Hoy sería el día, definitivamente hoy se convertiría en reina.

El día anterior habían coronado ya a su hija como la Crystal Princess, ahora le tocaba a ella ser la nueva Crystal Queen del reino de cristal.

Mientras la futura reina, se complacía de su aspecto frente al espejo, la nueva princesa daba vueltas y vueltas en su habitación, tentada de cumplir su objetivo o dejarlo pasar.

Sabía que si dejaba pasar esa oportunidad no habría ninguna más, pero si lo hacía el reino correría demasiado peligro, así que tenía que decidir entre su propia felicidad, o en el bienestar del reino.

La elección podría ser fácil para cualquier otra persona de corazón egoísta, o de corazón noble, pero la princesa estaba divida entre dos personas; Su madre, la futura reina, y su viejo amor, fallecido en una vieja batalla, que renacería en el planeta Tierra.

Mientras se paseaba, Roseelle la miraba desde la cama de esta.

Roseelle era su guardiana. Y siempre estaría junto a ella. Siempre lo había estado.

Y a pesar de que había sido la única persona en la que había confiado en muchas ocasiones, ahora no podía contarle nada de lo que le pasaba por la mente. Porque ella no le dejaría cumplir su cometido, la obligaría a actuar como una princesa.

Pensó en las cosas que le habían dicho de pequeña sobre marcharse del reino siendo princesa y sin reina, que es la situación de la que estaba dudando ahora, decían que las Crystal Roses harían lo que ellas quisiesen, pero jamás había visto a esas extrañas piedras mágicas que supuestamente cuidaban del reino. Jamás.

Entonces, ¿qué diferencia habría de que estuviese ella allí o no? Tomó una decisión.

**** Horas después ***

La ceremonia ya había comenzando, y ella se había escapado del lugar de la celebración, a fin de cuentas, habían decidido que el consejo se sentase al frente, así que ahora era su única oportunidad.

Cerró los ojos y juntó sus manos, esperaba que nada malo ocurriese en su ausencia, pero tampoco lo comprobaría, tenía que huir.

Entró en el viejo salón de viajes, que se usaba para conectar el planeta Tierra con el Reino de cristal, y se paró en él.

Las puertas de hierro se cerraron tras ellas. Ya no había vuelta atrás. No ahora.

Una luz ambarina iluminó la sala, y al momento la princesa comenzó a viajar hacia el planeta tierra.

Seguía conservando su apariencia, hasta cruzar el arco de cristal, que fue cuando su largo cabello fue cortado por los hombros, cuando las marcas que poseía se desvanecieron, y cuando finalmente su vestido se cambió por unas ropas diferentes.

Ahora nacería en una nueva familia, como adolescente, y todos sus verdaderos recuerdos serían borrados, ahora su nueva familia la reconocería como su propia hija, y aparecerían recuerdos que jamás sucedieron.

Antes de olvidarse de todo su pasado, varias estrellas fugaces cayeron sobre la tierra, cada una de un distinto color.

Las Crystal Rose habían huido del reino.

Y entonces lo olvidó todo y despertó en una habitación de colores rosados y alegre.

Entonces una mujer entró en su habitación.

–¡Vamos, vas a llegar tarde si no te levantas!

–¡Ya voy mamá! – susurró mientras se quitaba las mantas de encima.

Ella no sabía que esa no era su verdadera madre, no sabía que era una princesa y que tenía una guardiana, no podría saberlo.

Se preparó para ir al instituto, del que parecía conocer todo.

Parecía saber hasta quiénes eran sus amigos, aunque jamás hubiese hablado con ellos.

Y todo eso, sin su guardián y su mejor amiga, Roseelle.

Después de vestirse y desayunar emprendió el viaje hacia el instituto.

Y mientras corría, chocó con el cuerpo de otro joven estudiante.

–¡Mira por dónde vas! – le gritó.

–¡Tonto! ¡Mira tú! – contestó mientras corría hacia su instituto – . Qué tío tan tonto. No. No me cae bien en absoluto – al llegar a la entrada se encontró con sus amigas – . ¡Ya he llegado!