Bueno chicos, aqui vengo de nuevo, esta vez con un fic conjunto de InuYasha, la trama general fue pensada por . y llevada a cabo por moi, es decir, su servidora.
Disclaimer: InuYasha no me pertence, es de Rumiko Takahashi, de ser mia, Kikyo se hubiese quedado muerta desde un principio y Sesshomaru seria unicamente para disfrute propio xD
1.
all'inizio e alla fine
(Principio y final)
Las lágrimas se agolparon en sus ojos, y con algo de impotencia veía como todo lo que amaba era vilmente destruido.
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Sango, ella siempre tan dulce, tan valiente, tan llena de sueños y esperanzas, confiada en un futuro feliz al lado de su amado monje pervertido…ahora estaba muerta, como todos sus sueños e ilusiones, como Miroku , que compartía las aspiraciones de sango, como InuYasha, valiente hasta el final.
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Todo el prado estaba lleno de sangre, y no sangre cualquiera, la de sus seres queridos… todos muertos.
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— ¡Kagome! —escuchó el grito desesperado, y sorprendida alzó la vista hacia Shippo, que corría a todo lo que le daban sus cortas piernas, huyendo de uno de los tentáculos de Naraku.
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—Mi querida Kagome, —empezó el hibrido de ojos rojos y alborotado cabello negro, que confiado en su nueva e imponente forma hablaba con sorna y con la confianza de saberse el vencedor de la lucha por la valiosa perla de Shikon — ¿Qué piensas de mi obra de arte? —preguntó con una sonrisa perversa surcando sus delgados labios, y abarcando con un gesto de los brazos todo el prado, antes pacifico, ahora teñido de color carmesí y con los cuerpos de sus amigos desperdigados en el.
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— ¡eres un maldito bastardo! —Gritó, con las saladas y cristalinas gotas corriendo libres por sus mejillas—. Un ser vil y asqueroso, pero en el fondo débil, no estarás lo suficientemente seguro de ti mismo hasta que tengas la perla ¿verdad?
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—la perla ya es mía Miko tonta, solo queda destrozar tu frágil cuerpo humano, tal como hice con el de la fría perra de Kikyo hace ya cincuenta años —soltó una carcajada amarga —tan diferentes y tan parecidas al final, las dos enamoradas del mismo asqueroso hibrido, y de nada les sirvió, todos han caído ante mí.
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—Dices "asqueroso hibrido", siendo que tú no eres más que eso —soltó ella envalentonada por la furia. Le repugnaba ver al ser que tantos problemas les había ocasionado a sus amigos y a ella, tantos que los superaron, ellos que mantenían la promesa de acabar juntos con ese desgraciado, pero nada había salido como ellos querían ¿verdad?
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Aferró entre sus brazos al pequeño Shippo, que sollozaba totalmente perdido entre el dolor, el saberse prácticamente solo y la certeza de su inminente final.
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La saco de sus nada pacíficos pensamiento la burlona carcajada de Naraku, que tenia, a pesar de sus palabras, una sonrisa de la más pura satisfacción.
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—Di lo que quieras, Kagome, pero sabes que pese a todo he ganado yo —le restregó el que antaño fuera el bandido Onigumo —. Ahora se una niña buena y dame la perla, si lo haces de buena gana, seré condescendiente contigo y te daré una muerte rápida.
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— ¡no te daría, aun si pudiera! —le gritó, pensando en la perla que nuevamente estaba dentro de su cuerpo, justo donde había estado la primera vez que ella viajara el Sengoku.
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Su respuesta pareció no gustar mucho al Hanyou, quien frunció el ceño y la boca en un rictus de asco.
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— ¡pues que sea a las malas, estúpida mujer! — gruñó antes de que uno de sus tentáculos se precipitara con fuerza en dirección a Kagome, quien al verse de desprotegida, no le quedo más remedio que empezar a correr con Shippo apretado a su pecho.
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Estaba únicamente concentrada en poner un pie frente al otro a toda la velocidad que era posible, ignorando el lamento desesperado del pequeño zorrito, y sobre todo tratando de ignorar el pesado tentáculo que se dirigía a ella con la suficiente rapidez y fuerza como para dar un solo golpe contundente, el único que sería necesario para dejarla fuera de combate. Falló en su determinación al girar la cabeza hacia atrás y distraerse en sus pasos, lo que le acarreó un tropiezo, y debido a la velocidad con la que iba, se vio empujada al frente y antes de que pudiera siquiera darse cuenta estaba rodeada por una brillante luz rosada, y sentía en su estomago la presión de caer de muchos metros de alto.
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El pozo, se dijo, que suerte el haber caído justo aquí.
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A pesar de estar profundamente herida y triste por sus amigos, se alegraba de haber podido salvar al menos a Shippo.
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Al desaparecer la sensación de caída libre y chocar contra en duro fondo del pozo, se escucho la afligida voz del kitsune.
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—Kagome, ¿Dónde estamos? —preguntó sorbiendo por la nariz y con la voz quebrada por el llanto.
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Kagome alzo la mirada, esperando encontrarse con el conocido techo de madera de la pequeña pagoda que resguarda el pozo en su templo, pero acabó encontrándose con un cielo, de un brillante e intenso color azul.
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Frunció el ceño confundida, un poco temerosa de encontrarse con el sanguinario Naraku, con sus amigos muertos y con toda la destrucción de su vida en el Sengoku, temió que de nada hubiese servido el caer en el pozo. Muy remotamente se preguntó, también, porque no había llegado a su hogar.
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—Shippo, espera aquí—pidió Kagome al pequeño kitsune, bajándolo al suelo —por favor, no te muevas de aquí.
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El pequeño Shippo asintió con la mirada perdida, y Kagome sin perder más tiempo y ayudada por las enredaderas que crecían en los bordes del pozo, trepó hasta llegar a la cima, donde con bastantes nervios y pidiendo al cielo un milagro, asomó la cabeza. Espero ver todo, menos lo que encontró.
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Contrario a todo lo que su mente frenética había pronosticado, no encontró más que un vacio y totalmente tranquilo prado, lleno de las más hermosas y exóticas flores, vio el conocido lugar mucho más resplandeciente que nunca. Estaba completamente confundida.
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Ya no tenía ni idea de lo que ocurría, incluso espero ser despertada por InuYasha y descubrir que todo había sido una pesadilla, una terrible, pero pesadilla al fin. Nada de eso ocurrió.
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Miró hacia abajo y al ver al pequeño Shippo tembloroso, decidió que lo mejor sería verificar que todo era medianamente seguro para él, después de todo, era lo único que le quedaba.
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Lo primero que atrapó su mirada al salir del pozo, fue nada más y nada menos que el Goshinboku, el árbol donde lo había visto por vez primera, a él, a su InuYasha.
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— ¡garras de acero!
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Escuchó el grito a lo lejos, y no pudo hacer más que abrir los ojos sorprendida y con un dejo de esperanza en su corazón, que poco a poco crecía más y más.
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Y es que…tenía que ser él.
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Comenzó a correr lo más rápido que le fue posible ignorando todo a su alrededor, únicamente pensando en seguir la voz.
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Cuando a lo lejos diviso un manchón rojo, estuvo segura de la identidad y se permitió un suspiro de alivio.
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El Hanyou se percató de su presencia pero antes de que pudiera evitarlo o siquiera pensarlo, la chica se arrojó a sus brazos.
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—Oh, InuYasha —exclamó la chica, con lagrimas de la más pura felicidad corriendo por sus mejillas — ¡no sabes cuánto me alegra que estés bien!
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El chico no respondió nada, en cambio se abalanzó sobre la llorosa chica, aprisionando su frágil cuello entre sus manos, su fuerte cuerpo neutralizando cualquier posible movimiento.
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La chica solo atinó a mirarlo totalmente anonadada y cada vez más confundida por la actitud de InuYasha. Iba a decir algo, pero antes de que pudiera abrir la boca, el chico dijo algo, y Kagome esperó que fuera una broma.
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— ¿Quién eres estúpida humana?
Bueno chicos, espero les haya gustado, y espero aun mas que le haya gustado a . , comenten y diganme que les parece
Kisses,
Aiko
