Disclaimer: Naruto es propiedad de Masashi Kishimoto. Este fanfic no es con ánimo de lucro.
Advertencia: AU, algo de OoC & anti SasuSaku.
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.-La Distancia Adecuada-.
• Casualidad •
¿Cuánto llevaba con semejante rutina?
Observar a la chica, de oscuro y corto cabello, sentarse en el césped a dibujar y pintar todo lo que se atravesara por enfrente. Él, quedarse sentado en una mesa de la cafetería al aire libre y fingir que leía las noticias actuales o de economía.
Había llegado incluso a notar pequeños y constantes detalles de la joven.
Como cuando llegaba antes de la diez de la mañana y veía su cabello húmedo, esperando secarse con los tenues rayos solares matutinos. Incluso, se daba cuenta que éste se le adhería a la nuca y/o a su cuello, y ella lucía con un rostro más delgado. O que cuando llevaba una bufanda y olvidaba su enorme cuaderno de dibujo, significaba que estaba enojada o triste, ya que únicamente se preocupaba por perderse en el azul infinito del cielo y acariciar, no arrancar, el fresco césped de su alrededor cuando su vista se cansaba de lo anterior.
Él podía jurar que de tanto ver el firmamento, los ojos de ella se habían vuelto azules por muy marrones o negros que los tuviese.
Sin embargo, disfrutaba verla.
Y era cosa de todos los días, a la misma hora; como una cita a la que, inconscientemente, ambos asistían.
¿Ella se habría dado cuenta de su curiosa expectación?
Lo más seguro era que no, gracias al cielo. Ya que siempre iba detrás de un monótono periódico y un grisáceo abrigo, lo cual lo convertía en un cliente normal de una cafetería. No sobresalía entre los comensales, tal vez por su juventud un poco más, pero se volvía uniforme a la masa regular de consumidores de café diario.
¿La espiaba? Incluso le daba horror esa palabra. ¡Por supuesto que no! Todo había surgido inocentemente, sólo había sido una extraña casualidad.
A veces, la artista traía compañía. Bastante molesta y fastidiosa por cierto. Esos días, era cuando se iba más rápido. No soportaba el escándalo que hacían.
Además, él sólo quería ver a ella.
Las amistades de la joven no le agradaban, en lo absoluto. En especial, cuando venía la chica de cabello rosa. Odiaba cuando la traía; ya que siempre iban a la cafetería y se sentaban cerca de él. Ella nunca iba ahí, como si supiera que pusiesen ántrax por azúcar en el café. Pero la muchacha de pelo extravagante parecía que la obligase, únicamente para ir e intentar, inútilmente, atraer su atención. Él, sencillamente, al verlas acercarse al establecimiento, se levantaba y salía velozmente de ahí, habiendo pagado anticipadamente.
Pero ese círculo social tan irritable tenía una gran ventaja y una razón para aguantarlos, a distancia, claramente. Le ayudaba a conocerla un poco más. Se le veía contenta, pero pasiva. Era raro cuando se integraba activamente a la conversación; había podido notar que solía evitar el mostrar su opinión. O era demasiado prudente con lo que decía a esos lunáticos o muy tímida.
Y con una eterna sonrisa marcada en su rostro; triste o avergonzada, dependiendo la situación y los comentarios banales de sus amigos.
Tenía algo que le gustaba mucho: su sonrojo. Se veía bien con él, como si fuera parte de ella misma, de su esencia y personalidad. Y parecía que recobrase vida y color su tez tan pálida. Y cada vez que ésta se sonrojaba, una mueca, parecida a una sonrisa, se esbozaba en las facciones masculinas sin poder evitarlo.
Pero sólo era eso. Se limitaba a analizarla y observarla en silencio.
Un día, eso cambió radicalmente.
El clima estaba terrible. Gruesas y oscuras nubes ennegrecían el cielo, el viento silbaba una melodía de aire frío. Por lo cual, decidió irse temprano; además, ella no había ido a su rutinaria visita al parque.
Inesperadamente, su periódico escapó de sus engarrotadas y congeladas manos. ¡Apenas acababa de comprarlo! No podía dejarlo escapar así de fácil. Salió tras él, sin darse cuenta que alguien lo había atrapado e intentaba dárselo.
—Señor, di-disculpe… —creyó oír un susurro que le llamaba.
A pesar de eso, lo ignoró. Buscaba su periódico con cierta desesperación.
—¡Señor! —el susurro se atrevió a convertirse a grito.
El joven volteó y encontró a quien menos esperaba; a la chica que creía ausente. Su corazón se sobresaltó al verla y más cuando notó sus facciones: estaba sonrojada, mordiéndose los labios y esquivando la mirada. Lo cual no era más que un puchero de vergüenza, la pena de tener que alzar la voz para obtener un mínimo de atención. Podía ver en su rostro cuánto odiaba hacerlo.
—Su pe-periódico, aquí tiene —susurró temblorosamente. Se notaba a leguas que estaba, inexplicablemente, nerviosa.
—Gracias… —respondió gélidamente. No hallaba qué más decirle, sentía como si su garganta se hubiese cerrado. No, no era por el clima. Era algo más.
Ella finalmente se atrevió a mirarlo a los ojos, tan fijamente como él llegó a hacerlo con su persona, cuando le entregó el diario y sus congeladas manos se rozaron. Un rictus de sorpresa se pintó en su rostro, palideciendo más de lo imposible.
—¿Sa-Sasuke kun? —exclamó inevitablemente.
Los ojos del mencionado se desencajaron. Buscó desesperadamente la mirada de la joven. ¿Cómo podía saber su nombre? ¿Pero quién demonios podría ser…?
—Hinata… —contestó al ver los orbes violáceos de la joven que se estremecía por la impresión.
Sin saberlo, había estado viendo en secreto, por espacio de medio año, a su mejor amiga de la infancia y adolescencia. A su primer amor.
Hyūga sonrió. Pero, finalmente, lo hacía genuinamente. Después de tanto tiempo… Todo esto parecía una vil quimera, algo realmente irónico.
—Hace tanto que no nos vemos… Desde que acabó el instituto, ¿verdad? —dijo melancólicamente la morena.
Mentira. Desde un año antes de acabarlo. Él no había podido decirle lo que sentía y la había dejado sola, en esa escuela tan hostil para una muchacha tan tranquila y pacífica como siempre lo había sido. Ni siquiera se había dignado a despedirse formalmente de ella. Había huido cobarde y mezquinamente.
Y eso, parecido a un remordimiento, le resonó en los oídos. Inclusive, logró ensordecerlo momentáneamente.
—Sí, cuántos años de eso —apenas pudo responder, sintiéndose aplastado por sus propios pensamientos acusatorios, sonando dolorosamente indiferente a los oídos de su amiga.
El silencio invadió el ambiente. Ninguno de los dos encontraba las palabras para expresar lo mucho que se habían extrañado al transcurso de los años. Hinata estaba feliz de verlo. Todavía seguía doliéndole el que Uchiha se hubiese ido sin ningún motivo aparente, perdiéndose el contacto entre ellos. Provocando que el lazo de su relación se fuese haciendo débil y a él, lo fuese arrinconando en su memoria.
Pero claro, siempre visible y torturándola en sus frías noches solitarias. Cuánto lo había querido. Y todavía…
Por eso, se sintió nerviosa ante su escrutadora mirada. ¿Qué veía? ¿Lo bueno o malo de ella?
—Ten —le extendió una pulcra tarjeta. Ésta, contenía el nombre del Lic. Uchiha Sasuke así como su dirección, número telefónico y correo electrónico—. Si llegas a necesitar algo, contáctame, por favor.
—De acuerdo, gracias —sintió un vuelco al corazón. Estaba feliz de volver a verlo e igualmente, contar con los medios suficientes para saber de él en un futuro.
Uchiha esbozó una ligera sonrisa y se dirigió a la estación de metro. La joven todavía estaba en medio de su estupor, pero despertó rápidamente para exclamar emocionada y llamar su atención, sorpresivamente.
—¡Sasuke kun! ¿Podemos irnos juntos, como cuando éramos niños?
—Claro —No, él no quería. Había respondido maquinalmente, al ver el rostro feliz de Hinata.
Simplemente, no quería enfrentar el pasado encarnado en esa chica morena.
Esperó hasta que lo alcanzó, para luego retomar el camino a la estación. Al llegar, el metro estaba a punto de dejarlos, así que agotaron sus fuerzas para alcanzar a entrar al vagón. Milagrosamente, había un par de lugares vacíos, los cuales tomaron con toda comodidad. La chica iba en silencio, observando el paisaje, mientras el moreno sólo pensaba que no había sido tan mala idea.
Esperaba que realmente llegara a necesitarlo en un futuro. O en el más extremo de los casos, iría a pedirle una pintura, por muy excéntrica e inescrutable que estuviese. Mientras pudiese volver a verla.
Tal vez, ahora, si tuviese el valor de decírselo…
Y es que, empiezo a pensar que, el amor verdadero es tan sólo el primero. Y es que empiezo a sospechar, que los demás son sólo para olvidar…
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To be continued...
N/A:
Nunca pensé que llegaría a escribir un SasuHina. Disfruté mucho haciéndolo, la verdad. Dedicado a Héctor Lancón. Sí, la última frase es de La Oreja de Van Goh de "Rosas"; un extracto que me gusta mucho de esta canción tan mona. Y, espero, haya sido del agrado general.
See you~.
