Contradicción
Capitulo 1: Querido Graham
Graham había muerto. Eso era sin lugar a dudas una sentencia. Solo habían transcurrido un par de días, pero allí estaba su cama vacía una noche más, recordándole lo sucedido. Estaba muerto por su culpa… debido a uno de sus ataques de ira, había sujetado el corazón del Sheriff entre sus manos y lo había presionado hasta reducirlo a cenizas.
Si hubiese sido cualquier otro de sus súbditos, a la Reina Malvada le habría sido indiferente, pero Graham era, además, su amante. Él había sido durante largos años quien calentaba su cama en las noches, quien le robaba besos furtivos en la mañana antes de irse aunque no estuviese permitido… él era quien la miraba con adoración y aunque el sentimiento no era de la misma manera correspondido, él era suyo, y perderlo suponía más de lo que había imaginado.
Aunque Regina seguía sin sentir nada, con Graham, al menos, podía cerrar los ojos e imaginar que era Daniel quien la besaba, que era el palafrenero quien le acariciaba… ahora no tenía ni eso. Los tres únicos sentimientos en su corazón eran el amor por su hijo, el odio profundo por Emma Swan y el temor a que ésta última le arrebatara a su hijo Henry.
No había asistido a su entierro aquella mañana, seguramente los demás estaban sorprendidos por su ausencia, pero le traía sin cuidado. Sin embargo, ahora debían ser las 1:00 de la mañana. Había intentado dormir, pero los remordimientos no le dejaban conciliar el sueño. Al contrario de los que otros pensaban, Regina tenía demasiadas emociones, tantas que el hecho de no poder enfrentar esas emociones, le había hecho fría, distante… se había ido alejando de todos y las relaciones habían sido exclusivamente profesionales, excepto con Graham. Al cazador le había permitido recorrer su cuerpo con sus manos, besarlo con sus propios labios, incluso profanarlo de la manera más mundana y humana posible, y para la reina nadie, nadie en aquel pueblo, podría estar a su altura. Mientras pensaba en ello, la imagen de Emma Swan atravesó su mente. Chasqueó la lengua como si la tuviese delante y negó con rotundidad. Emma era su enemiga y la odiaba… ¿la odiaba? No sabría decirlo exactamente. La primera vez que la vio, sintió que la había echado de menos, su corazón se desbocó, ese órgano que hasta aquel momento en que sus miradas se cruzaron, había estado en silencio. La había echado de menos porque durante muchos años había deseado tanto que apareciese alguien que rompiese la rutina y supo en seguida que esa sería Swan. En realidad la admiraba y ese era un sentimiento que ya había reconocido y se había guardado en lo más profundo de su armario, cuando se atrevió a comprarse un pantalón vaquero para parecerse más a ella. Le gustaba al mismo tiempo que le repelía su perfume… le gustaba percibirlo en los informes, pero no así en la ropa de su hijo Henry, porque eso lo hacía más suyo. Tenía tantos sentimientos contrarios con respecto a Emma Swan. Había soñado con ahogarla con sus propias manos, pero también había soñado que Emma la besaba. Fue solo una vez, hacía apenas una semana pero aun recordaba la sensación placentera con la que había despertado.
No había tomado el coche, el cementerio no estaba lejos y prefería ir a pie. Quería ir a la cripta y estar cerca de su padre… a veces eso la tranquilizaba porque sabía que aun habiéndole traicionado, su padre ya la había perdonado, estuviese donde estuviese. No obstante en el último momento cambió de dirección. A unos 500 metros de su cripta había una tumba nueva, reciente y Regina supo que era la de Graham. Se detuvo en frente y sintió que los remordimientos regresaban, tembló y se dejó llevar; no detuvo sus gritos ni el llanto y la rabia que la forzó a golpear la arena húmeda. Unos rayos cruzaron amenazadoramente el cielo y la luz le descubrió la figura de alguien, unos pasos más allá, justo en frente de la alcaldesa. Regina disimuló su turbación y como pudo se puso en pie, estoicamente. Un nuevo rayo cruzó el cielo y su mirada reconoció los ojos verdes de Emma Swan. Tragó saliva, estaba asustada.
-¡¿Le matas y luego le lloras?!.- Emma gritó acercándose a ella como una furia. Regina dio unos pasos atrás.
-Yo no le maté, ¿en qué te basas para culparme?.- Escupió molesta. Emma lo sabía, no podía mentirle, tenía ese maldito don. Y de repente la culpabilidad le azotó haciendo que sus ojos dejaran de enfrentar los de la rubia.
- No te entiendo, Regina. ¿Si lo amabas por qué lo hiciste?.- Emma estaba a uno pasos de ella y Regina sentía sus ojos interrogantes sobre ella.
- No lo amaba. ¡Pero era mío!.- Chilló molesta y disgustada consigo misma. Sabía que todo estaba mal, que las personas no eran posesiones, pero como la Reina Malvada, es así como debía ser, como se obtenía el respeto.
- Eres egoísta, tanto que me sorprende que tengas un hijo tan generoso como Henry.- Escupió la rubia. Su mirada sin embargo se endulzó.- Y a veces eres misteriosa, desearía poder abrirte como un libro y leerte. – Se acercó a ella bajo la luna, ahora el cielo estaba despejado, pero el viento y la humedad anunciaban una próxima lluvia. Su mano se posó con timidez en el hombro de la morena y esta no se apartó para sorpresa de la lluvia. Se atrevió a dar un paso más allá y la abrazó, fue un instinto compasivo pero también fue un instinto egoísta. El abrazo fue extraño, cálido, placido, dulce, tímido, posesivo y revelador a juzgar por la humedad que ambas sintieron en su centro. Hasta sus miradas se cruzaron y fue como si se leyesen las mentes. Ambas acababan de comprender que se sentían muy atraídas, que sus cuerpos se llamaban irremediablemente y ahora que se habían acercado al máximo, sus poros gritaban deseando más.
- ¡Estás loca!.- Y la morena se liberó del abrazo aturdida. - ¿Qué demonios te crees?.- Y su mirada bajó a la mano que aun sostenía la suya fuertemente.
- Regina… no entiendo nada, pero…- No sabía qué decir, como justificar nada de aquello, lo único que quería era abrazarla, besarla, incluso poseerla, aunque a Emma jamás le había atraído ninguna mujer antes… pero ella… su cuerpo era quien la deseaba… era química o magia… no estaba segura. No podía aguantar más, se estaba volviendo loca… solo podía mirar a sus labios, rojos y perfectos adornados con aquella misteriosa cicatriz. Dio unos pasos amenazadores y lentamente acercó sus labios a los de la alcaldesa. Los ojos de la morena estaban llenos de pánico, de incredulidad, pero su cuerpo se dejó llevar y sus labios se encontraron primero tímidos, casi como se besaran el aire se rozaron una y otra vez, estratégicamente, hasta que la lengua de Emma rozó el labio inferior de la alcaldesa. Entonces fue como si la sangre se le agolpara en sus mejillas y el calor fuera insoportable, necesitaba sentirla más. Se precipitó, casi chocando enfurecida, llena de pasión alocada, con los labios de Emma. La rubia respondió con igual intensidad sintiendo como la lengua de la alcaldesa penetraba en su boca, tremendamente posesiva y eso la excitó tanto que su mente se rebeló recordando que era la Reina Malvada y que lo que estaba haciendo tenía que terminar. La apartó bruscamente.
