Hola!
Aquí vengo con otra de mis adaptaciones. Esta es Toothcup y es una adaptación de Stardust (la peli. Ni idea del libro. Por lo que todo es de mi puño y letra y algunas cosas inventadas por mi.
Esta vez utilize los nombres originales, quería arriesgarme.
La peli Stardust (y sus protas tan parecidos a Hicc y Tooth *Q* ) Le pertenecen a Paramount. Y el libro a su respectivo/a autor/a, sea quien sea.
¡Disfrutad!
Hace siglos, cuando los vikingos reinaban en los mares del sur había un pueblo vikingo llamado Berk que era indeciblemente diferente al resto. ¿En que era diferente? Pues que los vikingos de Berk en particular casi convivían con todo tipo de magia y seres mitológicos. Y digo casi porque el poblado de los vikingos y la ciudad mágica estaban separados por un alto y casi inexpugnable muro. Digo casi porque el muro tenía una enorme grieta donde fácilmente se podría colocar una puerta. Lo que significa que todos los que quisieran pasar al otro lado podían fácilmente... Pero, al parecer, nadie de la ciudad mágica tenía interés en meter las narices en Berk. Y los vikingos adultos eran a la vez demasiado miedosos y tercos a los cambios para meter las narices al otro lado mientras "los otros" no irrumpieran demasiado en sus vidas.
Pero los jóvenes de Berk eran otro cantar, el doble de tercos y el miedo en ellos siempre era sustituido por una muy malsana curiosidad. Por eso el primer jefe de Berk mandó al hombre más anciano de todos a vigilar el agujero e impedirle el paso a cualquier insensato o insensata curiosos que quisieran cruzar. El hombre así lo había hecho, e inexplicablemente, la magia del muro lo hizo inmortal, aceptandolo a su lado vigilante ante todo. Y así las generaciónes fueron pasando y pasando y ningún chico logró burlarle... nunca hasta la noche en la que esta historia empezó a formarse.
Vigilante, así era como lo llamaban todos, de larga barba blanca y calvo, muy encogido y ayudado de un bastón, encaraba a dos jóvenes vikingos cuando la noche empezaba a formarse en Berk. Vigilante los conocía de buena tinta. Eran dos amigos de dieciséis años que no sabían hacer otra cosa que hacer el payaso, pero, en fin, ese era el canon de los jóvenes vikingos al fin y al cabo. Uno de ellos era pelirrojo y era el mayor de los tres hijos del actual jefe de Berk, tan temible que nadie se atrevería a pronunciar su nombre, sin embargo, el nombre de sus hijos si que era bien sabido, en especial el de este. Stoick, así se llamaba el inquieto joven. El otro era rubio y sólo un poco más bajito que Stoick. Se llamaba Gobber y era el mejor amigo del joven heredero de Berk. Ambos eran delgados y bastante robustos. Uno logró su musculatura forjando armas, el otro, blandiendolas. Todos los tomaban por idiotas, pero en realidad no era así, y Vigilante estaba a punto de verlo con sus propios ojos por las malas.
— ¿Qué es lo que queréis, mocosos? —Preguntó Vigilante y su voz fuerte que hacía contraste con sus más o menos tres siglos de vida chocó con las sonrisas ladinas de los chicos.
— ¿A ti que te parece, Vigilante? —Preguntó Stoick fingiendo impaciencia golpeando el pie contra el suelo levantando polvo.
— Eso, Vigilante, ¿que crees que quieren hacer dos chicos mortalmente aburridos al lado del muro que separa Berk de Schaklithye? —Secundó Gobber cruzando los brazos.
Vigilante suspiro.
— Esta juventud... —rumió para si mismo y luego dijó más alto— Sabéis perfectamente que está pro-hi-vi-do ¿Cual de esas cuatro sílabas no comprenderéis?
— Todas, como somos idiotas. —ironizó Gobber ante lo que ambos jóvenes sabían perfectamente que se decía a sus espaldas.
Stoick rió sonoramente sin poderlo evitar. Su padre le había dado en herencia unos pulmones muy buenos. Vigilante vió al pelirrojo de una forma que suplicaba que las miradas tuvieran el don de matar.
— Tú más que nadie deberías saberlo Stoick. ¿O es que tengo que recordarte tu futuro como jefe? —Eso último lo añadió con una mirada y una voz socarronas y a Stoick se le fueron las ganas de reir.
Vió al inmortal con una mirada de absoluto odio que suplicaba a gritos una amenaza instantánea e inmediata. Estaba claro que el viejo lo veía incapaz de cosas en las que fuera necesario un poco de cerebro.
Ambos adolescentes se miraron, una idea rápida y suicida se estaba creando en sus mentes.
— Vigilante tiene razón Stoick, las normas estan para ser respetadas —sonrisa ladina de parte del rubio.
— Además, se hace tarde —añadió Stoick, la sonrisa ladina fue devuelta— todos nos esperarán en el gran salón.
— Cierto.
— ¡Callaros ya cotorras! —iterrumpió Vigilante.
— Bueno, pues entonces ¡nos vamos! —informaron a la vez Stoick y Gogger. Vigilante los siguió muy cerca para asegurarse de que era cierto eso de que habían cambiado de opinión.
Graso error.
A mitad de camino Gobber hizo un rápido movimiento y de un puñetazo bastante fuerte tumbó a vigilante, quien estaba a sus espaldas. Stoick no perdió el tiempo y comenzó a correr hacia el muro, cada vez que Vigilante trataba de impedirlo Gobber volvia a pararle los pies. Hasta que el anciano le propinó al insolente rubio un golpe fortísimo en la cabeza con su baston que lo dejó medio inconsciente en el suelo y Vigilante quedó liberado. Pero aunque el viejo era terriblemente rápido Stoik le llevaba ventaja y los árboles del bosque no le ayudaban.
Para cuando logró llegar hasta el joven ya fue tarde, Stoick saltó el obstáculo que Vigilante trataba de poner con su bastón, de paso también saltó los escombros del agujero y cuando tocó el suelo unos milímetros lejos del muro ya estaba en terreno de Schaklithye. Vigilante no oso hacer tal hazaña, se quedó pegado al muro desde el otro lado viendo a Stoik como si fuera un pobre loco, eso al pelirrojo heredero de Berk no le importó en lo más mínimo. Se quedo en la seguridad de Schaklithye hasta que Gobber apareció entre la espesura, sobandose la cabeza. Eso para Stoick fue suficiente señal para continuar con su delito.
— ¡Cubreme las espaldas en el Gran salón, Gobber! —pidió y después se fue hacía la población de Schaklithye con las estrellas, Gobber y Vigilante como testigos de su fechoría hasta que los dos vikingos no le pudieron ver más.
A cada paso que daba, el joven Stoick cada vez se sorprendía más. Había dejado atras el bosque de Schaklithye hacía ya un rato y ahora se encontraba enmedio de una multitud en un mercadillo en plena noche llenó de colorido y mágia que el vikingo podía notar en su piel. Por suerte para él, la multitud era enorme y no destacaba, puede que se tratara de alguna festividad. Stoick acabó escuchando por ahí que se trataba de una fiesta que celebraban todos los años por las estrellas del cielo que se apagaban. Los habitantes de Schaklithye estaban seguros que las estrellas eran en realidad dragones y que cuando se les acababa la vida en el cielo caían a la Tierra convertidos en humanos porque querían vivir otra vida entre los humanos que habían visto siempre desde las alturas. De ese punto la estrellas fugaces. Esa fiesta era para darles la bienvenida. El joven decidió que los de Schaklithye estaban irremediablemente locos. Pero no abrió la boca al respecto. Era terco, pero sabía respetar culturas.
Stoick miraba a todas partes, un poco escéptico a veces en algunas cosas, pero lo pasaba bien. Y toda esa gente (que algunos tenían la piel de distinto color, o tenían alas o etc, etc) no parecía tener inconveniente en contestar a sus preguntas, aunque algunas fueran de muy mal gusto. Si, lo pasaba bien hasta que su vista se topó con la de una jovencita de largo cabello castaño y grandes ojos verdes. Parecía tener su edad. Se la notaba frágil y hermosa. Nuestro vikingo se quedó prendado de la joven al instante, y tal parece que el sentimiento era mutuo.
La chica estaba detrás de un tenderete y cuando vió que Stoick se acercaba hizo la pregunta de cortesía.
— ¿Deseas algo? —La pregunta sacó un poco a Stoick de su ensoñación. Sólo un poco.
— ¿Y que crees que pueda interesarle a un forastero como yo?
Los ojos de la joven brillaron de oportunidad al escuchar la palabra "forastero".
— Tenemos un largo surtido de amuletos de la suerte, por ejemplo.
— ¿Servirían para que mi padre no me cortará la cabeza en cuanto llegue a casa por desobedecer?
— Para eso y mucho más, pues contienen mágia real. —Aseguró ella entre risas— Aún así, dudo que a un padre le gustara la idea de cortarle la cabeza a su hijo.
Stoick se encogió de hombros.
— Tiene dos hijos más, no creo que únicamente yo fuera una gran pérdida.
— Entonces mejor que te lleves un amuleto. —Objeto ella, quien ya había oído hablar de la terquedad de los vikingos y lo muy sanguinarios que eran.
— Sinceramente, no creo que "eso" sirva para algo. —aseguró Stoick, en sus trece.
— Pues llevatelo como recuerdo de tu pequeña aventura en Schaklithye. —antes de que él pudiera replicar ella cogió un colgante blanco decorado con runas negras del mostrador y se lo mostró— este es el más poderoso de todos, protege de cualquier mal, incluso de la magia negra. Hay muchas brujas despiadadas en Schaklithye —suspiró y se giró a ver una mujer bastante vieja, gorda y fea al otro lado del largo tenderete— como ella. Me tiene secuestrada.
Stoick no supó porque, pero escuchar eso no le gustó un pelo. Sin embargo, ese no era su problema ¿o si?
— ¿Cuanto pides por el amuleto? —le terminó preguntando, rendido. Ella sonrió pícara.
—Este que tengo entre las manos —empezó y lo pasó hasta las manos del vikingo— solo cuesta un beso.
Stoick creyó haber oído mal.
— ¿Un beso? —Se extrañó.
Ella sonrió dulcemente y asintió con un movimiento de cabeza y un leve rubor en las mejillas. Él también se sonrojo un poco, aunque nunca lo admitiría. No solía hacer estas cosas, pero antes de que pudiera pensarlo siquiera, sus rudos labios ya estaban conectados a los finos de ella. Fue un beso casto, un roce de labios, pero fue suficiente para despertar un poderoso anhelo.
— ¿Quién eres?
— Soy la única princesa de Schaklithye. Esa bruja me secuestró hace mucho para que fuera su esclava. Tengo siete hermanos varones, así que supongo que yo tampoco supondría una pérdida para mi padre, eso explicaría porque no han venido a buscarme. Me llamo Valhallarama pero las personas mas allegadas me llamaban Valka, supongo que es más fácil de pronunciar y escribir. ¿Y tú quién eres?
— Me llamo Stoick y soy el que te va a liberar. —aseguró Stoick sin pensarselo dos veces, hirviendo de furia porque la familia de Valka no se preocupaba por ella.
Ella rió con tristeza y le enseñó una pequeña cuerda plateada que tenía anudada en la pierna y que la unía a una de las patas del tenderete. Parecía fácil de romper, al menos a Stoick se lo parecía, pero había algo más detrás.
— Esta embrujada —le informó Valka adivinando las intenciones del joven vikingo.— Puedes romperla todo lo que quieras si te divierte. Pero se regenerara en seguida y no servirá de nada.
Bueno, eso explicaría porque la bruja casi no prestaba atención a la esclava secuestrada. Porque sabía que no tenía forma de escapar. Además Stoick estaba seguro de que Valka ya habría intentado todo lo imaginable para liberarse los primeros años y al no obtener resultado se rindió. Pero Stoick era Stoick, terco como una mula y su cerebro no íba a procesar nada así a no ser que lo viera con sus propios ojos.
Miró a la vieja secuestradora y en cuanto estuvo seguro de que no miraba hizó a Valka salir del tenderete, y eso fue lo que la joven hizo, pero seguía anudada a el aún fuera. Entonces Stoick cogió el objeto embrujado con una mano, con la otra cogió una pequeña daga y cortó la cuerda sin ningún esfuerzo. Se llenó de júbilo, pero eso se le fue cuando vió que en su mano sólo quedaba un trozo de cuerda y que la parte anudada al tenderete y la anudada al tobillo de Valka se unieron rápidamente formando una nueva cuerda con una luz plateada resplandeciente y aquí no ha pasado nada. Él por poco se queda con la mandíbula en el suelo y ella le soltó una mirada de "ya te lo dijé", pero estaba llena de comprensión.
— Vale, te creo —aceptó a regañadientes— pero, si no puedo liberarte, ¿qué es lo que quieres de mi?
Stoick era un cabeza dura, pero no era idiota, y ya había notado que Valka se había fijado en él para más que "venderle" un amuleto de la suerte.
La princesa giró sobre sus talones hasta mirar hacia un carromato hecho de madera. Empezó a subir las simples pero resistentes escaleras, y para que Stoick se sorprendiera más la cuerda se iba alargando permitiendole a la joven libertad de movimiento. Stoick pensó que para estar secuestrada la chica tenía buena fortuna. Pero luego le golpeó la realidad y se dío cuenta de que seguía atada, por lo que la bruja podía descubrirla fácil y no podía escapar.
— Sigueme Stoick —le pidió Valka abriendo la puerta del carromato y él, sin saber muy bien porque, lo hizo.
En cuanto él entró le siguió ella y cerró las puertas a conciencia con cuidado de que la cuerda no molestara. Una vez dentro ambos pasó... bueno, digamos que sirve de mucho tener una mente pervertida en estos casos.
Cuando Stoick volvió a Berk al día siguiente mintió diciendo que había estado dando un paseo por el bosque y se le fue el tiempo. Vigilante, por la cuenta que le traía, no lo desmintió, ya que podrían despedirle y si le despedían moría. Gobber por supuesto no fue un problema... a cambio de que Stoick le contara todo lo extraño que vió. Y así lo hizo, omitiendo la parte de Valka. Aún así Gobber se dió cuenta de que su amigo aferraba muy fuerte un colgante que llevaba al cuello que decía haber encontrado de casualidad. Pero sólo era la calma que avecina la tormenta.
La nombrada tormenta llegó nueve meses después, cuando Stoick ya había cumplido diecisiete, con forma de bebé recién nacido con menos de un día metido en una cesta. Cesta que a primera hora de la mañana llegó a la casa de Gobber.
El chico abrió la puerta a excepción de sus padres profundamente dormidos. Vigilante estaba al otro lado y le pasó la cesta con un bulto de mantitas y un papel y una carta sellada encima. Gobber estaba sorprendido y le perdió explicaciones al anciano.
— Toma, daselo al semental de tu amigo. Yo no me atrevo a vermelas con el jefe.
Gobber corrió la mantita y la sorpresa se convirtió en una cara de shock.
— ¿E-este b-bebé es d-de Stoick?
Vigilante asintió.
— El que siembra, recoge. —respondió sonriendo ladinamente y sin más se fue. En un segundo estaba fuera de la vista del joven rubio. ¡Carajo! Si que era rápido el viejo. Seguro que estaba disfrutando de lo que parecía ser el carma.
El chico comenzó a sudar frío, nunca había tenido un bebé en brazos. Y lo que era peor, tendría que enfrentarse a ÉL y decirle que tenía un nieto bastardo... ¡Oh, poderos Odin! ¡Loki lo había maldecido! Pero se reconforto al saber que su destino no sería peor que el de Stoick. Por un momento pensó seriamente en engañar a todos diciendo que era suyo. Él era un simple aprendiz de herrero, a nadie le importaría demasiado su vida sexual. Ni siquiera a sus padres... O, al menos, eso esperaba. ¡Pero no! Tenía que hacer lo que tenía que hacer y Stoick debería pagar las consecuencias. Vigilante tenía razón, "el que siembra, recoge."
Gobber cogió el papel con cuidado de no despertar a la criatura y comenzó a leer. Con cada palabra sus ojos se agrandaban cada vez más. Una vez terminó respiró profundamente para calmarse y empezar a tomárselo con humor. Su sonrisa de siempre no tardó en aparecer y, por suerte, sus ojos también reflejaban felicidad. La carta estaba dirigida al propio pequeño para cuando creciera, así que optó por no tocarla. El correo era privado.
— Bueno, pequeño Hiccup, —le dijó a la criatura durmiente mientras cerraba la puerta de su casa— estas a punto de vivir el día más humillante de tu corta existencia. Por suerte para ti no lo recordaras... pero yo si. —Después comenzó a reír nerviosamente— y tu papá va a quedar marcado de por vida ¡DE LA PATADA QUE TU ABUELO LE VA A MANDAR AHÍ ABAJO! Jajaja
Sí, estaba contento. Hiccup le empezaba a gustar.
Una vez llegó a su destino ya era la hora en la que todo el mundo en Berk estaba levantado, pero aún no salían de sus hogares. Así que nadie vió al joven aprendiz de herrero con una sospechosa cesta en brazos discutiendo consigo mismo entre si llamar a la puerta de los cuatro —ahora cinco— Haddock. Fue una decisión terrible, la más difícil que Gobber haría en su vida. Pero no había caminado hasta ahí para nada y ahora ya era demasiado tarde para esconder a Hiccup.
Llamó golpeando la puerta de madera.
Los sonidos de pisadas de gigante que se escuchó dentro dirigiéndose a la puerta le avisaron de que ÉL en persona íba a abrirle la puerta. En efecto, así fue. El jefe de Berk era... grande... simplemente grande y con una cara amenazadora y adornada con una espesa y mal peinada melena y barba negras como el abismo del fin del mundo que tiraba para atrás al más aguerrido de los vikingos. Su vozarron movía montañas. El pobe tenía que hacer malabarismos para caber por la puerta de su casa antes de que la modificaran.
— Hola, Gobber. Un poco pronto para visitas ¿no crees? ¿Por qué traes esa cara de muerto? ... ¿Y ese niño? —La última pregunta fue hecha en tono acusador.
Se acabo, no podía ¡no podía! Gobber era un aguerrido inconsciente que se creía capaz de todo y aunque no fuera así siempre hacía ese TODO. Pero mentirle a su jefe, aunque sólo fuera tantearle... era una misión suicida. No tenía ni idea de como era que Stoick y sus hermanos podían. ¡Pero él no! Alzó la cesta en alto para que el hombre pudiera ver bien a Hiccup en toda su gloria.
— Los del otro lado del muro se lo dejaron a Vigilante para Stoick. —dijó con la vista clavada en el suelo— Creo... creo que...
— ¿Gobber? —¡Oh, bendito Odin! Era la voz de Stoick.
La valentía —y el humor y el color— volvieron al rostro del rubio cuando levantó la cabeza para ver bien al nuevo padre que estaba detrás del —muy cabreado— nuevo abuelo.
— Stoick, no me dijiste nada de una chica, perro. —La palabra "perro" fue dicha muy socarronamente mientras las cejas se movían queriendo decir otra cosa.
El pelirrojo comenzó a empalidecer. No podía ser... El hombre cogió la cesta a punto de ebullición.
— ¡¿ESTO ES UNA BROMA DE LOKI O QUÉ?! —se descargó el jefe y todos los vikingos lo oyeron, algunos mirones se acercaron y sin más empezaron a cuchichear.
En ese momento Hiccup despertó y comenzó a llorar.
— E-en el papel pone que se llama Hiccup —informó Gobber, como si eso sirviera de algo en ese momento.
Stoick se sentía morir. Primero, Gobber sabía de Valka. Segundo, Gobber sabía lo que ocurrió entre él y Valka. Tercero, nueve meses después los de Schaklithye le quieren dar una cesta. Cuarto, el contenido de la cesta llora. Quinto, ¡el contenido de la cesta tenía nombre!
Era obvio.
Iba a morir.
En el fondo del pasillo de la casa se encontraban dos jóvenes, ambos de pelo negro. Eran los hermanos pequeños de Stoick. Estaban en estado de shok. ¿Ellos eran... —se mirarom girando la cabeza lentamente— tíos?
Toda esa reacción en cadena provocó un resultado. ÉL vió a su hijo mayor con cara de muerto. En sus brazos, Hiccup lloraba. El ver el rostro culpable del pelirrojo fue suficiente.
— Me parece, Stoick, que tienes muchas cosas que aclararme. —dijó el nombre de "Stoick" escupiendolo, como si fuera peor que la peste. Cerró la puerta con parsimonia y dramatismo, obligando a los demás a largarse.
Fue entonces cuando los verdaderos gritos y llantos llenaron la casa Haddock. Tantos y tan fuertes que a todos y cada uno de los vikingos se les ablando el corazón.
Ese día no sería uno cualquiera en la casa Haddock, seria el primer día del resto de la vida del futuro Stoick the Vast.
En el próximo cap Hiccup tendrá 17 años (y estará enamorado de Astrid. Ajj. Tranquilos, no durara ;) )
