y por todas, allí en el vestíbulo, entre la pared y tu anatomía, me besaste.

Fue perfecto.

Los meses que pase junto a ti fueron los más felices de mi vida.

Tenía muchas cosas que preguntarte, quería decirte sin temor alguno que te amaba, quería pedirte perdón por alejarme de ti tan de repente y lastimarte con mi actitud, quería que supieras que ni por un segundo habías dejado de estar en mi mente, en mi corazón. Pero tus labios no me permitían articular palabra algún, quien sabe cuánto tiempo estuvimos allí, para mí fue la más bella eternidad, aunque en verdad solo se hubiera tratado de unos escasos segundos. Mi corazón estallo en una explosión de alegría, me costaba tanto creer que realmente estaba sucediendo, convencerme de que era real mientras aún estabas entre mis brazos fue difícil, te abrace con fuerza trayéndote más hacía mí porque el miedo de que no fueras real era inmenso. Pero eras real, ese beso era real, lo más importante, a partir de ese momento no solo se trataba de mis sentimientos por ti sino también de los tuyos para mí, ahora eran nuestros. Inevitablemente, mi mente divagó también sobre las posibles consecuencias de ese inocente acto, pero casi de inmediato resolví que poco me importaba, pues de ser necesario me enfrentaría al mundo entero solo por conservar la calidez que tu sola presencia brindaba a mi corazón.

Eventualmente el beso terminó, me miraste fijamente y sin temblor en tu voz me dijiste que era necesario hablar. Pero no hablamos mucho la verdad, solo lo que tú y yo ya sabíamos pero negamos hasta ese día: que te habías enamorado de mí así como yo de ti. Te pregunté muchas veces a partir de ese día si estaba mal lo que sentíamos, pero siempre con esa bella sonrisa tuya me respondías que eso no era importante, mientras estuviera a tu lado. No podía estar más de acuerdo.

Disfrutaba tanto estar a tu lado, vivir a plenitud los sentimientos que me provocabas que nuevamente sufrí una metamorfosis que no pasó desapercibida para nadie. Nuestro pequeño acuerdo silencioso fue roto por ambos bandos, sin certeza de quién die el primer paso, de repente estaba topándome contigo accidentalmente en cualquier corredor, confidencialmente concurriendo en el mismo lugar a la misma hora y a veces, sin ninguna buena excusa te buscaba desesperadamente hasta que nuestros ojos se encontraban, cuando tu dulce sonrisa atravesaba mi corazón, el pobre latía con fuerza y presteza, mientras por todo mi cuerpo un tsunami de sensaciones me recorría. Solo por estar cerca de ti, por el tiempo que compartíamos, por los recuerdos que construimos fue la época más feliz de mi vida.

Pero nada es eterno, todo acaba.

Aquella tarde cuando regresé a casa mi madre esperaba pacientemente por mí, pero no estaba sola, también estaba tu propia madre y tú a su lado, con los ojos hinchados, sin duda habías pasado muchas horas llorando. De inmediato supe que algo estaba terriblemente mal. Bastó con fijar mis ojos en los tuyos, y luego tentativamente en mi madre para saber con seguridad que ella sabía absolutamente todo lo que tanto nos había costado descifrar. Intenté caminar hacia ti, tu mirada triste acallaba cada voz en mi mente gritándome que era el peor momento y lugar, peor no soportaba verte así, más ella obstaculizo firmemente mi camino, mi expresión confusa, molesta, dolida y enojada. Lo intenté de nuevo pero no me permitió el paso. Te llame como muchas veces antes, solo empezaste a llorar nuevamente. Y luego ella, mi madre, la recuerdo bien diciendo en tono que supongo yo intentaba parecer conciliador dijo simplemente que era lo mejor, ¿Pero qué era eso mejor? Mis ojos jamás abandonaron los tuyos, podía sentir tu miedo, y mi impotencia crecía al ver como no podía alcanzarte y tenerte entre mis brazos, para aunque fuera mentira asegurarte que todo estaría bien, pero ella me sujetaba con firmeza mientras fue tu madre quién hablo. Recuerdo bien sus palabras A veces, cuando uno crece no parece ver nada malo en experimentar. Pero eres una persona mayo ya, y no permitiré que mi hija siga por ese camino, ella no es así, y estoy segura que tú tampoco, solo están confundidas. Necesitan tiempo, separarse, ver el mundo de otra forma. Por eso, su padre y yo, hemos decidido enviarla a un internado dónde le ayudarán a superar todo esto. Mi corazón se rompió en mil pedazos, empezaste a llorar de nuevo, con cada lagrima, cada hipo podía sentir tu dolor, tu desesperación y la mía propia por no poder hacer nada más que luchar inútilmente contra el fuerte abrazo de mi madre en tanto a regañadientes eras arrastrada fuera de mi casa, pataleé, grite tu nombre y jure mil veces que estaría bien, que no dejaría que eso pasara, que te amaba y eso era lo único que debía importarnos porque yo iba a hacer que funcionare aún si se me iba la vida en ello. Le grité con el más puro odió que me soltará porque la persona que amaba con todo mi corazón estaba siendo arrancada de mi vida de la forma más vil y yo tenía que hacer algo para impedirlo, porque se lo acababa de prometer. Paté con fuerza mientras trababa inútilmente de liberarme a la vez que las lágrimas recorrían mis mejillas y mis furiosas demandas se fundían en un lastimero ruego al ritmo de mis sollozos. Pero ella no me soltó, tampoco dijo nada. Lloré tanto que finalmente me quedé dormida, allí dónde te vi por última vez.

No creas que no te busque, lo hice, pero tus padres se encargaron muy bien de borrar cualquier pista que pudiera llevarme a ti, por más que pregunté, investigué y amenace no logré dar con le más mínimo indicio que me llevaré a tus brazos, a tus besos, a ti, mi amor.

Sin embargo, los años pasaron. Más no he conseguido olvidarte porque ni el tiempo ha logrado borrarte completamente de mi corazón a pesar de que admito he intentado cobardemente arrancarte de mi pecho. Porque me resulta increíble que después de tantos años, aún hay días en que me levanto preguntándome, en qué lugar estarás, sí hubo al menos una cosa que pude haber hecho para cambiar lo sucedido, si aunque sea tan solo por una fracción de segundo piensas en mí. Es imposible, lo sé.

De haber sabido que nuestro tiempo iba a ser tan corto, no lo hubiera desperdiciado dudando. Sino qué, me hubiera lanzado sin vacilar en el mar de tu amor, aún sin tener la más remota idea de cómo nadar.

Pero sabes, poco importa porque a fin de cuentas nada me ha hecho más feliz que naufragar en ti.

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NA: ¿Qué tal me quedó?. Tenía una súper frase según yo misma para terminar el capi (si he escrito capi, tengo planeadillo un epílogo cortico pero, casi es la una, quiero dormir un poco x.x.), pero se me olvido mientras redactaba el párrafo anterior, aun así opino que no ha quedado tan mal.

Dejen su review, así subo más rápido en epilogo…. 3.