Novela

Amor Peligroso

Disclaimer: Ningún personaje me pertenece. Son de J.K Rowling. Yo los uso sin fines de lucro. Bueno, esta es mi primer novela de Harry Potter que alguien me beta. Mi gran amiga y beta es Rita (También de esta página). Bueno, me esmere mucho para esta novela. Me gustaría que si la leen comenten. Besos enormes y nos estaremos viendo prontito. ¡Gracias Rita! por toda tu ayuda.

Firts Chapter: Primer Encuentro

Rose, miró a través de las rejas, lo que era su antigua casa. Con nostalgia, palpó las negras verjas que la cercaban, y unas lágrimas rebeldes descendieron por sus mejillas. Cuantos recuerdos invadían su mente. Sin duda, el que siempre atesoraría, sería cuando su hermano, unos años mayor que ella, le enseñó a volar en escoba.

Antes de desaparecer, miró por última vez la mansión; aquel pavo real, que alguna vez fue suyo, la miraba desde lejos, o eso creía ella.

Hizo aparición en su cuarto. La cabeza le dolía demasiado. Se sentó en la cama y sacó con delicadeza sus tacos, y luego, mientras se daba masajes en las sienes, se recostó en el cómodo lecho. Enseguida, dejó que Morfeo la tomara entre sus brazos.

En el piso superior, una muchacha de ojos grises escuchaba música desde su MP3, acostada en su propia cama. Miraba aburrida el libro que tenía en frente de sus ojos "Transformaciones nivel dos". Bostezó cansada y después, se desperezó. Rodó por la cama y casi se cae, si no hubiese sido porque se agarró del respaldo con los pies. Rió, ante lo que le había sucedido; aquella fue una carcajada que salió desde lo más profundo de su panza.

Sus pies descalzos, tocaron el piso de madera de su habitación. Se dirigió hasta el placard y tomó un buzo de color negro, se lo puso con cuidado para no despeinar la trenza cocida que hace poco se había hecho. Tomó de debajo de la cama, unas zapatillas deportivas, se sentó en su cama para ponérselas, y cuando terminó de atarse los cordones, salió trotando de aquella habitación, para luego, bajar las escaleras corriendo.

Miró hacia el living, y notó que estaba vacío. Salió al patio desde la puerta trasera, y comenzó a caminar hacia el patio delantero de su casa. Unas pequeñas gotas de lluvia mojaban su rostro y sus ropas. Se colocó los auriculares y comenzó con su caminata diaria.

Caminó por los barrios muggles, esos que le encantaban. Entró al local de café Starbucks, y pidió un chocolate caliente, para tomar; y para comer, un muffin del mismo sabor de la bebida. Salió del recinto, mientras tomaba un poco del chocolate, éste calentó su garganta. Suspiró agradecida, y volvió con su andar. Pronto, logró llegar a la plaza del barrio.

Se sentó en un banco, mientras cortaba un trozo de su alimento y se lo llevaba a la boca. Un ladrido hizo que mirase a sus costados. Un perro callejero de color negro, la observaba.

Charlotte, se acercó al animal y gentilmente le rascó la cabeza.

- ¿Quieres un poco? - preguntó mientras cortaba un pedazo del muffin y se lo acercaba. El perro, se lo comió enseguida, y luego, huyó hacia los arbustos que había detrás de ella.

La chica, miró al lugar donde había desaparecido el gran y negro perro; pero, no había nada. Hizo un gesto de indiferencia con sus hombros, y seguidamente, tomó un sorbo del líquido caliente.

Un hombre apareció detrás de ella. Tenía un aspecto andrajoso; el pelo largo y sucio; una barba algo crecida; sus dientes, que algún día habían sido blancos, en este momento eran amarrillos. Sus ojos grises, no tenían ese brillo especial que hace años atrás poseían; ahora, son de un gris oscuro, sin vida. Se sentó del lado izquierdo de la chica, y la observó unos instantes.

Charlotte, luego de unos minutos, lo observó y le sonrío. Sacó sus auriculares y apagó su Mp3.

- Mi nombre es Charlotte - dijo cortésmente, mientras extendía la mano hacia el hombre desconocido.

- Un placer, mi nombre es Sirius, Sirius Black.

La chica lo observaba disimuladamente. Pensó, que seguramente sería de aquellos hombres que vivían en la calle y recolectaban basura.

Charlotte miró su reloj de pulsera, y se dio cuenta que ya era tarde. Ocho y treinta de la noche. Se levantó del banco rápidamente y observó nuevamente al señor.

- Bueno, será hasta luego, señor Black - se despidió la chica con una sonrisa, mientras se daba vuelta y volvía de regreso hasta su hogar.

Sirius, la observó en silencio. La conocía, no sabía por qué, ni dónde, ni cuándo, pero la conocía. De eso estaba seguro. Se transformó en un enorme perro, y seguidamente, partió moviendo su cola.

La tormenta se había descargado en la ciudad. El cielo oscuro, iluminaba la ciudad con los rayos; y los truenos, asustaban a las personas que estaban en la calle, haciendo que entraran a sus hogares rápidamente.

Charlotte, aceleró el paso. La lluvia, ya había hecho que su ropa se pegara a su cuerpo. Cuando llegó a la casa, abrió la puerta principal de la misma, tiritando de frío. No había sido lo suficientemente rápida, como para lograr no mojarse. Su madre, al oír la puerta abrirse, asomó la cabeza desde la cocina.

- Charlotte, ¿Dónde has estado? - preguntó Rose, mientras la observaba de pies a cabeza. La ausencia de su hija, la había asustado.

- Dando una vuelta - contestó mientras hacia un gesto de indiferencia con sus hombros - Iré a darme una ducha, luego bajaré a cenar ¿Está bien? - inquirió, mientras ponía el pie derecho en el primer escalón de la escalinata.

- Que sea rápido. La cena ya está por ser servida - contestó la mujer con una sonrisa.

Charlotte, comenzó a subir las escaleras, sin percatarse de que su madre la observaba con tanta nostalgia.

Rose, volvió a entrar a la cocina, mientras sus recuerdos la llevaban a varios años atrás. En la época que había sido tan feliz.

Suspiró, mientras cerraba los ojos. Hace tiempo que no era feliz. Sus mejores amigos, habían muerto hace más de doce años; otro gran amigo, se encontraba de viaje por el mundo; el integrante más indefenso del grupo, también, había muerto, exactamente la misma noche que sus antes mencionados amigos, es decir, en un solo día, perdió a tres de las personas que más quería; y él… no, no se permitiría recordarlo. ¡Él era un traidor! Había traicionado a sus amigos, y la había traicionado y herido a ella.

- ¡Maldito chucho! - murmuró, mientras sus ojos azules se abrían para dar paso a unas rebeldes lágrimas.

Secó aquellas gotas con sus manos. Se había prometido no llorar por él, no llorar por nadie relacionado a él.

Revolvió el agua de la cacerola, y luego, echó al fuego los ñoquis. Solo tenía que esperar cinco minutos, y la cena estaría lista. Revolvió el contenido que se cocía, y seguidamente, apoyó sus codos en la mesada de la cocina para esperar.

Charlotte, bajó las escaleras arrastrando sus pies, bostezó, y luego, tocó su cabello, éste seguía húmedo. Cerró los ojos unos instantes, y casi tropieza con un escalón, y por consiguiente, hubiese rodado por las escaleras, si no se hubiese aferrado a la baranda. A veces, llegaba a ser muy torpe.

Entró a la cocina, y le preguntó a su madre si ponía la mesa, ésta, le contestó que sí, mientras colaba los ñoquis. Charlotte, sacó dos platos con unos vasos a juego, los depositó en la mesa, uno frente a otro, y después, fue a buscar los cubiertos a los cajones. Cortó dos servilletas y las puso prolijamente sobre los platos. Luego, se sentó, y observó detalladamente a su madre. La notaba extraña, algo le pasaba; pero, no sabía qué. Tal vez extrañaba a su hijo menor, a James, que estaba en Argentina con su padre Charlie, o tal vez, le habría pasado algo en el trabajo.

- ¿Te encuentras bien? - preguntó Charlotte, cuando su madre le sirvió un poco de comida en el plato.

- ¿Por qué lo preguntas?, estoy bien.

Charlotte, hizo un gesto de indiferencia con los hombros, y luego, bajó la vista hasta la comida. Los ñoquis parecían riquísimos, con su salsa favorita, crema y verdeo.

La cena, transcurrió en silencio; solo se oían los truenos desde afuera. Cuando ambas terminaron de comer, Rose, hizo un movimiento con su varita y los platos desaparecieron.

- ¿Quieres postre, hay frutillas? - preguntó, mientras observaba a su hija.

- No, iré a acostarme. Estoy muy cansada. Gracias por la cena, estuvo riquísima - contestó la chica, mientras se paraba de la silla y se alejaba.

- Está bien - murmuró Rose, cuando su hija subió las escaleras.

Charlotte, subió las escaleras de dos en dos, y luego, se dirigió a su habitación. Ni siquiera prendió la luz, sino que se acostó directamente en su cama, y cayó en un sueño profundo.