DISCLAIMER: Todo lo reconocible pertenece a J.K. Rowling, el resto es mío.
AVISO: Este fic participa en el Reto #14: "Amortentia al azar" del foro Hogwarts a través de los años.
¡Pues sí, otro Wolfstar! Y porque no tengo ni el tiempo, ni la motivación ni la creatividad, porque sino ya tendría toda una saga escrita solo sobre ellos. Y este, como ya va siendo costumbre entre mis historias, también es para LadyChocolateLover, quien dejó caer sutilmente (vale, en realidad no) que estaría bien que se lo dedicara. Allá tú con tus decisiones xD.
NOTA: El máximo de palabras es 1k, por lo que he tenido que recortar un poco de allí y dejar un poco de allá a vuestra imaginación y conocimientos sobre Harry Potter. Cualquier cosa que no cuadre con el canon, como siempre, es invención mía y simplemente tenéis que aceptarlo así. Porque sí, ea. El primer capítulo está situado durante la breve etapa de Remus como profesor de DCAO y cuenta con una breve (y bastante cutre, lo siento) introducción y unos momentos random significativos sobre el aroma sorteado.
Palabras: 995 (996 con el título del capítulo).
[Primer aroma: café]
EL TIEMPO NO TODO LO CURA
I. Café
El despacho del profesor de Pociones estaba vacío. Remus gruñó; Severus sabía perfectamente que necesitaba más Matalobos ―Remus se había quedado sin existencias el mes anterior―, e incluso habían quedado en verse allí. Pero, sorprendentemente ―no, en realidad no―, Snape no se había presentado todavía.
Y quedaba una semana para la luna llena.
Cansado de esperar frente a la puerta del despacho como si fuera un alumno más, Remus decidió marcharse; ya vendría en otro momento. Antes de salir, se paseó por el aula y, movido por un sentimiento nostálgico, se sentó en la mesa que solía utilizar durante sus años de estudiante.
Sonrió con melancolía.
Casi podía oír los suaves ronquidos de Peter durante las explicaciones interminables de Slughorn. Siempre despertaba cuando quedaban cinco minutos para que la clase terminara y recurría a Remus, con expresión suplicante, para que le hiciera un resumen de lo explicado.
Delante de ellos se sentaban James y Sirius. James siempre se entretenía dibujando en los márgenes del libro. La mayoría del tiempo eran caricaturas, que siempre hacían reír a Sirius, o dibujos de Lily; por suerte, esta no los había visto, o su amigo se metería en un lío.
Sirius, por el contrario, ni intentaba fingir que no estaba prestando atención: se ponía a hablar con James, molestaba a Peter mientras dormía, intentaba entablar conversación con Remus (aunque él nunca le daba coba)…
La sonrisa se borró rápidamente de su rostro al pensar en cómo habían terminado las cosas. No debería estar pensando en ellos, se recriminó. No después de lo que había pasado.
Sus ojos siguieron recorriendo el aula. Las estanterías estaban llenas de mil ingredientes y pociones distintas.
De pronto, su mirada se topó con un frasco con un líquido rosa y brillante. Remus reconocía perfectamente aquella textura satinada y burbujeante: Amortentia.
Qué irresponsable por parte de Snape dejar aquello allí, al alcance de cualquiera.
Se dejó guiar por sus pies y, antes de que pudiera meditar sus actos, ya tenía el frasco entre las manos. Sus dedos se acercaron lentamente al tapón, como si fuera una bestia que fuera a morderlo si actuaba impulsivamente.
Solo quería comprobar una cosa, nada más. Asegurarse de que aquello que una vez sintió estaba muerto y enterrado. Así debería ser, al menos.
Se acercó el frasco a la nariz con el miedo irracional de quien sabe cuál es su destino y, al mismo tiempo, intenta evitarlo.
Lo primero que olió fue el aroma del café recién hecho.
· · ·
―Dígame, señor Black… ―La profesora McGonagall detuvo su explicación sobre las transformaciones de animales y miró a Sirius por encima de las gafas―. ¿Tiembla por algún motivo en especial o es que hoy no puede contener su entusiasmo por mi clase?
Sirius escondió rápidamente las manos debajo de la mesa, aunque todo el mundo había sido ya testigo de sus temblores. Esbozó una sonrisa despampanante antes de responder:
―Lo siento, profesora McGonagall, es que desde que me he enterado de que hoy estudiábamos… ―Echó un rápido vistazo al libro que él y James compartían (Sirius había olvidado el suyo en su dormitorio)― las transformaciones de roedores en objetos comunes, no he podido contener la emoción. Llevo todo el día con un ansia enorme por venir a clase. ¿A que sí, Remus?
Remus soltó un suspiro hastiado. En los tres años que hacía que se conocían, Sirius había desarrollado la asombrosa (y bastante molesta, en opinión de Remus) habilidad de inventarse las excusas más inverosímiles. Y siempre, siempre encontraba la manera de meter a sus amigos en sus mentiras.
―Es verdad. Sirius está muy contento por estudiar las transformaciones de las aves. ―Remus fulminó a su amigo con la mirada; por no acertar, no había acertado ni el tema―. No se lo tenga en cuenta, profesora.
Minerva McGonagall meneó la cabeza con incredulidad y volvió a su explicación, no sin antes acercarse a la mesa de Sirius y James y pasar las páginas del libro hasta dar con el capítulo que estaban estudiando aquella semana.
Cuando salieron de clase, Sirius pasó un brazo por los hombros de Remus y le dio un apretón.
―Gracias, Remus. Qué haría sin ti.
Le guiñó un ojo; él puso los ojos en blanco.
―Lo mismo que conmigo ―respondió―, porque ni me escuchas cuando hablo. Ya te dije esta mañana que tomarte tres tazas de café de golpe no era buena idea. Especialmente si no lo has probado nunca ―añadió.
Aquella mañana, Sirius, que había dormido más bien poco (él y James habían decidido la noche anterior que era buena idea quedarse hablando hasta las cuatro), había tenido la maravillosa idea de beberse una taza de café solo.
Y luego, después de quejarse porque no notaba ningún efecto, se había bebido otra.
La tercera, según las sospechas de Remus, se la había tomado porque le gustaba poner en riesgo su propia vida. Ya podía leer los titulares de El Profeta:
Heredero de los Black muerto a los catorce años por una sobredosis de cafeína.
Desde entonces, para Sirius Black se había convertido en un ritual tomarse un café cada mañana. Cuando Remus le preguntó por qué no le añadía ni leche ni azúcar, su respuesta fue:
―Sirius Black… Café negro… ―Lo miró, expectante―. ¿Lo pillas? ¿Eh? ¿Eh?
Remus ni parpadeó. Peter se inclinó ligeramente hacia Sirius y susurró:
―Creo que sí lo pilla, pero no le ha hecho gracia. ―Su amigo lo fulminó con la mirada―. Aunque también puede que sean imaginaciones mías ―dijo antes de volver a centrarse en su desayuno.
Cada vez que tenían un plan entre manos ―para qué mentir, siempre era una travesura―, Sirius llevaba un termo con café caliente, recién robado de las cocinas.
Y cuando, años después, Remus y Sirius se escapaban a La Casa de los Gritos para estar solos, Remus siempre lo despertaba con una taza de café recién hecho. Y, a veces, Sirius lo recompensaba calentándolo a él y dejando que el café se enfriara.
Aclaraciones:
1. Todos los que habéis probado el café por primera vez, sabréis lo que se siente cuando estás en un examen y el profesor te pregunta si estás bien y que por qué te tiemblan las manos al escribir... Vale, puede que eso solo me haya pasado a mí, pero la cafeína es lo que tiene xD.
2. No preguntéis por qué hay un frasco de Amortentia en la clase de pociones así porque sí. No podía malgastar palabras en situaciones larguísimas, así que no me odiéis. He hecho lo necesario para escribir algo coherente.
3. Sí, en el mundo mágico también utilizan termos. ¿Que hay hechizos calentadores? Sí, lo sé, pero demasiadas palabras xD. Lo siento.
4. La broma del nombre hubiera molado más en inglés, pero bueeeeeno.
5. La conversación entre Sirius y Remus está basada en la relación que tenemos Lady y yo. True story.
Y ya está, yo que recuerde. Espero que os haya gustado :)
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MrsDarfoy
