Título: TiLa Yester

Autora: Orhen Shiy

Summary!FiC SlAsH!Ua! Un secreto ocultado a la sangre; un pasado que no se quiere recordar... El Salvador está desaparecido. Un hombre de treinta y tres años, moreno y de ojos verdes... el embajador Alan Chardeville oculta algo.


Prólogo - Capítulo uno


Mientras salía de su apartamento en Brujas, sintió como el viento le soplaba directamente en el rostro.

Sacudió la cabeza y siguió caminando.

Había quedado con Le Havre en la Universidad. Al parecer era algo urgente, pues no acostumbraba a llamarle en domingo a las ocho y media de la mañana por un simple capricho. De hecho se había levantado malhumorado. Sin embargo fue salir y volver su habitual buen humor. Esa ciudad jamás podría verle de brazos cruzados, era completamente imposible.

En cuanto había llegado había sabido de imediato que esa era su ciudad ideal.

Brujas apenas tenía influencia mágica, apenas dos familia mágicas había en la ciudad. No tenía colegios mágicos cerca. La mayoria de los niños eran enviados a Beuxbatons; y la minoría de ellos acudían a Veurne, un pueblo enteramente mágico donde vivía prácticamente toda la comunidad mágica de Bélgica. Estaba situada a unos cincuenta quilómetros de Brujas, o Brugges, como le llamaba la gente del lugar.

Y aunque no vivieran familias en la ciudad, eso no quería decir que no vivieran magos. A dos quilómetros de Brujas se encontraba la mundialmente conocida Yester University de Bélgica.

La Yester University era la única universidad mágica de toda la Eurpopa Peninsular, el centro de enseñanza más famoso y prestigioso del mundo; conseguir una plaza en ella era razón para volver loco a más de uno. Ni decir se tiene lo que podría significar conseguir una plaza de profesor…

La Yester University y sus instalaciones al completo eran relativamente nuevas respecto a su rival, la English University de Londres, la cual había sido fundada a la par que Hogwarts. La Yester databa de hacía apenas unos doscientos años de antigüedad. Lo que a Bélgica le faltaba en educación primaria y secundaria lo recompensaba de sobras con la universitaria.

En realidad la rivalidad entre las dos universidades no era en realidad como tal; más era por el intento de supremacía de los ingleses que una verdadera lucha. Todos sabían que la Yester estaba por encima de cualquier universidad del mundo.

Y mientras se perdía en sus pensamientos, Alan Chardeville, un apuesto hombre de treinta y tres años con los ojos del color de la esmeralda y el cabello cual azabache, se metía en su coche y lo ponía en marcha.

En apenas quince minutos llegó al polígono universitario.

Estaba vacío.

Pocas veces la Yester estaba tan vacía, o de hecho, la había visto tan vacía. El guardia de la entrada le dejó pasar con el coche; era profesor de la Yester y además tenía el acceso permitido a cualquier hora y fecha del año.

-¿Qué le trae por aquí en domindo y tan temprano, profesor Chardeville? –le preguntó amablemente mientras Alan se bajaba del coche.

-Al parecer el director Le Havre quiere verme. Por eso he venido en domindo. Aunque comienzo a pensar que hubiera sido mejor hecharme a temblar y quedarme en Brujas –sonrió con humor.

-Eso no se lo puedo decir yo, profesor Chardeville –rió con ganas el guardia.

Como Alan ya conocía el camino no hizo falta que le acompañara. Subió rapidamente hasta llegar al despacho de Le Havre y tocó a la puerta.

-Adelante Alan –oyó una voz anciana desde adentro.

Con una sonrisa, Alan entró y vio a Berck le Havre, un viejo y prestigosos mago sentado tras el escritorio; el cual estaba lleno de papeles y pergaminos, exámenes y reportes y muchas cosas más que en ese momento a Alan no le interesaban.

Se fijó en Berck y le vio con una vitalidad extraña en el. Si bien el siempre era simpático y amable, no demasiado enérgico, pocas veces dirigía ese tipo de miradas que te hacen sentirte el elegido entre millones. Se sentó con atención, mirando a ese anciano que tanto apreciaba, y le miró fijamente.

-No quiero ser grosero, Berck¿pero por qué demonios me has despertado a las seis de la mañana para decirme que tenía que estar aquí a las ocho y media de la misma un domingo? –dijo con una sonrisa ligera.

-Oh, bueno, Alan… es un poco largo –dijo, casi evasivamente, mientras se inclinaba en su escritorio.

-Tengo tiempo –Alan, a pesar de la situación, se encontraba divertido.

-Sí… bueno… -carraspeó-. Verás¿te acuerdas de Margarett Abbeville? –Alan asintió-. Bueno, ella tiene un hijo que estudia en la Universidad de Londres, el cual tiene un compañero de estudios que en sus ratos libres trabaja en un bar muggle de la avenida The Live de Londres. Ese bar normalmente es frecuentado por una muchacha de veinte años que su abuelo es un íntimo de aquel señor que me había ayudado en aquel trámite, Eduard nosequé…

-Berck –interrumpió Alan ligeramente anonadado-. No necesito toda la historia.

-Ah, sí claro… -sonrió como pidiendo disculpas-. El caso es que según la comisión de Educación Europea cada institución mágica debe tener una especie de embajador en cada una de las otras para establecer mejores tratos con los demás países y un rollo interminable que no querrías leer –sonrió el viejo, divertido ante la cara de aburrimiento de Alan-. Inglaterra ha ido decayendo en la última década (sin ofender a tus raíces) y la gente ha dejado de estudiar el inglés; ahora la gente emigra a Francia y España para conseguir trabajo. Supongo que ya estarás informado de las noticias…

-Claro –asintió Alan, serio, temiendo a donde pudiera llegar esa conversación. Lo intuía, sí, pero esperaba otra cosa.

-Bueno, eres el único profesor de la Yester University que maneja el inglés perfectamente y que ha estado alguna vez en Inglaterra, además del único en quién confío lo suficiente y sabe a qué atenerse con los políticos, profesores, famosos y el largo etcétera que hay en el Reino Unido, Alan. Me han pedido repentinamete que elija a los embajadores de la Yester, pues para esta noche cada uno tendrá que estar en la institución de destino.

-Bien –respondió bruscamente levantándose-. ¡Que te vaya bien con la búsqueda¡Conmigo no cuentes!

-¡Alan! –le llamó Berck imperiosamente antes de que saliera de la habitación-. ¡No puedes rechazar de semejante forma tus raíces!

Alan le miró desafiante y le mantuvo la mirada. Por fin Berck le Havre le había revelado sus intenciones. A veces le irritaba ese tono que usaba de no saber de qué se estaba hablando.

-¡Me da igual¡Tengo demasiadas cosas que hacer aquí como para volver a Inglaterra; tengo demasiadas responsabilidades¡Tengo unas clases que dar y unos alumnos que atender! –se enfadó.

-Tus obligaciones pueden ir contigo a Inglaterra a la par de ti –dijo con reprimenda-. Llevas demasiados años en Bélgica, Francia y España, llendo de un lado para otro. ¡Debes volver y enfrentarte a todo lo que ha ocurrido!

-¡Estoy bien aquí! Tengo mi trabajo, mis amigos… ¡tengo mi vida¡No puedes hecharme de aquí así sin más, Berck! –dijo sumamente irritado.

-No tienes a tu familia aquí… -susurró Berck le Havre.

-¿Perdón? –le fulminó Alan con la mirada, instándole a repetirlo.

-No tienes a toda tu familia –cambió levemente la frase. El contenido, con una sola frase, había cambiado completamente para Alan.

-No tienes derecho a meterte en "ese" asunto, Berck –dijo Alan entrecerrando los ojos.

-¡Claro que lo tengo! –se reveló Berck-. Eres mi amigo, mi consejero, mi familia, mi alumno, mi aprendiz… No te atrevas a decirme que no tengo derecho a meterme en tus asuntos, por que aunque no lo quieras reconocer¡sí lo tengo!

Ese había sido un golpe bajo para Alan. Cerró los ojos y se sentó lentamente. Enterró la cabeza entre los brazos, apoyados en el escritorio de Berck. Tembló levemente, más Berck sabía que no estaba llorando.

-Escúchame, mi muchacho… Todos estos daños te has estado haciendo daño, y no solo a ti, si no también a los pequeños. Ellos… ellos se merecen conocer. Saber. No puedes ocultarles más tiempo lo que son en realidad, Alan. Y tampoco puedes sufrir en silencio más tiempo. Catorce años… te haces daño, hijo, y simulas no darte cuenta. Pero ellos lo notan. Ellos lo saben. Y lo pero de todo es que tu también…

Hizo una pausa mientras se levanteba y rodeaba el escritorio. Se sentó al lado de Alan, en una silla cercana y le pasó un brazo por los hombros.

-Sufres. Sufres por que no te dieron la oportunidad que querías; querías explicarte y no te dejaron… Pero ahora puedes intentar arreglar algo por tu lado, Alan. Puedes darles a los niños la oportunidad que siempre han anhelado y que siempre se les ha sido negada. Y lo más importante, querido, tienes que darte una nueva oportunidad. Una nueva oportunidad para no arreglar las cosas, ambos lo sabemos, sino para aclararlas. No has vivido en paz desde que llegaste a Bélgica, Alan H. Chardeville: esta… esta es tu oportunidad para vivir con la conciencia en paz. Y lo sabes…

Dejó que Alan asimilara las cosas.

Y cuando Alan levantó la cabeza y le miró a los ojos, supo que había tomado una importante decisión.

Lo que no sabía era… cuál.


Fin Prólogo - Capítulo uno


Título: TiLa Yester

Autora: Orhen Shiy

Summary!FiC SlAsH!Ua! Un secreto ocultado a la sangre; un pasado que no se quiere recordar... El Salvador está desaparecido. Un hombre de treinta y tres años, moreno y de ojos verdes... el embajador Alan Chardeville oculta algo.


NoTa: solo actualizaré si tengo más de cinco R&R's. Si tengo diez mínimo, actualizo el sábado. Si tengo menos de cinco... o no actualizo o me lo pienso muy bien, pero seguramente quite el fic de Muxios bsks: Orhen Shiy