Tragando saliva para intentar deshacer el nudo que tenía en la garganta, la Detective Kate Beckett prosiguió el que era,presumiblemente, el discurso más difícil de su vida:
- El Capitán Montgomery me dijo una vez que para nosotros, no hay victorias... solo hay batallas. Y al final, lo mejor que puedes esperar es encontrar un lugar en el que quedarte. Y si tienes mucha suerte, encuentras a alguien dispuesto a quedarse contigo...-
No lo pudo evitar. Sus sentimientos, tan a flor de piel debido a la desgracia que acababa de ocurrir, le impulsaron a mirarle.Y vio en su rostro, tan alegre y risueño siempre, un gesto de tristeza que la devastó, le rompió un poco más su maltrecho corazón.
Lo único que deseaba era correr hacia él y echarse a llorar en su pecho, mientras sus brazos la rodearían hasta hacerla sentir segura y protegida.
Pero le debía al Capitán un discurso que honrara su memoria; cualesquiera que hubieran sido sus errores, los había pagado. Y ella le dejaría a la altura de lo que era, un héroe.
Respiró y continuó:
- El Capitán hubiera querido que continuásemos con la lucha...-
Todo sucedió muy rápido. Le oyó gritar llamándola por su nombre de pila y al momento, un dolor agudo y ardiente le inundó el pecho.
Cayó al suelo entre los brazos de Castle, justo donde había deseado estar minutos antes, pero el dolor que sentía en el pecho le dificultaba respirar y la vista se le estaba nublando.
Oía de fondo gritos agudos, cómo de pánico, pero sólo podía centrarse en la cara de Rick, tan cerca de la suya, suplicándole que se quedara con él.
Kate intentaba decirle que estar con él era lo único que deseaba, pero su cuerpo no le acababa de obedecer; el dolor del pecho empezaba a remitir y un sueño dulzón la invadía lentamente. Él seguia animándola a quedarse, con los ojos azules humedecidos por las lágrimas que habían empezado a brotar.
Todo se estaba volviendo borroso. Una lágrima furtiva se escapó rodando por su mejilla, mientras Beckett se preguntaba para que tenía que quedarse... su madre, Royce, y ahora el capitán. Demasiadas desgracias, demasiada pena...
Una imagen de su padre pasó rápida por su mente, seguida de flashes de sus amigos y de su vida... y él. Desde hacía tanto tiempo, él.
Intentó mover la mano para acariciarle la mejilla, pero ya no era dueña de su cuerpo.
" Te quiero, Kate"
Las palabras de Castle flotaron en el aire que había entre ellos y justo antes de sumirse en la oscuridad, todas las células del cuerpo de ella reaccionaron ante esas palabras, tan temidas como esperadas.
Luego todo se quedó a oscuras, y aunque tenía los sentidos nublados, Kate sintió un agradable calor que salía de su cuerpo, mientras ella flotaba.
Él la quería. Lo acababa de sentir en la última cosa que había visto antes de caer en las tinieblas de la inconsciencia: su mirada, llena de amor y a la vez, de desesperación. El calor de su cuerpo se expandía al pensar en él.
Si alguna vez conseguía volver a salir de esa oscuridad, sería por esa luz, tenue y cálida, que brillaba en su interior. Esa luz que llevaba su nombre. Esa luz prendida por esas dos palabras que la atarían a la vida.
