Hola a todas. Sinceramente, ésta es la primera vez que subo un fic en ésta página, y también en éste foro. Bien, la inspiración de ésta historia me nació cuando, al volver a ver avatar, leer los comics y ver la leyenda de Korra, me reencontré con una de mis waifus favoritas, mi queridísima y amada Toph.

Siempre ha sido mi personaje favorito, y veo que siempre lo será, y me picó un poco que nunca le dieron el valor que se merece a un personaje que fue capaz de inventar algo como el metal-control, empezando porque, al menos, no debió haberse quedado solterona ~Jum~ así que, decidí crear una historia en el que se le de todo el protagonismo ~bien por mi~. Solo tendrá tres o cuatro capítulos, y se tratan temas algo fuertes como la violencia, muertes y abusos.

La pareja principal girará en torno al Toko, porque en serio, en serio, en serio, me encanta ésta pareja.

Disclaimer. Los personajes de avatar no me pertenecen, simplemente escribo sin fines de lucro.

Y sin más, las dejo leer.

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"Muñeca rota"

La maestra ciega los observaba –sin verlos realmente- oculta tras los oscuros y rebeldes mechones de cabello que cubrían parte de su moreteado rostro. Sus rodillas, pequeñas y flexionadas de tal forma que el mentón era fácilmente recargado en ellas, temblaron visiblemente al reconocer ella su presencia. Y ninguno fue capaz de decir absolutamente nada. Appa emitió un suave gruñir mientras que Momo, siempre capaz de descubrir qué ocurría, gimoteó dando saltitos entre los hombros masculinos del avatar y sus amigos. Katara suspiró, porque se le daba muy bien eso de suspirar desde el día anterior, cuando la maestra tierra desapareció, y sus pies avanzaron lentamente hacia la diminuta figura encogida contra el grueso árbol.

Aang les había asegurado, como no, que el templo aire del Oeste era el mejor sitio en el que ocultarse tras la fallida invasión, y todos habían confiado en sus palabras. ¿Cómo ibas a desconfiar del avatar? Toph se había mostrado feliz, y gruñona al mismo tiempo –muy común en ella- mientras se arrastraba de un lado a otro, prometiéndole a Zuko una venganza que aun tardaba y difícilmente cumpliría ahora, por haber quemado sus pies, en tanto Sokka –muy concentrado en su misión de ir de aquí para allá tras la maestra de tierra-control, simplemente había estado agradecido por tener un lugar donde dormir al fin. Katara era, en cambio, la única que mantenía una fe implícita en que el avatar lo lograría, y todo mejoraría. Zuko apenas se les había unido por lo que, en opinión de la morena, no tenía derecho de sentir nada con respecto a su actual refugio.

En fin, todos habían creído que se encontraban seguros ahí tras la muerte del hombre combustión –ellos esperaban que estuviese muerto- y, confiando en aquella falsa seguridad, Toph les había avisado –a voz de grito y con su usual bravuconería- que recorrería el bosque sola, sin su actual niñero, entiéndase por Sokka, sin su mamá gruñona, refiérase a Katara, y sin pies ligeros, que está demás aclarar. Porque sus pies estaban "curando" y aun podía ejercer tierra control con sus manos. Porque Toph, como la creadora del metal-control, no era ninguna ciega inútil.

No habían logrado convencerla de aceptar la compañía de Zuko. Si ya le había quemado una vez los pies por accidente, chispita podía volver a hacerlo. Por accidente también, obviamente. Y, así como a Aang, no puedes llevarle la contra a Toph. Así que, gateando con una dignidad que ya quisieras tú, la maestra ciega había abandonado el templo esa mañana para recorrer el bosque circundante.

No había regresado desde entonces. Y Katara, en todo su esplendoroso rol de madre adoptiva –y tal vez un poco sobreprotectora-, decidió que había sido suficiente ausencia, y el equipo avatar salió en su búsqueda.

Hallarla les había tomado casi un día completo, resultando en la situación actual. Sokka había gritado al avistar algo, jaloneando las mangas del traje de Zuko, como si el príncipe exiliado no tuviera ya con su más que constante parloteo. Era fácil para Sokka lograr eso en los demás. Aang, con su habitual Yip-yip, le indicó a Appa descender al sitio indicado por el ruidoso capitán boomerang. Y entonces, solo entonces, estaban frente a Toph.

O lo que quedaba de la Toph que ellos conocían.

-Toph… -Katara, aun dudando, se detuvo al verla encogerse aun más, la muy diminuta figura temblando ante el solo sonido de su voz –Ey Toph…

No te acerques, por favor –Ella suplicó, y todos sabían que la heredera Beifong jamás pedía, mucho menos suplicaba por algo. Haciendo acopio de su mayor serenidad, la maestra agua se detuvo entonces, volteando hacia los tres hombres que aguardaban, expectantes, haciendo la vista gorda a la obvia y desgarradora desnudez de la más joven del grupo

-Chicos, no puedo hacer esto con ustedes aquí. Por favor, dennos algo de espacio –Pidió, sabiendo que la presencia de ellos no hacía más que alterar a la otra. Aang, aun dubitativo, asintió, subiendo a Appa seguido por Zuko y un más que renuente Sokka.

-Estaremos volando cerca –Fue lo último que el avatar susurró.

Huelo sangre, princesita –Quería llorar, abrazarla y hacerla olvidar, pero todo acerca de la posición de la maestra tierra le indicaban que estaría totalmente en contra de cualquier contacto -¿Por qué hay sangre? –Su voz, siempre atronadora, era apenas un bajo susurro de una garganta desgarrada por el dolor y las suplicas

-Toph, necesito curarte –La chica ciega soltó una baja y sarcástica risita, sintiendo la sangre escurrir de sus heridas, a través de sus piernas

-¿Puedes curar un alma rota, princesita?

Y las lágrimas finalmente rompieron a través de los ojos de ambas, tan dolorosas y conocedoras de una verdad que ambas quisieran poder destruir a golpes. Toph era apenas una niña de 12 años, y nadie debería jamás lastimar a una niña, por muy maestra de tierra que ésta fuese. Pero alguien, quienquiera que sea, había logrado escurrirse más allá de su control y, Katara no sabía cómo, vencer a la muchacha sólo con el objetivo de destruirla. De realmente destruirla. Porque el cuerpo herido y sangrante que temblaba bajo el toque sanador de su agua-control, no podía ser el de la auto-designada mejor maestra tierra de todos los tiempos.

Sus manos temblaban –no por el temor, sino el completo odio que se acumulaba en su interior- mientras curaba a la pequeña, sintiendo la vida drenarse de ella como un suspiro. Toph no era en esos momentos su Toph, y quizás nunca lo sería de nuevo.

-¿Quién te hizo esto Toph?

-¿Y yo cómo voy a saberlo? –Ella lo sabría, obviamente, si volviera a escuchar las voces de aquellos asquerosos. Si volviera a sentir sus vibraciones. Pero ahora, inmersa en la ceguera total que el miedo y el dolor le provocaban, Toph sería incapaz de darles un rostro. Un rostro humano, claro está, porque para ella siempre serían unos monstruos. Las lágrimas de ambas no se habían detenido, y el salado picor contra su piel lastimada la hizo jadear, tensa aun junto a la presencia de la maestra agua.

-Sanarás Toph. Te prometo que sanarás.

Había nuevamente anochecido cuando Appa y los chicos volvieron a pisar tierra firme. Toph estaba ahora dormida, desnuda y levemente curada gracias a las habilidades de la maestra agua. No había sangre escurriendo de entre sus piernas, y heridas palpitantes en sus costillas y mejillas. Pero estaba, de hecho, destruida. Sokka, que bien a conocía, podía decirlo nada más que por su espíritu roto.

Zuko le dio su capa para cubrirla, y él, que tanto cariño le tenía a la niña ciega, no tardó en aproximarse a aquella improvisada tarima de madera –madera, para que la maestra no pudiera ejercer su tierra-control- cubriéndola con una rapidez envidiable. Porque nadie, además de Katara cuando la obligaba a bañarse, debería jamás ver el cuerpo desnudo de una niña de apenas 12 años. Así que, cogiéndola con una dulzura que nadie le había conocido nunca, el no-maestro la llevó hasta la montura de Appa.

-¿Qué fue lo que le hicieron? –Escuchó preguntar a Aang que, en toda su muestra de inocencia, se había aproximado a Katara con tal interrogante -¿Por qué Toph está des-desnuda? –Zuko apartó la mirada, con incomodidad y furia contenida, y Sokka no pudo más que apretar los puños. Toph y Aang eran los únicos niños del grupo, y ahora ésa inocencia era pisoteada por quien sabe qué monstruo. Y Katara, bendita sea su hermanita, volvió a suspirar –Katara, ¿Qué…? –Sus manos de maestro aire tomaron una capucha tirada cerca de sus pies, distinguiendo el claro diseño masculino

-Hombre, más de uno –El príncipe de la nación del fuego declaró, arrebatándole la prenda al avatar de las manos

-¿Cómo lo sabes?

-Un solo hombre no sería capaz de derrotar a Toph, hermanita –Dijo lo obvio, lo que todos ellos pensaban –Mucho menos de forzarla a… a…

-¿A qué? –El avatar volvió a cuestionar, ésta vez en su dirección. La morena, guardando el agua que siempre llevaba con ella, decidió acercarse al curioso muchacho, con las mejillas aun bañadas en lágrimas y la sonrisa triste en sus labios

-Ellos eran hombres Aang, y Toph es, a fin de cuentas, una mujer

-Toph es una niña aun… -La mayor mordió su labio inferior, nuevas lágrimas reemplazando a las ya secas en sus mejillas

-No lo es más, Aang. –Y dijo, finalmente en alta voz, los pensamientos que torturaban la mente de Sokka y Zuko –Ellos le arrebataron eso. Toph no es más una niña.

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El templo aire del Oeste había dejado de ser considerado seguro por todos ellos luego del ataque por gentileza de la adorable hermana de Zuko, y el próximo refugio fue ni más ni menos que la casa de verano del mismísimo señor del fuego Ozai, ubicada en la isla Ember. El viaje hasta allí duró más tiempo del requerido, debido a los constantes ataques de pánico por parte de Toph, los cuales desataban la ansiedad de Zuko, el miedo por parte de Aang, furia en Sokka, tristeza en Suki –que se había reunido con el grupo en el templo aire- y nervios en Katara. Si no lograban curar a la maestra tierra, ¿Qué clases de amigos serían entonces? Incapaces de hallarla a tiempo, incapaces de acabar con su dolor.

De día, la maestra tierra viajaba sumida en un extraño silencio. De noche, todo eran llantos, temor y dolor. La llegada a la isla Ember fue como una bendición para algunos, y sólo una extensión de dolor para otros.

-¡Es preciosa! –Sokka, incapaz de controlar la emoción, gritó apenas hubo puesto un pie fuera de la segura montura de Appa

-Oh, sí, absolutamente fascinante. En verdad amo la mezcla de colores que existen en el ambiente –Murmuró con sarcasmo Toph, el flequillo cubriendo totalmente su rostro. Katara y Suki habían ofrecido arreglarle el peinado antes, pero ella, aterrorizada de ser tocada por cualquier persona, se negó de inmediato

-¿Verdad que sí? Es completamente… oh… -Su voz decayó al verla agitar una mano frente a sus ojos, la sombra de lo que alguna vez fue una enorme sonrisa en sus labios. -¿Nunca te cansarás de eso?

-No –Respondió simple, renuente de la ayuda que Zuko le ofrecía para descender de Appa, un pequeño gritito de terror saliendo de su boca al momento en que Momo, como solía hacerlo, se hubo detenido en su hombro

-¿Qué es Toph? ¿Te sientes bien? –Y Sokka, olvidándose ya de la común broma y metiéndose de lleno en su papel de hermano mayor, corrió hasta ella, sujetando su brazo en un acto reflejo -¿Te duele?

-¡NO ME TOQUES!

El pánico creció en su pecho, arrebatándole el aire de los pulmones y haciendo temblar la tierra. Jadeando, la maestra metal extendió los brazos en toda dirección, asegurándose de que nadie la sujetaba, de que no habían dedos hundiéndose en su piel para mantenerla quieta mientras otros le provocaban dolor. Así que, sin dejar de escucharse sus gritos y las suplicas de los otros para calmarla, un montón de agua cayó sobre el frágil cuerpo de la niña, silenciándola de manera definitiva.

-Toph…

-Gracias princesita

Sin más, ella tomó su poco equipaje, la capa de Zuko que aun llevaba con ella, y al hablador Momo, para dirigirse hacia la casa de veraneo en busca de un lugar donde esconderse del mundo y de su propia vergüenza. Sí, vergüenza. Porque aquellos monstruos habían hecho lo que quisieron con su cuerpo, y ella se los había permitido, incapaz de defenderse. Tan débil.

A sus espaldas, y aun sumidos en un shockeante silencio, el equipo avatar compartió dolorosas miradas, con una duda no dicha en voz alta que presionaba en sus pechos. Zuko, finalmente, rompió el silencio con un suspiro, tomando su propio equipaje de la montura de Appa.

-Se nos está yendo de las manos.

-Iré con ella

-Será mejor que no, Sokka –Su novia lo detuvo, el suave tono de voz buscando confortarlo del reciente rechazo sufrido por parte de su mejor amiga y hermanita menor adoptiva –Toph no está bien, y ninguno de ustedes será buena compañía para ella en éste momento.

-¿Ninguno de nosotros?

-Ningún hombre, Aang. Toph no tolera la compañía ni la cercanía masculina en éste momento.

-Y es completamente entendible.

-Nosotras la buscaremos. Ustedes terminen de bajar las cosas.

Y así, ambas chicas se adentraron tras los pasos de la maestra ciega, dudando incluso de si Top aceptaría siquiera su compañía. Sin embargo, tras unos minutos de búsqueda, lo único que fueron capaces de hallar fue a un juguetón Momo dando brinquitos frente a una puerta cerrada con llave.

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-Sé que no tienes interés en ver a nadie –Su voz titubeó, y Zuko fue incapaz de darse golpecitos contra la madera que no había dado señales de moverse en lo más mínimo durante los tres días que llevaban ya en la isla –Pero Katara está preocupada por ti –No solo la maestra agua. En realidad, todos estaba preocupados por la muchacha ciega, él incluido –Escucha Toph, no sé en realidad por lo que estás pasando, pero sé que debe ser doloroso para ti. Sin embargo, nosotros estamos contigo. Por favor, no nos dejes fuera.

Solo silencio lo recibió, y el maestro fuego solo pudo suspirar –era muy común en todos ellos suspirar los últimos días- inclinándose para dejar la bandeja con comida en el piso, el sonido del chasquear de la puerta deteniéndolo en última instancia.

Aunque no era la primera vez en esos tres días que alguien llamaba a su puerta, las palabras cargadas de sinceridad por parte del príncipe de la nación del fuego la obligaron a moverse del rincón en el que se la había pasado todo el tiempo que llevaban en la isla Ember. No eran las palabras en sí –dado que las de Katara y Aang habían sido mucho más llenas de cariño y consuelo- sino el hecho de que, en base al poco tiempo que tenían de conocerse, Zuko no debería siquiera estar preocupado por ella. Pero lo estaba. Y, aunque detestaba la idea de provocar la lástima en todos ellos, como la niña que aun se suponía que era, Toph necesitaba refugiarse en alguien. Alguien que supiera el significado de ser herido en lo más profundo de su alma.

Por lo que la puerta se abrió ante un desconcertado Zuko y una desesperada Toph.

-¿Dónde están todos? –Apagando la pequeña flama que había en la palma de su mano, chispita se movió ligeramente en su dirección, haciendo a los músculos tensarse de forma obvia. Ante esto, el príncipe se detuvo, sin saber muy bien su próximo movimiento –lo siento

-No. No es tu culpa –Ella asintió, y una mano dudosa se deslizó a través de su cabello suelto, imposible de acomodar en el clásico peinado sin la ayuda de Katara o Suki –Están en la playa, practicando agua-control. Excepto Suki y Sokka, supongo que ellos solo están perdiendo el tiempo

-capitán boomerang siempre está perdiendo el tiempo, y arrastra a chica abanico con él en su estupidez.

-"Capitán boomerang" ha estado muy preocupado por ti, ¿Sabes? –Enmudeciendo repentinamente, la chica asintió –Deberías hablar con él, decirle…

-¿Decirle qué? ¿Qué tengo pesadillas todas las noches? ¿Qué la sola idea de que alguien me toque me produce terror? ¿Qué me siento tan rota que ya no sé cómo volver a ser yo misma?

Zuko no hizo ningún sonido, y sus manos se movieron inquietamente a través de su ropa, buscando algo en qué distraerse. Una pequeña brisa se colaba por la ventana abierta de la habitación, haciendo que el largo cabello oscuro de la niña revolotease sobre su rostro. A pesar de las marcas oscuras bajo sus ojos y la mueca de tristeza en sus labios, la vio entonces como nunca antes la había visto. Con su piel de porcelana, sus ojos verde pálido y el oscuro cabello enmarcando su pequeño y ovalado rostro, Toph Beifong era realmente preciosa. Como una muñeca, una muñeca completamente rota.

Su mano fue hasta la muñeca tan pálida de ella, provocando una quietud tan repentina que ambos temían incluso respirar. Allí, sentados en el piso, con la espalda recargada contra la cama y la brisa marina revolviendo sus cabellos, la maestra tierra recibió –y extrañamente soportó- la primera caricia tierna luego de semanas. El suave y cálido deslizar del pulgar de Zuko contra sus ahora frágiles y frías muñecas.

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Estaban en la playa, rodeados de ruidosas olas, fría brisa marina y arena mucho más sólida que la del desierto, con los gritos de Sokka haciendo eco en sus oídos y las tímidas risas de Suki combinando en una extrañamente perfecta armonía. Aang corría llevando arena de un lado a otro, creando una escultura de Appa, de la cual el búfalo volador parecía más que complacido. Katara disfrutaba del agua –como la maestra que era- y Zuko leía recostado en la arena, en tanto Momo comía duraznos tan complacido junto a él. Toph en realidad no estaba muy segura de qué hacía ella ahí.

Sus inseguridades, el dolor en su pecho que se negaba a desaparecer, y los siempre tensos músculos de su cuerpo no hacían más que gritarle que regresara a su refugio. Que en la habitación nadie podría lastimarla. Pero no quería esconderse, no cuando pantalones flameantes le había pedido por favor que fuera con ellos. Ella era Toph Beifong, la mejor maestra tierra y metal-control de todos los tiempos, podía con un día de playa junto a sus amigos.

Appa se recostó a su lado, la lengua enorme despeinando su cabello –torpemente cepillado por ella misma en un intento de igualar su clásico tocado- y llenando de asquerosa-baba-búfalo su piel. Bueno, el animal demostraba su cariño de ésa forma, ¿Qué iban a hacer ellos al respecto?

-Entonces, Appa, ¿Te gusta la isla? –Preguntó torpemente, en el mismo tono incómodo utilizado aquella vez en el desierto. El animal hizo un sonido, mezcla gruñido mezcla lo que sea, volviendo a lamerle el rostro –Sí, pienso lo mismo.

-¡Ey Toph! –Katara, que no podía estar más feliz por la presencia de su pequeña amiga ahí, con ellos, la llamo agitando la mano, como si la maestra tierra fuera a verla -¿Quieres bañarte conmigo?

-Paso.

-¿Quieres hacer figuras de arena conmigo? –Puso su pie en el suelo, dando un golpe que hizo surgir toda una maqueta en arena de Ba Sing Se, con detalles y toda la cosa

-He estado practicando mi arena-control

-¡Wow! –Se emocionó el avatar, como el niño que era, haciendo ademán de darle golpecitos a modo de felicitación por su excelente obra.

-¡NO ME TOQUES…!

La diversión se congeló a su alrededor. En base a los últimos días, donde la maestra tierra había vuelto a comer junto a ellos –siempre sentada al lado de Zuko- y retomado las clases de tierra-control con el avatar, todos habían dado por hecho que se estaba recuperando. Por supuesto, no olvidas ni superas fácilmente lo que ella había vivido, y era momento de que todos recordaran que Toph, la mejor maestra tierra de todos los tiempos, tenía el alma destrozada.

No bastaron los intentos de todos por lograr una vaga sensación de falsa alegría en los minutos siguientes, y fue obvio cuando la niña ciega se colocó de pie, regresando a la seguridad de su refugio en completo silencio. Un aura deprimente rodeó a Aang, Katara y Sokka, y fue en vano intentar animarlos ante la repentina partida de la menor del grupo porque, de todos ellos, eran los tres quienes más habían vivido junto a la muchacha, y a quienes más les dolía ver su apabullante personalidad reducida a sombras. Incluso Suki, que no había compartido demasiado con ella antes del suceso, sentía que le habían robado una parte importante al equipo.

-¿Cómo se puede curar un alma rota? –Preguntó en la cena Katara, sin tocar su plato de comida, recordando la pregunta hecha por Toph esa noche. "¿Puedes curar un alma rota, princesita?" -¿Cómo curar algo que no puedes tocar?

-Mataré a esos bastardos. Juro que los encontraré y mataré yo mismo.

-¿Y cómo piensas hacerlo, Sokka? –Lo rebatió el avatar, olvidando su mantra de "Toda vida es sagrada" por un momento -¿Cómo vas a encontrarlos? Ni siquiera sabes cuántos eran. Podría tomarte toda una vida

-Una vida me parece tiempo suficiente

-Estás hablando desde la irracionalidad Sokka, lo importante ahora es Toph. –Y nadie, absolutamente nadie, fue capaz de llevarle la contra a la morena, incluso cuando ésta se hubo puesto de pie, con la clara intención de llevarle una bandeja con comida a su amiga. Aunque claro, no esperaba encontrarse casi de frente con la maestra tierra al momento de voltear, viendo en su rostro que ella claramente lo había oído todo

si alguien va a matarlos, no serán ustedes.

-Toph…

-los sentí acercarse, juro que los sentí –La niña comenzó a decir, sujetándose al marco de la puerta –Ninguno de ellos parecía tener malas intenciones, no lograba sentir sus malas intenciones. Así que los enfrenté. Obviamente, yo no esperaba que lanzaran cuerdas ni tiras de trapo sobre mí. Mucho menos que inmovilizaran mis manos, no tuvieron necesidad de hacerlo con los pies, ya estaban quemados. Ellos parecían saber que lo estaban.

Aunque no había el menor tono de reproche o rencor en su voz, el príncipe fuego no pudo más que sentirse terriblemente culpable. Había sido su idiotez lo que le impidió a la muchacha defenderse aquella noche y, siendo algo casi obvio, la culpa pesaba más que cualquier cosa. Pero, y repito esto, Toph no estaba culpándolo de absolutamente nada.

-me llevaron hasta aquella tarima de madera. Parecía que disfrutaran lo que estaban haciendo. Como si buscaran lastimarme, como si buscaran lastimar… -Toph dudó, sintiendo todo aclararse en su mente. Esos hombres que, por su aroma podía adivinar, eran de la nación del fuego, no solo la estaban lastimando a ella, sabían que su acción lastimaría -a alguien más. –Completó ahora, con renuente seguridad –Entonces, esos cinco hombres… -Katara dio un respingo al escuchar tal cifra, al igual que todos los presentes, las lágrimas de la menor provocando las propias en la morena –ellos…

-Te violaron –Completó Katara por ella.

Y fue como si el peso de la realidad cayera de golpe sobre ellos ante las palabras finalmente dichas que revelaban una verdad desgarradora. Cinco hombres habían abusado de Toph durante casi dos días. Ellos habían disfrutado destruyendo lo que la maestra tierra era, lo que su relación era con el equipo avatar. Buscaban provocar dolor no solo a la niña de 12 años, sino también a todos sus amigos y, malditos fueran, lo habían logrado con creces.

Porque, ¿Cómo puedes curar un alma rota?