Manuel detuvo su lectura. Sintió que lo miraban.

Giro su cabeza hacia el costado donde creyó que lo observaban pero, no había nadie. Por supuesto que no. Estaba solo.

Volvió a su lectura.

"Es sabido de antiguo, y ningún hombre sensato e ilustrado se atreverá a negarlo, que los ojos de la serpiente tienen poderes magnéticos. Quienes afrontan su mirada se sienten arrastrados hacia ella, a pesar de su voluntad, y terminan sucumbiendo miserablemente a su fatal
mordedura."

El chico de ojos color miel volvió a voltear la mirada al mismo lugar, sintiéndose paranoico. Nada. Suspiro volviendo a bajar la vista a su libro cuando le llamo la atención un movimiento en el lugar opuesto de donde creía que alguien lo acosaba.

En efecto, desde ahí alguien lo contemplaba con cautela.

Reprimió un grito de sorpresa y horror, aferrándose al apoyabrazos del sillón.

-¿Q-quien eres?

El hombre rubio, sin expresión alguna en el rostro, no le contesto. Manuel se fijo en sus ojos, verdes como las serpientes. Un color verde esmeralda, más brillante que cualquier otro pero al mismo tiempo oscuro, ya que estaba agachado, debajo de la repisa. La sombra de este mueble tapaba la mayor parte de los rasgos que se pudiera alcanzar a ver, a excepción de los ojos. Esos ojos que lo inquietaban, junto con el silencio y su inmovilidad.

-Mira que llamo a la policía, dime quien eres- Quiso exclamar pero la voz le salió baja. Se sentía intimidado.

No recibía respuesta del otro y supuso que seguramente no la conseguiría nada quedándose quieto preguntando, asique se decidió por moverse lentamente, deslizándose fuera del sillón hacia la salida.

Concentrado como estaba no se dio cuenta que todavía tenía el libro sobre el regazo, el cual cayó al suelo estrepitosamente. Nervioso, volvió a ver si su "visitante" se había movido. Pero no.

Cada movimiento, cada oscilación de su cabello incluso cada sube y baja de su pecho al respirar eran seguidos por la vista de aquel hombre misterioso que le turbaba e irrumpía su vida diaria.

Se escurrió en silencio hasta la puerta, nunca dándole la espalda (por las dudas) pero se detuvo a mitad del camino.

Algo, un inexplicable algo, lo atraía hacia ese hombre. ¿La adrenalina? ¿La estupidez? ¿La curiosidad? No importa lo que fuera, simplemente experimento un frenesí incontrolable, un arranque de locura y de delirio.

Se acerco pausadamente, de a poco… se agacho en frente del extraño, mirándole la cara, esos ojos tan particulares, tan llenos de vida como de muerte.

-Tus ojos color verde…- Murmuro expectante.

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El oficial de policía se quedo sorprendido.

-¿En serio?

-Sí.- Lo confirmo el segundo policía.

-Pero, aparentemente, el chico tenía una vida felizmente, normal y pasiva…

-Ya lo sé, "aparentemente".

-Entonces… ¿El chico enloqueció, así porque si?- Concluyo dudoso el tercer hombre de uniforme color verde, jugando con las llaves de la patrulla.

-Sí. Quien sabe lo que le habrá pasado… para suicidarse de esa forma…

Los tres estuvieron de acuerdo, recordando con horror la escena del crimen.