Y aquí estamos, es el primer fic que escribo sobre Rubén así que tengan piedad por favor. Aclaro que no soy española y se me da fatal intentar imitar su acento. ¡Además este es el Rubén que imagino! Y espero de corazón que lo amen jajajaja. Wou, estoy totalmente nerviosa.

Espero sus comentarios y esas cositas geniales que tenemos todos los humanos por decir~ Adelante.

Este huracán lleva tu nombre

Cap.1

"¿Mucho gusto?"

Si tuviera que ponerle un adjetivo a mi vida este sería: "plana".

No soy una persona muy habladora, pero tampoco antisocial. La gente tiende a volverse un problema serio cuando sólo te buscan por beneficio o por lo que tus padres les pueden ofrecer. No soy ni guapa, ni fea. Hábil, pero floja. Tampoco poseo un interés fuerte por las relaciones humanas profundas, menos románticas. En realidad soy tan básica que lo único que necesito es de mi sillón, buena música, cigarros, pizza y buenos libros para poder vivir.

No tengo sueños ni objetivos y no me siento avergonzada de ello. Al contrario me siento feliz al saber que soy lo suficientemente sincera conmigo misma al aceptar esto y no poner excusas tan baratas como muchas veces he escuchado. Las del tipo "No me dieron la oportunidad" o "Nadie aprecia mi talento".

Tampoco trabajo y los estudios no tienen sentido para mí. Mis padres son dueños de una productora musical y de varias disqueras. Cada mes me

mandan dinero suficiente para vivir cómodamente durante todo un año. Tampoco me da vergüenza esta situación, es la suerte con la que nací e intento compartirla lo mejor que puedo. No vivo en un departamento sumamente lujoso, es más, casi esta vacío y la mitad del dinero lo gasto en libros, discos, comida y el resto lo dono, anónimamente, a distintas entidades benéficas.

Mi vida es como una carretera infinita, sin baches, ni obstáculos. Sólo soy yo en mi viejo carro conduciendo sin prisa a través de ella. Contemplando el ocaso eterno que he elegido vivir.

Y así soy feliz.

-.-.-.-.-.-

Lunes

El cerebro me va a estallar. No he logrado pegar el ojo en toda la noche por la angustia.

Ayer el dueño del edificio se ha pasado por mi piso para anunciarme alegremente que tendré un nuevo vecino. Que el piso de al lado, que ha estado vacío por AÑOS, por fin ha sido alquilado y que por favor sea amable y le de una cálida bienvenida al nuevo inquilino. ¡Su abuela en calzones sé la va a dar!

En lo que a mí respecta seguiré pensando que ese sitio sigue tan deshabitado como Venus.

Miro el reloj, las 9 am. Me sobo los ojos y con un esfuerzo casi sobrehumano me levanto de la cama. Voy a la cocina, cojo una tostada y la mastico lentamente. No me gusta mucho desayunar. Estaba sirviendo el jugo de naranja en mi vaso favorito cuando ¡BOOOOOOOM! un estrepitoso golpe proveniente del otro lado de la pared me hizo dar tremendo salto que he terminado derramando todo el jugo. Risas estridentes y abucheos se escucharon luego. ¿Qué mierda esta haciendo mi vecino?

Molesta he tirado la tostada a la basura y colocado papel secante sobre el charco naranja.

Volví a mi cuarto para ponerme algo de ropa e ir a la librería en busca de nuevos títulos. No me entraban ganas de estar en casa sabiendo que al lado harían jaleo por todo lo que implica mudarse y poner orden en tu nuevo espacio.

He salido cautelosamente, no quiero toparme con el nuevo. Nadie por aquí, nadie por allá. Mi huida ha sido casi perfecta, salvo por el hecho de que pude atisbar lo que probablemente sea un gato negro pasando rápidamente por el pasillo. No soy supersticiosa, pero no me llevo muy bien con los animales. Me odian.

La calle está fría y llena de hojas. Es otoño y todo comienza a morir. Las acera están vacías y sólo hay dos chuchos moviéndose la cola amigablemente. Mi librería favorita está a 15 minutos caminando. Me levanto la bufanda, le subo el volumen a Sinatra y comienzo la caminata.

Cuando menos me he dado cuenta ya ha oscurecido. Me he pasado todo el día en la calle. Compré una docena de libros de poesía clásica y me tire en una cómoda esquina de mi café favorito a leer y eventualmente terminé pidiendo café y varios sándwiches para llenar el estómago y engañar al almuerzo. También en algún momento me quedé dormida sobre la mesa, y cerca de las 9 pm una amable mesera me ha despertado un poco preocupada por el obvio dolor de espalda con el que iba a lidiar por dormir así. Me he disculpado y le he dejado una propina gorda por ser tan amable.

Las calles de Madrid son hermosas, a pesar de no vivir en el centro esta parte de la ciudad es de lo mejor. Poca gente y mucho arte suelto en las paredes del camino de vuelta a casa. Casi un paraíso terrenal. Definitivamente si no vivo en el campo es porque no tendría una librería abierta las 24 horas, ni un café con meseras de tan buen corazón.

Una vez frente al complejo de edificios me fijo en que el camión de mudanza ya se ha marchado. Aprieto con fuerza la bolsa llena de libros que traigo en la mano y comienzo a subir las escaleras. No uso el ascensor porque sufro de claustrofobia.

Ya estaba por terminar de subir la escalera cuando ha aparecido un sujeto ENORME con tres cajas obstruyendo su visión. Acaba de salir del ascensor y me ha dado un buen empujón con las cajas. Sentí como mi cuerpo se deslizaba hacia los brazos de la gravedad. Caerme por las escaleras era algo que definitivamente no estaba en mis planes. Desesperada he alzado las manos y me he cogido de lo primero que he sentido. Las cajas volaron junto con mis libros. El titán ese y yo hemos virado en el aire, al menos tiene buenos reflejos. He aterrizado en el suelo y un dolor punzante me ha atravesado el cuerpo. Totalmente aturdida y con los ojos aún cerrados he intentado adivinar la gravedad de mi situación. No sentía nada de la cintura para abajo, la cabeza me ardía y uno de mis pechos gritaba de dolor. Abrí los ojos. Unos iris verdes me observaban idiotizados o mejor dicho sorprendidos. Su respiración estaba agitada. Quizá por el esfuerzo de cambiar el curso de mi caída. Su enorme cuerpo estaba sobre el mío, he ahí el por qué no sentía mis piernas. Bajé un poco la mirada para ver qué demonios era lo que me estaba apretando el busto. Su mano estaba estrujando mi pecho. Abrí la boca para gritar, pero él fue más rápido y me la tapó. ¡¿Pero qué demonios le pasaba?!

Cuándo creyó que yo ya no gritaría se apartó por completo de mí. Me senté y cuando estaba a punto de molerlo a insultos un dolor intenso en la cabeza me detuvo. Estaba sangrando. Quizá fue el golpazo que me dio con las cajas.

-¿Estas bien?

No me dio tiempo de contestarle, nuevamente estaba a centímetros de mí e inspeccionaba con profesionalismo el corte en mi frente. Le pegue un empujón con todas mis fuerzas.

-No. Y mientras más lejos estés de mí será mejor.

-¿Qué? - me miraba atónito - ¿Te salvo de rodarte tres pisos de escaleras y así das las gracias? Menuda tía.

-¡¿Salvarme?!- oh sí, estaba hecha una furia- ¡Nunca en toda mi vida había estado tan herida como ahora!

Eso me recordó que tenía un corte sangrante en la frente, aunque sinceramente no pensaba que fuera la gran cosa. Me molesta admitirlo, pero rodar por las escaleras si hubiera sido mucho peor. Él seguía mirándome, como esperando un nuevo ataque verbal. Tch, de nada me servía discutir con esta ameba gigante. Suspire y comencé a recoger mis libros. Iría al hospital en cuanto los dejara en su estante.

-Lees cosas realmente difíciles.

Le miré. Sostenía en sus manos un ejemplar de los Heraldos Negros de César Vallejo. Sin mucha delicadeza sé lo arranche de las manos.

-Y no eres nada mona- concluyo malhumorado.

-Se llama poesía. Y deja de hablar. Me duele la cabeza.

Le di la espalda, iba a ignorarlo por completo. Escuché un suspiro y sus movimientos al recoger sus pertenencias. Curiosa miré todo el desorden del piso, eran cientos de videojuegos. Títulos que ni en sueños hubiera imaginado que existían. ¿Cuantos años tenía? ¿10?

-Te llevare al hospital.

-Gracias, pero no.

-Que sí. Me siento culpable.

Le mire directamente a los ojos a ver sí así le quedaba claro que no estaba hablando en broma.

-Mira... como sea que te llames, no quiero complicaciones en mi vida y tú pareces un tipo bastante molesto. No lo tomes a mal, soy así con el 98% de la personas. Así qué déjame tranquila y piensa que aquí no ocurrió nada.

Él se puso de pie y yo le imite, era amenazador si lo veías de rodillas. Mido 1.74 cm y por lo menos me llevaba una cabeza y media de diferencia.

-Rubén, mi nombre es Rubén.

Abrí la boca atónita. No había escuchado nada de lo que le dije.

-Mucho gusto- siguió y me tendió la mano. La miré como si fuera una bomba que estuviera a punto de estallar. Qué parte de no querer tener nada que ver con él no entendía. El simple hecho de saber su nombre ya comenzaba a formar un vínculo innecesario. Levanté la mirada y Él sonreía. Probablemente se dio cuenta que no tenía intenciones de responder el gesto porque tomó mi mano que colgaba al lado de mi cadera y la sacudió con fuerza. Estaba horrorizada.

-Haces caras muy graciosas- dijo burlón, sin soltarme- y ahora te llevaré al hospital.

Tiró de mí y con un movimiento rápido me alzo sobre su hombro derecho, como sí fuera un costal de papas.

-¡¿QUÉ HACES?! - chillé desesperada.

-Llevarte la hospital- se carcajeo. Le comencé a golpear la espalda con los puños, me retorcí intentando zafarme de su agarre.

Me he rendido. Después de forcejear unos 10 minutos me di cuenta que todos mis esfuerzos serian inútiles y la incómoda posición ha hecho que la sangre no circule bien y me he mareado. Ya me daba igual que toda la gente por la calle se pare a mirarnos y reírse "bajito". Sólo quiero llegar ya al maldito hospital.

Intento meditar sobre esta rara situación. Es la primera vez en muchos, muchos años que me pasa algo tan desastroso y molesto. Normalmente la gente entiende que no me agrada interactuar mucho con ellos y me facilitan la vida cruzando las palabras justas. Pero este tipo, Rubén, ¿qué clase de hombre es? Le ha dado igual todo y mira en la situación en la que nos encontramos. Si tuviera que ponerle un sustantivo diría: Huracán. Imparable e inesperado. Destruye todo a su paso y de pronto, se aburre y vuelve a ser una dulce y tranquila ráfaga de viento. Ah, él es como un huracán. Inconscientemente sonrió. Yo odio a este tipo de persona.

-Rubén- le llamo.

-¿Qué?

-He manchado toda tu sudadera de sangre.

Se ríe como un idiota y grita llamando aún más la atención de la gente. Definitivamente... yo odio a este tipo de persona.

¿YYYYYYYY? ¿Qué les pareció? No olviden dejarme sus reviews informándome si les gustó el epílogo. Waaaa estoy emocionadísima.

Por cierto, también estoy planeando un Fic con Jack Frost. El Origen de los Guardianes es una de mis pelis favoritas y bueno, tengo un par de ideas por ahí.

Mordidas llenas de amor para ustedes~~ ¡Gracias por leer!