Quien hubiese visto a la gran bestia frente a ella, se hubiera asustado. Pero para ella, la gran sacerdotisa descendiente de la primer guardiana de la Shikon no Tama, el Yokai enorme frente a ella era simplemente precioso. ¿Como fue que habia llegado al palacio del oeste ?, siendo que ella se dirigía al palacio de la Luna para proteger a Lady Irasue. Sin embargo ahora estaba frente a El, frente al hermano mayor de quien alguna vez amo. Aquel que le parecía el hombre/Bestia mas cruel de la tierra, pero por una extraña razón, su bestia interna, su demonio, Yako. Bueno, siempre le pareció una criatura maravillosa, a pesar de ser una parte de Sesshomaru claro.

Sin embargo, desde que había regresado del futuro, y el pozo se había destruido. Toda su vida se había vuelto un desastre. Tras intentar sobrellevar una relación con Inuyasha y fracasando en el proceso tras dos años, se dio cuenta que el aun amaba a su antecesora. Aquello, le había roto el corazón de una horrible manera, pero. A pesar de todo, prefirió la felicidad del hanyou sobre la suya propia, y con tristeza y la esperanza de que Inuyasha fuese feliz, ella había regresado a Kikyo a la vida. Y a pesar de que la Sacerdotisa de barro había refunfuñado y gritado, ahora no era mas que una humana.

Se sentó a orillas del lago que se encontraba detrás del palacio, desde hace un año había comenzado a viajar ayudando a las personas, purificando y siendo aclamada como la Sacerdotisa mas poderosa que existía en el mundo. Ahora con 20 años, su apariencia se había vuelto elegante y debido al clima de aquella época, su piel bronceada había recobrado su palidez de nacimiento, sus ojos vividos, se habían tornado felinos, su cabello ahora mas largo, casi al raz de sus tobillos, y sin duda su cuerpo se había vuelto mas curvilíneo debido a la experiencia en batalla. Sin duda, quien la viese ahora, no la reconocería como la chica que llego hace tantos años atrás.

Pero había algo que había cambiado dentro de ella, tras un tiempo sufriendo, meditando, entrenando. La pureza de su interior se había vuelo enorme, y aquella mirada miel, se podía observar mas transparente, inocente.

Sin embargo, habia algo que le preocupaba, observo la luna, recordando las palabras de Irasue durante su ultima estadia.

-Esta madre, a pesar de ser quien soy ahora, se encuentra preocupada por su cachorro...- Irasue observo directamente a Kagome, quien se encontraba frente a ella, bebiendo te.

-Podría decirme, ¿A que se refiere?.-

-Mi cachorro, a quien siempre trate desconsideradamente para que fuese fuerte, ahora esta perdido. Ahora siempre mantiene su forma demoníaca, Se encuentra consumido por el odio. Se encuentra sin rumbo. Le pido Miko, que ayude a mi cachorro...- Kagome asintió mientras dejaba el te sobre la mesilla.

-La ayudare.-

Si bien, su relación con los Lord`s y Lady`s Yokai no era de lo mas amena, Habia logrado un acuerdo con todos. Pero quien había sido mas afín a ella, sin duda había sido Irasue, quien arrepentida por su pasado, y tras encontrar a Kagome al borde de la muerte cerca del risco junto a su palacio la habia visto como una molestia, pero al igual que Sesshomaru, con Rin. Ella habia sentido la necesidad de ayudar a aquella humana. Ahora, viéndola como su hija, su relación era formal, y con quizá, un poco de cariño. Quizá aquel encuentro tras una batalla temible, sin la ayuda de sus amigos, quienes ahora hacian su vida, fue algo que el destino había labrado para ella.

Se puso de pie y con paso decidido se acerco hacia la entrada del palacio, siendo abordada por una orda de Yokais. Y pese a que muchos quisieron atacarla, su barrera espiritual se los impedía. Ella no iba a matar a nadie en aquel lugar, ella iba a hablar con aquel que se habia desprendido de su forma aparentemente humana.

Y estando frente a aquella bestia descomunal, acaricio su pelaje, llamando la atencion del Yokai.

-Insolente mujer.- Fue el eco producido por la voz de Yako.

-Vengo a hablar con Sesshomaru. ¿Podría dejarme hablar con el?- La bestia disminuyo su tamaño, aun así siendo dos veces mas grande que Kagome, la observo con desprecio, pero había un toque, casi imperceptible de algo mas.

-Estupida mujer.- Fue Sesshomaru quien hablo atravez de la bestia.- ¿Quien eres?

Pregunto. Pues habia pasado sin ningun razguño atraves de las tropas de los demonios mas fuertes de la era.

-Soy La sacerdotisa Kagome, aquella a quien en algun momento conociste.

La mirada de la bestia paso levemente por el asombro, de manera casi imperceptible.

Y sin temor a ser atacada abrazo a la bestia frente a ella. Ambos, Yako, Sesshomaru, abrieron la mirada con asombro.

-En verdad, no sabes cuanto sufri tambien despues de... Rin. Ella era como una hija para mi.-

-Esta mujer...- Yako murmuro dolido. Sesshomaru se separo y salto hacia el bosque. Kagome debía sanarlo, era una mision que se esforzaría en cumplir.