Prospice
-Será solo un momento, Rubeus, y le prometo que no será para decirle nada que pueda "corromperle" de forma alguna. Hasta puede mirar para asegurarse.
Alicia no se movió. No le dieron órdenes de retroceder, quizás porque su cuidador fue tomado por sorpresa, tal vez porque quería ver de qué estaba hablando la número seis. Y no consideró que fuese necesario defenderse: las espadas seguían en sus fundas y la energía de Galatea estaba desconcentrada. Pero sucede muy rápido para que pueda adivinarlo. Y de todos modos, nunca ha presenciado algo parecido. Calor, mucho calor. No es un ataque, pero Alicia se sintió acorralada. Se hubiera zafado, pero estaba clavada sobre la tierra reseca, como una estaca. Le faltó el aire. Y terminó, se separaron. Galatea aún le sujetaba el brazo y ella lloraba como cuando era una niña y la alejaban de Beth. Le ardían los labios, como si acabaran de apoyar hierro al rojo sobre ellos. Sabía que tenía la cara roja, pero no le importaba eso cuando se cubrió la mueca de disgusto con las manos temblorosas. Diosas de la Fortuna, todo su cuerpo era cruzado por espasmos a causa del llanto, cosa que no le sucedía desde hacía años. Quiso protegerse de alguna forma. Respiró de forma agitada.
-Vaya. Si puedes sentirte tan avergonzada es porque aún eres bastante humana. Eso significa que hay esperanzas para ti.
La hubiera insultado, pero la risa de Rubeus tapó sus deseos de intentarlo.
-Te cortarán la cabeza por esto. ¿De veras tenías un punto o fue por placer?
Galatea no contestó.
Y por primera vez en más tiempo del que podía recordar desde su llegada a la Organización, Alicia se dijo que debía vengarse por esto. Ella sola. No pensó en Beth hasta que sintió que se acercaba a la puerta donde empezaba su mente, llamándole con los dedos temblorosos, preguntándole si estaba bien.
