PADRE SOLTERO
Por Inuhanya
DISCLAMER: LOS PERSONAJES DE LA ESPECTACULAR RUMIKO TAKAHASHI NO ME PERTENECEN… SOLO LOS TOMÉ PRESTADOS PARA MIS MALEVOLOS PLANES… MUAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!
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Capítulo 1
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"Al fin te encontré."
Una mujer oculta bajo una oscura capa impermeable se encontraba detrás de un arbusto al otro costado de la calle de doble vía observando fijamente una de las tantas casas del limpio y solitario vecindario. A pesar de la ancha prenda que la cubría, podía distinguirse que aquella mujer era de contextura delgada con un cuerpo aparentemente bien formado, sus ojos eran de un oscuro color que se camuflaban en la oscuridad de la noche. Su cabello se ocultaba muy bien bajo la húmeda capa pero pequeños mechones claramente negros se asomaban húmedos aplastándose levemente sobre su blanca frente.
La mujer confirmaba, a pesar de la lluviosa noche, la dirección y número de la casa con la información que llevaba escrita en un pequeño trozo de papel ya casi ilegible por la humedad.
La misteriosa figura acomodó mejor contra su cuerpo, un pequeño bulto que cargaba entre sus brazos para protegerlo del agua y del frío de la noche. Con mucha cautela, asomó su joven rostro por la capucha impermeable que la cubría para ver mejor sus alrededores.
Después de varios meses de ardua búsqueda y entrando ilegalmente a diversas redes de información confidenciales del país con mucha suerte de no ser descubierta, finalmente logró conseguir los datos que con éxito la llevaría al domicilio de su objetivo.
Aunque la visibilidad era escasa debido a la fuerte lluvia, la joven mujer pudo distinguir algunos detalles del lugar. El vecindario era bastante modesto como tantos otros de New Port City, podría decirse que igualmente tranquilo por la calma que reinaba a esa hora de la madrugada. Definitivamente era muy diferente al lugar de donde ella provenía, teniendo en cuenta que venía de otra ciudad. No era un sector de gente adinerada pero se veía a leguas que tenían lo necesario para vivir con modestas comodidades.
Pequeñas casas de dos pisos, en madera pintada de blanco, con techos de dos aguas de tejas color oscuro y pequeños y hermosos jardines llenos de coloridas flores y plantas verdes delimitados con cercas del mismo color de las casas, estaban construidas una al lado de la otra y en ambos costados de la calle de doble sentido. Todas eran muy parecidas en estructura y construcción pero cada una tenía algún visible detallito que las diferenciaba notablemente de las demás. A excepción de esta.
La joven cerró sus ojos brevemente, tomó aire para llenar de oxígeno sus vacíos pulmones, se mordió el labio inferior y con mucho cuidado cruzó la calle con paso ligero mientras que abrazaba un poco más el pequeño bulto contra su pecho en una forma protectora.
Al llegar al frente de la casa, se detuvo un momento y levantó levemente la vista hacia el segundo piso para ver, con un poco de dificultad debido a la lluvia, dos ventanas que daban hacia la calle. Aparentemente su habitante ya se encontraba dormido, si es que ya estaba en casa, pues todas las luces, tanto las de abajo como las de arriba, estaban apagadas.
Bajando nuevamente su rostro humedecido, abrió la pequeña puerta de madera del frente cuidando de no hacer mucho ruido con las oxidadas bisagras y atravesó el pequeño jardín hasta alcanzar los escalones que subían al pequeño pórtico.
Finalmente a salvo de la lluvia, ella retiró la capucha que cubría su rostro y sacó el bultito con mucho cuidado debajo de la capa negra para destaparlo parcialmente. Apartando la suave cobijita rosada, la joven madre descubrió el pequeño rostro de una hermosa bebita de aproximadamente dos meses de nacida.
La mujer miró fijamente el durmiente rostro del bebé con una expresión completamente vacía e indiferente en el suyo propio. No había nada en él. Ni una sonrisa, ni tristeza, ni rabia, ni dolor, ni lágrimas. Solamente las gotas de lluvia que caían de las puntas de su cabello y corrían libres por sus blancas y pálidas mejillas.
Sus oscuros ojos detallaron por última vez cada uno de sus pequeños rasgos. Si no recordaba mal, tenía rasgos muy parecidos a los de su padre. La criatura frente a ella había pasado nueve meses dentro de su cuerpo, creciendo y desarrollándose en su vientre hasta el día que la dio a luz. La mujer frunció levemente su entrecejo al recordar.
Cuando se enteró de su accidental embarazo no supo qué hacer. Eso no había sido parte del plan en un principio. Nada de lo que pasó esa noche había sido parte del plan. Sus órdenes habían sido muy claras desde el comienzo; sin embargo, esa noche se permitió ser mujer dejándose llevar por sus instintos. Por eso, su primer impulso al saberse embarazada había sido deshacerse del pequeño problema, olvidarse de lo sucedido y regresar a la organización de donde había desaparecido casi al tercer mes de gestación.
Por obvias razones, la organización no podía enterarse de su estado y mucho menos del responsable. Eso le hubiera costado la vida. Luego de haber contactado a la persona que le practicaría el aborto y de interminables noches en vela llenas de terribles pesadillas que la atormentaron hasta el día de su clandestina cita, desistió de la idea. No fue capaz. Ella podría ser cualquier cosa, podría matar a sus blancos, pero no a una inocente criatura. Muy en el fondo sabía que su conciencia la atormentaría de por vida si cometía tal crimen y, después de todo, la pequeña no tenía la culpa de aquella fugaz noche de sexo en la que se había dejado llevar por las hormonas y el alcohol.
Sólo unos días después, luego de pensarlo día y noche, tomó la decisión final de tenerlo. Estaba consciente de las posibles consecuencias que esta decisión traería consigo, pero tenía que correr el riesgo. Era eso o condenarse más. Sin embargo, a pesar de haberlo llevado consigo todo ese tiempo, nunca desarrolló un vínculo más allá del biológico. Nunca sintió ningún tipo de afecto por la criatura y estaba completamente segura que nunca llegaría a sentir nada.
Al contrario, era una carga que no tenía por qué llevar a cuestas por el resto de su vida. Ella era una mujer muy liberada y joven con un tipo de vida que nunca le permitiría asumir una responsabilidad como esa.
Por eso se encontraba ahí, a espaldas de la organización nuevamente, en esa casa y a tan altas horas de la noche. A pesar de no querer a la criatura, tampoco tuvo el corazón de botarla en algún basurero ni en ningún otro sitio.
A su modo de ver, lo lógico en estos casos era que el causante y el igualmente responsable de todo decidiera qué hacer con la criatura o, en último caso, se ocupara de velar por su bienestar, después de todo parecía tener los medios económicos y la estabilidad que necesitaba para asegurarle una vida llena de comodidades a su hija, medios que ella nunca tendría así trabajara como una esclava el resto de su vida.
"Bueno mocosa, hasta aquí llego yo contigo. Lo siento pero esto es lo único que puedo hacer por ti, aparte claro, de haberte permitido vivir," le dijo la mujer en voz baja con un tono completamente indiferente. "Lamento mucho que hayas nacido bajo estas circunstancias pero…" su voz se desvaneció cuando la mujer vio un pequeño movimiento en el rostro de la criatura en sus brazos.
Temiendo haberla despertado, rápidamente la cubrió otra vez y la acomodó en una pequeña canasta que encontró junto a unas materas.
Al ver que había sido una falsa alarma, la joven soltó el aire que había contenido durante unos segundos y acercó la canasta un poco más a la puerta para evitar que se mojara en caso de que la madre naturaleza decidiera cambiar la dirección de la lluvia.
"Será mejor que me vaya," susurró mientras se ponía de pie y buscaba algo en el bolsillo trasero de sus jeans.
Segundos después, sacó otros dos trozos de papel y los desdobló rápidamente preocupada de que se hubiera corrido la tinta debido a la humedad de su ropa en ese momento. Uno de ellos era el acta de nacimiento que le habían entregado en el hospital con los datos correspondientes a día, fecha, hora del parto, peso y talla de la niña. Esa era la única información que estaba escrita. Los espacios correspondientes a los nombres de los padres y la pequeña, estaban en blanco.
El segundo trozo era una nota escrita con su letra. Para su fortuna, ambas estaban intactas. Con un pequeño suspiro de alivio, las dobló de nuevo y las colocó a un lado de la pequeña en la cesta.
"Te deseo mucha suerte con tu nueva vida… aunque no sé si llegues a tenerla." La mujer se detuvo un momento mientras consideraba algo referente a eso. Segundos después, ella sacudió su cabeza levemente olvidándose de esa absurda idea. El problema no era suyo, ahora era de él. En sus manos estaba la decisión de cuidar su vida. Fijando de nuevo sus ojos en la criatura, continuó. "Créeme que… a partir de este momento, tú no existes para mi… ni yo existo para ti."
La joven madre se colocó de nuevo la oscura capucha y ajustó su capa antes de salir de nuevo a la inclemente lluvia. Así como entró con sigilo a la propiedad, así mismo salió del jardín y cerró la puertecilla tras ella. Echando un vistazo final a sus alrededores para percatarse de no haber tenido testigos, dirigió una mirada final hacia la casa y el pórtico donde había depositado al bebé.
"Adiós… para siempre." Dijo finalmente antes de desaparecer por la fría y deshabitada calle de New Port City.
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Una incesante y molesta alarma comenzó a sonar a las 6:00 de la mañana irrumpiendo el plácido silencio en la habitación principal. Sumado a esto, los primeros rayos del sol comenzaban a filtrarse entre las delgadas cortinas de velo blanco que vestían las amplias ventanas del lugar. El cuerpo envuelto en las sábanas comenzó a moverse dejando escapar un leve gruñido de fastidio.
"Cállate," susurró el hombre aún dormido como si estuviera tratando con alguien hablándole fuerte al oído.
En seguida, agarró la almohada más cercana para cubrirse una parte del rostro que asomaba levemente entre las cobijas. Sin tener mucho éxito en su intento por amortiguar el ruido del reloj despertador, Inuyasha sacó un brazo desnudo de entre las sábanas y lo estiró hasta alcanzar la mesita de noche al lado izquierdo de la cama.
Con torpes movimientos comenzó a palpar con la mano su superficie hasta encontrar el origen de tan fastidioso timbre. Una vez ubicado, pulsó el botón en la parte superior del aparato terminando abruptamente la infernal melodía.
"Miroku y sus estúpidos regalos," refunfuñó él debajo de la almohada.
Cinco minutos después, Inuyasha retiró la almohada de su rostro mientras abría lentamente sus dorados ojos para acostumbrarse a la brillante y cegadora luz de la despejada mañana. Con un pequeño suspiro de resignación, echó a un lado las blancas sábanas de algodón de encima de su cuerpo y se sentó girando sus piernas hasta apoyar sus pies descalzos sobre el piso.
Rápidamente se levantó, estiró un poco los entumecidos músculos de sus brazos y piernas y se dirigió al baño para comenzar a alistarse para un nuevo y duro día de trabajo en la sede de la DPA en la ciudad de New Port City.
Una vez en el baño, el hombre de larga y desordenada cabellera negra se deshizo de su camiseta blanca sin mangas y del pantalón de algodón gris que usaba para dormir y envolvió una toalla alrededor de su cintura. Luego procedió a sacar su espuma y máquina de afeitar del pequeño gabinete a un lado del espejo y comenzó a afeitarse rápidamente. Ya hecho el trabajo, se cepilló los dientes y abrió el agua fría de la ducha para bañarse. Eso ayudaría a despertarlo por completo ya que la noche anterior había llegado muy tarde a su casa.
Quince minutos pasaron antes de que Inuyasha saliera del baño con la misma toalla envuelta en su cintura y otra colgada alrededor de su cuello. Mientras frotaba enérgicamente su húmedo cabello negro, abrió la puerta de su guardarropa y sacó un uniforme limpio. Ya vestido, pasó sus dedos por entre su cabello peinándolo hasta que cayó naturalmente en gruesos y espesos mechones sobre su frente logrando medio cubrir su brillante mirada dorada.
Luego, el hombre recogió la ropa del día anterior depositada sobre una pequeña butaca a un lado de la habitación incluyendo la chaqueta deportiva verde oscuro de su uniforme y salió de su dormitorio con rumbo al primer piso para desayunar algo e irse.
Precisamente hoy debía salir más temprano de lo normal porque estaba convocada una reunión extraordinaria con todos los altos mandos de la institución para discutir algunos dispositivos de seguridad que serían aplicados en la ciudad próximamente y lo lógico era que no llegara tarde pues estaba programada para las ocho de la mañana.
Justo en ese momento en el que depositaba la carga de ropa sucia en su canasto, escuchó a lo lejos el inconfundible grito del joven repartidor de periódico desplazándose en su bicicleta a toda velocidad como era su costumbre.
Antes de salir de la cocina, Inuyasha puso a hervir el agua con el café molido en la cafetera y metió un par de rebanadas de pan en la tostadora.
"Si lo hace de nuevo…" comenzó el joven de cabello negro en un tono amenazador.
"PERIÓDICOOOOOOOOOOOOOO!"
Finalmente el repartidor llegó a su casa y tiró fuertemente el diario hasta que sintió el poderoso golpe contra la madera del pórtico. Al escuchar el estruendo, Inuyasha volteó con irritación sus ojos color miel.
"La próxima vez voy a mat…"
En ese momento y antes de que pudiera terminar de completar su amenaza, el pan salió de la tostadora con un leve timbre y el café estuvo listo. Sacando un frasco de mermelada de mora del refrigerador y la mantequilla, las untó en una tostada y con desayuno en mano, se dirigió a la puerta y salió para recoger su periódico.
Agachándose comenzó a leer muy concentrado los aterradores titulares sobre la bomba del día anterior en la sede principal de gobierno en Ciudad Lincoln, a unos 90 Km. al norte de New Port City. Levantándose nuevamente, no se percató de nada más a su alrededor hasta que un repentino y ensordecedor llanto a su lado lo hizo detenerse en seco antes de atravesar la puerta para regresar adentro.
Aún con media tostada en la mano, el diario en la otra y sus ojos ambarinos ampliamente abiertos con sorpresa, Inuyasha se volteó con dramática lentitud hacia uno de sus costados de donde provenían los fuertes gritos. Sus ojos de igual forma bajaron simultáneamente hasta detenerse sobre una vieja canasta la cual comenzaba a sacudirse con irregulares movimientos. De inmediato, su entrecejo se frunció fuertemente.
"Pero qué demonios…?"
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Continuará…
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Nota de Inu: Hola a todos!... Nuevamente por acá con una nueva historia la cual debía publicar antes de que se me escapara la idea… je je… así que decidí hacerlo para estas fechas como un pequeño regalito de Navidad para todas ustedes… Chicas, FELIZ NAVIDAD!... Espero que esta historia también sea de su agrado y es con mucho cariño… je je… Paralelamente todas las demás historias traen un nuevo capitulo para que los disfruten como parte de este presente… je je…
Espero estar de nuevo y pronto con ustedes con una nueva actualización antes de que este año se termine… je je…
Se me cuidan mucho y besos a todas!
Hasta una próxima entrega…
PD: Un saludo muy especial para LadyJ07, la fundadora oficial del DPA. Amiga, gracias por estar ahí durante el desarrollo de este capítulo el cual me gustaría dedicarte de todo corazón… je je… BESOS!
