El Potterverso pertenece a J. K. Rowling, pero eso ya lo sabemos todos.

Este fic participa en los Desafíos del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black. Me apunté con la lista del lado oscuro y me salieron los siguientes rasgos: cobardía, crueldad, gula, sadismo, intolerancia y desprecio.

Esta primera viñeta está centrada, más o menos, en la intolerancia.


Una mancha de luz

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I

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Londres, 1884

Aquel frío día de febrero, Phineas Nigellus tenía muchas cosas en la cabeza. Las interminables discusiones con Ursula, el poco tiempo que pasa en casa desde que lo nombraron director de Hogwarts, la gripe que había cogido el pequeño Arcturus…

Pero, sin duda, el problema más acuciante era encontrar a su segundo hijo. Phineas se había escapado de casa mientras sus progenitores estaban demasiado ocupados gritándose como para darse cuenta; y a su padre le avergonzaba un poco reconocer que, si Sirius no lo hubiera comentado, probablemente ni él ni Ursula se hubiesen percatado.

El hombre miró a su alrededor con irritación; odiaba estar rodeado de muggles. Hombres con esos trajes ridículos y sombreros estúpidos, y mujeres con vestidos pomposos y gorritos que no tenían razón de ser. Detestaba a los muggles, que habían proliferado alrededor de la casa que sus ancestros construyeron lejos de la ciudad y les habían obligado a tener que esconderse. A ellos y al maldito Estatuto del Secreto que le impedía echarlos de los alrededores de su casa y darles una lección.

Suspiró, resignado. De momento, tenía que encontrar a su hijo. Y pronto; quién sabía lo que esos muggles podían hacerle. Phineas sabía que eran inferiores, pero no estaban ni por asomo indefensos. Y su hijo, pese a su inteligencia, era demasiado pequeño para manejarlos con la mente fría.

No dio con él hasta bien entrada la tarde. Lo vio sentado en el borde del canal, hablando con una niña que debía de tener más o menos su edad. Una oleada de irritación sacudió al hombre al darse cuenta de que era muggle. Se propuso darle un buen cocotazo a Phineas en cuanto llegaran a casa; le había explicado por qué no debía mezclarse con esa clase de escoria, pero el niño y su manía de cuestionarlo todo no lo entendían.

—¡Phineas!—lo llamó cuando estuvo a tres metros de distancia.

El niño giró la cabeza al oír la voz. Sus ojos, verdes como las hojas de un árbol en primavera, se iluminaron al verlo. Sonrió y se puso en pie de un salto.

—¡Padre!—se acercó a él corriendo. La niña se levantó y se acercó a ellos con cierta cautela. Phineas la miró entonces—. Ella es Liora—explicó.

El hombre observó a la niña. Tenía el cabello rubio y suelto, tan fino que más que caer parecía flotar alrededor de su cabeza. Sus ojos, enormes y grises, destacaban en un rostro menudo de labios rosados y finos. Llevaba una versión en miniatura de esos vestidos que tanto irritaban a Phineas, pero parecía más extrañada de ver la túnica del hombre. Probablemente a la de su hijo ya se hubiera acostumbrado.

—Que no se te ocurra volver a salir sin permiso—reprendió a Phineas tras unos segundos, decidido a ignorar a la cría. Era muggle hasta la médula—. Y menos aún relacionarte con muggles.

El niño bajó la mirada, ligeramente avergonzado.

—Pero ha sido buena conmigo—murmuró—. Hemos ido a su casa y su madre me ha dejado comer galletas que acababa de hacer.

A Phineas le hubiera gustado darle un buen tirón de orejas a su hijo. De hecho, lo estaría haciendo, pero no pensaba dejar más en ridículo al niño delante de una vulgar muggle. De modo que lo agarró de la muñeca y tiró de él para llevarlo de vuelta a casa. Phineas no se revolvió, pero. Para disgusto de su padre, se giró para despedirse de la muggle agitando la mano.

—No hagas eso—le riñó. Phineas bajó la mano y miró a su padre. Tenía que correr para no ser arrastrado y mantener el ritmo del hombre—. No se lo merece.

—Pero…—empezó de nuevo el niño.

—Pero nada. Es una muggle. Creo que ya te he dicho por qué no tienes que acercarte a ellos.

—A mí no me parece inferior—protestó Phineas—. Es lista y me ha dicho que podríamos coger renacuajos cuando hubiera.

—Ahora no lo puedes entender porque eres muy pequeño—replicó su padre—. Pero cuando crezcas te darás cuenta de que tengo razón.

Phineas no dijo nada más. Cuando llegaron a casa, aguantó la regañina de su madre y la sonrisa burlona de su hermano Sirius, a quien le encantaba ver cómo otro recibía las broncas, y se encerró en su cuarto en cuanto se terminó el sermón. Ursula se dejó caer en el sillón, cansada. Su marido quiso acercarse a ella, pero algo en su mirada lo disuadió de hacerlo.

Phineas Nigellus Black se dejó caer en el sofá y se tapó la cara con las manos. Al día siguiente debía volver a Hogwarts, pero eso era lo último que ocupaba sus pensamientos. Tenía la impresión de que le resultaría más difícil hacer entrar en razón a Phineas; a sus cuatro años, el niño era demasiado terco para su bien.


Notas de la autora: Para que no os perdáis, el padre es Phineas Nigellus Black, que tiene un retrato en el despacho del director de Hogwarts y otro en Grimmauld Place (o allí estaba hasta que Hermione lo metió en su bolso), y el niño, Phineas a secas. Lo borraron del tapiz por "defender los derechos de los muggles".

En fin. La idea original era distinta, pero al final he decidido utilizar este desafío para conocer a Phineas y, también, qué relación tenía con su padre. Hay seis viñetas, unas escritas desde el punto de vista del padre, y otras desde el del hijo. Decir que me estoy enamorando de este repudiado tan mono es quedarse corto. Tengo su vida totalmente planeada, sólo falta que los jefazos de FFN se dignen a incluirlo como personaje.

El caso, ¿qué os ha parecido? Sea lo que sea, bien, mal o regular, podéis comentármelo vía review.