Fue como si estuviera teniendo un deja-vu. Volvían a estar en el campamento frente a Lexa, observando cómo sus propios compañeros torturaban a Gustus. Había sido tan fácil deducir que había sido él, que su segundo al mando había sido capaz de envenenar a la persona a la que amaba con tal de salvarla de sus propias decisiones. Y había sido obvio para él porque no necesitó más que cambiar las tornas y ver cuál podría haber sido su papel.
Aún le ardía el pecho cuando recordaba la caminata de aquella mañana, y degustaba las palabras que le había dirigido Clarke. No quería perderle y se lo había dicho, así, tal cual, como si para él no lo significara todo. Sabía que Clarke había hablado con la cabeza y con el corazón, que lo había dicho porque lo sentía y lo pensaba; y por eso ahora su orden dolía tanto.
Clarke le estaba pidiendo que se infiltrara, que corriera el riesgo de terminar muerto, que podía soportar perderle. Y Bellamy estaba dispuesto a hacerlo. Lo había estado antes, por su gente, por él, porque eso significaba ser un líder. Aunque hubiera dejado su cetro por ella, sólo porque ella le había dicho que le necesitaba a su lado.
Mientras Bellamy asentía, recogía el mapa de las manos de Clarke y evitaba mirar a Octavia, notaba cómo la espada que Lexa le había clavado a Gustus en el pecho le atravesaba de parte a parte. Estaba atado a ese poste de madera, con los pies clavados en el suelo, intentando llegar hasta aquella Clarke que le miraba con ojos de acero.
–Ella lo llamó debilidad, pero sabe que no lo es. Que eso no es ser débil.
Se lo había dicho Raven antes de partir. Se habían despedido antes del amanecer, mientras a su lado Octavia y Lincoln se transmitían toda su confianza, apoyo y amor en un largo beso. Raven les señaló con un movimiento de cabeza y le susurró de nuevo "eso no es ser débil".
No lo entendió hasta mucho más tarde, mientras su cuerpo era vapuleado, limpiado y tratado como si de un animal se tratase. Cada golpe del agua a presión y de los cepillos que chocaban con su piel provocaban un eco de dolor en su corazón, recordando que había sido Clarke quien lo había condenado a estar allí.
No quería pensar en sus razones, por muy lógicas que le hubieran parecido en un principio. Así que se protegió allí donde nada podía tocarlo. Se refugió en aquella idea que le había mantenido cuerdo tras la gran batalla. En esa gran verdad que cualquiera podía leer en su cara cuando Clarke estaba cerca; y eran sus sentimientos por ella. El hecho de que desde hacía un tiempo, para Bellamy, Clarke se había convertido en su hogar. Igual que para Octavia, Lincoln era el suyo, y el hecho de saberlo les hacía más fuertes.
–Ella lo llamó debilidad, pero eso no es ser débil.
La frase de Raven resonó en su cerebro en ese instante, y comprendió la verdad que se escondía en aquella palabra. No sabía a quién habría escuchado Clarke decir que el amor era ser débil, cuando sólo había que mirar a Octavia para comprobar que era justo lo contrario. Su hermana se había hecho fuerte porque se sabía querida y porque amaba a Lincoln con toda su alma. Y Bellamy, él, había acudido al afecto que tenía por Clarke en busca de las fuerzas necesarias para aguantar.
Aguantaría. Y le demostraría que quererle no significaba que fuera a dejar de ser líder, que fuera a fallar a los suyos, que la convirtiera en una persona débil. Le mostraría que quererle a él, a Bellamy, era lo mejor que le podía haber pasado.
