Parejas: USUK, otras.

Género: Distopía, Romance, Hurt/Comfort, Family.

Rating: T

Advertencias: Este fic está totalmente basado y adaptado de una obra del mismo nombre. Delirium, de Lauren Oliver. Aunque he cambiado bastantes cosas, hay partes que son bastante literales en cuanto a la narración. Espero que Alfred no haya quedado muy Ooc, pero al ser mucha narración lo veo raro xD Lo mismo con Matthew, pero con él es aposta por el tema del que trata. En fin, simplemente, me pareció una historia de amor muy interesante en la que plasmar nuestra amada pareja :3

Disclaimer: Hetalia ni Delirium me pertenecen, ambos son propiedad de sus respectivos autores.


I'm in chains

The future remains the same

Just struggles and strains
Trying to keep the gains

A hard rain's gonna fall
I'll take your glory
I'll take it all
I'll take your territory

Delirious
I'n delirium
I'll find that equilibrium

Equilibrium/Blue foundation

Abrí los ojos, cegándome de inmediato por las tempranas luces del amanecer que se filtraban por las rejillas de las persianas. Parpadeé varias veces hasta acostumbrarme al fulgor de la habitación y me reincorporé lentamente en la cama hasta acabar con la espalda pegada al cabecero.

Hoy era el día. El día de la evaluación.

Matthew estaba de pie enfrente mía y me miraba fijamente, con una expresión vacía y ausente.

Claro, ya hacía tres meses que él se había sometido a la intervención.

Hace setenta y dos años que el gobierno de Estados Unidos calificó el amor como una enfermedad y hace cincuenta y uno que los científicos encontraron una forma de curarla. A casi todos los miembros de mi familia se les había efectuado ya la intervención. Es por eso que Matthew está libre de la enfermedad. La cura es tan efectiva que dice que ni siquiera puede recordar los síntomas.

Mucha gente teme la intervención. A mí no me da miedo. Primero, porque soy un hero, y un hero no debe de temer a nada, y mucho menos a algo que hacen por nuestra seguridad. Segundo, porque no me gusta sentir constantemente la enfermedad en mis venas.

Mi intervención es el 5 de julio. El día después de mi cumpleaños y de la independencia de nuestra nación. Estoy muy orgulloso de haber nacido en un día como ese.

Después de la intervención seré feliz y estaré a salvo. Los evaluadores me emparejaran con una chica, con la que me casaré en poco tiempo y formaremos una familia. Cuando era pequeño, solía fantasear con las chicas que me asignarían, bellas actrices que aparecían en televisión. Ahora, sólo anhelo que ocurra la operación y así estar tranquilo y libre de dolor.

La intervención se realiza cuando tienes 18 años, sino puede afectar al cerebro y ocasionar lesiones y cosas peores. Respecto a la enfermedad, en el colegio siempre nos han enseñado que en tiempos oscuros la gente no sabía del riesgo que conllevaba enamorarse, incluso ansiaban estarlo. Por suerte, nuestros científicos se dieron cuenta y han conseguido salvarnos antes de que este mal siguiera asolando a la sociedad. Actualmente la enfermedad se conoce como Deliria nervosa de amor.

Matthew se dirige hacia la ventana y sube la persiana de un tirón, lo que rompe mi hilo de pensamientos. Lo observo de arriba abajo y me levanto de un salto de la cama.

-Good morning Mattie! –sonrió ampliamente de forma natural, aunque sienta mi estómago revolverse ante los nervios.

Mattie se gira lentamente y vuelve a mirarme con sus ojos inexpresivos. Matthew siempre había sido un chico tímido, de los que se mantienen al margen, pero todo eso había cambiado desde la operación. Ahora simplemente parecía frío. Frío y mucho más seguro que antes. Tenía que reconocer que echaba de menos ciertas cosas de él, como esa sonrisa avergonzada que solía esbozar en su rostro, idéntico al mío.

Pero ahora estaba feliz. Y yo pronto lo estaría igual que él.

-Good morning.

Dejó salir vagamente las palabras y se quedó mirando hacia un punto fijo de la habitación mientras yo cogía de la silla la camisa y los pantalones que debía vestir hoy.

Nunca vestía con camisas. Era una vestimenta demasiado formal para alguien como yo. Pero todos habían insistido en que hoy debía llevar algo más formal para la evaluación.

La evaluación era necesaria para que pudieran emparejarnos. Debía someterme a varias preguntas sobre mis gustos y mi personalidad. Había estado repitiendo cada día todo lo que debía contestar. Me lo había aprendido de memoria.

Matthew siguió mirando hacia algún lugar mientras me cambiaba.

-¿Estás nervioso? –Murmuró entre dientes.

-Nop. ¡Esto no será nada! ¡He pasado por cosas peores! ¡Hahaha! -le guiñé rápidamente un ojo y volví a sentir una punzada en mi estómago ante los nervios. Mentía. Estaba tan nervioso que noté el tono ahogado de mi risa.

-¿Te lo sabes?

Fue al grano. Se refería a lo que debía contestar. Asentí volviendo a dibujar una enorme sonrisa en mi rostro y reprimiendo una fuerte carcajada. Cuando estaba nervioso me daba la risa tonta. Una risilla estúpida y nerviosa que me delataría.

-¿Me estás escuchando?

Mattie intentó que su voz sonara firme, pero eso no lo consiguió ni tras la intervención. Asentí de nuevo y lo miré a la vez que me abrochaba con torpeza los botones de la camisa.

-Azul. El azul es mi color favorito porque representa la estabilidad, la tranquilidad y la calma. –Sabía que contestar con rojo o negro podía hacerme bajar puntos ante los evaluadores.

Asiente lentamente y me mira de reojo.

-¿Y lo que te gusta hacer en tu tiempo libre?

Suspiro ante la insistencia y muevo nerviosamente mi pie derecho, dando pequeños golpes en el suelo.

-Me gusta salir con mis amigos y pasear por el parque. Me interesa mucho la psicología porque nos ayuda a conocer mejor a las personas. También me interesa la historia para poder aprender de los errores del pasado y no volver a cometerlos. Pero sobre todo, me encantan los niños.

Digo eso último con una sonrisa forzada. Absolutamente todo era mentira. Pero era lo correcto. Si lo hacía bien, ganaría puntos y me emparejarían con una buena chica.

Mattie vuelve a asentir y sonríe muy levemente.

-Lo harás bien.

Antes de que pudiera contestar algo, Peter entró por la puerta y se nos quedó mirando.

-Good morning Peter!

Lo saludé con entusiasmo volviendo a sonreír de forma natural. El pequeño se lanzó a mis brazos y lo estrujé fuertemente contra mi pecho. Pude notar que la mirada inexpresiva de Mattie reflejaba cierta molestia ante la muestra de cariño. No estaba bien visto tanta efusividad.

-¡Hahaha! –rió imitando mi forma de hacerlo, lo que me llenó de orgullo-. ¿Qué, listo para la última prueba antes de que te corten la mitad del cerebro?

-Retira lo que has dicho. –lo cortó secamente Mattie.

Ambos lo ignoramos. Miré a Peter sonriente y le revolví el pelo. Mi hermano pequeño apenas tenía doce años, pero a diferencia de la mayoría de la gente, él me importaba. Y aunque a veces dijera tonterías, era todo un little hero.

-¡Hahaha! ¡El hero siempre está listo para cualquier cosa!

-¡Hahaha! ¡Y su fiel ayudante lo ayudará en lo que necesite!

Disolvió el abrazo y me dio un apretón en la mano, sonriendo animado. Matthew había fruncido ligeramente el ceño.

-Tienes que desayunar, Alfred. –Volvió a intervenir.

-Ugh…No tengo hambre.

Estaba siendo sincero. Ni Peter ni Matthew parecieron creérselo puesto que yo no era especialmente conocido por tener poco apetito.

-La tía Madison quiere que desayunes.

Vivíamos con nuestra "madre" adoptiva, a la que nos referíamos como tía. A mí no me caía nada bien. Nos la asignaron tras la muerte de nuestros padres. Yo sólo tenía 8 años.

-¡Un hero necesita estar fuerte! –Peter apretó con más fuerza mi mano y eso, al contrario que lo que la tía y Matthew dijeran, me animó al completo.

-¡Hahaha! ¡Tienes razón Peter! ¡Como hero que soy, debo de estar fuerte y lleno de energía para un día tan importante como este! –grité a pleno pulmón y mi otro hermano se tapó los oídos.

Las risas se intensificaron y salimos del dormitorio. Bajamos las escaleras y nos sentamos en la mesa del salón, donde la tía ya había servido el desayuno. El tío ya se había ido a trabajar.

Mi desayuno fue rápido, pero al menos conseguí tragarme un bol entero de cereales. Esperaba no tener que vomitarlos después. La conversación fue monótona y aburrida, como todas las mañanas. Pero por una parte, me alegraba de que no me atosigaran a preguntas que sólo lograrían ponerme aún más nervioso.

Finalmente, salimos a la calle Matthew, Peter y yo. Ambos habían decidido tomarse el día libre y acompañarme a los laboratorios para la evaluación. Mattie debería estar preparando su boda que apenas sería en unas tres semanas, y Peter debería estar en el colegio.

A pesar de estar todavía en marzo, hacía bastante calor. Me sequé el sudor de la frente y respiré profundamente al sentir los acelerados latidos de mi corazón. Odiaba eso.

El camino se me hizo largo y fatigoso. Mi hermano-que-no-quería-ser-un-hero estuvo la mayor parte del camino en silencio, dejando escapar varios suspiros cada vez que nos escuchaba a Peter y a mí reír.

-¿Por qué ahora hay tan pocos coches? –Preguntó de repente Peter.

-El petróleo está rigurosamente controlado y es muy caro. Casi nadie tiene coches hoy en día, es preferible moverse a pie, en transporte público o bicicleta.

Peter asiente, pero no parece muy convencido ante la contestación de Matthew. En los libros de historia solían aparecer elegantes vehículos de alta tecnología, por eso era comprensible preguntarse porque tal avance no se veía actualmente.

Pronto llegamos a los laboratorios. Dos largas colas se extendían ante nuestros ojos: Una para chicos y otra para chicas. Nos colocamos en la de chicos e intento mirar la entrada de los laboratorios, aunque desde ahí resulte imposible.

Busco a alguien conocido entre la gente, pero centro mi atención en escuchar a dos chicos de la cola que hablabann de una chica que se tiró desde la azotea del edificio para no someterse a la intervención. Casi me quedo sin respiración.

-¿Alfred, estás bien? –Peter tira de la manga de mi camisa y me mira preocupado.

-¿Eh? ¡Hahaha! Of course!

Vuelvo a esbozar mi sonrisa habitual y el pequeño se calma y asiente, pero en mi interior siente unas increíbles náuseas. Mattie nos mira con una expresión indescifrable y abre la boca para decir algo.

-¿Te has repasado el Manual de FSS?

El Manual de FSS, como solemos llamarlo, Es el Manual de felicidad, salud y seguridad. Un manual sobre normas, seguridad, matrimonio y todo ese rollo que regalan a cada ciudadano de Estados Unidos antes de la intervención. No me lo he leído nunca. Sólo le había echado algún que otro vistazo por encima, pero aun así, asentí.

Pareció que iba a decir algo más pero Peter lo interrumpió. Me abrazó con fuerza y se puso de puntillas para susurrarme algo al oído.

-No lo hagas.

-What? –abrí los ojos, no entendía lo que intentaba decirme.

-No te examines. No te operes. No cambies.

Hice un esfuerzo sobrehumano por no echarme a temblar, pero abrí los ojos de sorpresa y Matthew arqueó una ceja. Intenté tragar saliva, pero mi garganta estaba totalmente seca.

-Si…Si quisieran que fuéramos felices nos darían la posibilidad de elegir.

Volvió a hablar y su voz apenas sonó clara, pero sus palabras me zumbaban en los oídos. Apenas podía pensar. Me separé lentamente de él y me quedé mirando unos momentos hacia el frente, meditando mi respuesta mientras trataba de frenar el ataque de pánico del que había sido preso.

-Nos dan la posibilidad de elegir… -murmuré al rato mirando a Peter y sonreí levemente. El pequeño no dijo nada y Matthew volvió a mirarnos con interés, pero de nuevo, lo ignoramos.

De todas formas, no mentía. Una vez pasadas las evaluaciones, los evaluadores elaboraban una lista con cuatro o cinco candidatas aprobadas y se nos permitía escoger entre ellas. En general todos se quedaban contentos con sus opciones.

Los minutos fueron pasando hasta que finalmente llegó mi turno. Me temblaban las rodillas y las palabras de Peter aún revoloteaban por mi mente. Sabía que la gente vivía tranquila tras la operación, pero nunca se me había pasado por la cabeza que yo mismo podía cambiar tras ella. Andando lentamente hago ademán de entrar en el edificio, pero Peter vuelve a coger un pliegue de mi camiseta y se acerca para susurrarme algo de nuevo.

-Ya sabes que no puedes ser feliz a menos que seas desgraciado alguna vez ¿verdad? –su voz suena áspera, como si fuera a echarse a llorar en cualquier momento.

Antes de que pueda decir algo, una enfermera me coge del brazo y me arrastra hacia dentro de los laboratorios.

Cuando entro en la sala de espera la enfermera ya se ha ido. En la sala hay algunos chicos. Me fijo en el color blanco de las paredes, cualquier cosa con tal de no pensar por mí mismo. La enfermera vuelve y me entrega una tablilla y un bolígrafo para que ponga mis datos. La cojo y garabateo mi nombre y demás información que me pide. No pienso. Actúo como debo actuar.

-¿Alfred F. Jones? –pregunta una vez que termino.

-Yeah. –se me seca la boca y recuerdo que los evaluadores esperan cierto nivel de formalidad-. Sí, soy yo.

-Acompáñame.

La enfermera señala uno de los pasillos y me dejo guiar por el sonido de sus tacones contra el linóleo. Todo a mi alrededor es blanco. Me siento mareado y me llevo las manos al estómago para no acabar vomitando allí mismo. "Todo esto acabará pronto" "Eres un hero, puedes hacerlo" me repito mentalmente para darme ánimos.

El pasillo parece prolongarse hasta el infinito. Una puerta se abre y aparece un chico con la cara roja y los ojos hinchados. Obviamente, ha estado llorando. No puedo evitar que me dé pena.

De repente me imagino corriendo por los pasillos, dando patadas a todas las puertas y destruyendo todo. Y las palabras de Peter vuelven inevitablemente a mi mente: "No cambies. Nos darían la posibilidad de elegir. No puedes ser feliz a menos que seas desgraciado alguna vez"

-Por aquí –la enfermera se detiene ante una puerta, idéntica a las demás-. por favor, ponte el camisón que se te ha proporcionado. Puedes tomarte un momento para beber agua y meditar –sonríe forzadamente-. Cuando estés listo entra por la puerta azul. Los evaluadores te estarán esperando en el laboratorio.

Asiento lentamente y entro en lo que parece una antesala pequeña. Tan blanca y reluciente como los pasillos. Todo huele a antiséptico. Me siento muy solo rodeado por estas paredes que amortiguan todos los sonidos, aislado del sol y del viento y del calor: todo perfecto y antinatural.

Me cambio temblando. El aire acondicionado hace que se me ponga la piel de gallina. "Eres un hero. Puedes hacerlo" me repito y una vez que estoy listo entro por la puerta azul.

En el laboratorio hay aún más luz. Entrecierro los ojos y retrocedo ante el brillo deslumbrante. Los evaluadores parecen cuatro sombras, sentados frente a mí en una mesa baja y larga. La sala es muy amplia y está totalmente despejada. Miró hacia el techo y ahogó un gritito al ver que se encuentra al menos a diez metros.

Entonces me quedo con la mente en blanco. No recuerdo lo que debo hacer, ni lo que debo decir.

-¿Tienes los formularios? –dice uno de los evaluadores.

-Eh…sí.

Me acerco sintiendo que el aire se ha vuelto sólido. Cuando me encuentro a un metro de la mesa distingo que son tres hombres y una mujer. La tablilla pasa por los ojos de los cuatro y me abrazo a mí mismo, sintiendo como la ansiedad vuelve a apretarme el estómago.

-¿Alfred F. Jones?

-Sí, soy yo.

-¿Por qué no comienzas contándonos algo sobre ti?

Un evaluador con gafas se inclina hacia delante y extiende las manos sonriendo. El reflejo de sus gafas hace imposible verle los ojos.

Me lanzo con el discurso que he preparado sobre la psicología y la historia. Los evaluadores asienten y sonríen, tomando nota. Ni siquiera sé lo que estoy diciendo, pero debo de estar haciéndolo bien.

Y entonces recuerdo las palabras de Peter. Mi corazón se dispara y deseo gritar y llorar, pero la evaluadora me tiende un vaso de agua y bebo todo de un solo buche.

-Bueno, ahora vamos a hacerte unas preguntas, Alfred.

Los evaluadores siguen sonrientes, como si yo fuera un niño pequeño que ha conseguido formar un puzzle correctamente.

-Dinos algunos de tus libros preferidos. –Dice otro evaluador.

-Guerra, paz e interferencia, de Christopher Malley y Romeo y Julieta, de William Shakespeare.

Dolor. Todo lo que siento en ese momento es un profundo dolor muy dentro de mí, que me trae de vuelta imágenes que desearía poder borrar y recuerdos que querría poder olvidar. Matthew estaba llorando. Lloraba y se abrazaba a su oso de peluche, Kumajirou lo llamaba. Nosotros éramos pequeños.

-¿Y por qué te gusta? –Frena mis pensamientos una de las voces de los evaluadores.

"Da miedo" se supone que debería decir. Es una historia de lectura obligada en los colegios, que nos advierte de los peligros de la Deliria. Pero no puedo decirlo. Las palabras se quedan pegadas a mi garganta. En ese momento sólo puedo oír un murmullo lejano.

-Es bello.

Las cuatro cabezas se alzan bruscamente para mirarme.

-¿Bello?

Uno de los evaluadores frunce el ceño y me doy cuenta del error que he cometido. Intento pensar con claridad pero mi mente está ocupada por el ruido de fondo, que a cada momento se hace más fuerte.

-Lo que quiero decir es que…tiene algo muy triste…

No sé lo que digo. Siento como me voy hundiendo.

-Continuemos. –Interrumpe un evaluador con voz fría.- Algo sencillo: tu color favorito, por ejemplo.

-Rojo.

-¿Rojo? –farfulla uno de los evaluadores.

Quiero cambiar mis respuestas, pero no puedo pensar de forma racional. Estoy acabado y lo sé. Sigo sin poder pensar ante el ruido que cada vez se hace mucho más fuerte. Así que tartamudeó una explicación.

-Well, n-no rojo exactamente…Sino el color del cielo al atardecer…Ese color rojizo que marca el final de un día…es anaranjado. M-me gusta porque…

Pero ya no me escuchan. Están mirando detrás de mí con expresión confundida. Y entonces se eleva el extraño ruido y se escuchan gritos. No eran imaginaciones mías. Distingo otro sonido más, una especie de bramido.

-What the fuck? –Otro de los evaluadores se levanta de un salto.

En ese instante la puerta se abre de par en par y entra un torbellino de vacas al laboratorio. Vacas de verdad. De repente me doy cuenta de que estoy siendo embestido por una manada de animales muy asustados y pesados que están a punto de derribarme. Echó a correr y me escondo tras la mesa de evaluaciones protegido de los animales. Alzo la cabeza y los evaluadores se suben a la mesa, mientras las vacas nos rodean.

Me fijo en que algunas de las vacas tienen pelucas que le cuelgan de las cabezas, y otras llevan camisones iguales que el mío. Por un momento siento que estoy en un sueño. Pero enseguida noto que las vacas llevan algo en los costados: NO CURA. MATA. Las palabras están escritas encima del nítido número que identifica a los animales.

Siento un escalofrío y me doy cuenta de lo que pasa. Los inválidos, la gente que vive en la Tierra Salvaje, el terreno no regulado. Cada uno o dos años entran a Portland y forman algún tipo de protesta de este estilo. La gente de la Tierra Salvaje no ve el amor como una enfermedad y considera la cura una mutilación cruel. De ahí el eslogan de las vacas.

Las vacas están vestidas como nosotros, como si fuéramos un puñado de reses.

Los animales se van calmando poco a poco y dejan de embestir. Una de las vacas se apodera de unas hojas de papel y las rompe con los dientes. Las notas de mi evaluación.

Y es entonces cuando lo oigo. Por encima de todo el ruido, percibo una risa baja, breve y musical que viene de arriba.

Hay un chico en la puerta que mira riendo el caos a nuestros pies.

En cuanto alzo la vista sus ojos se clavan en mí. Me quedo sin aire y el mundo entero se congela durante un instante.

Su cabello es castaño dorado, como las hojas en otoño. Y sus ojos son verdes y brillantes como dos esmeraldas. En cuanto lo veo sé que es uno de los responsables de lo ocurrido. Sé que viene de la Tierra Salvaje, sé que es un inválido y un temblor se apodera de mí. Abro la boca para decir algo y él mueve la cabeza ligerísimamente en un gesto de negación. Y entonces hace algo totalmente impensable.

Me guiña un ojo.

Por fin salta la alarma. Suena tan fuerte que he de taparme los oídos. Y cuando alzo de nuevo la mirada ya no está.


Bien...Sí, Peter es hermano de Alfred porque necesitaba personajes xD Los tíos son personajes basados en los del libro. Y por supuesto, recomiendo este libro sin duda, de los mejores que he leído últimamente.

Espero que os haya gustado! Por cada review Iggy le guiña un ojo a Alfred~ 8D Si es que a alguien le gustó esto xD

Por otro lado, pronto seguiremos con los Hetacuentos xD