PREFACIO

DESOBEDENCIA

Isabella Swan caminaba por el largo pasillo con suelo de marmol, sin hacer apenas ruido al pisar. Parejas de columnas corintias la rodeaban y decenas de guardias la observaban a la vez que vigilaban la entrada a la gran sala del trono. Bella se colocó delante de la puerta que había al fondo del pasillo y esperó hasta que la puerta se abrió. Después, avanzó y, al llegar al centro de la sala, se arrodilló en señal de sumisión. Estuvo ahí unos cuantos segundos, y cuando volvió a ponerse de pie, no levantó la cabeza.

- Me alegra verte aquí, Isabella-dijo la mujer sentada en aquel trono-. Tengo algo que encargarte.

Bella observó a aquella mujer intentando que ella no se enterara. Era hermosa, majestuosa. Llevaba una corona cilíndrica, alta, el polos. Aquella mujer era la diosa Hera. Bella llevaba sirviendo a aquella diosa cinco años. Los cinco años que habían pasado desde su muerte.

Había tenido una vida feliz, aunque algo desenfrenada, y, con sólo diecisiete años, tuvo un accidente con el coche mientras que estaba borracha, que causó su muerte y la de dos de sus amigos. Pero ella era la única que se encontraba en aquel lugar. Cuando había despertado, Hera se encontraba a su lado, y le había ofrecido una vida eterna a cambio de su obediencia. Y Bella había aceptado. Una vida eterna era algo magnífico para ella, sobre todo cuando no tenía necesidades. Bueno, casi. Cuando Hera quería, devolvía parte de su humanidad a Bella, lo que significaba un calvario para ella, porque tenía que sentir todo lo que no sentía mientras que la diosa estaba contenta con ella. Por suerte, Hera sólo le había hecho dos veces.

- Hace tiempo que tengo mis sospechas sobre Zeus, como sabrás. Cada vez pasa más tiempo con aquella mujer italiana a la que salvamos poco antes que a ti.

- Clara-dijo Bella, reconociendo a la única amiga que tenía en aquel lugar.

- Sabes que me importa bien poco su nombre, Isabella. El caso es que no voy a arriesgarme otra vez; no puedo dejar que Zeus se olvide de mí.

La diosa se levantó de su trono y se acercó a Bella, cosa que no hacía nunca, ya que le gustaba sentirse superior a la gente que tuviera delante. Bella se estremeció cuando Hera agarró uno de sus brazos con una de sus heladas manos. La chica todavía no se había acostumbrado a la presencia de los dioses, y era tan inmensa que sentía miedo cada vez que uno de ellos se acercaba a ella. Pero aquella vez sintió aún más miedo que de costumbre. Sabía que nada de lo que Hera podía proponerle en aquella situación iba a gustarle.

- Quiero que acabes con ella-susurró Hera en su oído. Seguidamente se apartó y volvió a su trono, dando por terminada la conversación, pero Bella aún tenía algo que decir.

- ¿Por qué?

- ¿Por qué tiene que morir? Porque no puedo tomar riesgos, Isabella. ¿Por qué tienes que ser tú la que acabes con ella? Por pura diversión-dijo la diosa con una sonrisa que, a pesar de pertenecer a una diosa, a Bella le pareció de lo más diabólica. Volvió a estremecerse, pero consiguió hacer lo que deseaba desde hacía cinco años: plantarle cara a aquella diosa que no paraba de manipularla.

- No voy a hacerlo, Hera. Clara es mi amiga, y no voy a permitir que acabes con su vida.

- Si no la matas, yo te mataré a ti. O peor aún. Te devolveré tu humanidad. Por completo y permanentemente. Sí, creo que esa será una magnífica idea.

La diosa soltó una ligera carcajada y cerró los ojos, preparándose para darle a Bella una eternidad de sufrimiento. Lo único que pudo hacer Bella fue empezar a correr antes de que la diosa le quitara los poderes que le había dado al rescatarla de la muerte. Cuando la diosa le quitó el poder de transportarse, ella ya se había ido a un lugar muy lejos de allí. Al lugar en el que estaban sus padres, sus antiguos amigos y su antigua vida...

A Forks...


Bueno, aquí estoy...

Espero que os guste esta idea y que no seais muy duros conmigo =)