El mar se movía ferozmente golpeando la borda de un barco. La tripulación miraba a su alrededor deseando que todo pasara rápido y que el océano regresara a su estado normal.
El capitán del barco sujetaba con fuerza el timón, debían desviarse lo menos posible. Él seguía preguntándose: ¿Por qué había aceptado embarcarse en un viaje tan largo, tan peligroso y tan incierto? En ese momento podría haber estado seguro en su casa en la capital de Inglaterra pasando la noche con su familia, pero no… él se encontraba luchando contra el enfurecido mar. Su mirada se chocó contra la de cada uno de sus tripulantes, todos tenían miedo de que el barco no soportara y terminara cediendo ante las peligrosas olas. Todos lo miraban preocupados menos uno. El capitán miró a su segundo al mando el cual miraba las olas con una serenidad imperturbable, era como si estuviera observando la rabieta de un viejo amigo. Ese chico era extraño, el capitán no paraba de preguntarse cómo era que ese joven de 23 años, rubio con ojos verdes y cejas pobladas podía mantenerse tan tranquilo ante semejante tempestad.
Ese joven no era como cualquier otro, había mantenido en secreto su verdadera identidad durante siglos, después de todo, nadie debía saber que él era la personificación de un país… nadie debía saber que él era más que un simple tripulante de nombre Arthur Kirkland… nadie debía saber que él… era Inglaterra.
Una sonrisa triunfal apareció en el rostro del ojiverde cuando el mar comenzó a calmarse, el resto de la tripulación suspiró con alivio.
-Pobres…-pensó Arthur mirando sus caras de alivio- Me he enfrentado a cosas peores como pirata…
Dejó que su mente divagara en su último trabajo como pirata, había logrado emboscar 2 barcos españoles provenientes del nuevo mundo, recordó la batalla con el capitán de uno de esos barcos, era otra personificación igual que él. La batalla que le había dado Antonio, había sido una de las mejores en las que había participado, pero después de tan reñido combate, España cayó.
Recordaba el botín de esa batalla, él no lo podía creer. Barriles y barriles de oro pasaron del barco español al barco inglés. ¿Cómo era posible que hubiera semejante tesoro en manos españolas y no en las suyas? ¡Él debía ir al nuevo mundo y tomar las riquezas que había ahí antes que los españoles lo hicieran!
Y esa decisión era la que lo tenía en ese momento en el Mayflower.
-¡Capitán!-gritó el vigía en lo alto del mástil principal sacando al rubio de sus pensamientos- ¡Tierra! ¡Tierra a la vista!
Una fría brisa recorrió una pequeña tribu que se encontraba asentada cerca del gran mar. Estaba conformada por alrededor de 15 tiendas cónicas hechas de piel de animales llamadas tipis.
Mientras que los hombres de la tribu habían salido de cacería ya que una manada de búfalos que había sido vista en las cercanías, las mujeres se dedicaban a la agricultura y a cuidar a los niños.
El gran jefe de la tribu era un anciano cuyos ojos estaban llenos de sabiduría ya que había pasado muchos años dirigiendo a su gente. Se llamaba El Gran Jefe Apache. Su hija era una joven hermosa de 22 años de piel morena clara y ondulado cabello castaño. Era la personificación de "América Nativa", sin embargo todos la conocían como Mar por los increíbles ojos azules que tenía.
-Mar…- la llamó su anciano padre que se encontraba sentado frente al tipi más grande- ven…
La chica se acercó a él con una canasta llena de fruta en las manos.
-¿Qué sucede?-preguntó ella preocupada al ver la expresión de angustia que se había instalado en los ojos de su padre-
-Presiento que algo va a ocurrir… -dijo mirándola a los ojos- Mar, prométeme que si algo llega a pasar, huirás a la tribu de los Anasazi ¿De acuerdo?
-De acuerdo-dijo ella preocupada ya que nunca habían fallado las predicciones del Gran Jefe y por supuesto, ésta no iba a ser la excepción.
Todos estaban descansando, había sido un día muy agotador y sin dudar se habían entregado a los brazos de Morfeo sin siquiera imaginar lo que pasaría al día siguiente.
El barco inglés tocó tierra, el sol apenas empezaba a asomarse llenando la bóveda celeste de luz. Los marineros empezaron a desembarcar mirando a su alrededor impresionados, sin saber que a lo lejos, un grupo de lugareños los miraban escondidos entre los árboles.
-¡Gran Jefe Apache!-gritaron un par de hombres- hemos visto a hombres extraños junto al gran mar, ¿qué debemos hacer?
Sin embargo se escuchaban pasos que se acercaban, ya no había tiempo…
-¡Rápido! Que todas las mujeres y los niños se marchen-ordenó el Gran Jefe- Nosotros los detendremos…
Las mujeres empezaron a correr en todas direcciones con los niños en brazos. Mar lanzó una última mirada de preocupación a su padre antes de empezar a correr rápidamente. A lo lejos se escuchaban disparos y un extraño olor se esparcía en el aire. La chica dejó de correr por el cansancio y se subió a lo alto de un árbol para buscar señales de las demás mujeres pero solo escuchaba gritos.
Mar esperó una señal, una voz, lo que fuera pero cuando cesaron las explosiones y los gritos, un silencio reinó en todo el valle. Un silencio sepulcral…
-Qué habrá pasado?-se preguntó la joven nación y estaba a punto de bajar del árbol cuando escuchó pasos que se acercaban.
