N/A: Bueno, tras no escribir nada durante meses (en serio, yo no sé que le pasa a mi cabeza), creo que es una buena idea el publicar algo. Incluso si es una viñeta y no tiene realmente ninguna trama detrás.
Respecto a mi otra historia, Ángel, siento muchísimo el no actualizar. He tenido bastantes altibajos en estos meses y no sé muy bien como continuarla. Pero lo haré, lo prometo.

Tras esta nota tan larga, decir que disfrutéis de esta pequeña historia :). También os agradecería que os pasaséis por mi tumblr (la dirección está escrita al final de mi perfil), puesto que allí publicaré algunas cosas relacionadas con las historias. Además, me podéis hacer sugerencias o preguntas. ¡Todos salimos ganando!

Ninguno de estos personajes me pertenece. Solo la trama (¿trama? ¿qué trama?) es mía.


"As the winter winds litter London with lonely hearts,
the warmth in your eyes swept me into your arms."

Arthur rebuscó entre los armarios de madera de la cocina de su apartamento, buscando la característica cajita de latón amarilla en la que guardaba sus bolsas de té.
Un suspiro escapó de sus labios cuando abrió la tapa dorada, mostrando su interior completamente vacío.
Perfecto. Simplemente perfecto. Ahora tenía que ir a la tienda más cercana a comprar Earl Grey (porque no, él no podía funcionar sin su té con leche de todos los días) y, sinceramente, con el frío que hacía ahí fuera, la idea no se le hacía demasiado tentadora.

Enrollando la larga bufanda de lana marrón alrededor de su cuello, Arthur se asomó al despacho de Francis, quien estaba ocupado escribiendo en su moleskine negra, sus rizos rubios retirados de la cara en una descuidada coleta.

—Voy a salir a comprar té. ¿Quieres que te traiga algo?

Francis desvió la vista de su cuaderno, sonriendo cálidamente a Arthur, que estaba apoyado en el marco de la puerta.

—No necesito nada, pero creo que voy a ir contigo. —dijo, levantándose de la silla al mismo tiempo que deshacía su coleta— Igual dando una vuelta se me ocurre algo más para la columna de esta semana.

Arthur asintió, sonriendo levemente cuando Francis se inclinó para darle un corto beso en los labios.

—Coge la gabardina. Hoy hace bastante frío fuera.

Ya llevaban unos cinco minutos andando cuando Arthur enterró su nariz en la cálida tela de la bufanda, sus mejillas y orejas rojas del frío.

— ¿Tienes frío, rosbif?

Arthur frunció el ceño ante el apelativo cariñoso de Francis pero asintió, golpeando cada pocos pasos una pequeña piedra con la punta de sus mocasines.

—Se me han olvidado los guantes en casa. —refunfuñó.

Riendo, Francis extendió su brazo para agarrar su mano, entrelazando sus dedos.

— ¿Mejor? —sonrió— Deberías llevarlos siempre en los bolsillos.

—Este abrigo no tiene bolsillos. Además, —Arthur inclinó la cabeza, tratando de ocultar el rubor que se estaba extendiendo por sus pálidas mejillas— tus manos son más cálidas.

Francis sonrió ampliamente a la muestra de afecto. Arthur nunca había sido alguien que mostrase cariño abiertamente, por lo que cualquier detalle hacía que Francis se sintiese verdaderamente afortunado de tenerle a su lado.
Acariciando la mejilla de Arthur con el dorso de la mano, Francis se inclinó para besar sus labios una vez más.

— ¿Arthur?

— ¿Sí? —respondió, todavía algo aturullado por el repentino beso.

—Hace ya un rato que hemos pasado la tienda de té.