Holaaaa, bueno bueno… sé que me pegaran por no estar continuando con las otras historias, pero no se preocupen, no las he abandonado.
Kuroshitsuji es uno de mis animes favoritos, y esta idea se estuvo cocinando en mi imaginación jeje, así que si no la plasmaba en un fanfic, la podría perder.
Okeeeeyyy, no sean malos conmigo, esta es mi primera historia de este mega popular anime. Lean y denme un favorite o follow si les gusta la trama y escriban un review con su opinión o consejo.
Kyaaa, ahora a leer… mis kurofans…
Dedicado a DJ Valquiria, ambas amamos este anime.
Rosas rojas. Aquellas exquisitas y majestuosas flores con un doble significado. Un lado amable y respetuoso, que hace brotar sonrisas y conmueve a los corazones más huraños… pero a la vez, posee un lado contrario, que refleja la sensualidad, el amor pasional… o una invitación para entregarse en cuerpo y alma al ser amado.
Aquellas bellezas poseen espinas… y si no tienes cuidado, acabaran por lastimarte…
"Londres, invierno de 1859"
La música inundaba los amplios salones de la señorial mansión. Los invitados realizaban una danza sublime, sincronizada, muy alegres y luciendo sus mejores galas. Afuera estaba nevando, y las rosas rojas del jardín se teñían de blanco. Sin embargo, la mansión también estaba decorada con rosas, en los floreros, en las columnas, en las mesas con bordados manteles, colgadas como guirnaldas o lucidas orgullosamente en los trajes de algunas personas.
Un caballero de cabellos color marrón algo encanecidos y unos intensos ojos carmesí, observaba sentado en su gran butaca la danza de los invitados, mientras acariciaba un anillo sello de plata con el símbolo de tres rosas con espinas que envolvían a una gran letra "C". En un momento se levanto y tomando su copa que contenía un vino tinto, le dio unos pequeños golpes con una cuchara.
Los demás interrumpieron su danza y prestaron atención.
-Gracias a todos- dijo el hombre, sonriendo y levantando su copa- estoy muy complacido de que hallan podido asistir a esta maravillosa velada. Ciertamente, ha de ser muy memorable ya que no solo celebramos juntos mi onomástico, sino, la fiesta de compromiso de mi primogénito… el futuro barón Ezequiel Harvey Crimsonrose y de su encantadora prometida, lady Angelique Johnson.
Los prometidos, un hombre con un bigote espeso y de color de cabello y ojos iguales a los de su padre y una joven mujer de ojos grises algo húmedos y cabellos negros que terminaban en delicadas ondas, se tomaron de la mano y saludaron a todos.
-¿Disfrutas de la fiesta, amor?- pregunto Ezequiel, dulcemente, mientras acariciaba el dorso de la mano de su futura baronesa.
-Sí, mucho querido- respondio Angelique, mientras enredaba sus dedos en su cabello.
Sus labios mostraban una dulce sonrisa, pero sus ojos hacían un esfuerzo por no derramar lágrimas. Y no era para menos. Odiaba su situación, odiaba quién era y por lo que estaba pasando. Un compromiso arreglado. Sentía asco de aquellas alegres sonrisas de las otras personas, que pensaban que ella era feliz con su futuro como baronesa Crimsonrose.
Se casaría con un hombre que no amaba, estaría eternamente atada a él por las cadenas del matrimonio y condenada a dar a luz a sus herederos. Y viviría totalmente sola, en una mansión, sin nadie en quien confiar para desahogar sus sentimientos o siquiera hablar sinceramente.
-Alguien… alguien, quisiera que alguien me ayude- rogaba en su interior mientras acariciaba las rosas de su vestido.
-¿Tan sola te sientes, mi lady?- escucho una voz sedosa que parecía venir de su mente.
-¿Quién es?- pregunto en un susurro, levantándose de su asiento, sorprendida de que alguien la hubiese escuchado.
-¿Estas bien, mi ángel?- pregunto Ezequiel, preocupado por su reacción.
-Eh… no me siento muy bien, necesito caminar un poco… querido- respondio Angelique.
-¿Necesitas que te acompañe?- pregunto su prometido.
-No… no te molestes, ya regresaré- respondio ella, caminando a través del salón.
Atravesó dicho lugar hasta llegar al salón de lectura de la mansión. Allí estaban sus mayores tesoros, novelas románticas en las cuáles la protagonista, una mujer valiente y apasionada, luchaba por sus sueños y escapaba al lado del gran amor de su vida. Era lo que ella siempre había deseado. Huir… lejos, al lado de un hombre que la protegiera y le enseñara el verdadero amor.
Tomo una de sus novelas y la abrazo con fuerza.
-Yo solo quiero alguien a quien amar de verdad… - musito, mientras algunas lágrimas escapaban de sus ojos grises.
-Mi pobre ángel, tan sola y triste. Intento volar al cielo, pero sus alas se rompieron… - escucho de nuevo aquella voz.
-¡Por Dios, revélate quién eres!- exclamó, arrojando el libro al suelo.
-Detrás de usted, mi bella dama.
Angelique se volteo y observo, sentado en un sofá, a un misterioso y elegante joven que le sonreía. Tenía cabellos grises oscuros y unos ojos purpura que brillaban maliciosamente.
-Si yo fuera usted, levantaría esa novela. Sería un desperdicio que se arruinara su hermosa portada- comentó, juguetón.
-¿Quién es usted?- pregunto Angelique, ruborizándose al ver esos hermosos ojos.
-No me he presentado… soy Mefistor Luozbelle- respondio el otro, haciendo un saludo de cabeza- un honor conocerla, lady Johnson.
-Ah… yo…- intento articular palabra, Angelique.
-Mil disculpas por molestarla, no encontraba un buen momento para entrevistarme con usted.
-¿Usted… estuvo oyendo mis pensamientos?
-Quería saber por qué razón una bella dama se encuentra tan triste ¿No es feliz con lo que le tocó en la vida?
-Pues… no, en realidad…
-Ya veo… una joven noble que no soporta que la entreguen a un desconocido para ser su esposa, ella quiere huir lejos, pero el problema es que no tiene a nadie a su lado.
-Pues… yo… sí… eso es exactamente lo que me pasa. No quiero ser una baronesa, no quiero llevar el apellido Crimsonrose, no quiero a Ezequiel, no quiero vivir en una jaula dorada.
-Pobrecita, esta tan sola… necesita la compañía de alguien que la entienda… que le enseñe cosas nuevas… que la haga sentir viva… y le muestre los secretos… más oscuros.
-Lo sé, pero no conozco a nadie con quién pueda contar. Ahora que soy la prometida de Ezequiel… no tengo más opción que resignarme.
-Que aburrido, si dice eso no se parece a las heroínas de sus novelas. El primer paso para ser como ellas y no morir de tristeza es… conocer un nuevo amor.
-¿Y como lo conocería? Aquí nadie me quiere, salvo Ezequiel, y a él no puedo amarlo, aunque me halla esforzado al principio.
-Mmm, y ¿No le gustaría mi lady, conocerme a mí… como su nuevo amor?
-Señor Luozbelle, yo no soy una mujer que entregue su corazón a cualquier desconocido que le diga frases bonitas… ¡¿Qué he hecho?! ¡Ya le confesé mis pensamientos a usted! ¡Dios!
-Mi lady, no se preocupe. Me quedaré tan callado como una tumba. Solo quiero ayudarla…
-Eh… ¿Pero cómo?
-Use esto.
Mefistor saco de entre su abrigo un pequeño anillo de oro y se lo mostro.
-¿Un anillo?- pregunto Angelique, desconcertada.
-Esto mi lady, es algo que le dejará mi sello en usted. Si se siente sola, solo debe mirarlo y sentirá que entrelazo mi mano con la suya, para darle fuerzas.
Angelique estaba desconcertada, pero pensó que no tenía nada que perder. Ya no tendría vuelta atrás.
Extendió su mano derecha y Mefistor la tomo con delicadeza y coloco el anillo en su anular.
-Lamento que pase por este dolor pasajero- susurró.
Ella sintió algo que cortaba la piel de su dedo y el olor ferroso de su sangre invadió sus fosas nasales. La dama miró horrorizada que aquel anillo se enterraba en su carne.
-¡¿Ahh, qué pasa?!- exclamo, con mucho dolor.
-Tranquila, mi dulce ángel. Será rápido- respondio Mefistor.
El dolor desapareció y solo quedo una ligera marca en su dedo que brillo ligeramente y luego se apago.
-¿Qué paso?- pregunto Angelique.
-Ahora tiene mi sello, mi lady. Ahora estamos unidos- respondio Mefistor, besando el dorso de su mano.
Él se quito su guante derecho y revelo que poseía una extraña marca en el dorso de su mano. Parecía un círculo con una estrella que el fondo tenía otra más, pero con las puntas torcidas, que parecían aguijones curvos, y en cada espacio en blanco había una media luna. Tenía las uñas color negro.
Aquella marca brilló de un color rojizo carmesí intenso. Sus ojos purpuras se tornaron rosa brillante y con pupilas felinas.
-¿Quién eres en realidad?- pregunto Angelique, sintiéndose hechizada por aquellos ojos.
-Solo soy un gran… amante infernal...
Ella ya no pensó nada más. Solo deseo poder observar aquellos ojos en sus sueños y que aquellas manos tocaran su piel.
-Esta noche no, mi amada lady. Tendrá que esperar a su noche de bodas. O podríamos despertar sospechas ¿Cree que podrá esperarme?- pregunto Mefistor, juguetón.
Angelique respiró hondo, con mucho esfuerzo.
-Esperaré lo que sea… por ti, mi querido Mefistor- respondio, sintiéndose tan feliz como nunca antes se había sentido.
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"24 años después"
Los rojizos pétalos de rosa estaban esparcidos por el piso blanco de la mansión, junto a una enorme mancha de la sangre que provenía de cierto hombre de espeso bigote.
-¿Por qué?- repetía- ¿Por qué?
-No puedo permitir que me quites la herencia y el título que me corresponde- contesto, frente a él, una hermosa joven de veintitrés años. Tenía un largo cabello negro lacio y unos ojos purpuras que poco a poco empezaban a tornarse de un brillo rosado. Su mano estaba cubierta de la sangre del desafortunado barón.
-Liliem… yo siempre… te quise y eduqué- contesto el ahora, desfalleciente barón Ezequiel Crimsonrose.
-Lástima, ya oíste de los labios de mi amada madre, quién ahora arde en el infierno, que no soy tu verdadera hija, por lo que no puedo quererte como mi padre… lord Crimsonrose- contesto Liliem- pero lo único que quiero es tu apellido… así como tu título. Para la sociedad soy tu primogénita, así que no tengo ningún problema en reclamar ser la nueva baronesa.
Río burlonamente y le dio un ligero puntapié con su zapato, mandándolo al suelo.
-No te corresponde… el título- contesto el barón, con las pocas fuerzas que tenía.
Con mucho esfuerzo, lord Ezequiel dirigió una mirada hacía la puerta. Allí, una jovencita de dieciséis años miraba con horror aquella escena. Tenía los cabellos marrones y largos con las puntas rizadas y unos enormes ojos rojizos.
-Evan… geline- susurró por última vez, casi sonriendo al mirar por última vez al único ser que había sentido cariño por él.
-Padre…- musitó Evangeline, sosteniéndose de la puerta.
Su padre cerro sus ojos, rojizos como los de ella, y se quedo inmóvil.
El viento entro en la sala de la mansión haciendo volar los pétalos de rosa en medio del silencio.
-Lo siento, querida hermana- respondio Liliem, mirando a la chica- pero esto lo hice por tu bien… él quería quitarme lo que me merezco y estuvo a punto de destruir el futuro que había planeado para las dos. Recuerda que te juré que no dejaría que nadie te aleje de mi lado… sea quién sea, lo liquidaré.
Miro por última vez el cadáver del barón, cubierto de sangre.
-No devoraré su alma, me parece patética. Un pobre hombre que intento hacer feliz a una mujer que no lo deseaba e intento convencerse a si mismo de que yo sí era su verdadera hija. Que alma tan ridícula- respondio.
Limpio su mano manchada de sangre y dio media vuelta y desapareció por otras puertas, hasta que sus pasos se perdieron.
La joven Evangeline corrió hasta el cuerpo de su padre, y sin importarle en que podría mancharse de su sangre, lo abrazo fuertemente, sollozando su pérdida.
-¿Por qué… por qué… papá…? Prometiste que... harías de mí… la más bella rosa del jardín- sollozó sin consuelo.
Notó un bulto en el abrigo de su padre y saco un broche de pequeños rubíes que formaban un conjunto de rosas.
-Al menos creo que puedo conservar esto de ti- dijo, mientras lo colocaba en la manga de su vestido.
-Vaya, vaya, vayaa, que escena tan triste pero… ese color rojizo... ¡Lo hace lucir sublimeeeeee!- exclamo una voz súper aguda.
Evangeline se dio la vuelta. Frente a ella se hallaba un hombre joven de larguísimos cabellos rojos, ojos de un verde fosforescente y una sonrisa compuesta de afiladísimos dientes. Usaba un abrigo rojo, anteojos de marco rojo, tacones y cargaba una motosierra.
-¿Quién eres?- pregunto Evangeline, secándose las lagrimas y poniéndose de pie.
-Permíteme presentarme, Grell Sutcliff, un gusto. Toma mi saludo como un cumplido, niña- respondio haciendo un extraño gesto en su mano al doblar el dedo anular y el medio y extendiendo los otros.
-¿Qué buscas aquí?- pregunto Evangeline, un poco enojada y bajando los ojos- ¿No ves lo que ha pasado aquí?
-Precisamente por eso estoy aquí. Es mi trabajo- respondio Grell, poniendo su motosierra en marcha.
Antes de que la chica pudiera decir algo, Grell le realizo un corte con su arma al cádaver del hombre en el suelo.
-¡¿Pero qué diablos crees que haces, imbécil?!- exclamo Evangeline, intentando propinarle un empujón.
-No es algo que los humanos puedan ver… así que… no sé como explicarte- contesto Grell.
En ese momento, unas extrañas cintas con fotografías brotaron del corte que el pelirrojo había realizado. Para sorpresa de la chica, mostraban escenas de la vida del difunto barón.
-Uff, pero que vida tan aburrida tuvo este tipo. Solo se dedico a complacer como podía a su esposa y hacer feliz a sus dos hijas. No dedicó tiempo para él mismo- comento Grell.
-Papá... ¿Qué es todo esto?- pregunto Evangeline, sin despegar sus ojos de las fotografías.
-Espera ¿Acaso puedes verlos? Es extraño, los humanos no pueden ver los cinematics records- opino Grell, jugueteando con sus largos mechones.
-¿Señor… Sutcliff?
-Dime, niña.
-¿Qué es usted?
-¿Cómo que qué soy? En primer lugar no soy un "qué", soy un "quién", señorita ojirojita… ¡Pero que lindoooos ojos! ¡Son como enormes rubíes encendidos! ¡Justo son de mi color favorito!- exclamo Grell, con una enorme sonrisa afilada.
-¿Eso cree?- pregunto Evangeline- Siempre me dijeron que mis ojos eran del color de la desagradable cochinilla del carmín.
-Pues quienes dijeron eso son unos ignorantes. Luces muy adorable.
-Gracias, señor Sut… ¿Cómo era?
-Dime Grell, niña… ¿Y tú eres?
-Evangeline Yvonne Crimsonrose, segunda hija del barón Crimsonrose.
-Pero que laargo. Solo te diré Eline. Como sea, mi trabajo ya llego a su fin… así que me voy, antes de que Will me regañe otra vez.
-¡Señor Grell, espere! Aún no me respondio qué es… digo, qué ser es usted- repitió Evangeline.
-¡Aaash, bieeen! Soy un shi-ni-ga-mi, cielo. Un hermoso dios inmortal, con la tarea de juzgar las almas de los humanos con mi guadaña de la muerte- expuso Grell, orgullosamente mientras hacía vibrar su motosierra.
-Ah… bueno, yo opino que… usted en serio se ve muy bien. Ese color rojo le queda… bellísimo.
Al oír tal halago Grell recordó cuando hace muchos años en el pasado, cuando aún era un estudiante en la Academia Shinigami, un joven intento de escritor también había mostrado admiración por su aspecto tan diferente al de los demás.
Algo que le encantaba, sin duda, era oír bonitas palabras y no los regaños y malas opiniones que William siempre le decía. Aquella chica, sin duda era una damita de mente abierta que no juzgaba a los demás por el simple echo de querer lucir mejor consigo mismo.
-Me has caído muy bien, Eline. Bueno, como ya dijiste antes, tu padre acaba de morir, así que ¿Qué harás ahora? ¿Puedo ayudarte en algo?- pregunto Grell.
Ella no tenía una respuesta concreta, seguía confundida, pero al menos tenía un pensamiento firme. Ya no quería ver otra vez esos penetrantes ojos purpura, cuyo brillo rosado la habían echo temblar tantas veces.
-Quiero que me ayude a... irme lejos de aquí- respondio, claro.
NOTA DE LA AUTORA:
Bien, bien, bieeeen… Qué opinan? Es una historia con potencial? La trama es interesante? Es regular?... Un asco?
Si quieren continuar, obviamente en esta historia aparecerá nuestro queridísimo y súper sexy Sebastian Michaelis y el kawaii tsundere de Ciel Phantomhive.
Ojo, esto no es el comienzo de ningún ship Grell x Mi OC, claro que no. Quiero decir, le tengo mucho cariño a Grelly, pero Evangeline esta destinada a otro personaje del que estoy completamente locaaaa.
Si este comienzo los confundió, pongan sus preguntas o dudas en los reviews y se responderán a medida que la historia avance.
Byeee, besitos, los quiero! DEATH! (risita)
