Disclaimer: El Copyright y la Marca Registrada del nombre y del personaje Harry Potter, de todos los demás nombres propios y personajes, así como de todos los símbolos y elementos relacionados son propiedad de J.K Rowling y de Warner Bros.


—No te vayas —dijo él de repente. Llevaba días, quizás semanas, quizás desde el día en que le dijeron que no era necesario volver a Hogwarts, dándole vueltas al asunto.

Ella de repente parecía confusa —¿Qué?

—Que no te vayas —no quería que se marchase a su último curso en el colegio. Sabía que necesitaba sus ÉXTASIS, pero pasar un año lejos de ella... ni las cartas, las visitas vía red flu o las excursiones a Hogsmeade parecían que fuesen a aliviar la espera.

Ella desvió la mirada —No, si ya lo sabía... sabía que no podrías soportarlo.

—¿Cómo... cómo la sabes?

Ella rió sarcástica —Lo supuse desde el día en que Kingsley nos dio la oportunidad de dejar el colegio a ti, a mi y a Harry. Vosotros no dudasteis ni un segundo, pero yo... yo necesito cursas este año, Ron. Y por supuesto la cara que pusiste aquel día no me dejó duda alguna. Es injusto lo que me estás pidiendo.

Por un momento, Ron no supo que decir —Sé... sé que injusto, Hermione, que no puedo hacerte esto, que necesitas asistir pero...

Ella lo besó, acallando sus palabras —Lo siento Ron. Nos vemos en la primera visita a Hogsmeade.

Ella se dispuso a entrar en el tren escarlata, haciendo esfuerzo por soltarse de la mano de su novio, cosa que al final hizo. Una vez se subió al tren, y antes de echarle una última mirada a su novio, caminó, casi corrió hacia la ventana y la abrió.

—¡Ron! —gritó ella al pelirrojo que estaba de espaldas, evitando mirar el expreso. Al oír su nombre, se volteó y la vio —¡Te quiero!

Él sonrió y caminó hasta ella, pero el tren ya se había puesto en marcha con rumbo a Hogsmeade. Ron empezó a correr, gritando —¡Yo también te quiero! —pero el ruido de la locomotora, las risas, los llantos, las despedidas... todo acallaba la voz de Ron, y aunque Hermione no podía oírle, sí que le sonreía.

Y finalmente el tren se alejó hasta desaparecer de la vista, y Ron, con Harry al lado, quien aún agitaba el brazo despidiéndose, no supo si ella le oyó al fin. No hasta que aquella noche una lechuza que llevaba una carta se apoyó en el alféizar de una de las ventanas de Sortilegios Weasley. Y tras abrirla, una sonrisa se dibujó en su rostro al ver la fina y pulcra letra de Hermione.

Sé que tu también me quieres.


Pequeña chorradita que se me ocurrió, pues hacía tiempo que no escribía sobre estos dos.