Capítulo 1

Las lágrimas de Misaki

Misaki abrió los ojos. Los recuerdos comenzaron a invadir su mente, lo último que vino a su cabeza hizo que se sobresaltara. Recordó haber estado corriendo por la calle y luego el sonido de un carro frenando bruscamente.

El castaño se reincorporó hasta quedar sentado en la cama donde se encontraba. Lo primero que hizo fue verificar el estado en que se encontraba. Por suerte, no había indicios de haber resultado herido a pesar de su imprudencia.

¿Dónde estoy? –fue una de las tantas preguntas que se hizo a sí mismo mientras observaba la habitación, se dio cuenta al instante que no se trataba de la habitación de un hospital.

Cuando estaba a punto de pararse la puerta se abrió.

Misaki, veo que ya despertaste. –

¿Ijuuin sensei? –susurró el castaño. Más preguntas aparecieron a su mente.

Detrás del mangaka apareció un anciano.

Misaki él es el señor Hiroshi. Ahora que estás despierto volverá a revisarte para asegurarse de que te encuentras bien, él es médico. Sé que debes tener varias preguntas en tu mente ahora pero primero es tu salud. –

El castaño asintió con la cabeza.

Ijuuin se encontraba en la sala cuando el médico salió de la habitación después de haber revisado a Misaki. Luego de hablar durante un momento con el mangaka se retiró.

Ijuuin entró nuevamente en la habitación donde se encontraba Misaki, tomó una silla y se sentó al lado del castaño.

Yo…perdón por causar tantas molestias. –

No te preocupes, no causas ninguna. Pero ten más cuidado, no quiero que nada malo te pase. –dijo el mangaka mirando a los ojos a Misaki.

El corazón del menor se agitó un poco, era la reacción que siempre tenía cuando estaba cerca de Ijuuin y este decía algo así. Misaki eviba aquel tipo de situaciones por Usagi-san. Sintió un gran dolor al pensar en el escritor.

¿Estás bien? –preguntó Ijuuin al ver como el rostro de Misaki iba adquiriendo un semblante lleno de tristeza.

Sí –respondió Misaki tratando de sonar convincente. – ¿Cómo fue que llegué aquí?

Iba en mi auto cuando observé cómo ibas corriendo por la calle. Pensé que te detendrías al llegar al semáforo, pero no fue así. Por suerte, el carro que iba delante de mío frenó a tiempo. Te quedaste de pei un momento antes de desvanecerte. A esa hora llegar al hospital es complicado debido al tráfico así que llamé a mi vecino, el médico que te revisó hoy. Ya que no habías sufrido ningún golpe quisimos suponer que no sería riesgoso traerte aquí en lugar de intentar llegar al hospital, por suerte todo salió bien. –

La explicación de Ijuuin dejó en claro a Misaki lo que había sucedido.

Si todas las respuestas fueran así de fáciles de obtener…–pensó el castaño.

Muchas gracias por todo, creo que lo mejor será que me retire. Debo de estar ocasionando molestias en tu trabajo. –dijo Misaki levantándose de la cama.

Misaki, ¿en verdad estás bien? –preguntó Ijuuin mientras veía a Misaki terminar de amarrar sus zapatillas.

Yo… –

El castaño se quedó parado al pie de la cama. Su mirada evitaba encontrarse con los del mangaka.

Cuando corrías por la calle ibas llorando… –

…–

Lágrimas se iban agolpando en los ojos del castaño.

Si es algo privado, entiendo. Pero recuerda que si algún momento necesitas hablar con alguien puedes contar conmigo. –dijo el mangaka poniéndose de pie y acercándose al lado del menor – Quizá te sientas incómodo debido a que te he confesado lo que siento por ti, pero no quisiera que eso se convierta en una barrera que impida el que aceptes mi ayuda. Eres una persona muy especial.

Perdón, es que yo… –

Las palabras no llegaban a la boca del menor. Aún no estaba seguro de nada, aún tenía muchas preguntas por hacer antes de estar seguro de lo que estaba pasando. Solo tenía la certeza de algo: su relación con el escritor nunca sería igual.

Al pensar en ellos gruesas lágrimas empezaron a surcar sus mejillas. El castaño levantó la mano para limpiarlas, pero Ijuuin se lo impidió.

El mangaka estrechó el rostro de Misaki contra su pecho mientras sus brazos lo rodeaban.

Desahógate, eso te hará bien. –dijo suavemente el mangaka. Una de sus manos acarició la cabeza del castaño.

Como si se hubiera tratado de una orden, Misaki no reprimió más su tristeza. Esa tarde de verano, Misaki lloró un largo rato en los brazos de Ijuuin.