*Nombre del grupo: Fanfiction Addiction.

*Link del perfil del contest: www (punto) fanfiction (punto) com / u / 4587923 / La-Batalla-de-los-OS

*Nombre del OS: "¿Encuentro Casual?"

*Autor/es: SharinPattinson

*Pareja: Bella - Edward

*Número de palabras: 7258

*Summary:


La idea es de mi Top Amiga, Sool Pattinson, yo solo me encargué de plasmarla. Te quiero Be :3 Mirá lo que salió de una de nuestras locas charlas.


Disclaimer:

Los personajes le pertenecen

a nuestra hermosa y única reyna,

Stephenie Meyer.

La idea es de Sool, lo demás escrito aquí

salio de mi alocada mente.


OS beteado por Sool Onuma, Betas FFAD

www facebook com / groups / betasffaddiction

(Sin espacios)

Gracias Esme por la ayuda, sos un amor!


El azar no existe; Dios no juega a los dados.

Albert Einstein

.

.

.

"¿Encuentro casual?"

¿Casualidad? ¿Destino? ¿La casualidad se relaciona con el destino? Es decir, ¿las cosas que creemos casuales, aquellas que ocurren de forma inesperada, en realidad son producto de lo que está destinado a pasarnos en nuestras vidas y solo lo denominamos "casualidad" porque no estamos preparados para eso en el momento que ocurre? ¿Era esto una casualidad o parte de nuestro destino? ¿Quién sabe?

Cada uno tiene su propia respuesta, ningún ser humano piensa de la misma forma, cada cual, en lo que a las cosas de la vida refiere, tiene su propia teoría. Ahora mismo no me importa en lo más mínimo adivinar o pensar esto. No cuando ese conocido par de ojos grises me miraba tan intensamente, reconociéndome.

¡Mierda, mierda, mierda! Es lo único que era capaz de decirme a mí misma. Me había acostado con un tipo casado. Seguramente mucho mayor que yo aunque no lo aparentaba. ¡Tenía un hijo… y ese niño es mi alumno! ¡Joder, Isabella! Me regañé.

Solo quería que la tierra me tragara. Había dormido con el padre del niño a quien ayudaba con sus tareas escolares. Mejor dicho: me había follado (más de una vez en una noche) al padre de uno de mis alumnos particulares que había llegado temprano del trabajo aquel día y ahora me miraba con la misma intensa mirada cargada de deseo que hace unas noches atrás y aquella sonrisa pícara que en solo unas horas había llegado a conocer tan bien… el tiempo se detuvo a nuestro alrededor. El aire se atoró en mi garganta y mi cara debía ser todo un poema. Miles de emociones revoloteaban por mi cuerpo, confusión, pánico, y algo que me descolocó por completo… esperanza. ¿De qué? No lo sabía, mi cerebro no parecía querer pensar.

#Flashback#

—Alice, ¿es necesario ir? —pregunté por enésima vez en lo que iba de tarde.

—Ya te dije que sí, Bells. Es mi último fin de semana aquí. Por favor…

¿Cómo negarte cuando tu mejor amiga te mira con las manos juntas y los ojos de perrito abandonado? Demonios, no podía negarle nada. Ella estaba a punto de emprender un viaje en carretera con el amor de su vida, Jasper, por tres meses. Para la enana cualquier tipo de suceso era digno de celebración. Éste no sería la excepción. También debo aclarar que era la persona más melodramática que conocía. ¡Ni que se fuera por siempre!

No tenía ganas de salir, solo lo hacía por ella. Tom, el chico de siete años al que ayudo con sus deberes escolares ya que le cuesta bastante y sus padres no estaban muy presentes (cosa de la que me percaté ya que nunca los había visto, incluso mi entrevista fue hecha por una de sus empleadas domésticas), hoy me había dado más trabajo de lo habitual.

Tommy, como me gustaba decirle, era un chico muy inteligente, pero un tanto especial. Vivía en su propio mundo, alejado de todo y todos. Por eso requería de mi ayuda. Al principio solo vi esto como un empleo más que llegó justo cuando buscaba algo que hacer y aumentara mi capital para la universidad, pero cuando conocí al niño en lo último que pensé fue en eso. Me encantaba pasar tiempo con él, reíamos entre nuestros recesos por sus locas ocurrencias y dibujábamos juntos. No entendía cómo sus padres no le dedicaban el tiempo necesario. Tenía la impresión de que su problema para relacionarse se debía a eso. Por las pocas palabras que había intercambiado con Kate, la nana de Tom, sabía que su padre pasaba más tiempo en la oficina que en casa y que era raro que el chico se llevara bien conmigo, según ella, las demás chicas que habían contratado antes no duraron más que tres días ya que el pequeño se negaba a trabajar… eso me alegraba. Mi sueño era ser profesora de literatura y ahora más que nunca quería hacerlo. Enseñar y ayudar a niños con su vocabulario, a que amen los libros…

—¡Sí! —gritó de repente lanzando un puño al aire adivinando mi respuesta y luego, se puso a dar saltitos aplaudiendo y murmurando para sí misma lo que podíamos usar esta noche—. ¡Oh! Ya sé, tengo un vestido perfecto para ti. Te espero en mi casa, a las ocho en punto.

—All, tengo que hablar con Charlie… si es que vuelve a casa…

—¿Ah? ¿Desde cuándo Charlie te detiene a salir? ¿Me perdí de algo?

—Cada vez pasa más tiempo en casa de Sue. Anoche no volvió. Ni siquiera me avisó… sé que su opinión es lo de menos, pero debo avisarle —respondí en un murmullo.

No era que me molestase que estuviera rehaciendo su vida, solo puede que estuviera un poco celosa de que ya no pasáramos tanto tiempo juntos como antes. La relación que teníamos era simplemente perfecta. Él podía confiar en mí así como yo en él. Al fallecer mi madre, tan solo cuando yo tenía cuatro años, él ocupó ambos roles y estuvo para mí siempre que lo necesité. Su "distanciamiento" dolía. Debía admitir que también tenía algo de culpa en eso. Luego del incidente con él, nada fue igual. Sé que lo decepcioné, más aún con mi transformación brusca de personalidad.

Mi amiga se acercó y me abrazó al percibir mi cambio de humor.

—Oh, Bells… ¡Arriba ese ánimo! Esta noche te olvidarás de todo. Solo disfruta, ¿sí?

Asentí con una leve sonrisa. Eso iba a hacer. Disfrutar de una "noche loca" olvidando mis pequeños problemas por un tiempo. Tomé mi celular y llamé a mi padre.

—¿Hola? —respondió al tercer tono.

—¿Papá?

—Bells, ¿todo está bien? —inquirió preocupado.

—Sí, solo… solo quería decirte que voy a salir con Alice esta noche…

Se mantuvo en silencio por unos instantes.

—Okay, ¿vuelves a dormir? —Podía imaginármelo frunciendo el ceño al preguntar eso.

—No lo creo, me quedaré con Alice… —Seguramente no lo creía, pero daba igual. No iba a explicarle mis intenciones esta noche.

—Está bien. De todas formas no iba a estar en casa. Voy a quedarme con Sue.

—De acuerdo, debo colgar. Te quiero.

—También te quiero, pequeña.

.

.

.

.

.

—¿A eso le llamas vestido? —pregunté a mi amiga mirando el pedazo de tela que pretendía que me pusiera. Sí, amaba usar cosas cortas que dejaran ver todo el largo de mis piernas, pero esto era mucho más de lo que estaba dispuesta a ponerme. El vestido, strapless rojo ceñido hasta la cintura y apenas más suelto hasta un poco más debajo de mi trasero, no dejaba nada a la imaginación. Ni de broma iba a caminar por las calles de Chicago con eso puesto. Mucho menos con las armas mortales que la enana se empeñaba en llamar zapatos. Eran hermosos, de eso ni duda, unas perfectas obras de arte de Christian Louboutin negros con tachas y las obligadas suelas rojas. Eran el sueño de cualquiera, pero caminar con ellos sería todo un reto gracias a los quince centímetros de tacón—. Y, Allie, no te ofendas, pero no seré capaz siquiera de bajar las escaleras sin matarme con esos.

—No seas aguafiestas, Isabella —se estaba enojando, solo utilizaba mi nombre completo cuando estaba perdiendo la paciencia—. Ya has utilizado unos parecidos, y el vestido… estoy segura de que se verá genial en ti. Es solo un poquitín más corto de los que sueles usar…

—Está bien —murmuré. Ella sonrió complacida.

Treinta minutos después, me encontraba lista para salir y pasar una de las mejores noches de mi vida, como me había propuesto.

Alice no mintió, el vestido me quedaba perfecto a pesar de que debería andar con cuidado para que nadie que yo no quisiera viera más de la cuenta. Había tardado en tomar el coraje para subirme a los zapatos, pero me armé de valor y lo hice. Y aquí estaba, mirando mi silueta frente al espejo. Le debía una disculpa al duende por haber dudado de sus habilidades en lo que a la moda se refiere. Mi cabello caía a los costados de mi cara en suaves ondas dándome un aspecto salvaje. Mis ojos estaban apenas delineados y había aplicado algo de rímel en mis pestañas. Mis labios, por insistencia de mi mejor amiga, ahora eran de un rojo carmesí, "de prostituta" según yo.

El pedazo de tela roja resaltaba mis escasas curvas. No llevaba sostén, solo unas diminutas bragas negras. La zorra dentro de mí que llevaba guardada hace bastante tiempo estaba volviendo a emerger. Siempre salía aquellas noches en la que me proponía disfrutar como si fuera el último día de mi vida. Esta era una. Nunca había sido así, no me gustaba salir y mucho menos mostrar demasiado mi cuerpo hasta después de él… Mi primer novio, a quien le había entregado mi virginidad, aquel que creía amar y me abandonó de un día a otro diciendo que era frígida y no lo suficiente buena para él. Intenté demostrarle que no era así, dejando atrás todas mis inhibiciones y funcionó, por un tiempo. Hasta que encontró "una zorra real". Al parecer yo únicamente era "solo un intento de zorra y no cumplía con sus expectativas". Sus palabras, no las mías. Era un maldito perro, ya ni siquiera me importaba…

—¿Ves? Te dije que te quedaría perfecto. Volverás locos a todos. —Ella llevaba un vestido más conservador, claro iba con Jazz y el no permitía que mostrara demasiado, era azul oscuro con escote en "v" que solo era sostenido por una cinta en su cuello junto con unos zapatos igual de mortales que los míos—. Tal vez no termines la noche sola. Tengo el presentimiento de que será así… puedo ver en tu futuro a un hombre caliente —dijo guiñándome un ojo y riendo. Mucha gracia no me causaba. Había un ochenta por ciento de posibilidades de que eso pasara. Uno: extrañamente muchas de las cosas que ella "predecía" se cumplían. Dos: si vestida de esta forma no terminaba la noche sin haber tenido algún que otro orgasmo debería de considerarme "la perdedora del año".

El Twilight Hall Pub se ubicaba en el centro de la ciudad. Hacia allí nos dirigimos en el Porsche de Alice. Nos encontraríamos con Jasper y su primo, o "el armario" como yo lo había apodado. Al ser mayor de edad y amigo del dueño nos facilitaba la entrada y podríamos beber sin problemas.

Emmett era realmente enorme, daba miedo si no lo conocías, pero luego de unos segundos con él, podías darte cuenta de la excelente persona que era. Sí, te hacía mil y una bromas y siempre encontraba un motivo para hacerte pasar el momento más vergonzoso de tu vida, pero el oso se hacía querer. Debo admitir que era un tipo bastante caliente, sin embargo nunca se me ocurrió saltarle encima, lo veía como un hermano mayor y él, se comportaba como uno. No era la primera vez que salíamos en el mismo grupo, muchas veces controlaba cuánto alcohol había ingerido y espantaba a los, según sus propias palabras, "necesitados que me miraban como si fuese una trabajadora social nocturna".

En cuanto llegamos fue al primero que distinguimos, a su lado se encontraba otro tipo. Era alto y fornido, vestía unos jeans negros y camisa blanca que se adhería a la piel de sus brazos resaltando sus músculos que estaban flexionados al tener éstos cruzados. Solo había visto su espalda y ya estaba babeando. Un mes de abstinencia me estaba pasando factura.

Alice pegó uno de sus famosos alaridos cuando estábamos a solo unos pasos de distancia, ambos se giraron sobresaltados hacia nuestra dirección y si su espalda hacía que despidiera líquidos por mi boca, al mirarlo de frente las perjudicadas fueron mis bragas. Su cabello tenía aspecto de recién follado, en la oscuridad, solo iluminados por la tenue luz que proyectaba el alumbrado público, no lograba distinguir su color. Llevaba los tres primeros botones de su camisa abiertos, totalmente sexy. Su rostro era la perfección personificada. Unos hermosos ojos grises -que puedo jurar, vi oscurecerse- enmarcados en unas gruesas y oscuras pestañas. Su boca… su boca era indescriptible, totalmente apetecible. Nuestras miradas se cruzaron por una leve fracción de segundo y vi deseo en ellos. Bien Alice, parece que tu "visión" va a cumplirse. No quería volver a casa sin haber estado con ese dios griego.

Emmett tomó en brazos a la enana dándole uno de sus asfixiantes abrazos, los cuales yo odiaba, y giró con ella depositando un sonoro beso en la mejilla.

—Enana… —murmuró dejándola en el piso. Sabía lo que venía ahora—. ¡BELLA! —gritó antes de estrujar mis pulmones. ¡Demonios! Sentí mi vestido subirse dejando a la vista algo de mi trasero. Iba a matar a este idiota.

—¡Emmett! Bájame. —Me soltó carcajeándose y de forma desesperada puse la tela en su lugar. Pequeñas y apenas perceptibles risas escaparon de la boca del desconocido, el cual se calló inmediatamente al ver mi mirada cargada de odio dirigida hacia él. Al cruzarse nuestros ojos, una pícara sonrisa ladina se dibujó en sus esculpidos labios.

—Lo siento, pequeña… no los he presentado. —Antes de que continuara, el sexy engreído tomó la palabra.

—Edward M… —¡Qué voz! Apostaría cualquier cosa que el tipo era capaz de darte un orgasmo solo murmurándote cosas sucias al oído.

—Bella. —No lo dejé terminar, si pensaba acostarme con él, mientras menos información supiera el uno del otro mejor. Tomé la mano que me tendía estrechándola, él me sorprendió tirando un poco de esta y depositando un beso en el dorso de la misma. Okay, oficialmente mis bragas se estaban convirtiendo en una piscina.

—Mantenlo en tus pantalones, amigo. —Se entrometió Emm separando nuestro ligero contacto. Le lancé dagas con los ojos. Bufé y Edward rió. Busqué a mi amiga con la mirada y la encontré como esperaba. Prendida del cuello de Jasper haciéndole un examen exhaustivo a sus amígdalas. Comiendo delante de los pobres. Envidiaba su relación, más allá de lo físico, se notaba a millas de distancia el amor que se tenían, la forma en la que se miraban y comunicaban sin soltar palabra alguna. Se complementaban a la perfección. Una vez quise eso. Ya no. Dudaba poder encontrar a mi otra mitad.

—Es un placer conocerte, Bella —murmuró una aterciopelada voz en mi oído haciéndome estremecer. Escuchar mi nombre salir de sus labios era magnífico. Me pregunté cómo sonaría si lo gritara perdido en el éxtasis.

—Lo mismo digo, Edward —susurré girando un poco mi cabeza. Dejando nuestros rostros a escasos centímetros. Mi mirada quedó enganchada de la suya, aturdiéndome. Una ola de desconocidos sentimientos recorrió mi cuerpo confundiéndome. ¿Qué me pasaba? Juro que vi su rostro acercarse más para luego alejarse dejándome perdida en mis pensamientos, tratando de descifrar el porqué de aquella desconocida sensación justamente con un completo desconocido.

Para mi fortuna, el oso se encontraba hablando entretenidamente por su celular y no nos prestaba atención. A este ritmo no entraríamos jamás.

—Ven —pidió de repente tomando mi mano y arrastrándome con él. Lo miré levantando una ceja—, seguro está hablando con Rose, va a tomarse su tiempo. ¿Vamos?

¿Sabía que era menor? Probablemente no. Un punto a mi favor.

Asentí automáticamente, disfrutando de la calidez de su mano. Mi diosa interior levantó el puño en señal de victoria. Esta noche este hombre sería mío y nadie lo impediría. Él estaba interesado, yo lo sabía.

Ingresamos sin ningún problema, tal y como él dijo y una zorra, perdón, y una mesera con pinta de "estoy dispuesta a follar con cualquiera" vestida con unos diminutos shorts negros y una camiseta escote en "v" (demasiado pronunciado, incluso para mí) nos guió a un vip. Éste constaba de tres sillones blancos para dos personas y una mesita de vidrio en medio.

Me senté en uno de ellos y Edward lo hizo a mi lado. La señorita que respondía al nombre de Tanya, se reclinó para preguntarnos, reformulo, preguntarle a Edward qué era lo que quería tomar, colocando sus falsos pechos casi sobre su cara. Quería arrancarle una por una las baratas extensiones que tenía, ¿acaso no veía que estaba conmigo? Éste me observó inquisitivamente a mí. Ella se irguió notablemente enfadada y me miró con desdén esperando que yo dijera algo. "Ves zorra, esta noche es mío". Un momento, ¿eso fue un ataque de celos?

—Un Cosmopolitan estará bien —hablé para no seguir dándole vuelta al asunto, el dios griego asintió y prosiguió a hacer su pedido.

—Un gintonic Hendricks, si tiene. —Y sin más se fue enfurruñada, dejándonos solos y a mí totalmente nerviosa, ¿qué me pasaba? Desde el perro que no me dejaba intimidar o me permitía incomodarme por un tipo y ahora estaba prácticamente temblando. Muerta de nervios y avergonzada por vaya a saber qué.

Mi respiración se atoró en mi garganta cuando sentí su mano en mi muslo descubierto y sus dedos acariciar lentamente mi piel. Una oleada de excitación recorrió mi cuerpo. Se acercó a mi oído para hablarme probablemente porque con el nivel del volumen de la música no lo oiría o simplemente para seguir volviéndome loca.

—¿Qué edad tienes, Bella? —Su fresco aliento mezclado con el inconfundible olor a whiskey hizo que mi piel se erizara.

—¿Acaso importa? —pregunté de vuelta.

—A mí sí, no quiero tener problemas… —susurró.

—¿Problemas? ¿Qué clase de cosas quisieras hacer en la que mi edad se vea involucrada? —inquirí coquetamente. No estaba ebrio, pero si lo veía algo aturdido. Al parecer había comenzado a beber desde temprano… ¿Ahogar penas, tal vez?

—No tienes ni idea las cosas que tengo en mente. —Se acercó más, si es que eso era posible. Sus labios estaban a escasos centímetros de los míos. Quería tomar su rostro entre mis manos y besarlo hasta perder el sentido. Estaba totalmente loca por él. Sus ojos me miraban con tanta intensidad que sentí la necesidad de juntar mis piernas para tratar de aliviar esa incomodidad que tan bien conocía, pero me contuve. Se daría cuenta, su mano seguía sobre mi pierna causando estragos en mi cuerpo. En el maldito momento en que tomé valor e iba a devorar sus apetitosos labios, Miss zorra pechos falsos hizo su aparición con nuestros tragos y detrás de ella Alice, Jazz, Emmett y una chica rubia a quién éste último presentó como Rosalie. Edward retiró su mano y bufé interiormente. Esto era culpa del jodido oso sobreprotector.

.

.

.

Llevábamos varias horas en el lugar. Ahora estaba repleto de gente tanto en la pista como en las mesas. Él no había vuelto a tocarme, siquiera hablarme. Estaba frustrada, excitada y… frustrada. No me había tocado intencionadamente, pero cada vez que se estiraba para agarrar su bebida de la mesita, su brazo me rozaba y mi respiración se aceleraba. Había tomado más de lo que solía hacer, pero aún me encontraba en mis sentidos. Los demás no se encontraban en mejor estado.

Me sobresalté al sentir nuevamente su contacto sobre mi piel y sus labios casi rozando mi oído.

—¿Bailas? —preguntó con voz ronca. Asentí automáticamente, se levantó y me ofreció su mano que tomé sin pensar, pero luego vacilé en avanzar. Le dirigí una mirada a Emmett, pero se encontraba demasiado ocupado con la anatomía de Rosalie—. No creo que se percate —me dijo siguiendo mi mirada.

Nos dirigimos a la pista esquivando personas como podíamos y cuando logramos llegar, sus manos se adueñaron de mi cintura y me atrajeron hacia él pegando mi cuerpo al suyo.

—No me has dicho tu edad… —recordó.

—Veinte —mentí rápidamente. No iba a perderme la oportunidad de estar con un tipo así por ser aún menor de edad.

—Mientes… pero no me importa. —Creí haberle oído murmurar, pero no estaba segura, así que le resté importancia.

Una electrizante y sensual canción comenzó a sonar y permití a mi cuerpo dejarse llevar, comenzando a moverme. Me di la vuelta y contoneé mi cintura pegándome a él. Éste comenzó a moverse conmigo atrayéndome aún más. Pude sentir su erección sobre mi trasero, una sonrisa de suficiencia se formó en mis labios y sentí mis bragas humedecerse. Era yo quien le provocaba eso. En un momento de valentía me giré en sus brazos e hice lo que llevaba deseando toda la noche.

Capturé sus labios en los míos con fiereza y prendí mis manos a su nuca, jugando con las suaves hebras de su cabello. Él permaneció estático unos segundos, probablemente por la sorpresa, pero luego me atrajo más a sí y me devolvió el beso con la misma intensidad, podía degustar el sabor del alcohol en sus labios. Su lengua se abrió paso en mi boca y comenzó una sensual lucha con la mía. Sus manos apretaron mi trasero, gemí sobre sus suaves labios y sentí los suyos curvarse en una sonrisa.

Nos vimos obligados a separarnos por la falta de aire y porque la intensidad de aquel beso era demasiada para un lugar público.

—Vamos a otro lado, preciosa. A un lugar más privado —pidió con su frente apoyada en la mía y mirándome directamente a los ojos.

Gris sobre chocolate, ambos cargados de deseo. Comunicándose sin la necesidad de palabras. Por primera vez en lo que iba de mi vida no estaba del todo segura de lo que iba a hacer. ¿Debía negarme? ¿Qué tal si era un psicópata? No, eso último lo dudaba… era amigo de Emmett. Entonces, ¿debía aprovechar esta oportunidad y pasar la que prometía ser la mejor noche de mi vida sin importar nada? Aquello que me hacía titubear no tenía nada que ver con él, bueno, no directamente… tenía miedo de aquellos extraños sentimientos que habían aparecido al cruzarse nuestras miradas e hicieran otra extraña aparición y yo saliera perjudicada de esto. Estaba segura que para él no sería más que un revolcón de una noche, tal como yo esperaba.

—Sí, vámonos de aquí. —Las palabras salieron de mi boca en un susurro sin darme cuenta.

Nuevamente tomó mi mano y me guió fuera del local a paso apresurado. Llegamos al estacionamiento y se detuvo frente a la puerta de copiloto de un Aston Martin negro, empujándome suavemente contra ella y recargándose sobre mí. Uniendo nuestras bocas en un beso voraz. Mi corazón latía desbocadamente. Antes de lo que hubiese deseado de separó de mí y abrió mi puerta sosteniéndola para que entrara. Lo hice bufando por la rápida separación. Él dio la vuelta y en segundos ya estaba sentado a mi lado encendiendo el motor del coche.

—Pronto —dijo al ver mi cara de frustración, al tiempo en que su mano acariciaba lentamente la piel descubierta de mis piernas. Gemí vergonzosamente con solo ese simple contacto. ¿Qué tenía él que no tenían los demás con los que había estado?

Manejó como un loco por la ciudad hasta que llegamos al Sax Hotel Chicago. Este se encontraba en el corazón de la ciudad, junto al río y a pocas cuadras del Millennium Park. Le dejó las llaves del auto al valet parking taladrándolo con la mirada a modo de "si rayas mi coche te rompo las piernas". Caminamos dentro del hotel a paso apresurado, no me fijé en los detalles del hall ya que estaba demasiado concentrada en su cercanía y su mano en mi espalda baja como para prestar atención. Apenas escuché lo que habló con la recepcionista y cuando menos me di cuenta, me tenía acorralada entre sus brazos en el ascensor. Sus labios atacaron los míos con sensualidad. Mis brazos volaron a su cuello atrayéndolo más de ser posible. No fui consciente del pitido que anunciaba la llegada al piso donde se encontraba la habitación que él había pedido. Solo era capaz de pensar en nuestras manos entrelazadas y lo bien que eso se sentía, lo maravillosa que yo me sentía.

Me arrastró por el pasillo hasta la puerta de la que supuse era la habitación. Todo pasó muy rápido. En segundos estaba nuevamente aprisionada entre sus brazos, su boca sobre mi cuello, mi espalda contra la puerta y su erección presionando mi bajo vientre. Mis manos deshicieron con torpeza uno a uno los botones de su camisa revelando su esculpido pecho, el cual acaricié a mi gusto, haciendo que él soltara un gruñido y sus músculos se tensaran, disfrutando sentir como lo hacían bajo mi tacto. Pasando mis manos por sus hombros hice que aquella cayera al piso. Sonreí y atraje sus labios a los míos. Este beso no fue como los anteriores, era más demandante, cargado de deseo y necesidad.

Mordió suavemente mi labio inferior tironeando sensualmente del mismo. Sus dedos buscaron el cierre de mi vestido y lo bajó sin más, provocando que cayese a mis pies dejándome solo en mis diminutas bragas. Lo oí exhalar bruscamente antes de que me tomara en brazos y me dejara caer sobre la mullida cama. Se paró a un lado de esta, con una sonrisa ladina, observándome, devorándome con la mirada mientras se deshacía del resto de su ropa, quedando solo en unos sexys bóxer blancos que dejaban ver con claridad su imponente erección.

Mi cuerpo se estremeció ante tal imagen. Bajé la mirada totalmente ruborizada. ¿Qué era lo que estaba pasándome esta noche? No entendía lo que me sucedía, en momentos así, la Isabella tímida desaparecía y lo último que sentía era pudor. Pero con él era diferente. ¿Se debía a su edad? Obviamente era mucho mayor que yo y nunca me había acostado con nadie que pasase los veinte… mis pensamientos eran confusos por el alcohol así que decidí no darle importancia al asunto. Después de todo, luego de esa noche, no volvería a verlo. Se cernió sobre mí acariciando toda la extensión de mis piernas, dejando un camino de fuego allí por donde sus dedos pasaban. Haciéndome olvidar todo.

—No pienses, solo actúa. Déjate llevar —murmuró contra mis labios. ¿Quién era yo para negarme?

Fue depositando besos húmedos a lo largo de mi mandíbula hasta llegar a una de mis orejas, donde tomó el lóbulo, atrapándolo entre sus dientes. Arañé suavemente su espalda ganándome un gemido como respuesta.

—Eres preciosa —dijo con voz ronca. Solo pude gemir ante eso. Sus labios volvieron a mi cuello y fueron descendiendo.

Mirándome intensamente dejé que su mano recorriera mis costillas subiendo lentamente, pero deteniéndose antes de rozar el costado de uno de mis pechos y luego bajar para repetir el proceso, provocándome, sin tocar allí donde lo deseaba. Bufé frustrada y él solo soltó una risita. Creí escuchar un "impaciente" de su parte, pero no estaba segura y dejó de importarme en cuanto su lengua se apoderó sin previo aviso de uno de mis pezones haciéndome ver las jodidas estrellas. Unas de sus manos descendió hacia el sur y jugueteó con la cinturilla de mis bragas mientras se entretenía con mis pechos. Mis manos habían abandonado su fornida espalda para apoderarse de las sábanas con fuerza, retorciéndolas. Sus caderas embistieron contra las mías haciendo que nuestros sexos se rozaran sobre las telas creando una fantástica fricción. Sentía cómo cada terminación nerviosa de mi cuerpo se ponía alerta, a la espera de su siguiente movimiento.

Mi espalda se arqueó de puro placer al sentir sus dedos en aquella parte de mi anatomía que palpitaba por sentirlo. En qué momento se había deshecho de mi ropa interior, no lo sabía. Estaba demasiado ocupada, perdida en el mar de sensaciones que su boca y sus manos provocaban. Acarició lenta y circularmente aquella protuberancia que era capaz de llevarme a la locura, un grito ahogado se escapó de mis labios entreabiertos. Lo necesitaba dentro de mí, en ese preciso momento. Ya no quería esperar. Habría tiempo para juegos más tarde. No iba a conformarme con sentirlo parte de mí solo una vez. Era la única noche que iba a ser mío e iba a aprovecharla al máximo. Saqué fuerzas de donde no las tenía y nos giré quedando a horcajadas de su cuerpo. Nuestras miradas permanecieron enganchadas durante segundos. Sus ojos grises brillaban intensamente. Y ahí estaban nuevamente aquellas emociones desconocidas. Negué con la cabeza para despertar de aquel aturdimiento y del poder hipnotizador de su mirada.

—Basta de juegos, te deseo. Te necesito —murmuré a centímetros de su boca antes de atacarla impidiendo réplicas de su parte.

Mis brazos de aferraron a sus omóplatos con fuerza al sentir nuevamente su mano abarcar mi sexo y uno de sus dedos de pianista se introdujo lentamente en mí, bombeando a un ritmo torturante. Un quejido se escapó de mis labios cuando otro siguió al primero. Sentía fuego recorrer mis venas, todo era calor. No aguantaría mucho más. Una de mis manos se aventuró recorriendo su cuerpo con caricias furtivas en su pecho, hacia abajo. Mis dedos se deslizaron debajo del elástico de su bóxer y sin vacilar acaricié toda la longitud de su erecto miembro con decisión, una y otra vez al ritmo de sus dedos. Él siseó en mi oído enviando un latigazo de placer directo a mi parte baja, haciéndome gemir. Nos giró nuevamente apoyando mi espalda en el colchón y se incorporó para deshacerse de la incómoda y única tela que lo cubría. Bajé mi mirada avergonzada al verlo en todo su esplendor, como si fuese la primera vez que veía a un hombre totalmente desnudo. Sentí una risita de su parte y mi vergüenza pasó a segundo plano para dar lugar al deseo en un microsegundo al animarme a echarle un vistazo. Apoyada en mis codos observé con lujuria cada parte de su cuerpo, era perfecto, ninguna descripción le haría justicia. Sus músculos estaban definidos y trabajados, pero no en exceso. Inevitablemente mis ojos se perdieron en aquel caminito de vellos que llevaba a "la tierra prometida", como decíamos con Alice. Mi vista se posó en aquel imponente miembro, erguido, esperando por mi atención.

—¿Te gusta lo que ves, nena? —dijo, mientras con una de sus fuertes manos se acariciaba a sí mismo. Inconscientemente me humedecí los labios con la lengua y él gruñó como respuesta. Rápidamente tomó su pantalón y sacó un envoltorio plateado del bolsillo. Me lo tendió con una sonrisa arrogante—. ¿Quieres hacerlo tú?

Mordí mi labio y asentí tomando el condón y abriéndolo con cuidado. Edward se paró frente a mí. Con los ojos encendidos de pasión y aquella sonrisa que parecía no abandonar nunca su cara. Lo tomé entre mis manos y lo acaricié en toda su extensión, maravillándome con su suavidad. Dejé por segundos a mi pulgar jugar con su glande, un gemido brotó de su boca. Una de las cosas más sensuales que había oído salir de ella en toda la noche, me excitó más de ser posible.

—Si sigues así no duraré mucho, nena. —Dejé escapar una risita.

Proseguí a colocarle con cuidado y correctamente el preservativo. No deseaba tener sorpresas después de esta noche. En cuanto lo hice volvió a abalanzarse sobre mí estrellando su boca con la mía, con fiereza. Con una de sus rodillas abrió mis piernas y se colocó entre ellas haciendo que nuestros sexos se rozaran. Gemimos al unísono por el contacto de nuestras pieles sin nada de por medio. Mis caderas fueron en busca de más por voluntad propia, Edward situó su miembro en mi entrada, indeciso. Mis piernas rodearon su cintura incitándolo a seguir. Miró mis ojos buscando vaya a saber qué, pero al parecer lo encontró y sin más se adentró en mí de una certera estocada. Llenándome por completo como nunca nadie lo había hecho. Mi espalda se arqueó y mis ojos rodaron hacia atrás por el mar de sensaciones que me invadió en ese instante. El calor aumentó.

Una danza tan vieja como el mundo comenzó entre ambos.

Respiraciones erráticas.

El sonido de las pieles desnudas al chocar.

Jadeos.

Gemidos.

Dos personas perdidas en el éxtasis, entregando todo de sí, descubriendo el cuerpo del otro.

El orgasmo llegó a mí llevándose todo a su paso. Arrasando con mi cordura, transportándome a millones de años luz de la realidad. Con unas embestidas más, lo sentí tensarse para luego derrumbarse sobre mí. Nunca había sentido nada parecido anteriormente. Eso me hacía preguntarme nuevamente, ¿por qué con él…?

#Fin Flashback#

Aquí estaba, petrificada en la sala de su casa. El tiempo parecía haberse detenido en el instante en que nuestras miradas se engancharon. Ninguno dijo nada por lo que me pareció una eternidad. El niño pasaba su mirada de uno al otro, confundido.

—¿Bella? —murmuró, ¿divertido? ¿Qué le pasaba a este tipo? Solo fui capaz de asentir como una idiota. ¿Qué se supone que iba a decir? "Sí, la misma que te follaste de mil maneras la otra noche." No, eso no sería correcto, al menos en la presencia de Tommy—. Tom, ¿podrías ir a tu habitación? Necesito hablar con Isabella un momento.

El aludido tomó algunas de sus cosas y fue rumbo a su cuarto murmurando algo que no logré oír con claridad hacia su padre. Edward únicamente sonrió como me demostró que solo él sabía hacerlo y me dirigió una mirada que no pude descifrar asintiendo a lo que sea que le haya dicho Tom.

—Yo… si ya no me necesita voy a retirarme —apenas susurré bajando mi mirada, evitando todo contacto con sus hipnóticos ojos. Sabía que si volvía a mirarlo le saltaría encima. Luego de aquel encuentro y dejarlo solo en la habitación sin despedirme, eran increíbles aquellas ganas de cruzármelo por mera casualidad en cualquier lugar, lo buscaba ridículamente por todos lados. Lo extrañaba. No entendía el porqué. Solo había estado con él unas horas, que se sintieron como una eternidad. Esa noche, había dormido acurrucada con él, algo que jamás hacía. Por lo general luego de ese tipo de encuentros salía despavorida de los hoteles para evitar más contacto del deseado. Con él no fue así, incluso habíamos mantenido una breve conversación donde me sacó varias risas.

—¿Por qué te fuiste? —murmuró acercándose a mí.

—¿Qué quieres decir con eso? —No entendía a qué iba su pregunta. Solo me había buscado para un revolcón de una noche, ¿no?

—¿Por qué me dejaste allí sin siquiera despedirte? —Había dicho eso con, ¿dolor?

¿Qué se supone que debía responder a eso?

—No lo sé… solo fue algo de una noche. De haber sabido quién eras nunca lo hubiese hecho…

Me atreví a mirar su rostro, mis borrosos recuerdos debido al alcohol no le hacían justicia a su hermosura. Solo que esa belleza se veía opacada por una extraña mueca. Tal vez mi respuesta le había afectado, pero lo dudaba, para él también esto había sido cosa de una noche, ¿no? Eso quería pensar.

—¿Te arrepientes? Porque yo no. Y saber quién eras no me detuvo.

Era un jodido hijo de puta. ¿No tenía respeto por su mujer? Me sentía como la mierda. Podría ser algo zorra algunas veces, pero tenía respeto por las demás. El hombre de otra, tenía vagina para mí. No habría hecho algo que no me gustaría que me hicieran. La ira se apoderó de mi cuerpo y alcé la voz.

—¡Estás casado! Nunca me habría involucrado con el marido de alguien. ¡Joder, Edward! Debí haberme fijado si llevabas alianza… —Él me observaba en silencio y con atención, como esperando que entendiera algo o que continuara despotricándolo—. Te detesto. Prefieres trabajar horas que pasar tiempo con Tom, el niño más adorable que conocí alguna vez, ni siquiera sabías que yo lo ayudaba —de repente su frase anterior volvió a mí: "Y saber quién eras no me detuvo"—. Un minuto, ¿qué diablos quieres decir con eso de que sabías quién era yo? ¿Emmett te habló de mí? ¿Qué…?

No me dejó continuar. Se abalanzó hacía mí pegando sus labios a los míos con dureza. Mi espalda chocó contra una de las paredes de la sala y me inmovilizó contra esta. Con una de sus manos sujetó mi mandíbula haciendo que lo mirase.

—¿Vas a callarte y dejarme hablar?

—¿Qué mierda crees que estás haciendo? —¿Cómo carajo se atrevía, no sabía lo que era el respeto.

—Cállate. Ya dijiste lo tuyo. Es mi turno —me miró asegurándose de que iba a escucharlo. Asentí cuando enarcó una ceja en mi dirección para cerciorarse de que así sería—. Primero: ¿Quién crees que eres para hablarme de ese modo sin saber nada de mí? Si paso menos o más tiempo con mi hijo no es de tu incumbencia. Lamentablemente me veo obligado a pasar más tiempo sentado en una jodida oficina, más horas de las que debería, solo por darle una mejor vida y porque hasta hace poco tiempo él no me quería en la suya. No quería a nadie en su vida. Hasta que llegaste tú. Emmett nunca me había hablado de ti hasta hace unas noches. Aun así, no sabía que se refería concretamente a la misma chica que llevaba semanas en mi cabeza.

—¿Cómo…? —Intenté preguntar.

—¿Cómo sabía de tu existencia sin que tú supieras de la mía? Simple, un día llegué aquí y oí algo que hace tres años no escuchaba, la risa de mi hijo. Me dirigí hacia el lugar de donde provenía, necesitaba saber qué era lo que la provocaba y entonces te vi. Era tu primer día si mal no recuerdo e intentabas hacer que entendiera unos cálculos con un raro y gracioso método que sorprendentemente funcionó. Me fascinó tu manera de enseñar, con tanta pasión y dedicación… eres increíble, si no hubiese leído un millón de veces tu solicitud de empleo para asegurarme de que estabas capacitada para el trabajo, nunca me hubiese imaginado que tenías diecisiete años. Todas las tardes te observaba. Sé que eso suena algo acosador, pero no podía evitar hacerlo. El cambio de Tom desde tu llegada es increíble. Incluso, pasamos más tiempo juntos y sin dudar, es gracias a ti. Tom te adora. Todos los días es "Bella es fantástica", "adoro a Bella", "¿cuándo llegara Bella?" En sus siete años jamás lo había escuchado hablar tanto como ahora. Todo es sobre ti.

Mi corazón se hinchó al oír aquello y mis ojos se llenaron de lágrimas. Parte por ver con cuánto amor hablaba de su primogénito y otra parte por saber que yo era importante para el niño, como él lo era para mí. Miles de mariposas armaron una revolución en mi estómago al oír lo que Edward pensaba de mí. Una involuntaria sonrisa se dibujó en mis labios. Pero todos aquellos maravillosos sentimientos se vieron eclipsados en un instante. No podía permitirme sentir nada por él. Más allá de que apenas lo conocía estaba comprometido con alguien más y no iba a interferir en esa relación y mucho menos ser la segunda.

—Tengo que irme. —Estaba al borde de las lágrimas, no quería derrumbarme frente a él y demostrar que era una típica adolescente enamorada de un hombre inalcanzable. Intenté zafarme de su agarre, pero me lo impidió.

—No he terminado —tomó una profunda respiración y continuó—. Estuve casado hace un tiempo… mi esposa falleció. Hace tres años en un accidente automovilístico… Es por eso que Tom es como es, o tal vez debería decir era hasta que llegaste tú.

—Lo siento.

—Está bien… Lo superé, le había tomado cariño —lo miré confundida. Él continuó explicándose—. Su pérdida dolió, mucho, pero yo no la amaba. Le tenía cariño, obviamente era la madre de mi hijo, pero la única razón por la que me casé fue él. Con el tiempo aprendí a quererla, pero nunca lo suficiente, algo que siempre me reclamó… lo único que nos unía era el niño. Estábamos pasando un muy mal momento en nuestra relación, ella había conocido a alguien más y me había pedido el divorcio. Iba a firmar sin rechistar, no podía reclamarle nada. Ella merecía alguien que la amara de verdad. Esa noche, ella estaba yéndose a encontrarse con él, yo había salido de la ciudad… —se perdió en sus pensamientos por un momento—. Cuando encendí el teléfono al bajar del avión, tenía miles de llamadas. Justo minutos después volvió a sonar dándome la trágica noticia. Un conductor ebrio perdió el control…

—Lo siento —repetí—. De haberlo sabido hubiese cerrado la boca…

—No te preocupes. Entiendo tu reacción… Sé que no actué bien… ese día había sido el aniversario de su muerte, estaba un poco sobrepasado de alcohol antes de llegar al pub. Pido disculpas si fui un idiota y no te traté como te mereces. No suelo beber… Tommy luego de que te fuiste se encerró en su habitación y se negó a que lo viera. Seguramente lo has notado diferente —asentí recordando el trabajo que me había dado.

—No había sido un buen día, sé que no es excusa, pero necesitaba olvidarme de todo. No planeaba encontrarte. Nunca me imaginé que eras tú de quien hablaba Emmett y encontrarte allí… requirió de todo mi esfuerzo no agarrarte y llevarte a cualquier lado en ese momento. Eras lo que necesitaba. Sabiendo que eras menor fui y te seduje de todas formas. ¡Por Dios! Tengo treinta y dos años, ¿a qué tipo cuerdo se le ocurre seducir a una adolescente? Pero luego de que me besaste, quería más, no en el sentido que piensas, y todo dejó de importarme. Lo que deseaba era no dejarte ir nunca. No buscaba solo una noche de lujuria. Quería compartir muchas cosas contigo, aun sabiendo que estaba mal. Que merecías a un chico de tu edad y todo eso… pero no puedo. Hoy tomé valor de donde no tenía y decidí arriesgarme. Admito que no esperaba que me insultaras de esa forma, pero creo que era lo justo…Es increíble que con lo poco que conozco de ti no pueda dejar de pensarte, extrañarte cada minuto. Verte cada día y no poder besarte… parecerá una locura, pero amo cada una de esas pocas cosas. Cómo te ruborizas por cualquier cosa, lo madura que eres, la forma en que tus ojos brillan cuando enseñas, cómo te relacionas con Tom, el aroma único de tu cabello, tu sedosa piel. Cada parte de ti que llegué a conocer… —El aire se atoró en mi garganta. Si eso no era una declaración… pues que alguien me explique qué otra cosa era. Aquel cosquilleo en mi estómago regresó con intensidad. Intenté buscarle la parte engañosa a todo esto mirando sus profundos ojos grises, sin embargo lo único que encontré fue sinceridad. Él hablaba en serio. ¿Qué pasaría ahora? ¿Cómo debía reaccionar ante eso? ¿Qué debía decir?

—Di algo, Bella… por favor —intenté, juro que lo hice, pero ninguna palabra salía de mi boca. Quería gritarle que con eso que dijo me había vuelto más loca de lo que estaba por él. Pero nada salió.

Lágrimas se desbordaron de mis ojos, eran de felicidad. No lo dejé continuar y busqué sus labios con los míos. Dándole a entender con ese beso que lo que yo sentía no era diferente. Olvidándome del mundo, de las consecuencias que esto podría traer. Edward dudó unos segundos antes de devolverme el beso con la misma intensidad. Mis brazos se enredaron en su cuello y él se pegó más a mí tomando con sus manos mi cadera…

No la dejes ir… —murmuró sobre mis labios. Me separé un poco de él y lo miré con confusión—, eso me dijo Tommy antes de irse.

Volvió a besarme y me perdí en el calor de sus labios. ¿Qué importaba si esto no salía bien y terminaba perjudicada? Iba a disfrutar del momento sin importarme si solo nuestras vidas se cruzaron por casualidad o simplemente este era nuestro destino…


Bueno... ¿Qué tal? Espero que les haya gustado tanto como a mi hacerlo. :) Es muy probable que se convierta en un Fic... veremos más adelante.

Besos, nos leemos pronto en mis otras historias.

Gracias Ara y Trici por estar siempre ahí :D

SharinPattinsonStewart-