Los personajes conocidos son de George Martin. "Este fic participa en el reto 'Tomaré otro camino' del foro Alas Negras, Palabras Negras." Mi condición fue ¿Y si Jon y Lysa tuviesen una hija en lugar de un varón?


Roslin estaba llorando y a nadie le importaba.

No estaba en su habitación, rodeada de juguetes y disfrutando de que la vieja Septa se haya quedado dormida nuevamente. Tampoco estaba robándose de las cocinas pastelitos de limón, tartaletas de cereza o empanadas de cajeta, comiendo todo dulce que pudiera conseguir sin preocupación alguna.

Roslin Arryn estaba llorando en un Septo, con las más hermosas ropas que alguna vez haya usado, a punto de casarse con Harrold Hardying.

Había pocos invitados y eso era algo bueno. Los Señores Recursadores estaban ahí, viéndola como si Roslin no fuera digna ni de su propio nombre. ¿Y qué esperaban? Ser una Arryn no había traído para ella más que prejuicio por ser mujer cuando su padre desesperadamente quería un heredero; le había traído pena al ver que su madre era infeliz con su padre; le había dado desdicha ahora, al saber que en unas horas tendría el mismo destino que Lysa Tully.

Ahí estaba de todos modos, porque lo primero debía ser el honor (no la familia como pregonaba la casa de su madre), y ella como Arryn vería que eso se cumpliera incluso si tenía que sufrir.

— Pobrecilla —escuchó que decía Myranda Royce a una mujer desconocida para Roslin—. Tener que casarse sin su madre presente, ¡y a los doce años!.

Se le hizo otro nudo más en la garganta cuando escuchó eso y quiso romper en llanto, pero en ese momento el Septón se calló y llegó el momento de decir los votos que la harían incluso más miserable. Además, a nadie le importaba su edad: había sangrado hace tres lunas y desde entonces se comenzó a preparar esta farsa de boda.

Fueron palabras amargas y llenas de miedo, porque si bien Roslin tenía que satisfacer el honor de su casa, también tendría que satisfacer a su nuevo marido en unas horas más.

No lo mira mientras el Septón vuelve a hablar con su cantaleta de siete bendiciones, tampoco cuando se mencionan esas siete promesas que Roslin sabe no se cumplirán. Su mirada está más allá de Harrold y de los Señores Recursadores, está más allá del Septo y de los dioses. Su mirada está tan alta como el honor de la casa de su padre.

Como era de esperarse, nadie acudió a salvarla impidiendo su matrimonio. Ni siquiera Petyr Baelish, viudo de su madre y autoproclamado protector suyo, se levantó para oponerse a la unión.

«Te importa más tu puesto en mi castillo, Meñique. Sólo eso y que soy tan parecida a mi tía Catelyn.»

— Roslin —susurró Harrold y Roslin se sobresaltó—. La capa.

Ella frunció el ceño y dio la espalda a Harrold, sonriendo internamente ante la acción. Se sintió desnuda cuando la capa de azul celeste fue levantada de sus hombros, pero la calidez de otra capa la cubrió prontamente.

No podía ver la parte de atrás, pero al bajar la mirada vió sobre su pecho una tela del mismo celeste que la que Harrold le quitó. El bordado era más delicado y la tela más nueva y suave. ¿Cómo olvidó que en este matrimonio, ella era quien conservaría su apellido?

Sintió alivio en ese momento porque no tendría que ser llamada Roslin Hardyng. No tendría que vestir de rojo y blanco y el escudo de su casa no se sentiría tan vacío cuando lo viera. Roslin seguiría siendo Arryn.

Al darse la vuelta con la capa de su esposo cubriéndole los hombros, Roslin sonrió por primera vez en días, sorprendiéndolo. Sin embargo, su lujuriosa mirada le hizo enrojecer con enfado una vez más. ¿Es que ese hombre no sabía controlarse?

«¡Por los dioses! ¿No vez que aún soy una niña?»

Estaba segura de que no, pero como nadie más tenía problema en casarla, Roslin no dijo nada. Enmudeció nuevamente y hasta sintió asco de sí misma cuando en su estómago surgieron mariposas al besarla Harrold, sellando su amor.