PRÓLOGO

La vida pasa, los siglos son efímeros.

La tierra cambia pero yo no, los días de ser una puta quedaron atrás, ahora soy algo más, toda mi vida he sido una mujer que ha tenido un único objetivo, mi único uso en la vida ha sido complacer a los hombres.

He sido prostituta de una tierra que no me vio nacer, he vivido por mis propios medios, al servicio de los dioses.

Nunca he tenido un hombre concreto, he aprendido a amar a multitud de hombres, aprendiendo a no encariñarme demasiado con ninguno, pues todo hombre que ha llegado a rozar mi corazón encontró un final aciago.

He aprendido, los días en que era una símple esclava quedaron atrás, sigo siendo una mujer cuyo único propósito parece ser que los hombres se satisfazgan con ella.

Pero no puedes esperar que un perro al que has enseñado a no morder cuando le pegas no se defienda, pues como perro viejo también yo he aprendido a ser dócil y ganarme mi pan obedenciendo, pero a la vez, una rabia crece en mi interior, la traición sembró la semilla y el uso que se me ha dado la ha hecho germinar, la más negra de las hiedras venenosas crece en mi interior, esperando el momento justo para mostrarse, el momento en que los dioses se cansen de mí y me concedan mi libertad.

Y en cuanto tenga mi libertad… podré morir.

He sido puta, espía y talpina, soy la perdición de algunos hombres, morir no fue más que el principio de todo, el momento en que mi alma atormentada pidió venganza y una diosa lo oyó, ella me devolvió la vida, me concedió mi vengaza, y he estado vengándome desde entonces, esperando el momento en que pueda volverme contra la mano que sostiene mis cadenas cuando me libere y asestar el mordisco por tantos años de servil esclavitud manteniendo mi máscara.

Porque yo he sido llamada sirena, fui llamada Helena de Troya y por mí se libró una batalla.

Las mujeres somos temibles, menos fuertes físicamente pero más ladinas y vengativas, y Artemis, diosa de la luna y la caza… oh, Zeus, ella es la reina de todas las perras, la dueña tras mis cadenas, mi ama, la persona junto a su hermano Apolo y el gran Príapo, hijo de Efesto y Afrodita, pero yo he sido su juguete, y por ello… algún día, sí, algún día cuando sea libre, ellos también caerán.

Algún día cuando sea libre, le haré pagar a esa perra el trato dispensado hacia mi persona, porque a ella no le gustamos las mujeres, mucho menos las bellas, y yo no pedí serlo.

La guerra de Troya fue por culpa de los celos de una diosa, Artemis furiosa de celos porque Paris escogió la manzana de Afrodita me convirtió en Helena, y fui yo la entregada a Paris en su lugar, yo fui la obligada a amarle, a hacerle creer que le amaba y jugar con su vida y condenar a miles de personas como su hermano, gente pacífica y caval aniquilada en ambos bandos.

Yo hubiera muerto a manos de los dioses de no haber sido por la gracia de los dioses, porque dado que fue Artemis la que me vendió, también fue ella la que me encubrió y protegió, dejando a la verdadera Helena de Troya a la merced de los dioses, esos críos caprichosos que solo quisieron un chivo expiatorio, sin importar la inocencia o culpabilidad del mismo.

Daba igual que fuese bueno o malo, culpables o inocentes, siempre han jugado con las vidas humanas como si fuésen juguetes, incluso cuando éramos muertos al servicio de un dios que nos diera vida a cambio del alma.

Siempre ha sido así, siempre lo será.

Siempre es lo mismo: "Ve a este sitio, serás tal persona y harás tal cosa. Satisfazdrás a tal persona y la condenarás."

Yo siempre hago lo que me mandan, mi trabajo es ese.

Yo he satisfecho a cazadores, he atraído a daimons a su fin, he condenado a cazadores sentenciados a su tumba por orden de Artemis, para que pudieran tener un último motivo con hechos por los que condenarlos.

Hace tiempo que dejé de vestir de rojo, pero el rojo siempre me acompañará, vistiendo mi alma inmortal.

Hasta el fin de los tiempos.

Letha de Atlantis