De nuevo estaba ese chico castaño en el cubículo 1, él ya era un cliente frecuente de esa clínica, lleno de hematomas y algunos rasguños en la cara, se ve tranquilo en espera de atención, llevaba puesto una camisa de vestir desabrochada blanca, unos pantalones negros y unas sandalias, su cabello hasta mitad de espalda le cubre un poco de su rostro.
-Otra vez tú. -Entra una enfermera rubia y alta. -Siempre estás en problemas.
-Algo así, ya sabe, no me gusta complicarme la vida.
-Que bueno, si fuera lo contrario estarías entonces muerto.
-Jijiji exagera.
-Le diré a Fausto que te revise y curación.
-Gracias.
Era una clínica pequeña, daban atención a gente de escasos recursos y era económica, solo se mantenían a base de donaciones y por qué solo trabajaban dos personas, Fausto VIII era el médico y ella la enfermera, ambos un matrimonio joven que emprendieron su sueño de un lugar donde pudieran ayudar a la gente juntos, a veces tenían voluntarios o también tenían quienes para pagar trabajan ahí en algún mantenimiento, la clínica llevaba 4 años en los que aún con sus bajas se mantenía.
Lo dejo solo en el pequeño catre, espero poco cuando un señor alto rubio entro con una sonrisa genuina. Una bata larga era su única forma de distinguir que era médico pero solo vestía un pantalón de ejercicio y una camiseta, al contrario de su esposa que tenía su vestido de enfermera y hasta zapatos clínicos, cuando el sólo llevaba unos tenis.
-Hola, Yoh Asakura.
-Hey Fausto.
-Dime que pasó ahora.
-Ya sabes, Ryu se mete en problemas. -Tenia un amigo que estaba en una banda y últimamente había una nueva y las pelean eran seguidas, el no pertenecía a una pero al verlo hablarle al líder de la banda le traía conflictos.
-Si, bueno, solo son curaciones a esos rasguños.
-Gracias.
Lo vio irse con esa típica sonrisa y le envidio verlo tan feliz, el tenía amigos, Manta era su mejor amigo y Ryu su amigo, los dos en ese pequeño pueblo eran sus más estimadas amistades, pero Fausto tenía una sonrisa de algo más completo, nunca se le borraba aún y los casos más difíciles, siempre estaba sereno y sonriente, cómo lo sabía, él había estado ahí para verlo, de esas veces que caía por las riñas. Escucho las cortinas abrirse y volteo esperando ver a Elisa con su carrito de curación listo, se llevó una gran sorpresa al ver a una rubia de cabello hasta los hombros, su mirada era negra como la noche y fría. Llevaba un vestido como Elisa pero más corto y suelto, no entallado. Era una hermosura para él.
-Hola. -Saludo con una sonrisa pero ella solo movió una ceja y examinó de arriba abajo.
-Dolera. -Su voz era suave pero su tono demostraba ser todo lo contrario, tomo una solución libre de alcohol, unas gasas, preparo un campo estéril y se calzo los guantes, sin titubeos empezó con las curaciones tranquilamente, sin hacer algún esfuerzo por platicar.
-Como te llamas?
Hubo un silencio en forma de respuesta. -Debemos hacer que nuestros pacientes estén cómodos para que sigan prefiriéndonos. -La voz de Elisa se escuchó pero no se veía, la rubia rodó los ojos y el castaño soltó una risa
-Mph… Anna… me llamo Anna.
-Nunca te había visto por aquí. -Tenia curiosidad, quería conocerla y poder acercarse más, ella se veía como una persona muy dura pero su curación era delicada y precisa, quería quejarse, pero no quedaría mal frente a ella.
-Vengo de otro lugar. -Iba a cortar la conversación pero recordó que estaban siendo escuchados y no quería que le reclamarán por no ser "hospitalaria" -Vine a vivir con mis tíos.
-Wow y quiénes son tus tíos? -Una mirada inocente de Yoh la hizo bufar.
-Eres idiota? -Era algo muy obvio por sus rasgos.
-Anna. -No era un regaño, era más como sorpresa y diversión en la voz de la otra enfermera, que pronto se asomó por las cortinas supervisando el trabajo de la joven.
-Soy sobrina de Elisa… mis tíos son ellos. -se mordía la lengua de no tirar otra palabrota, ellos eran tan parecidos que preguntar era algo tan innecesario.
-Cierto, se parecen. -Las miro detenidamente y luego sonrió.
-Listo. -Ya tenía ungüento en unos raspones y un parche en el raspón de la mejilla. Tan pronto termino la palabra agarro todo y salió.
-Gracias. -Se apresuró a gritar el castaño mientras la veía irse.
-Perdona, es un poco habladora. Pasa a caja cuando creas poder irte.
-Si. -Se quedó sólo unos minutos y camino directo a pagar. La cajera era la enfermera, ellos dos siempre se repartían trabajo, mantenimiento, caja, limpieza, todo lo hacían solo dos personas.
-Hasta pronto. -Se despidió con resignación de no volver a ver a la rubia y salió a la noche de verano, el calor aún era soportable, estaba empezando. Miro el cielo y lo único que vino a su mente era cierta rubia.
-Anna.
Camino lento a su casa pensando en que Manta lo regañaría cuando lo viera, Ryu pediría venganza obvio no quería eso, suspiro y entró a la pensión de sus padres, hace años que habían muerto y un tiempo vivió con sus abuelos lejos, apenas cumpliendo la mayoría de edad regreso a su antiguo hogar, vivía con la pensión de sus padres y sus abuelo pagaban su escuela, vivía al día y no le importaba.
-Llegue. -Sabía que nadie respondería pero daba igual. Se vio al espejo y no vio un ojo morado o la nariz chueca, esta vez le había ido mejor, mañana no le dirían nada en sus prácticas de Kendo, se fue a dormir, estaba algo cansando del día y tenía que pensar en que hacer, mañana tenía una presentación de un proyecto con su amigo y la mayoría del contenido tenía problemas en memorizar, ahora más que tenía en su cabeza a una rubia.
