Non aufertur

Clarice lo ha visto antes. Los golpes, la forma en que la obligaban a bajar la vista y recostarse mientras que le hacían lo que quisieran. Debía gritar y advertir a su cuidador para que no sucediera. Dormía a los pies de su cama a veces, aterrada y comiéndose las uñas que aún eran quebradizas, a diferencia de la de muchos guerreros, que eran largas y afiladas como garras. Sí, Clarice lo ha vivido antes. "Peso muerto" e "Inútil", o solo "ven acá y..." El maestro Rado le acaricia la cabeza castamente y Clarice puede ver cómo sus dientes relucen bajo la luz lunar (al sol son amarillos) hasta tomar un blanco fantasmal, luciendo extrañamente afilados y viejas leyendas vienen a atormentarla con pesadillas que no le dejan conciliar más que un sueño intranquilo. Ahora es igual pero no hay ni un escape fingido, no hay un cuarto del maestro Rado al que pueda correr, para tocar la puerta muy a pesar de los guardias a los que no les costaba derribarla.

Miata está sobre ella y ya no siente ternura, solo terror, porque la ha visto quebrar monstruos que pudieron comérsela mil veces, CON LAS MANOS. Clarice no llora porque se le acabaron las lágrimas cuando pusieron esas gotas de sangre dentro de su cuerpo. Pero el sudor frío corre por su frente, cubre sus mejillas y baja hasta su garganta. Y Miata besa las gotas tibias, las recoge con su lengua. Le llama "mamá" y apoya la cabeza entre sus senos, refugia sus manos frías en el vientre de Clarice, que se retuerce de terror. Se imagina lo que haría esa niña (que quizás tiene más edad que ella misma, pero no quiere analizar la idea en profundidad. Es demasiado espantosa) si ella la empujara, si se alejara corriendo y pidiendo auxilio, que le den CUALQUIER OTRA TAREA, aunque sea pelear con Despiertos usando una pala de latón. A veces, cuando Miata duerme (y parece todavía escucharle con sus poros, por lo que Clarice mantiene tieso cada átomo que está en su control, para no molestarle), se la imagina cortándole en pedazos, llorando por el rechazo. ¿Será así como terminaron las otras asignadas a cuidarle? ¿Por eso no tiene un custodio? ¿Se lo habrá cargado con las manos que ahora están entrelazadas con su cuello, que acarician su nuca dulcemente, produciéndole escalofríos? El sueño llega a Clarice. No duerme bien, al día siguiente está embotada y ojerosa. Pero sobrevive. Solo a veces se pregunta si no sería mejor morirse de una buena vez.